Por Luis Orea Campos.-

Como varios de los productos jurídicos bastardos del kirchnerismo nacidos de la imperturbable obsecuencia de sus amanuenses, las PASO, inventadas por el desaparecido Jorge Landau, deformaron completamente la configuración institucional de los partidos políticos, como esta columna ha venido sosteniendo desde el momento mismo en que Cristina Kirchner promulgó la malhadada ley de “democratización” 26.571.

La muestra palpable de que este engendro siempre fue una herramienta utilizada mañosamente por la dirigencia kirchnerista con el único fin de su conveniencia electoral es que ahora pretende tirar a su deforme criatura desde el monte Taigeto de su predominancia parlamentaria sólo para complicarle la vida a una oposición a la que ninguna falta hace que le ayuden a quemarse en la hoguera de las vanidades de sus supuestos líderes enfrascados en reyertas infantiles ajenas a la realidad acuciante que vive la sociedad que darían gracia de no ser una lastimosa muestra de la decadencia dirigencial de la Argentina.

La novedad de este quincuagésimo episodio de la serie PASO es que por primera vez una oposición cuyos potenciales candidatos están enloquecidos por el aroma del queso que emana de la posibilidad de la victoria al alcance de la mano, se prepara a pagar el costo de no haber derogado en su momento el engendro que ahora, cosas de la vida, los tiene a su merced.

Si prospera la iniciativa de eliminarlo, el gallinero enloquecido en que se ha convertido el espectro opositor en el que, como en el Antón Pirulero cada uno cuida su juego, se volvería un aquelarre de impredecibles consecuencias.

Para ser justos, la verdad es que la probabilidad de la derogación de las primarias abiertas, tantas veces predicada desde este espacio, lo único que hace es dejar al desnudo la espantosa mediocridad de los políticos que supimos conseguir tanto en el oficialismo como en la oposición.

Cuando los partidos políticos no peronistas se dejaron robar mansamente la autonomía interna por parte del Estado manejado en ese momento por Cristina Fernández, firmaron un contrato asentado en las arenas movedizas de un peronismo camaleónico cuyo único dogma inamovible es la obtención y conservación del poder a como dé lugar.

La zozobra que reina en ellos hoy, léase PRO, radicalismo o sus satélites, ante la posibilidad cierta de una libanización del espacio opositor si caen las PASO, es el precio a pagar por haber colaborado con la desfiguración de instituciones fundamentales de la República como son los partidos políticos propuesta por la mente retorcida de Néstor Kirchner, que en paz descanse, porque aquí gracias a él la paz es una utopía.

No hace a la cuestión perorar sobre el costo, la conveniencia o la juridicidad de la nefasta ley 26.571 ni especular con las posibles consecuencias electorales de su eliminación o no, porque lo que realmente importa es que con la irrupción de las PASO se desvirtuó por completo la naturaleza de la institución partido político borrando de un plumazo su “zona de reserva” férreamente sostenida en varios fallos de la Corte y que básicamente consiste en la autonomía para elegir internamente sus candidatos.

Y esa aberración contó con la complicidad de la mismísima justicia electoral y de los partidos opositores más importantes, a los que cabría decirles lo que Aixa le dijo a su hijo Boabdil cuando perdió Granada a manos de los reyes Católicos: “Llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre”.

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