Por Claudio Valdez.-

El nuevo cambio de gobierno nacional en La Argentina se inicia con renovados dislates. Desde el año 2003 y hasta el presente, durante 20 años, la dinastía de Kirchner condenó con exclusividad durante 16 años a la Nación, la República y al Estado con los despropósitos de sus personales intereses, ignorancia y conveniencias. Desde la muerte del pervertido expresidente (2010) Cristina, su cónyuge supérstite, se ocupó de conducir al corrupto régimen establecido por su difunto marido.

No quedó disparate por concretarse, desde la continuidad de la primera magistratura de “la señora”, que “a dedo” decidió para el período 2019-2023 instaurar como presidente a Alberto Fernández, reservándose para sí la vicepresidencia de la nación y la consecuente presidencia del Senado de la Nación. Todo quedó consumado mediante “adecuados comicios electorales”; pero como advirtió en su oportunidad el fundador del Movimiento Justicialista: “Los pueblos no suelen equivocarse” e iniciaron “el escarmiento”. La pérdida del favor del electorado es señal de que ahora sí comienza “el pericón” (danza nacional argentina).

Son tiempos de peligro a nivel local y mundial. Estados fallidos, pobreza global generalizada y guerras es el menú ofrecido desde las deficientes relaciones internacionales. Y la Nación Argentina, “alineada o no alineada” a cualquiera de las alternativas, requiere lo que no dispone: estadistas creíbles, certeros y sensatos.

Volviendo al medular problema político en cuestión, y en procura de reorientar a una sociedad “que ha olvidado la senda del bien y va a todas partes, menos donde van los pueblos animosos…”, Sófocles (Siglo V a.C), en su tragedia “Antígona”, nos lega el siguiente diálogo como posible reflexión:

– ¿Sabías que estaba decretado no hacer esto?

– Si, lo sabía. ¿Cómo no iba a saberlo? Todo el mundo lo sabe… Puede que a ti te parezca que obré como una loca, pero, poco más o menos, es a un loco a quien doy cuenta de mi locura.

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