Por Víctor E. Lapegna.-

Como suele hacerlo Dios, nuestro pueblo sabe escribir derecho sobre renglones torcidos y el domingo 25 de octubre mediante su voto, al barajar y dar de nuevo distribuyó las cartas ganadoras y perdedoras entre los jugadores de modo diferente y forzó a que la partida de la política nacional deba recomenzar en condiciones distintas de las que existían antes.

El primer hecho a destacar es que el 63,14% de los votantes expresaron en forma diversa pero inequívoca su voluntad de terminar con el régimen kirchnero-cristinista y sólo el 36,86% se pronunciaron en favor de su continuidad.

Más de la mitad de esos votos opositores fueron para la boleta de “Cambiemos” que encabeza Mauricio Macri (para ser precisos, el 34,33%), un tercio eligieron la fórmula de Una Nueva Alternativa (UNA) que llevaba como candidato presidencial a Sergio Massa (21,34%) y el 7,47% restante se repartió entre las candidaturas presidenciales de Nicolás del Caño del Frente de Izquierda (3,27%), Margarita Stolbizer de Progresistas (2,53%) y Adolfo Rodríguez Saá de Compromiso Federal (1,67%).

Otro dato relevante es la clara derrota que sufrió el presidente del Partido Justicialista nacional, Eduardo Fellner, quien buscaba ser reelecto gobernador de Jujuy y fue vencido por el radical Gerardo Morales, quien tenía entre sus aliados a Sergio Massa, que fue el candidato que obtuvo más votos en esa provincia.

Aún más trascendente fue el resultado de la elección de gobernador de la Provincia de Buenos Aires que representa el 38% del padrón nacional y de la que Scioli es gobernador, en la que María Eugenia Vidal de Cambiemos con el 39,49% de los votos, le ganó a Aníbal Fernández del Frente para la Victoria cuyo caudal fue del 35,18%.

Vale subrayar que el porcentaje de votos que eligieron a Vidal superó en más del 7% el que logró en el distrito Macri e incluso en un 2,36% al que obtuvo ahí Scioli. En contraste, el porcentaje de electores bonaerenses de Fernández fue un 1,68% menor al de Scioli.

Aunque en la primera vuelta electoral Daniel Scioli fue el candidato presidencial más votado, la exigua diferencia que lo separó del segundo que fue Macri (2,53%), la derrota que sufrió en la Provincia que él gobierna y es la mayor del país y las fuertes disputas internas que se registran en el debilitado Frente para la Victoria entre “peronistas” y “kirchneristas” son factores que lo colocan en una posición difícil ante la segunda vuelta electoral, que se dirimirá entre ambos el domingo 22 de noviembre próximo.

A ello debe agregarse que la imagen de ganador que adquirió Macri y la de perdedor de la que no logra despegarse Scioli, puede incidir sobre la extendida tendencia al exitismo que signa a la sociedad argentina.

Por fin, para ganar la segunda vuelta Scioli debería conseguir un 14% de votos que se sumen al 36,86% que obtuvo en la primera y dado que no podrá obtenerlos entre quienes eligieron a Del Caño y Stolbizer, su única esperanza es conquistarlos entre el 21,34% de los que elegimos a Massa y el 1,67% que prefirieron a Rodríguez Saá.

Ello implica que la expectativa de Scioli es que alrededor del 70% de quienes votamos por Massa y por Rodríguez Saá en la primera vuelta, en el balotaje lo hagamos por él y no por Macri o en blanco a partir de esperar que nos guiemos por la identidad peronista antes que por la oposición al kirchnerismo.

Parece obvio que nadie tiene la autoridad para inducir la voluntad de los ciudadanos y hacer que voten de un modo u otro. Pero desde mi identidad peronista, habiendo militado y votado por José Manuel de la Sota en las PASO y por Massa en la primera vuelta, confieso que no me era fácil decidir por quien optar en el balotaje, escindido entre mis comunes rechazos al kirchnerismo de Scioli y el gorilismo de Macri y sus aliados (en especial Elisa Carrió).

Me ayudo a tomar la decisión la correcta posición adoptada por los compañeros de UNA encabezados por Massa, De la Sota y Roberto Lavagna, presentando una opción programática a ambos candidatos para verificar con cuál de ellos hay mayores coincidencias

Por fin, termino estas líneas permitiéndome reproducir la nota que ayer distribuyó mi compañero y amigo Jorge Tenenbaum, con la que coincido en un todo.

MASSA Y EL NUEVO SISTEMA POLITICO

La conducta de Sergio Massa desde las elecciones del 25 de octubre está contribuyendo muy bien a la construcción de un nuevo sistema político en la Argentina, cuestión tan reclamada desde hace muchos años. Veamos:

a) Mantiene su fuerza: Desde el primer momento muestra una actitud de satisfacción por lo logrado, más que lamentarse por lo que aún no se dio. Se referencia en los más de cinco millones de votos obtenidos, reúne a su fuerza para decisiones colectivas, cobija a los que fueron derrotados localmente, tiende puentes con algunos que se fueron.

b) Hace valer su posición: es el eje de la atención en estos días, es cortejado por todos.

c) Ayuda al cambio: la victoria de Macri en el ballotage, si no comete errores, es indetenible. Massa no debe obstaculizarla, pero no decir a quien hay que votar, como quiere el por momentos torpe acoso periodístico.

d) Plantea que el eje son las ideas y no los cargos.

e) Reafirma su voluntad de expresar a los trabajadores y la clase media, en forma plural.

f) Reafirma su compromiso de contribuir a la gobernabilidad.

g) Con todo esto construye la oposición dentro del nuevo sistema. Que podrá ser, con mucha probabilidad, liderando el Justicialismo, si no hay demasiadas resistencias a conjugar el rescate de la rica tradición histórica con la modernidad necesaria para afrontar el futuro. Que podrá compartir con parte de la UCR, si esta no queda subsumida en el PRO. Que seguramente no transitará el mismo carril que el kirchnerismo residual.

Invalorable aporte de un dirigente con inteligencia política. Se trata de generar un sistema político con alianzas, oposiciones, contrapesos, controles, sin hegemonías. Mucho más importante que decir torpemente a quien se vota, en una elección ya casi definida.

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