Por Manuel Lichtenstein.-

En pocos días habremos pasado de la oscuridad absoluta a divisar una pequeña, aunque brillante lucecita en el fondo del túnel.

Una lucecita que nos insufla de esperanzas genuinas, ya que nos anticipa que por fin seremos actores de peso los que encabezaremos las marquesinas del gran escenario que es este Planeta Tierra, ávido de pilotos que sepan sortear tanto lo esperado, como lo inesperado o los imprevisibles obstáculos en las travesías de esta barco llamado Argentina que hoy, todavía a la deriva, está en vísperas de enderezar su rumbo.

De un rumbo incierto y perdido en las lejanías del espacio, estamos a un paso de ser timoneados por un hombre que esencialmente no es político, ni abogado, ni militar, ni revolucionario de izquierdas, ni tampoco de derechas, es un Hombre con Mayúsculas, apenas un Ingeniero que iluminado por luciérnagas angelicales, vaya uno a saber de qué cielos bajaron y se metieron en su cuerpo y alma.

Desde el 10 de diciembre, Argentina no será una más en el conjunto de naciones que se destacan por su integración y colaboración entre países, sino que por fin seremos una nación que virtualmente estará asociada con los gobiernos y pueblos mancomunados entre sí, bailando todos al mismo compás.

Seremos más que una más, seremos los que alguna vez fuimos, caballeros cabalgado a la vanguardia al unísono con las naciones que influyen en el devenir de los destinos de sus pueblos.

A partir del 10 de diciembre dejaremos de no ser para volver a ser, y ese derrotero será el punto de inflexión del cual jamás nos apartaremos, al menos que las expectativas centradas en Mauricio, se vengan al suelo, aunque desde ya, creo en todo lo contrario.

Como todo el mundo sabe, nadie está seriamente en condiciones de predecir el futuro de lo que fuere, aunque el Tata Dios, ya tiene escrito su libreto para la Argentina.

Por lo tanto, los que transitamos por la vereda de este nuevo presente encadenado al futuro que se viene, sentimos dos cosas que en todo caso son el paradigma de lo soñado: la esperanza y el laburo, más laburo sin bajar los brazos.

Ésa es la notable diferencia entre la frescura del Presidente que viene y la piel arrugada y mal trecha del corazón de la Presidenta que se va y no termina de aceptar el cambio, al no resignarse a irse p’a las casas.

El varón que se viene, de mirada fresca, con su mochila cargada de grandes proyectos desarrollistas, que a la postre serán los que puestos en marcha, no solamente harán reverdecer y agrandar a Argentina, sino que irradiará por sus resultados a toda América Latina.

Esbozan una sonrisa maliciosa los que no se acoplan a estas predicciones, de la misma manera que los periodistas militantes y alcahuetes, pero bien remunerados, de 6,7,8 que se adueñaron de una propiedad popular como canal 7, y se le rieron sobradoramente en la cara al Rabino Sergio Bergman, cuando en el año 2012 predijo que Cristina, el 10 de diciembre de 2015, le pasará el bastón de mando presidencial a Mauricio Macri.

Si a ella no le dan los ovarios como para bancarse este trago amargo, es su problema, y a otra cosa mariposa.

Finalmente a todos los que desde ya, pontifican esperando el fracaso de Cambiemos, los espero aquí mismito, dentro de dos años y después hablamos.

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