Por Jorge Raventos.-
El viaje de Mauricio Macri a Estados Unidos (Huston, Washington), su encuentro con el presidente Donald Trump y su presencia, pocas horas después, en el miniestadio de Ferrocarril Oeste de Buenos Aires, en el acto de celebración del 1° de mayo de las 62 Organizaciones peronistas que lidera el Momo Venegas, dibujan una trayectoria muy significativa.
Un amplio sector de los medios de la Argentina y del exterior suele regodearse con las danzas y contradanzas que atribuye al presidente de los Estados Unidos, al que imputa no cumplir con sus promesas preelectorales que, paradójicamente, le resultaban detestables (a veces ciertos comentaristas se parecen a ese comensal de un restaurante que se queja porque “la comida es horrenda y encima las porciones son chiquitas”). Hay que admitir que, en relación con el encuentro entre Macri y el mandatario americano, a Trump no se le pueden atribuir zigzagueos. Macri, en cambio, se olvidó sabiamente de las simpatías de Cambiemos por Hillary Clinton y celebró la amable recepción que le brindó “el magnate” de la Casa Blanca que lo definió como un “viejo amigo” y “un gran presidente”.
Macri puede estar satisfecho de su rectificación. Había sido inoportuno tomar partido en la elección norteamericana (para peor, por la perdedora); es una demostración de realismo imprescindible estrechar el vínculo con el presidente de Estados Unidos realmente existente. La estrategia prevalece sobre el detallismo frívolo.
Si bien se mira, la presencia de Macri en el acto del Primero de Mayo de las 62 Organizaciones, en el marco de una fuerte iconografía peronista donde no faltaron los bombos de Tula, también puede considerarse una rectificación, una corrección del tono discursivo. La prosa elitista de “lo nuevo” versus “lo viejo”, que a menudo campea en el discurso del oficialismo admitió contaminarse al menos con fragmentos de aquello que suele fumigar verbalmente.
Houston, Washington y Ferrocarril Oeste pueden considerarse puntos de un recorrido que se articulan en una perspectiva de mediano y largo plazo que conjuga apertura al mundo, industrialización competitiva y una política de convergencia nacional.
El gobierno había dado ya pasos en ese sentido. Definió tempranamente un rumbo hacia la reinserción internacional, que empezó con la negociación con los holdouts y marcó prioridades: Brasil (y Sudamérica, es decir, Mercosur y la alianza del Pacífico), Estados Unidos, China (donde lo espera el presidente Xi Jinping). El viaje a Estados Unidos y la reunión con Trump tuvieron el sentido de buscar luces verdes a inversiones que el país requiere para dar las batallas de la producción competitiva. En Houston, las reuniones con empresarios de la energía estuvieron apuntaladas con la presencia de Paolo Rocca, el número 1 de Techint y del secretario general de los petroleros privados, Guillermo Pereyra. Alrededor del potencial de Vaca Muerta (un punto en el que uno y otro juegan roles protagónicos) se está produciendo un círculo virtuoso de convergencia Estado, Empresas, Sindicatos en pos de un programa de competitividad e industrialización.
En los primeros meses de su gestión el gobierno buscó y obtuvo coincidencias con el peronismo y otras fuerzas para desenredar la galleta que dejó en herencia el kirchnerismo. También esbozó una estrategia de desarrollo que -Macri lo explicitó el primero de mayo- reconoce inspiración en Perón (“la productividad como estrella polar”, “producir al menos lo que uno consume” son lineamientos que tienen esa marca).
Lo cierto es que esa estrategia de renovación y productividad no puede sostenerse sin ampliar las bases sobre las que se asienta el gobierno. Si no se puede desplegar la estrategia de desarrollo y competitividad en condiciones de aislamiento internacional, tampoco es posible sostener esa lógica si el gobierno se ensimisma y aísla políticamente. Se enreda en ese aislamiento cuando encara tácticas contradictorias con las necesidades de mediano y largo plazo.
La presencia de Macri en el acto de las 62 implica un gesto realista en el rumbo adecuado. La mirada corta no debería obstaculizar una política grande, comprometida con el impulso a las estrategias sustentables de industrialización, creación de empleo y justicia social.
El riesgo de electoralismo miope no amenaza solamente al gobierno. El peronismo difícilmente superará su diáspora con mera gimnasia electoral y sin depurar y renovar su estrategia y sus cuadros, ajustándolos a la época.
Argentina tiene recursos para alcanzar un lugar y un papel destacado en el mundo de la nueva revolución industrial, en el que coinciden la creciente integración económica planetaria y el renacimiento de los patriotismos. Forjar los consensos imprescindibles es el desafío de la política.
06/05/2017 a las 2:19 PM
Así que hay gente que está desilusionada de Trump y de Macri. ?Cuándo va a comprender la gente que los políticos no cumplen con las promesas electorales, salvo las excepciones del caso?
06/05/2017 a las 9:19 PM
Coincido con la actitud y análisis de Jorge Raventós. Pero creo que la ineficiencia del gobierno para poner limites al Gasto publico conspira contra sus propios deseos de lograr mayor productividad. No existe la alternativa económica de «mercado con fuerte estatismo»porque ambas partes se excluyen entre sí.
07/05/2017 a las 11:33 PM
Se entiende a todo evento, que la política internacional suele ser más compleja que la local. Inclusive conlleva precisiones y estudios sobre realidades que suelen ser arcanos, solo accesible a políticos entrenados y bien asesorados en dichas lides.
Ahora bien, conforme el artículo, y ésto desde la politica local, demuestra -al decir del articulista- una clara estrategia realista del macrismo, con relación a actores políticos locales y su desenvolvimiento en el escenario actual. Se advierte entonces, que eligió inicialmente a la 62 organizaciones como tal, a fin de llevar adelante su estrategia y planificación electoral inmediata. Pues entonces y dicho esto, amerita primero evaluar el carácter de actor institucional relavante de la susodicha 62 organizaciones. En ese menester se debe advertir, lamentablemente, que la 62 organizaciones «no existe» puesto que tiene todos los mandatos vencidos desde hace años (preguntar a la IGJ). Hoy sólo es un logo, en un edificio de UATRE de la calle independencia. Y que solo suele concentrar a ralos y pseudos dirigentes sindicales cada tanto, sin ningún tipo de actas de reunión ni nada formal.
Hasta aquí nada es destacable en particular, pues nos encontramos acostumbrados a la utilización de sellos, de otrora fuerza simbólica. A ciertos manejos que hace la política, de dichos simbolos. En eso, pobre el «momo», que no sólo tiene que lidiar con su precaria salud, sino también con sus decisiones. Ubicándolo como timonel en el «Perla Negra». Pobre el recuerdo que a corto plazo se tendrá de él.
Pero volviendo al tema central. Que no es otro que el presunto realismo político de Macri. Es de temer y torna a su vez endeble. (teniendo a la vista la elección de la 62 y al momo como puntapié inicial) Que utilice el mismo esquema de pensamiento y los mismos asesores, con relación a los actores internacionales. Porque ahí sí que estamos «hasta las pelotas»…