Por Luis Américo Illuminati.-

«Ducunt volentem fata, nolentem trahunt» (El Destino conduce a los dispuestos, y arrastra a los que se resisten). Lucio Anneo Séneca.

El aforismo precedente concuerda con la frase de Dostoievski: «Estábamos haciendo nuestros planes, pero olvidamos que el destino también tiene planes». Ambas locuciones le incumben a todo individuo o sociedad mediocre y apática al triunfo del bien sobre el mal y al cultivo y práctica de la virtud y los deberes irrenunciables. Son las sociedades gobernadas por reverendos sátrapas HDP, lobos con piel de oveja, como en la Argentina de la kirchanchería, la cual le abrió la puerta al narcotráfico y hoy Rosario y el Gran Buenos Aires están sufriendo las terribles consecuencias. Pero nadie le pide cuentas al kakismo (Cretina, Hannibal K, Kicillof, Berni y camarilla). El abominable capítulo terrorista ocurrido en la ciudad de Rosario de tres personas inocentes asesinadas -y la larga lista de víctimas anteriores- recuerdan el comienzo de los innumerables crímenes cometidos por las nefastas organizaciones terroristas de los 70 que hicieron correr ríos de sangre de víctimas que los gobiernos sucesivos han ignorado hasta el presente. El atroz crimen de estas tres personas remite la memoria al planeado asesinato de José Ignacio Rucci, represalia de los Montoneros contra Perón como respuesta al incidente de Ezeiza (20 junio de 1973). El tremendo caos -inenarrable- había comenzado tres meses antes. No había seguridad ni piedad para nadie. Tres años duró la locura de sangre y fuego, la cual desembocó en un hecho inevitable: la irrupción de las Fuerzas Armadas, cuya intervención la gente clamaba igual que ahora, con la diferencia de que en aquel momento la presidenta María Estela Martínez de Perón -superada por la situación y agotada psíquica y físicamente- estaba siendo vilmente manipulada por un entorno de canallas como José López Rega y otros innombrables. Desgraciadamente para la Democracia y la República, los epígonos, acólitos y corifeos de las dos facciones enfrentadas a muerte de aquella tenebrosa época (gobierno y guerrilleros), después de varias décadas volvieron de nuevo al poder para enquistarse en el Estado, pero con una carga renovada de demagogia y corrupción juntas. El kirchnerismo. Y así, transcurrieron 20 años de populismo disgregante, lavado general de cerebros, tergiversación y falsificación de la historia y pudrición del alma argentina.

El pueblo de 1810 ha sido a la Revolución de Mayo lo que la lluvia es a la tierra cultivable. Y la masa es a la Democracia lo que la plaga de langostas es a los sembrados.

Se ha dicho: «Todo pueblo tiene el gobierno que se merece». Ergo, si el pueblo es noble y digno merece un gobierno igual. Si la corrupción y el escándalo se vuelven una cosa «normal», la dolorosa conclusión, forzosa, e inevitable es «Todo pueblo que se corrompe se convierte en una masa miserable», sal desvirtuada que perdió su sabor. Cristo lo dice bien claro: «Los hombres son la sal de la tierra, pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo volverá a ser salada? Ya no servirá para nada, sino para ser arrojada a la calle y pisoteada por la gente» (Mateo 5:13-14).

Dijimos en una nota anterior: «¿Quién no ha visto El Silencio de los Inocentes? ¿Cómo olvidar esa película, especialmente, a su inquietante y carismático Hannibal Lecter interpretado por Anthony Hopkins? Un detalle que todos recuerdan es la afición del asesino por las mariposas, en particular por la Acherontia styx, también conocida como Mariposa cabeza de muerte por el patrón que posee, semejante a una calavera. ¿Quién diría que seres refinadamente malvados que gobernaron durante 20 años y cuando no gobiernan hacen todo tipo de ruindades y bajezas para voltear a quien les ganó en buena ley las elecciones, pueden cazar mariposas como si fueran filántropos y bienhechores intachables?»

La runfla de indeseables que forma la casta corrupta que ha llevado el país a la ruina y al nihilismo moral y espiritual de la Argentina, si no la erradicamos de una vez por todas y no los metemos a todos presos, será la que coloque una placa en la Plaza de Mayo que diga textualmente: «Somos el olvido que seremos. El polvo elemental que nos ignora y que fue el rojo Adán y que es ahora todos los hombres, y que no veremos. Ya somos en la tumba las dos fechas del principio y el término. La caja, la obscena corrupción y la mortaja, los triunfos de la muerte, y las endechas…» (poema atribuido a Borges).

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