Por Hernán Andrés Kruse.-

En julio pasado, el gran Michael Moore escribió una columna en la que pronosticó el triunfo de Trump. Como los hechos le dieron la razón vale la pena reflexionar sobre sus dichos. “Donald J. Trump va a ganar las elecciones en noviembre. Este desgraciado, ignorante, peligroso y miserable payaso a tiempo parcial y sociópata a tiempo completo será el próximo presidente de Estados Unidos” (…) “Estas son las cinco razones por las que Trump va a ganar. 1. El Brexit del medio oeste de Estados Unidos. Creo que Trump va a centrar gran parte de su atención en los cuatro estados azules de Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Cuatro estados tradicionalmente demócratas, pero que han elegido a gobernadores republicanos desde 2010” (…) “En las primarias de Michigan de marzo, 1,32 millones de habitantes votaron a los republicanos frente a los 1,19 millones que votaron a los demócratas. Según las últimas encuestas de Pensilvania, Trump está delante de Hillary; y en Ohio están empatados. ¿Empatados? ¿Cómo es posible que esta carrera sea tan reñida después de todo lo que dijo e hizo Trump? Quizá se deba a que éste dijo (y dijo bien) que el apoyo de los Clinton al Tratado de Libre Comercio de América del Norte ayudó a destruir a los estados industriales de la zona norte del medio oeste de Estados Unidos” (…) “Durante las primarias de Michigan, Trump amenazó a la empresa Ford Motor con que si seguían adelante con el cierre de la fábrica que tenían previsto y se trasladaban a México, pondría un impuesto del 35 por ciento a todos los coches construidos en México que se enviaran a Estados Unidos. Fue música para los oídos de la clase trabajadora de Michigan” (…) Lo que ha pasado con el Brexit en Reino Unido también va a pasar aquí. Elmer Gantry aparece como Boris Johnson y dice lo que se le ocurre para convencer a la gente de que ¡esta es su oportunidad! De quedarse con todos, con todos los que hicieron añicos su Sueño Americano. Y ahora Donald Trump, el forastero, llegó para limpiarlo todo. ¡No hace falta que estén de acuerdo con él! ¡Es su cóctel molotov personal, el que pueden lanzar en medio de los bastardos que les hicieron esto!” (…) “Y aquí es donde entran en juego las matemáticas. En 2012, Mitt Rommey perdió por 64 votos electorales. Sumemos los votos electorales de Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Son 64. Lo único que Trump necesita para ganar es mantenerse, tal y como se espera, en la franja de estados tradicionalmente republicanos de Idaho a Georgia (estados en los que nunca ganará Hillary Clinton), y ganar en Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. No necesita ganar en Florida. No necesita Colorado ni Virginia. Solo Michigan, Ohio, Pennsylvania y Wisconsin. Y eso le colocará en la cima. Y eso es lo que va a pasar en noviembre. 2. El último bastión de los Hombres Blancos Enfadados. El gobierno de Estados Unidos que lleva 240 años dominado por hombres llega a su fin. ¡Una mujer está a punto de llegar al poder! ¿Cómo sucedió esto? Delante de nuestras narices. Hubo señales de peligro, pero las ignoramos. Nixon, el traidor del género, impuso el Título IX, la ley por la que, en la escuela, las alumnas deberían tener las mismas oportunidades a la hora de practicar deporte. Y luego les dejaron pilotar aviones comerciales. Y antes de que nos diéramos cuenta, Beyoncé revolucionó el Super Bowl (¡nuestro juego!) con un ejército de mujeres negras que, con el puño en alto, dejaron claro que nuestra dominación había terminado. ¡Oh, la humanidad! Ese es el pequeño resumen de la mente del Hombre Blanco en Peligro de Extinción. Hay una sensación de que el poder se les escapa de las manos, que su manera de hacer las cosas ya no es la manera en la que se hacen las cosas. Este monstruo, la “Feminazi”, esa cosa que, como dice Trump, “sangra por los ojos o por donde sea”, nos ha conquistado y ahora, después de haber tenido que pasar por ocho años en los que un hombre negro nos ha dicho qué hacer, ¿se supone que tenemos que esperar sentados y aguantar ocho años que una mujer nos mandonee? ¡Después de eso serán ocho años de gays en la Casa Blanca! ¡Y luego transexuales!” (…) “Para entonces, se les habrá concedido derechos humanos a los animales y el presidente del país será un hámster. ¡Esto tiene que acabar! 3. El problema Hillary. Seamos sinceros, ahora que estamos entre amigos. Ante todo, déjenme decirles que me gusta Hillary y que creo que le han dado una reputación que no se merece. Pero el hecho de que votara a favor de la guerra de Irak hizo que yo me prometiera que no la volvería a votar. Hasta la fecha, no he roto esa promesa. Para evitar que un protofascista se convierta en nuestro comandante en jefe del país, voy a romper esa promesa” (…) “Asumámoslo: Trump no es el mayor de nuestros problemas, es Hillary. Es altamente muy impopular: el 70 por ciento de los votantes piensan que no es confiable y es deshonesta. Representa a la política tradicional y no cree en nada que no sea lo que le haga ganar las elecciones” (…) “Ningún demócrata, y por cierto ningún independiente, se va a levantar emocionado el 8 de noviembre por ir a votar a Hillary como lo hicieron cuando Obama ganó las elecciones o cuando Bernie Sanders era candidato en las primarias. No hay entusiasmo” (…) 4. El voto Deprimido a Bernie Sanders. No se preocupen por que los simpatizantes de Bernie no votemos a Clinton, ¡porque la vamos a votar!” (…) “Ese no es el problema. Lo que deberíamos alarmarnos es que cuando el simpatizante promedio de Bernie se arrastre a las urnas el día de las elecciones para votar a Hillary a regañadientes, a eso se le llamará “voto deprimido” (…) 5. Por último, no descontemos la capacidad del electorado para hacer el mal o para subestimar cuántos millones de ciudadanos se conciben a sí mismos como anarquistas encubiertos una vez que corran la cortina y se dispongan a ejercer su derecho al voto. Es uno de los pocos sitios que quedan en esta sociedad donde no hay ni cámaras de seguridad, ni dispositivos de escucha, ni parejas, ni hijos, ni jefes, ni policías, ni siquiera límite de tiempo. Se pueden tomar todo el tiempo que quieran y nadie puede obligarlos a hacer nada. Puede votar al partido que quieran o a Mickey Mouse y al Pato Donald. No hay reglas. Y precisamente por eso y por la ira que tienen algunos contra un sistema político inservible, millones de estadounidenses van a votar a Trump, y no porque estén de acuerdo con él ni porque les gusten la intolerancia y el ego que le caracterizan, sino porque pueden, simplemente. Para volcar la balanza y enfadar a papá y a mamá” (fuente: Página 12, 10/11/016).

En su edición del jueves 10 de noviembre La Nación publicó un muy interesante artículo de Peter Baker titulado “Un nuevo orden global: el triunfo que replantea el lugar de EEUU en el mundo”, en el que analiza las posibles consecuencias de la victoria de Trump a nivel internacional. El martes a la noche y el miércoles a la madrugada no sólo quedaron en estado de shock la población norteamericana como consecuencia de la sorprendente victoria de Trump sino también la opinión pública mundial y los presidentes de todas las naciones. ¿Qué lugar ocupará a partir de ahora Estados Unidos en el mundo? ¿Dejará de ser el gendarme global, el garante planetario de la seguridad y la libertad, tal como lo proclamó W. Bush luego del ataque contra las Torres Gemelas? Luego de varias décadas los estadounidenses pusieron en la Casa Blanca a un dirigente republicano que durante la campaña electoral prometió no darle tanta relevancia a la internacionalización y centrar su gobierno en los problemas internos. Además, prometió construir muros, tanto materiales como simbólicos. Con Trump en el poder Estados Unidos se desentenderá en buena medida de los problemas que sacuden al mundo más allá de sus fronteras. Que el resto de los países, piensa Trump en la intimidad, se la arreglen como puedan. El arribo de este “outsider” (¿lo es realmente?) al gobierno de los Estados Unidos pone en evidencia los profundos cambios que está experimentando la política internacional. No sería nada extraño que lo que sucedió el pasado 8 de noviembre en Estados Unidos alimente el populismo, el nacionalismo y aquellos movimientos de fronteras cerradas que desde hace un tiempo pululan en Europa. Según Baker el presidente de México deberá prepararse para una complicada y conflictiva relación con Trump. Es probable que, en relación con Europa y Asia, se produzca una reescritura de las alianzas tejidas a lo largo de la era moderna. Tampoco sería de extrañar un alineamiento de los Estados Unidos de Trump con la Rusia de Putin y un enfriamiento del vínculo con Irán. Kunihiko Miyabe, ex diplomático japonés, dijo que había que preguntarse si los Estados Unidos continuarán a partir de ahora metidos de lleno en la política internacional como un aliado de hierro para sus amigos. De no ser así los tradicionales socios europeos, asiáticos y orientales se verán obligados a manejarse solos. Para el profesor alemán Henrik Müller un retiro de las tropas de Estados Unidos estacionadas en suelo teutón desde el fin de la segunda guerra mundial implicaría, lisa y llanamente, el comienzo de una nueva era. Quien aparentemente festejó la victoria de Trump fue Vladimir Putin. En opinión del analista internacional Vladimir Frolov “a Moscú se le abrirá una ventana de oportunidades en términos geopolíticos. Podrá reclamar, por ejemplo, el control del territorio de la ex Unión Soviética y parte del Medio Oriente. ¿Por qué no habría de hacerlo?”. Otro dirigente que puede estar festejando en estos momentos es el premier israelí Benjamin Netanyahu porque quizás crea que con Trump enfrascado en los asuntos internos de su país, dispondrá de mayor libertad de acción para resolver el conflicto palestino. Mientras tanto, la población norteamericana sólo piensa y se preocupa por lo que acaba de suceder hace pocas horas. El país está dividido en dos mitades muy enemistadas, casi antagónicas. Anoche (miércoles 9) hubo protestas en varias ciudades importantes como Nueva York y Washington en contra de Trump, quien recién asumirá el próximo 20 de enero de 2017. Aunque cueste creerlo, los norteamericanos están siendo víctimas de una fuerza espiritual que desconocían: la incertidumbre.

La reacción de la prensa norteamericana tras la victoria de Trump fue sencillamente increíble. He aquí el editorial de The New York Times “La revuelta de Donald Trump” publicado el día posterior. “El presidente Donald Trump. Cuatro palabras que eran impensables para decenas de millones de estadounidenses-y para gran parte del resto del mundo-se han convertido en el futuro de los Estados Unidos. Tras despistar a las élites republicanas en las primarias, Trump hizo lo mismo con los demócratas en la elección general, repitiendo su movimiento de yudo de usar en su contra el peso de un establishment complaciente. Su victoria es un golpe humillante para los medios de prensa, para los encuestadores y para la conducción demócrata dominada por Clinton. Los candidatos aparecieron cabeza a cabeza en el voto popular, pero Trump superó a Hillary Clinton en el Colegio Electoral. Así que, ¿quién es el hombre que será el XLV presidente? Tras un año y medio de tuits erráticos y discursos confusos, no podemos estar seguros. No sabemos cómo desempeñará Trump funciones básicas del poder ejecutivo. No sabemos qué conflictos financieros pueda tener, porque nunca publicó sus declaraciones juradas de impuestos, rompiendo una tradición que llevaban ambos partidos por 40 años. No sabemos si tiene la capacidad de enfocarse en un tema y llegar a una conclusión racional. No sabemos si tiene la menor idea de lo que significa controlar el mayor arsenal nuclear del mundo. Esto es lo que sí sabemos: Sabemos que Trump es el presidente electo menos preparado de la historia moderna. Sabemos que con sus palabras y acciones se ha demostrado incapacitado emocionalmente para conducir una nación diversa de 320 millones de personas. Sabemos que ha amenazado con procesar y encarcelar a sus opositores políticos, y ha dicho que limitaría la libertad de prensa. Sabemos que miente sin escrúpulos. Ha dicho que pretende reducir impuestos para los ricos y eliminar la cobertura de salud Obamacare a decenas de millones de estadounidenses. Ha insultado mujeres y ha amenazado a los musulmanes e inmigrantes, y ha reclutado como aliados a una oscura combinación de racistas, supremacistas y antisemitas. Dada la importancia de la derecha alternativa en el surgimiento de Trump, quizás es tiempo de borrar lo de “alternativa” (…) “Cuando Trump puso la mirada más allá de nuestras fronteras dijo que rompería el acuerdo para evitar que Irán construya armas nucleares y que acabaría con el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Ha dicho que repudiaría el acuerdo de París sobre el cambio climático de diciembre pasado, abandonando por lo tanto el papel de liderazgo de los EEUU de cara a la mayor amenaza que enfrenta la humanidad en el largo plazo. También ha amenazado con abandonar a los aliados de la OTAN y empezar una guerra comercial con China. Sabemos que con los republicanos al mando de ambas cámaras del Congreso, Trump podría ser capaz de restablecer una mayoría de derecha al completar la Corte Suprema con un nombramiento que los senadores republicanos han tenido de rehén por nueve meses. Pronto los republicanos controlarán todos los poderes del Estado, además de la mayoría de las gobernaciones y legislaturas estaduales. No hay ningún contrapeso evidente para los impulsos de venganza de Trump. Otros dirigentes republicanos, incluyendo a su compañero de fórmula Mike Pence, han puesto mayormente excusas por su comportamiento más extremo. Al desafiar todas las normas de la política estadounidense Trump dio vuelta al Partido Republicano y ahora al Partido Demócrata, que intentó una restauración clintoniana en un momento en que el país estaba impaciente por escapar del statu quo. La misoginia y el racismo tuvieron que ver en su ascenso, pero no menos que un feroz e incluso imprudente deseo de cambio. Ese cambio acaba de poner a los Estados Unidos al borde del precipicio”.

¿En qué puede favorecer a la Argentina el triunfo de Donald Trump? ¿O hubiera sido preferible que Hillary Clinton se hubiera impuesto el pasado martes 8? La respuesta a estos interrogantes constituye el contenido del artículo de Atilio Borón (“Donald o Hillary, Hillary o Donald”) que publicó Página 12 este jueves. Para Borón ninguno de los dos resulta conveniente no solamente para Argentina sino también para América Latina porque lo que realmente importa no es la persona del candidato sino la alianza social a la que representa. En este sentido, tanto Hillary como Trump responden al complejo militar-industrial-financiero. Dice Borón: “ningún presidente de Estados Unidos se ha apartado desde George Washington hasta aquí, de las premisas fundantes que guían las relaciones hemisféricas y que condenan a nuestros países a la condición de inertes satélites del centro imperial: 1-mantener América Latina y el Caribe como el patio trasero de Estados Unidos que no admite la intromisión de terceras potencias (Doctrina Monroe, 1823); 2- fomentar la desunión y la discordia entre los países del área y oponerse con total intransigencia ante cualquier proceso de integración o unificación” (…) “3-el tristemente célebre “corolario de Theodore Roosevelt de 1904, en el que Estados Unidos se arroga el derecho a intervenir en los países del área cuando sus gobiernos sean “incapaces de mantener el orden dentro de sus fronteras y no se comporten con una justa consideración hacia sus obligaciones con el extranjero”. En consecuencia, razona Borón, no tiene sentido alguno preguntarse, teniendo en consideración tales premisas, si Hillary es más conveniente que Trump-o viceversa-para América Latina. Lo más aconsejable sería analizar cuál de ambos es el menos malo. Según Borón, pese a tratarse de dos personas sumamente corruptas, quizás Hillary sea menos dañina que Trump. Éste es más impredecible pero ese desequilibrio lo compensa su compañero de fórmula, un evangélico de ultraderecha. Pese a ser más predecible Hillary tuvo gestos inhumanos durante su paso por la función pública, siendo quizás el más “famoso” su carcajada al enterarse del linchamiento de Khadafi. En definitiva, “América latina no puede esperar nada bueno de ningún gobierno de Estados Unidos, como lo ha demostrado la historia a lo largo de más de dos siglos”.

En la misma edición aparece una reflexión de Juan Tokatlian en la que tilda de reaccionario a Donald Trump (“Ideal reaccionario”). Trump será el nuevo presidente de un país con una profunda grieta en lo social, en lo económico, en lo cultural y en lo político. Cuando asuma dará comienzo la “tentativa Trump”, las decisiones que tomará el flamante presidente para hacer realidad sus promesas de campaña. Es muy importante señalar, destacar Tokatlian, que su proyecto de gobierno no es conservador sino reaccionario. En efecto, lo que pretende no es “propiciar cambios muy incrementales en el marco de la afirmación de un orden establecido y con una mirada cautelosa de la razón humana y el futuro”, sino “regenerar una suerte de arcadia regresiva o edad de oro en que el país gozaba de un esplendor material, la sociedad era bastante armónica y la nación resultaba más soberana”. ¿Logrará Trump cumplir con sus promesas? Hay quienes sostienen que sus provocaciones de campaña sólo fueron funcionales a su carrera por la Casa Blanca y que ahora que es su huésped, se presentará como un presidente mucho más moderado. Además, el aceitado sistema de pesos y contra-pesos evitará cualquier “exceso” de Trump. Tokatlian no se muestra tan optimista: “me inclino por ser más realista y asumir que buscará, por todos los medios a su disposición, tanto en el campo doméstico como el mundial, para avanzar su ideal reaccionario: un ideal que apela a los miedos, ansiedades y resentimientos extendidos en una parte muy amplia de la sociedad estadounidense”.

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