Por Hernán Andrés Kruse.-

El viernes 1 de marzo el presidente anunció, en su discurso ante la Asamblea Legislativa, el cierre de Télam. El lunes 4 su orden fue cumplida. Ese día, en su habitual conferencia de prensa, Manuel Adorni expresó: “Esta decisión no tiene nada que ver con el pluralismo de la información ni con cuestiones vinculadas a la libertad de prensa. Esto es cumplir con lo que el Presidente prometió en campaña”. Sin embargo, el presidente había afirmado ante la Asamblea Legislativa que había tomado la decisión de cerrar la agencia “porque ha sido utilizada en las últimas décadas como agencia de propaganda kirchnerista” (fuente: Infobae, 4/3/024).

Apenas el cierre de Télam tomo estado público algunos periodistas de los medios de comunicación televisivos más relevantes dieron a conocer su postura. La Nación+ apoyó sin hesitar la decisión presidencial porque considera, en sintonía con Milei, que la agencia se había convertido en una agencia de comunicación al servicio del kirchnerismo. En la vereda de enfrente-C5N-se acusó al gobierno nacional de atentar contra las fuentes de trabajo de cerca de un millar de empleados.

Creo que ambas posturas están en lo cierto. Durante el kirchnerismo la agencia funcionó en sintonía con Néstor y Cristina. Pero ello no legitima la feroz decisión de Milei de cerrar la agencia y, en virtud de ello, condenar a cerca de un millar de familias que quedan en la intemperie. No sería extraño que la agencia sea deficitaria pero me parece que en el presidente primó la cuestión ideológica. El anarcocapitalismo siente aversión por el Estado. Para los anarcocapitalistas la sociedad debe basarse pura y exclusivamente en vínculos privados. Los anarcocapitalistas no creen en la seguridad pública, en la salud pública, en el periodismo público, en la educación pública; no creen en lo público, en suma. Para Milei la agencia Télam es un gasto innecesario, es un despilfarro de dinero en un ente público que no sirve para nada, salvo para albergar a los militantes del kirchnerismo.

Buceando en Google me encontré con un ensayo de Lisandro Sabanés (Repositorio Institucional de la UNLP. 2014) titulado “El surgimiento y desarrollo de la agencia de noticias Télam en el marco de las políticas internacionales de comunicación”. Escribió el autor:

APARECE TELENOTICIOSA AMERICANA

“Con fecha 14 de abril de 1945 nace entonces Telenoticiosa Americana, cuyo acrónimo TÉLAM se ha impuesto con el tiempo como nombre definitivo. En principio la agencia era de propiedad mixta entre capitales privados y estatales, y aunque no figuraba entre sus considerandos, su creación estaba claramente orientada a romper el duopolio informativo que ejercían entonces en la Argentina UPI y AP e impulsar la todavía nonata candidatura de Perón a la Presidencia de la Nación, candidatura que ciertamente no contaba con simpatías en los EE. UU. El control de caudal informativo por las grandes agencias internacionales de noticias se basaba en la doctrina del “free flow” o libre flujo de la información que, escudándose en la libertad de expresión, proponía una libre circulación de las noticias ajenas a todo tipo de control o promoción por parte de los Estados. “El origen de la doctrina del free flow of information se remonta a una ofensiva diplomática y propagandística, lanzada desde los Estados Unidos en plena Segunda Guerra Mundial, a favor de la libre circulación de las ideas, la información y la cultura en el mundo como garantía para evitar la vuelta de los regímenes fascistas. Como veremos, detrás de estos ideales tan perfectos se escondía una estrategia de dominación sutil y milimétricamente planeada” (Segovia Alonso, 2003).

La United Press International (UPI) era más próxima al Pentágono, y Associated Press (AP), más vinculada con el Departamento de Estado. Los medios gráficos más importantes eran los conservadores La Prensa y La Nación y todos eran claves como sostenes mediáticos de la llamada Unión Democrática, la coalición de conservadores, radicales, socialistas y comunistas, que enfrentó sin suerte a Perón en las elecciones de 1946. TÉLAM inició formalmente sus actividades el 12 de octubre de ese año y para 1948 alcanzó a tener cobertura nacional (gracias al novedoso “teléfono” y al telégrafo), manteniéndose ininterrumpidamente desde entonces. El equipo de periodistas que la integró en su origen provenía casi en su totalidad de la desparecida agencia ANDI y su primer Director fue el entonces reconocido periodista Jerónimo Jutronich, con la colaboración de Luis Clur, Rocha de María, “Juvenal” y Oscar Lomuto, entre otros. Como dato sintomático del clima de época, TELAM en sus inicios dependía directamente de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) y su primera oficina, en la calle 25 de Mayo 140, estaba a una cuadra de la Casa de Gobierno. En 1947, dos años después de la fundación, la agencia pasó a ocupar el primer piso del edificio de Esmeralda 433, sobre las instalaciones del Teatro Maipo. Esta ubicación favoreció la iniciativa de colocar pizarrones en las ventanas de la agencia, en los que se escribían los titulares de las noticias más destacadas de la jornada.

Era habitual que durante los fines de semana la gente se congregara frente a la agencia para seguir los resultados de las carreras hípicas y acontecimientos deportivos en general. Pero el golpe de Estado que en 1955 derrocó al gobierno peronista profundizó las políticas económicas liberales que tibiamente –y motivado por las circunstancias coyunturales– en rigor el propio Perón había empezado a impulsar, sobre todo en el sensible terreno del petróleo con el siempre anhelado objetivo del autoabastecimiento. La mirada sobre los medios de comunicación no fue distinta, y la autoproclamada Revolución Libertadora no creía en la necesidad de que el Estado tuviera que dar su propia versión de las noticias en detrimento de las agencias internacionales y, en ese sentido, el proceso de crecimiento de la empresa se vio interrumpido. Además, el estado financiero de TÉLAM era delicado, y las nuevas autoridades no tomaron medidas ante la situación, llegando incluso a suspenderse el pago de sueldos por algunos meses desde julio de 1957 a septiembre de 1958. La empresa siguió funcionando porque, en una medida inédita, doce de sus empleados optaron por resignar sus salarios a cambio de que no cerrara la Agencia”.

TÉLAM EN LA DÉCADA DEL DESARROLLISMO

“Luego del triunfo de la Revolución Cubana en 1959, la confianza norteamericana comenzó a sentirse amenazada ya que el socialismo se había instalado con éxito en una isla a pocos kilómetros de su territorio. De este modo, los Estados Unidos consideran el desarrollo de un plan para evitar el crecimiento del descontento social en la región –al que veían como caldo de cultivo para las sublevaciones populares– y la necesidad urgente de generar empatía con el modelo capitalista norteamericano que, en la lógica del mundo bipolar, se oponía a la propuesta de comunismo que impulsaba la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Así, la comunicación se vuelve una herramienta fundamental y es así como, en el contexto del avance de las políticas desarrollistas que en la Argentina fueron apoyadas por el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962), los Estados Unidos comienzan a concebir un “periodismo para el desarrollo”. “Los planes de desarrollo económico se vieron acompañados también por un ‘periodismo de desarrollo’ basado en la creencia de que los países del Tercer Mundo precisaban, para subir escalones en la economía mundial, básicamente de un gran volumen de información. La posibilidad de que también pudieran comunicarse entre ellos o emitir a su vez mensajes hacia las naciones desarrolladas tan siquiera se consideraba” (Castro Savoie).

La llegada del desarrollismo de la mano de Frondizi promovió entonces el desembarco de las teorías funcionalistas en materia de comunicación. Así como en épocas de Perón y el populismo vigente se desconfiaba del periodismo privado y extranjero, su mirada parcial, su interés comercial y –herencia de la Segunda Guerra Mundial– se sospechaba de su operatividad como agentes de inteligencia, el funcionalismo difundía la idea de que el desarrollo de los medios de comunicación privados traería aparejado un crecimiento de las capacidades culturales de sus consumidores. En ese marco, no resulta extraño que Frondizi privatizara TÉLAM. El 30 de julio de 1959, mediante un decreto presidencial, la agencia pasó a denominarse Télam Sociedad Anónima, Periodística, Radiofónica, Cinematográfica, Comercial, Inmobiliaria y Financiera (Télam SAPRCCIF). Un poco para todos los gustos. Fue parte de la privatización encabezada por Blas Calaro, Adolfo Garino y Bernabé Villegas. Durante la década posterior Télam pasó por momentos muy favorables en una primera etapa de gran expansión y se convirtió en un elemento clave para el suministro de noticias a los medios locales comenzando a desplazar en el mercado local a la antigua Agencia Saporiti, fundada por Leandro Saporiti en el 1900.

Como afirma Castro Savoie, es necesario recalcar que la propuesta se basaba en una comunicación lineal, que no incluía el desarrollo de una matriz de comunicación y difusión de noticias propia para los países periféricos. “Como ya hemos señalado anteriormente, las políticas comunicativas siempre han sido cuidadosamente planeadas desde la administración estadounidense, a través de los sucesivos gobiernos, pese a que a primera vista parezca todo lo contrario. Estas políticas existen y han ido evolucionando al paso que marcaba el contexto histórico y los avances tecnológicos. Es decir, para complementar la doctrina del libre flujo de la información y los posteriores ataques a esta, surgieron otras teorías, herederas de esta doctrina pero con los mismos fines y promovidas por los mismos intereses. Es el caso de la teoría de la modernización, que enfatiza la tecnología como clave para acabar con el subdesarrollo, y cuyos principios teóricos son los adecuados para implementar los planes de «comunicación y desarrollo» que sirven a las inversiones norteamericanas en todo el mundo. Es lo que Eudes (1984) denominó «la revolución tecnológica permanente». Según esta nueva doctrina, la solución de todos los problemas comunicativos del Tercer Mundo pasa por los avances tecnológicos (mientras se asegura la incorporación de estas zonas al capitalismo” (Segovia Alonso).

Esta concepción se basa en una visión claramente positivista y con una idea lineal del desarrollo. Los países periféricos se encuentran en iguales condiciones que los avanzados, solo que aún no han llegado al final del camino y deben avanzar. En esa carrera, parece que todos jugaran con las mismas reglas, y las estructuras económicas y sociales de cada país no son tenidas en cuenta, como tampoco las relaciones de opresión y dominación. Solo hay que adaptar una receta uniforme que llevará, inexorablemente, al bienestar social y al desarrollo. El eje de la teoría de la modernización se encuentra en la idea de que es posible utilizar los medios de comunicación social como polea de transmisión de las innovaciones técnicas, desde los países más avanzados hacia los países atrasados, estableciendo un único modelo de desarrollo: el de los países occidentales. Las particularidades o especificidades de cada país o región para lograr un desarrollo autogestionado ni siquiera entran en consideración. Se trata de conseguir un flujo unidireccional en el que la decisión sobre la transferencia de tecnología y conocimientos queda en manos de los expertos de los países desarrollados. El planteamiento de los investigadores norteamericanos era que la comunicación podía generar desarrollo por sí misma, independientemente de las condiciones socioeconómicas y políticas de cada caso. De este modo se perpetúa la idea de que los países del Tercer Mundo son iguales que las naciones industrializadas solo que aún se encuentran ancladas en el atraso (Segovia Alonso).

Pero a un año del golpe de Estado que derrocara a Frondizi, el 30 de mayo de 1963, el presidente de facto José María Guido clausuró TÉLAM aduciendo que sus informaciones eran “falsas y tendenciosas”. A través del Decreto 4.398, ordenó la medida «debido a que la agencia viene tramitando informaciones falsas y tendenciosas que, por su naturaleza y alcance, atentan contra el orden público y la tranquilidad de la población y siendo firme propósito del Gobierno eliminar todo factor capaz de perturbar el proceso electoral aplicando al efecto las facultades que conciernen durante la vigencia del estado de sitio». Sin embargo, TÉLAM logró recuperar rápidamente su actividad bajo la presidencia del radical Arturo Umberto Illia (1963-1966) pero tras el golpe contra este, en 1966, el Estado adquiere sus treinta y seis mil acciones en función del decreto firmado por el presidente de facto, el nacionalista conservador General Juan Carlos Onganía (1966-1970) el 24 de junio de 1968, bajo la inspiración del secretario de Difusión y Turismo, Federico Frischknecht y con previo acuerdo con los dueños de entonces. Frischknecht, contador y luego Decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, también de formación nacionalista, impulsó una política centralizada en materia de comunicación que llevó a Onganía a darle a TÉLAM y a sus profesionales el monopolio de la asignación, elaboración y difusión de la publicidad oficial, lo que le permitió a partir de entonces y por varias décadas solvencia financiera sin sobresaltos económicos.

Onganía, inspirado en la vigencia de las doctrinas de la Guerra Fría imperantes entonces, tuvo que frenar el eventual avance del comunismo en el país como su principal objetivo y para enfrentarlo consideraba necesario centralizar todo el poder estatal incluso en lo comunicacional. Estas ideas lo llevaron a no asistir como Presidente al centenario de los dos diarios principales de la época, La Nación (1970) y La Prensa (1969) y, según versiones no confirmadas, a destruir gran parte de los archivos radiales de las principales emisoras porteñas. De todas maneras durante los años sesenta, Télam captó una amplia gama de clientes incluyendo a los cuatro canales de televisión porteños (el 7, 9, 11 y 13) y diarios de envergadura como el diario Clarín. La agencia comenzó a transmitir noticias por modernas teletipos mecánicas que, mediante líneas de télex, permitían llegar a más puntos del país en menor tiempo”.

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