Por Luis Américo Illuminati.-

La Casa de Dios no es lugar para mitines políticos. Como parte de la Iglesia Católica, sentí inmensa tristeza al ver el espectáculo de la misa de ayer en la Basílica de Luján; nuestros pastores son custodios directos de los templos y la liturgia, el respeto es parte de ese cuidado. La Misa convertida en un acto político, prudencia y fidelidad por favor, sacerdotes y Obispos, preserven el respeto. No verán este tipo de espectáculo bochornoso ni en una mezquita ni en una sinagoga. ¿Dónde está la autoridad del papa actual? ¿Su encíclica «Fratelli tutti» permite este tipo de actos? ¿Acaso lo sagrado y lo profano son la misma cosa? Este tipo de cosas me recuerdan las profecías de Fátima y las oscuras visiones que tuvo Sor Catalina Emmerick, -canonizada por Juan Pablo I en 2004- sobre la traición y defección de muchos pastores de la Iglesia con derrotero igual que marinos beodos navegando rumbo al estrecho de Escila y Caribdis.

¿Desde cuándo creen en Dios los hipócritas? ¿Será algún dios de los paganos? Si creyeran en el verdadero Dios y tomaran en serio los sacramentos, otra vida más arreglada llevarían. Los asistentes a la Misa no son de aquellos arrepentidos como Dimas el ladrón que crucificado como Cristo reconvino al ladrón que se burlaba y a continuación le dijo a Jesús: «Señor, acuérdate de mí cuando estés en el paraíso», sino antes bien son de casta similar a la de aquellos fariseos que exigieron la crucifixión de Jesús porque lo odiaban. Y los que fueron a Luján no son distintos, pues son los guías de una horrible comparsa que va detrás de la locura que como una amazona airada atropella a la razón y la tiene prisionera. Más que fieles son empecinados detractores de la verdad.

Si les tocara elegir a Cristo o Barrabás, de seguro votarían a éste para salvarlo y al Hijo de Dios la crucifixión le pedirían. Son pasajeros del tren fantasma del parque de diversiones de Infierno.

Presencias y Ausencias

Alberto organizó y participó de la misa y ofició la misma un prelado de la barra, una suerte de Judas de pacotilla. Allí estuvieron Duhalde y algunos dirigentes del Frente de Todos, aunque la vicepresidenta no asistió. ¿Será que no tiene nada que agradecer a Dios o sabe que su presencia causará más incredulidad general? Y esto es así ya que a la señora vicepresidente es a quien más le roza el «síndrome de Pedro y el lobo» y la máxima «Hazte la fama y échate a dormir». Y además que, a estas alturas del largo y pesaroso viaje, «nadie le cree nada». Y sus seguidores son masas ciegas incapaces de sopesar sin fanatismo y odio a la verdad y a la justicia por estar muy lejos del famoso aforismo atribuido a Aristóteles: «Amigo de Platón, pero más amigo de la verdad».

Si la gente no cree en el atentado, es por culpa de ella y no porque la mayoría de los argentinos son gente mala y perversa que odian a una pobre mujer inocente y pura como la Madre Santa Teresa de Calcuta. Si el crimen fallido fue milagro, obra del azar o inexperiencia del autor, sólo Dios, ella y el acusado lo saben. Y por ahora esa es la única verdad. Y es locura pretender obligar a la gente a creer, aunque sea por decreto o porque el kirchnerismo -Santa Hermandad de Políticos Impolutos- lo diga.

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