Por Hernán Andrés Kruse.-

Situación límite

El jueves 3 los números de la pandemia continuaron provocando incertidumbre, miedo y desasosiego. El número de infectados superó la barrera de los 12 mil mientras que el de muertos lo hizo con la de 200. Nada detiene por ahora al coronavirus. La cuarentena es historia. Pero no hay que ser injusto. Gracias a la decisión del presidente de imponerla el 20 de marzo hoy el sistema de salud resiste. Pero no por mucho tiempo más. El martes la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) expresó a través de una solicitada que se está perdiendo la batalla contra el Covid-19.

En las últimas horas dos especialistas, los doctores Arnaldo Dubin y Cintia Villavicencio dialogaron con Página/12. Sus testimonios estremecen. “Tenemos una carga de trabajo que verdaderamente es brutal”. “Hace 40 años estoy vinculado a la terapia intensiva y en mi vida imaginé que pudiera suceder algo así”, expresó acongojado Dubin. Por su parte, Villavicencio alertó que “a veces circula que el 60% de las camas están ocupadas pero en realidad estamos al 90%, según lo que reporta la propia SATI. Las UTI que se sumaron para la pandemia se fueron ocupando casi todas. Se están buscando más respiradores, pero el tema es que no hay personal médico idóneo para manejarlo”. Dubin aludió a lo estresante que resulta enfrentare con un virus que posee semejante capacidad de contagio: “Cada vez que entramos a ver cómo avanza la enfermedad de alguno, nos tenemos que cambiar. Cuando de nuevo salimos de la habitación debemos sacarnos los elementos de protección personal. Nos cambiamos muchas veces por día y eso es riesgoso porque también corremos peligro de contagiarnos. Desde hace cinco meses venimos con una rutina demoledora, estamos agotados, no damos más. Estamos exhaustos emocionalmente y propensos a cometer errores, nos contagiamos, nos enfermamos. Hay compañeros que han fallecido en el camino. La realidad es que el resultado no es el mismo, no estamos trabajando con la misma calidad de siempre”. Según Villavicencio “nosotros estamos acostumbrados a intubar, pero la intubación que se realiza a pacientes con Covid-19 es sumamente riesgosa. Cualquier mal movimiento y la persona puede morir, por eso, generalmente, quien se encargad de este procedimiento es el médico con mayor experiencia. Genera un estrés increíble”.

Para Dubin “la terapia intensiva siempre fue una especialidad relegada y nadie sabe muy bien lo que hacemos. Nos dedicamos a la atención de pacientes que presentan cuadros agudos, que representan una amenaza inminente para la función orgánica y la vida. Son casos en los que implementamos medidas de monitoreo y control que habitualmente son invasivas, incluso agresivas”. Y agrega: “La pandemia trajo a la terapia intensiva a las primeras planas en todo el mundo. No obstante, nadie se preocupó mucho por las personas. Más allá de los respiradores y las camas que tengamos, lo más importante son los intensivistas. El éxito que tengamos, quizás como en ninguna otra especialidad, depende del trabajo en equipo de kinesiólogos, enfermeros y médicos. De hecho, hay recurso tecnológico ocioso, pero de la gente se habla poco. Hoy no hay personal suficiente”. Respecto a los médicos intensivistas destacó que “somos muy pocos, nadie quiere hacer terapia intensiva porque es muy demandante, las guardias son de 24 horas, el cansancio físico que implica, el contacto permanente con el sufrimiento y la muerte. También participamos de relaciones laborales muy malas y salarios que son definitivamente pobres”. Considera que “la terapia intensiva ha llegado al límite, si los casos siguen creciendo no vamos a poder dar respuesta. Tranquilamente podrá repetirse el escenario de algunos países europeos o Estados Unidos. En las últimas semanas Argentina superó la barrera de los 10 mil casos diarios en promedio. El agravante es que no solo el AMBA está complicado sino que el despliegue del patógeno alcanzó a todos los rincones del país”. “La letalidad en Argentina es particularmente baja y éste es un logro de la política sanitaria local. Fue la cuarentena inicial la que permitió que la enfermedad se propagara lentamente, que el sistema se fortaleciera y, básicamente, que no existiera una explosión. Todos los pacientes hasta el momento reciben atención”. “La única forma”, sentenció, “de evitar más y más infecciones es con aislamiento”.

Nos esperan meses muy duros, muy críticos. El Covid-19 no da tregua y el sistema de salud está al borde del colapso. Lo increíble es que hay argentinos que aún parecen no haberse percatado de la gravedad de la situación. Se comportan como si nunca les fuera a tocar. Ni qué hablar de la clase política. Algunos de sus máximos referentes ya están pensando ¡en las elecciones del año próximo! ¿Puede concebirse semejante desprecio por la salud del prójimo? Causa asombro cómo ignoran la pandemia, cómo menosprecian lo que sucede en la terapia intensiva, cómo minimizan el heroísmo de los médicos y enfermeros que se juegan la vida a diario para evitar que Argentina termine como Italia o España. A esta altura de los acontecimientos no cabe más que resaltar la famosa frase atribuida a Albert Camus: “Lo peor de la peste no es que mata los cuerpos, sino que desnuda las almas y el espectáculo suele ser horroroso”.

Carta abierta de la Facultad de Medicina de la UBA a raíz del avance de la pandemia

El Covid-19 avanza en el país. Las cifras de contagios y muertes no para de crecer. El gobierno nacional parece estar sorprendido y aturdido. Como era de esperar comenzaron a sonar las voces de alarma. Primero fue la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva que alertó sobre la inminencia del colapso del sistema de terapia intensiva. Ahora la institución que acaba de alertar a las autoridades y al pueblo sobre la gravedad de la situación es nada más y nada menos que la Facultad de Medicina de la UBA. El texto de la carta abierta dado a conocer por la institución educativa es el siguiente.

“Hoy transitamos en la Argentina el momento más difícil de la pandemia por SARS-CoV- 2, medido tanto en función de nuevos contagios como también por el creciente número de personas que fallecen a diario. De no implementarse medidas adicionales, está situación continuará agravándose día a día. En este contexto, la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires junto a las Sociedades Médicas y Científicas firmantes, preocupados por la Salud Pública, comunicamos nuestra posición a las diferentes instancias de gobierno, a nuestros colegas y a la sociedad toda. El distanciamiento social continúa representando la medida fundamental en la lucha contra la pandemia. Observamos con gran preocupación un relajamiento en el cumplimiento de las normas de distanciamiento, que no respeta límites geográficos ni circunscripciones políticas. Hacemos al respecto un enérgico llamado que comprende tanto a los gobiernos como a cada uno de los ciudadanos. Hablamos de miles y miles de muertes que pueden ser evitadas.

Se debe poner en funcionamiento, con mayor rapidez, dispositivos de búsqueda de personas infectadas con y sin síntomas, (pero que igual contagian) y contactos estrechos. A tal fin, debe ampliarse drásticamente nuestra capacidad diagnóstica, implementando una lógica más agresiva y activa. Lo que hemos hecho hasta el presente en este terreno, es claramente insuficiente. Si bien hasta el día de hoy, la mortalidad es más baja que en muchos países, nuestra cantidad de infectados y fallecidos sigue en aumento. El personal de salud ha realizado y continúa realizando un esfuerzo extraordinario. Día a día ponen en juego su salud, y la de sus seres queridos. Es esencial reconocer su trabajo y brindarles nuestro cálido homenaje. A las autoridades les solicitamos, con carácter de urgente, fortalecer el sistema de salud, mediante la incorporación de personal idóneo y equipamiento adecuado, y reconocer a aquellos a quienes se desconoció y desvalorizo por mucho tiempo. Le pedimos a la sociedad y a los gobiernos, que nos ayuden a cuidar y que nos cuiden. Estamos agotados de trabajar en este contexto y en estas condiciones laborales. La pandemia nos afecta a todos, el temor a enfermar y a morir está presente en la sociedad, y el cansancio por la distancia y el encierro es cada vez mayor. Los médicos, enfermeros, kinesiólogos, y demás trabajadores de salud, estamos, además, estresados y exhaustos, de trabajar en forma continua y sin descanso, desde hace 160 días, en un sistema que no nos reconoce, que no nos cuida, ni nos da los elementos de protección necesarios para nuestro trabajo. Nosotros también nos enfermamos, nos morimos. A nadie debiera faltarle el trabajo, pero lo que es seguro, nadie debería perder su vida por trabajar, y esto nos está sucediendo.

Nos preocupa mucho el aumento de circulación comunitaria, la falta o el mal uso de barbijos y máscaras, el que no se respeten las medidas de distanciamiento, las reuniones sociales sin cuidados, porque esto lleva directamente a un aumento de contagios, discapacidades y muertes. Es necesario aumentar nuestra conciencia de riesgo, como individuos y como sociedad. Todos queremos creer que lo peor ya pasó, pero no es así, y no pasará como en los cuentos o en los sueños, que las cosas sucedan por solo desearlas. Los aumentos de casos en el interior del país y “las mesetas con números altos” en algunas ciudades, solo preanuncian nuevos casos de enfermedad, y ni siquiera las sociedades con sistemas de salud muy avanzados, pudieron sostener el riesgo a enfermar, sin tener que sufrir una inmensa cantidad de víctimas. No es posible, que la necesidad de la libertad de tomar un café, nos exponga a más pérdidas de vidas. Necesitamos que la sociedad visibilice estas situaciones de “falta de cuidado individual y comunitario” como problemática. Por ahora, el mejor remedio que encontramos, fue el distanciamiento, y las medidas de protección, y mientras tanto, seguiremos investigando también sobre vacunas, plasma, sueros o algún medicamento.

Ahora es cuando, de manera responsable y como sociedad adulta, debemos asumir las responsabilidades que nos corresponden, como comunidad, como individuos y como gobiernos, y hacernos cargo de los cuidados de la salud y la vida propia y de nuestra gente

FIRMANTES

Dr. Jorge Geffner, Cátedra de Inmunología; Dr. Carlos Rojo, Claustro de Graduados, Facultad de Medicina Edgardo Knopoff. Escuela de Salud Pública; Claudia Negri. Secretaria de Licenciaturas y Cursos; Dra. Angela Gentile, Sociedad Argentina de Pediatría; Raquel Wainsztein, Depto de Pediatría,; Dr. Pérez Rosales, IAR; Dr. Luis Sarotto, Depto de Cirugía; Dr. Adrián Desiderio, Depto de Cirugía; Dr. Pascual Valdez, Sociedad Argentina de Medicina; Dr. Pablo Rossini, Carrera de Especialista Terapia intensiva; Dr. Guillermo Chapero, Sociedad Argentina de Terapia Intensiva; Dr. Ignacio Brusco, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental; Dr. Hugo Ríos, Instituto de Biología Celular; Dra. Adriana Alberti, Departamento de Salud Pública; Dr. Guillermo Roccatagliata, Hospital Garrahan; Dr. Donato Spacavento, docente uba; Dr. Sergio Varela, Profesor Kinesiología.

Confirmación macabra

En las últimas horas (miércoles 2) los resultados de la autopsia confirmaron que el esqueleto aparecido el 15 de agosto en un cangrejal de Villarino Viejo es el de Facundo Astudillo, el joven de 22 años que salió de su hogar el 30 de abril rumbo a Bahía Blanca y nunca más nada se supo de él. El caso, aunque desde el oficialismo se haya pretendido desde un principio no compararlo con el de Santiago Maldonado, hace recordar lo que aconteció con ese joven anarquista en el sur argentino en 2017. En aquella oportunidad falleció aparentemente ahogado cuando estaba cercado por gendarmes. Respecto a la muerte por asfixia de Facundo Astudillo se yergue amenazante el poder de la policía de la provincia de Buenos Aires. Tanto el propio presidente de la nación como el gobernador bonaerense y su ministro de seguridad vienen jurando desde hace tiempo que si se confirmaba lo que todo el mundo sospechaba, especialmente la señora madre del infortunado joven, los culpables recibirían un condigno castigo. Como se trata de la policía bonaerense uno tiene el derecho a dudar de que finalmente se imponga la justicia.

Durante su participación en el acto por el Día de la Industria el presidente de la nación expresó: “Me llamó la mamá de Facundo y me dio la triste noticia de que el cuerpo hallado era de Facundo. Quiero decirle a Cristina públicamente que cuenta conmigo y que cuenta con Axel, que los dos estamos comprometidos con saber la verdad”. “Todo nuestro cariño y toda nuestra solidaridad. Estamos con vos Cristina, Axel y yo estamos de tu lado. Los dos queremos saber qué es lo que pasó” (fuente: Página/12, 3/9/020).

A continuación paso a transcribir el texto del comunicado de la jueza María Gabriel Marrón que confirma los resultados de los peritajes.

Comunicado oficial del Juzgado Federal N°2 de Bahía Blanca

Que en el día de la fecha, a partir de las 11:00 hs, la suscripta le hizo saber a Cristina Adriana Castro Alaniz, mamá de Facundo Astudillo Castro, la conclusión del «Informe de avance de resultados periciales» del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y del Cuerpo Médico Forense (CMF), concerniente a la identificación de los restos hallados en los días 15 y 21 de agosto del corriente año, en la zona del canal denominado «Cola de Ballena» en las inmediaciones del área conocida como «Villarino Viejo», Provincia de Buenos Aires.

El informe señalado concluyó, con base en los distintos exámenes antropológico, odontológico, radiológico, y genético, que todos los restos humanos hallados pertenecen a Facundo Astudillo Castro.

La audiencia se llevó a cabo de forma remota a pedido de Cristina y sus abogados, toda vez que indicaron que Cristina se encuentra realizando cuarentena obligatoria. Además estuvieron presentes profesionales de la DOVIC y del EAAF, a fin de brindarle la asistencia necesaria.

María Gabriela Marrón, Jueza Federal.

Cuando afloran las miserias humanas. Dramática solicitada

Hubo quienes afirmaron que la pandemia, a la larga, iba a mejorar al ser humano, lo haría más noble, más generoso. Lamentablemente, está sucediendo exactamente lo contrario. El Covid-19 está exponiendo todas nuestras miserias, nuestras mezquindades, nuestras bajezas. Ayer, martes 1 de septiembre, el Congreso de la nación fue una palpable demostración de cuán ruin y abyecta es nuestra clase política. Durante ocho extenuantes horas el oficialismo negoció con la oposición, salvo Juntos por el Cambio, renovar el protocolo para el funcionamiento virtual mixto de la Cámara de Diputados por un mes y comenzar la sesión convocada para ese día. De esa forma el presidente de la Cámara, Sergio Massa, le puso freno a las embestidas de Juntos por el Cambio, cuyos referentes pretendían sesionar en el recinto-de hecho, 94 diputados de esa fuerza política se sentaron en sus bancas para presionar al Frente de Todos-. Justo cuando Mauricio Macri está por regresar al país, el interbloque de la principal fuerza de oposición rechazó la prórroga de las sesiones a distancia, anunció en tono amenazante que acudirá a la justicia y reiteró su reclamo de que los temas sensibles-léase “reforma laboral, nueva fórmula de movilidad jubilatoria, impuesto extraordinario a las grandes fortunas y presupuesto”-se debatan únicamente en el recinto.

Los ánimos se caldeaban con el transcurrir de los minutos. “El 4 de agosto fue la última sesión mixta y venció el protocolo que habíamos acordado por consenso y unánimemente para sesionar por vía excepcional durante este tiempo. Ingresaremos al recinto, vamos a impugnar la sesión por el mecanismo que corresponde y agotaremos todas las instancias, incluidas las judiciales, porque consideramos que nos asiste la razón, no es un capricho”, manifestó Mario Negri, jefe del bloque de Juntos por el Cambio. Por su parte, Sergio Massa expresó que “el parlamento tiene la posibilidad de discutir todos los temas. La mayoría de los diputados de esta cámara están dispuestos a seguir trabajando de manera remota, respetando el ASPO. Es muy raro que en el Senado sesionen de esta forma remota y en Diputados de golpe no quieran. Pareciera que de repente de algún lugar lejano vino una orden de que no sesionaran. Nuestra responsabilidad es darle leyes a la Argentina, hacer funcionar el Congreso, y la incomprensión de un sector no va a detener el funcionamiento de la democracia argentina”. Pero faltaba lo mejor del bochorno que se estaba viviendo en el Congreso. Elisa Carrió no tuvo mejor idea que denunciar la existencia de un “golpe institucional al Congreso de la Nación” y de un “Estado de sitio de hecho” en el país. Aseguró que se está atentando contra “un Poder del Estado” y que “todo acto de fuerza, fuera del Derecho, es un golpe de Estado”. Calificó a Sergio Massa de “oportunista” y “golpista”, y destacó que “se merece una denuncia penal por Traición a la Patria según lo estipulado por los artículos 29 y 36 de la Constitución Nacional”. Consideró que el presidente de la nación es un “charlatán que le falta el respeto a Rodríguez Larreta y que Cristina es “violenta”. “Hay momentos de decir no. Hay momentos de resistencia pacífica. Nosotros frente a la violencia llamamos a la no violencia”, pontificó emulando a Gandhi (fuente: Página/12, 2/9/020).

El presidente aprovechó el Día de la Industria para referirse a los penosos hechos que tuvieron lugar en el parlamento. “Ayer, lo único que lograron (por Juntos por el Cambio) es que los que peor la pasan con la pandemia, que son aquellos que viven del turismo, hoy estén un poco peor porque el Congreso no pudo sesionar. Eso no es a favor de la gente, es en contra de la gente, en contra del progreso, en contra de la prosperidad y de las soluciones que están esperando los dueños de los hoteles y los representantes del turismo que mueven mucho dinero en la Argentina”. “Digo estas cosas porque yo creo firmemente en el diálogo. Creo firmemente en la búsqueda de consensos y nadie me va a sacar de esa senda, nadie. Pero nadie me va a hacer callar lo que veo. Si quieren ayuda, por favor ayuden, la Argentina es un país que vive en democracia y necesita las instituciones en funcionamiento”. “Vayan al Congreso y digan lo que quieren decir, digan que se oponen a la ley de turismo y que no quieren que ayudemos a los que padecen la pandemia. Díganlo en el recinto, virtualmente o presencialmente si quieren hacerlo, pero digan también de qué lado se pararon. De este modo, se paran del lugar en que la Argentina se frena” (fuente: Infobae, 2/9/020).

Lo que sucedió en el Congreso este martes no hizo más que confirmar la profundización de la grieta. Evidentemente tanto en el Frente de Todos como en Juntos por el Cambio están tomando un vuelo cada vez más alto las posturas intransigentes enarboladas fundamentalmente por Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Si primaran las posturas dialoguistas del presidente de la nación y del jefe de gobierno porteño ayer la sesión a distancia hubiera tenido lugar. No pudo ser porque impusieron sus “códigos” las posturas más egoístas, más egocéntricas, más petulantes. Ayer triunfaron el egoísmo y la insensibilidad. Ayer la clase política puso en dramática evidencia lo poco que le importa la salud de los argentinos. Porque en un momento tan duro como el que estamos viviendo resultó payasesco que los Massa, Negri, Máximo Kirchner, Carrió y compañía se comportaran como si el virus no existiera. Ni qué hablar de los energúmenos que vociferaron en las adyacencias del Congreso. Pareciera que no son conscientes de que el sistema de terapia intensiva está al borde del colapso, de que se está a un paso de que los médicos se vean obligados a decidir qué enfermo salvar y qué enfermo dejar librado a su suerte. Pareciera que no tuvieron tiempo de leer la dramática solicitada publicada hace unas horas por la Asociación Argentina de Terapia Intensiva que alerta sobre este dramático desenlace. Dice el texto:

A la sociedad argentina (*):

“Los médicos, enfermeros, kinesiólogos y otros miembros de la comunidad de la terapia intensiva sentimos que estamos perdiendo la batalla. Sentimos que los recursos para salvar a los pacientes con coronavirus se están agotando. La mayoría de las Unidades de Terapia Intensiva del país se encuentran con un altísimo nivel de ocupación. Los recursos físicos y tecnológicos como las camas con respiradores y monitores son cada vez más escasos. La cuestión principal, sin embargo, es la escasez de los trabajadores de la terapia intensiva, que a diferencia de las camas y los respiradores, no pueden multiplicarse. Los intensivistas, que ya éramos pocos antes de la pandemia, hoy nos encontramos al límite de nuestras fuerzas, raleados por la enfermedad, exhaustos por el trabajo continuo e intenso, atendiendo cada vez más pacientes. Estas cuestiones deterioran la calidad de atención que habitualmente brindamos. Enfundados en los equipos de protección personal, apenas podemos respirar, hablar, comunicarnos entre nosotros. También tenemos que lamentar bajas, personal infectado y lamentablemente, fallecidos, colegas y amigos caídos que nos duelen, que nos desgarran tan profundamente. Terminamos una guardia en una Unidad de Terapia Intensiva y salimos apresuradamente para otro trabajo. Necesitamos trabajar en más de un lugar para llegar a fin de mes. Por horas y horas de trabajo estresante, agotador, pese a ser profesionales altamente calificados y entrenados, ganamos sueldos increíblemente bajos, que dejan estupefactos a quienes escuchan cual es nuestro salario. También nos entrenamos para lidiar con la muerte todos los días y le ganamos muchas veces. Aprendimos a ser resilientes”.

“Pero ahora sentimos que no podemos más, que nos vamos quedando solos, que nos están dejando solos; encerrados en la Unidades de Terapias Intensivas con nuestros equipos de protección personal y con nuestros pacientes, sólo alentándonos entre nosotros. Observamos en las calles cada vez más gente que quiere disfrutar, que reclama sus derechos, la gente que se siente bien por ahora. ¿Qué pasará con ellos y sus familiares mañana? ¡Ojalá que no se transformen en uno de nuestros pacientes que, con fuerzas, trataremos de arrebatarle a la muerte! Porque nadie sabe cuándo el virus los infectará. Sólo le pedimos a la sociedad que reflexione, y que cumpla con tres simples pero importantes medidas, recomendadas científicamente: distanciamiento social (permanecer a más de 1,5 metros), uso de tapabocas (cubriendo nariz y boca), lavado frecuente de manos (con agua y jabón o alcohol gel), no aglomerarse, no hacer fiestas. ¡No desafiar al virus, porque el virus nos está ganando! Les suplicamos no salir si no es necesario. El personal sanitario está colapsado, los intensivistas están colapsados, el sistema de salud está al borde del colapso. Nosotros queremos ganarle al virus. Necesitamos que la sociedad toda nos ayude porque no podemos solos. ¡Por favor, ayudanos, quedate en tu casa! Ayudanos a disminuir el ingreso de pacientes. No queremos que vos seas el próximo paciente en nuestra Terapia Intensiva”.

(*) Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) que nuclea a las siguientes filiales en todo el país: CABA-GBA, La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires Norte, La Pampa, Mendoza, San Luis, San Juan, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, Córdoba, Formosa, Jujuy, Salta, Tucumán, Chaco, Comahue-Neuquén, Golfo San Jorge, Tierra del Fuego, Trelew-Puerto Madryn, Río Negro, Río Gallegos, Rosario, Santa Fe, Entre Ríos, Misiones, Corrientes.

1 de septiembre de 2020

Alberto y el relanzamiento de su gobierno

La cuarentena naufragó hace tiempo. Los resultados no fueron los esperados por un presidente que durante abril y mayo pareció ser el conductor que el país necesitaba para despegar. Pero algo falló. Porque cuando se están por cumplir seis meses de la imposición del aislamiento obligatorio, el número de contagios y fallecidos no para de aumentar. De ahí la imperiosa necesidad de Alberto Fernández de brindar la imagen de un mandatario que no se deja amilanar por una situación extremadamente grave.

El lunes 31 de agosto por la tarde, flanqueado por la vicepresidente de la nación y el ministro de economías Martín Guzmán, el presidente anunció con bombos y platillos que la aceptación de los bonistas alcanzó el 99,3 %, lo que significa que un ahorro para los próximos cinco años del orden de los 42.500 millones de dólares. “Ahora la Argentina puede pensar en su futuro y en cómo construirse”, sentenció. “Hoy tenemos la tranquilidad de no haber traicionado la confianza de los argentinos. Hicimos las cosas como pensábamos caberlas. Esta vez la deuda no la van a pagar los que menos tienen, los que peor están, los que más lo necesitan”. “Nos decían que había que arreglar rápido a cualquier precio o sino todo iba a ser peor. Nos decían que si no arreglábamos la Argentina iba a caer en default. Pero el país ya había ingresado hace tiempo en un default virtual”, agregó. “Sepan que en 2030 la Argentina deberá 38 mil millones de dólares menos que lo que debía en diciembre del año pasado. Nada de esto fue fácil. Pero lo hicimos. Los argentinos sabemos levantarnos cuando nos caemos. En diciembre sentíamos que estábamos caídos. Ahora estamos otra vez de pie y en marcha”, dijo en tono de campaña electoral.

La negociación con los bonistas fue muy compleja. Duró nueve meses. Pero como bien expresa Alfredo Zaiat (“Canje de deuda: los buitres se quedaron con las ganas”, Página/12, 1/9/020) con el encaje se empezó a “dejar atrás el desquicio financiero dejado por el gobierno de Macri pero también, en un objetivo no menor teniendo en cuenta el pasado reciente, se dejó afuera a los buitres”. La lucha valió la pena. Cabe, pues, reconocer los méritos que le cupieron en esta feroz pulseada a Martín Guzmán, un joven economista oriundo de la ciudad de La Plata, que, con el padrinazgo del Nobel Joseph Stiglitz, logró torcerle el brazo a Larry Fink, el Ceo de BlackRock. Fue, qué duda cabe, un gran acierto de Alberto Fernández el haber designado a Guzmán en una cartera tan complicada.

Durante su alocución el presidente consideró que había llegado el momento de “construir una Argentina que sea sostenible. Ser sostenible no es solamente que podamos pagar las deudas que asumimos. Un país es sostenible cuando todos tienen posibilidad de crecer en el lugar en el que nacen. En ese momento seremos un país sostenible”. “Nos queda mucho para llegar a eso. Pero hace falta asumir la responsabilidad de no volver a entrar nunca más al laberinto de la deuda”. Cuando el presidente alude a las deudas que asumimos supongo que se refiere a los gobiernos que se endeudaron irresponsablemente y no al pueblo argentino. Los argentinos jamás nos endeudamos con el FMI sino que fueron los presidentes que supimos conseguir quienes lo hicieron siendo conscientes del daño que estaban causando. “Cuando tenemos deudas significa que tenemos menos dinero para financiar la investigación. Para educar a nuestros hijos. Para nuestros maestros. Para los hospitales que atienden a la gente. Que un país se endeude implica que el Ministerio de Salud se cierra, que se cierran las Pymes, que cae el empleo, que cae el empleo registrado”, aseguró. “La historia quiso que esta reestructuración se lleve adelante en medio de una pandemia que asola al mundo”. “Tuvimos más exigencias. Auxiliamos a 9 millones de personas con el IFE. Sostuvimos a las empresas pagando más de 2,5 millones de salarios con el ATP. Todo esto lo hicimos mientras multiplicamos por dos el sistema sanitario”. “cuento esto para mostrar el esfuerzo que está haciendo este país. Y mostrar lo que la Argentina es capaz de hacer en medio de tanta crisis. Estamos en pandemia. Saliendo del default. Poniendo a la ciencia y la tecnología en el lugar que corresponde”. “En lo inmediato nuestro objetivo es la producción y el trabajo. Son las ideas que tenemos en la cabeza. Inversión. Más producción. Más trabajo”. “Tenemos un país profundamente desigual. Debe haber un cambio estructural”. “Hoy despejamos un obstáculo que nos impedía pensar en esto. En breve espero que despejemos la deuda con el Fondo Monetario Internacional”. Dijo que le manifestó a la directora del FMI en una charla reciente que “vamos a cumplir con ustedes. Pero deje que lo hagamos a nuestro modo. Nosotros no le vamos a pedir a nuestra gente más sacrificio. No está en condiciones. Necesitamos crecer. Exportar. Acumular reservas. Y luego pagar” (fuente: Página/12, 1/9/020).

Más que el discurso de un presidente pareció el de un candidato presidencial en la recta final de la campaña electoral. Se trató de una manifestación de voluntarismo político, especialmente cuando aludió a la negociación con el FMI. Sonó muy agradable a los oídos de los argentinos eso de que el gobierno cumplirá con el FMI para de manera autónoma, es decir, sin obedecer ningún tipo de imposición. El tiempo lo dirá. La historia no miente. Cada vez que la Argentina entabló negociaciones con el FMI no hizo más que decir “amén” a cada “sugerencia” del staff técnico fondomonetarista. ¿Por qué ahora habría de ser diferente? Sin embargo, cabe reconocer el éxito del gobierno en el canje de deuda. Peor hubiera sido entrar en default. Porque como bien señala Mario Wainfeld “el gobierno nacional-popular avanza (aún con algunas fallas e inconsecuencias) en una hoja de ruta reparadora. Ayer festejó un gol. El partido se sigue jugando” (“Canje de deuda: Alberto Fernández hizo la gran Néstor”, Página/12, 1/9/020).

Números que aterran

Da toda la sensación que el presidente de la nación ha decidido no prestarle tanta atención al coronavirus y el desastre que está causando. Llamó poderosamente la atención su discurso grabado del pasado viernes. Habló pocos minutos y en la más absoluta soledad. Lo hizo con pasmosa tranquilidad, como si estuviéramos en la etapa final de la pandemia. Resulta por demás evidente que archivó sus largas peroratas acompañadas por cuadros y estadísticas que siempre provocaban la reacción del país involucrado por el presidente. Pareciera que ahora considera a la cuarentena algo que en su momento dio sus frutos (lo que es cierto) pero que ahora carece de sentido mantenerla (lo que también es cierto). Durante su participación en el programa sobredosis de TV expresó algo que puede significar un intento de lavarse las manos si finalmente el sistema de salud explota. Los números actuales de contagios y muertos fueron ocasionados en buena medida por las manifestaciones contrarias a la cuarentena, sentenció. Ello significa que a partir de ahora habrá un único responsable en caso de producirse lo que expresa el doctor Alberto Kornblihtt en un artículo publicado por “El cohete a la luna” este domingo: el pueblo, es decir todos nosotros. En su escrito el investigador del Conicet alerta sobre algo sumamente grave: si desde el poder no se toman las medidas adecuadas y amplios sectores de la población continúan comportándose como si el virus no existiera, probablemente para el 24 de diciembre deberemos lamentar la muerte de 364.000 compatriotas.

A continuación paso a transcribir dicho artículo en su totalidad.

LOS MUERTOS Y LA CUARENTENA

El 27 de julio pasado la Argentina llegó a tener 3.000 muertos acumulados por Covid-19. Entonces le pregunté al doctor Jorge Aliaga, experto en números de la pandemia si los hay, cuándo había tenido la mitad, es decir 1.500 muertos, a lo que me respondió que había sido el 5 de julio. ¿Y la mitad de 1.500, es decir 750? El 11 de junio, respondió. ¿Y la mitad de 750, es decir 375? El 17 de mayo, me dijo. Si calculan los intervalos verán que corresponden a 24 días.

Es decir, desde el 17 de mayo, cada 24 días se había duplicado el número de muertes acumuladas. La duración del intervalo de duplicación estaba clavada en 24 días y poco importaba lo que se había hecho a nivel de aislamiento o cuarentena, ese número no había cambiado.

Inmediatamente calculé que si todo seguía igual, es decir si el virus no se apagaba por arte de magia o el gobierno no tomaba medidas de circulación y aislamiento más restrictivas, 24 días posteriores al 27 de julio, es decir, el 21 de agosto, deberíamos llegar a 6.000 muertos acumulados. Por eso me propuse escribir este artículo el 21 de agosto, pero me equivoqué.

El 18 de agosto, 3 días antes del 21, sobrepasamos los 6.000 muertos. Y si no se toman medidas más estrictas y la duplicación de muertes acumuladas empieza a ocurrir cada 21 días, el 13 de septiembre habrá 12.000 muertos acumulados; el 5 de octubre, 24.000; el 27 de octubre, 48.000, el 18 de noviembre, 96.000; el 10 de diciembre, 182.000, y para Navidad unos 364.000 muertos acumulados, número mayor al de muertos anuales de la Argentina en ausencia de pandemia (330.000 aproximadamente).

Por supuesto que querría equivocarme y no me molestaría en absoluto que se enojaran conmigo y me acusaran de infundir miedo si esto no ocurre, aprovechando para denostar a la ciencia y a los científicos. Porque si no ocurre, cualquiera sea la causa, se habrán salvado miles de vidas. Si no ocurre porque efectivamente se estuvieran apagando las infecciones y los efectos en muertes se vieran 20 días después, celebraríamos todos, creo; pero no lo sabemos con certeza como para aventurar predicciones como las de un pico que nunca se produjo.

No estoy analizando números de infectados, positivos, recuperados o asintomáticos, ni camas de unidades de terapia intensiva o de personal de salud especializado en esta. Estoy contando muertos y este análisis de la progresión de su número podría haberlo hecho en el siglo XIX, cuando no había ensayos de PCR ni serológicos. Tanto entonces como ahora, era y es difícil ocultar a los muertos y sus números hablan por sí mismos. Tanto entonces como ahora, en ausencia de una vacuna o de un fármaco específico contra este y otros virus, el distanciamiento y el aislamiento eran y son las herramientas más poderosas y efectivas para frenar la infección y las muertes.

Paradójicamente los anticuarentena, defensores de libertades individuales a costa del prójimo, han logrado convencer a una parte de la sociedad de que estamos en cuarentena, cuando en realidad no lo estamos, y que hay que abrir muchas más actividades de las que ya están abiertas. Lógicamente el gobierno no es inmune a este discurso que taladran, sin fundamentos científicos sólidos, los medios de difusión libertarios de mercado. Sin duda los números podrían ser al día de hoy peores, y si no lo son, es porque en abril hubo una cuarentena en serio. Esto hizo que la progresión de mayo partiera de 375 muertos y no de más.

El hecho de que todavía se controle el transporte público y no haya clases en los lugares del país en que circula el virus habrá contribuido a que el tiempo de duplicación de muertos no haya sido menor a 21-24 días. Pero lo contraintuitivo de las progresiones geométricas es que uno ve sus consecuencias cuando los números absolutos son grandes. En efecto, el doble de 2 es 4 y nadie se inmuta si en 21 días se pasa de 2 a 4 muertos, pero si en 21 días se pasa de 20.000 a 40.000 el problema ya es otro.

En virtud de lo expuesto lo mío es un llamamiento. La o las vacunas estarán disponibles en la primera mitad de 2021. Hasta ese entonces tenemos que llegar evitando la mayor cantidad de muertes por Covid-19 posibles. ¿Cómo?

Con ciclos de apertura y cierre intermitentes, pero cierre en serio, no ficticio. Por supuesto la no saturación de las camas de terapia intensiva y de su personal son importantes, pero no basta. Es condición necesaria mas no suficiente. Si hubiera un exceso de camas y personal, los muertos se seguirían acumulando porque son los que no salen vivos de terapia. Debemos frenar la infección. Ojalá se frenara sola sin haber llegado a una inmunidad de rebaño difícil de concebir con menos del 20% de infectados, pero no lo estamos viendo ni viviendo.

Hoy tenemos más infectados acumulados que los que tuvo Italia, y en una época, confesémoslo, nos burlábamos de ellos, con un concepto algo redundante llamado orgullo argentino.

Quizás el gobierno debe reflexionar que, de todos modos, la oposición ya le está endilgando el costo político de una cuarentena que ni siquiera existe, por lo que sería mejor establecerla intermitentemente para que esa oposición irresponsable no pase a endilgarle los muertos.

Agradezco al Dr. Jorge Aliaga la lectura crítica del texto.

  • Alberto Kornblihtt es profesor Titular FCEN-UBA e Investigador Superior del Conicet.
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