Por Hernán Andrés Kruse.-

Hace unos días La Nación publicó un interesante artículo de Loris Zanatta titulado “El sentido profundo y valioso del gesto que tuvo Pichetto”. Sus párrafos más salientes son los que siguen a continuación: “La Argentina necesita como del oxígeno de un peronismo republicano, democrático y pluralista” (…) “Pichetto hizo en un momento, contra la famosa grieta, mucho más que los aspirantes a Rasputín que desde hace tiempo ladran contra ella” (…) “Peronismo: la grieta es el teatro de la eterna lucha entre el bien y el mal, la virtud y el pecado, la primera llamada pueblo, el segundo, oligarquía” (…) “El pueblo es patriótico” (…) “La oligarquía es antinacional” (…) “Lo que el peronismo creó solo los peronistas pueden desmantelarlo: el gesto de Pichetto hace precisamente eso; da vuelta una página, tapa un hueco. La grieta ya no es relevante” (…) “La fuga de Pichetto marca la agonía del peronismo tradicional” (…) “El gesto de Pichetto se adhiere a la Argentina republicana”.

Lo que pretende Loris Zanatta es una misión imposible. ¿Por qué? Por una simple y contundente razón: el peronismo y la república son antagónicos. Cuando Zanatta alude a la república se refiere, obviamente aunque no la nombre, a la constitución de 1853-1860. Nuestra carta magna condensa la filosofía política, jurídica y económica del liberalismo. Consagra derechos fundamentales como el de expresarse libremente, de gozar de la propiedad, de no ser arrestado arbitrariamente, de pensar lo que se quiera, de transitar libremente por el territorio nacional, de participar en las ganancias de la empresas, de no ser despedido sin justa causa, etc. Consagra la separación de los poderes elucubrada por Locke y Montesquieu y describe las funciones propias del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. La constitución de 1853-1860 es liberalismo químicamente puro.

La filosofía política, jurídica y económica de Perón nada tiene que ver con la consagrada por la constitución de 1853-1860. Basta con leer “Conducción política” y “La comunidad organizada” para percatarse de ello. Perón tenía una concepción verticalista de la sociedad y el hombre. Para él el poder era detentado por el líder (él, por supuesto) y su voluntad debía ser acatada por todos los miembros, individuales y colectivos, de la comunidad organizada. Perón era partidario de una concepción “movimientista” de la política. Consideraba al peronismo un “movimiento”, no un partido político. El peronismo, entonces, no representa a una parte de la sociedad, como la UCR y el socialismo, sino a la nación en su conjunto. Así concebido, el movimiento nacional justicialista se sitúa por encima de la constitución de 1853-1860. En la práctica, ello significó que por encima de toda la estructura jurídica, de todas las corporaciones, estaba Perón.

Perón dividía a los hombres en compañeros y enemigos. Los primeros eran aquellos que lo obedecían ciegamente, muchos de buena fe y otros por conveniencia. Los otros eran los que se situaban en la vereda de enfrente, los que se negaban a aceptar su liderazgo. Con el tiempo se los denominó “gorilas”. Perón se apoyaba en la concepción política de Carl Schmitt que consagraba a la política como la relación amigo-enemigo. Su conducción política se basaba en un férreo liderazgo de masas. Entre Perón y las masas no había actores intermedios. Perón mandaba y las masas acataban sin chistar. Su voluntad pasó a ser la ley suprema de la nación.

La concepción movimientista de Perón sigue vigente. Aunque muchos lo nieguen los discípulos más sobresalientes del General, Carlos Menem, Antonio Cafiero, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, y los que no lo son tanto, como Miguel Ángel Pichetto, siempre profesaron la “fe peronista”. Ello significa que siempre renegaron de los principios liminares de la constitución de 1853-1860. Es que no pueden dejar de profesar esa fe porque si lo hicieran dejarían de ser peronistas.

Zanatta cree que por haber aceptado el ofrecimiento de Macri, Miguel Ángel Pichetto es ahora un emblema del “peronismo republicano”. Evidentemente, peca de ingenuo. Pichetto sigue siendo el peronista que siempre fue, es decir, un peronista de derecha pero con las dosis suficientes de pragmatismo que le permitieron defender las políticas kirchneristas durante doce años. No es un republicano por la sencilla razón de que es un peronista. Esto lejos está de ser una descalificación. Simplemente apunto, desde mi punto de vista, a una diferencia cualitativa entre el liberalismo republicano y el peronismo.

Pichetto en ningún momento se adherirá a la Argentina republicana porque no siente los valores consagrados por la constitución de 1853-1860. Si hoy habla de la democracia versus el autoritarismo es porque le conviene. Probablemente haya tomado semejante decisión pensando pura y exclusivamente en su futuro político. Consciente de que en diciembre debe abandonar el Senado consideró que lo más conveniente para sus intereses era “pasarse” al bando macrista. Pero ello no significa que haya dejado de ser peronista. En consecuencia, su aversión por la república sigue intacto.

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