Por Hernán Andrés Kruse.-

Faltan pocos días para lunas PASO que determinarán qué chances tienen Mauricio Macri de ser reelecto y Alberto Fernández de sucederlo el 10 de diciembre. Lo único que no admite ninguna duda es que ese día el actual presidente terminará su mandato, lo que para la Argentina constituye un verdadero hecho histórico. ¿Por qué? Porque por primera vez desde que Juan domingo Perón asumió el 4 de junio de 1946 a la fecha ningún presidente no peronista (o antiperonista, si usted lo prefiere) elegido en las urnas logró terminar su mandato. Semejante patología política llevó a algunos analistas a esbozar una ley sociológica que reza lo siguiente: “en la Argentina el peronismo es la única fuerza política capaz de garantizar la gobernabilidad”. Ello significa que a partir de junio de 1946 hasta diciembre de 2015 la democracia argentina tuvo escasa legitimidad de ejercicio.

Juan Domingo Perón fue presidente de la nación entre el 4 de junio (aniversario del golpe de Estado de 1943) de 1946 hasta el 16 de septiembre de 1955, día en que las fuerzas armadas lo derrocaron. El gobierno de la Revolución Libertadora convocó a elecciones para febrero de 1958, las que tuvieron como únicos contendientes a Ricardo Balbín (UCRP) y Arturo Frondizi (UCRI). Frondizi resultó el vencedor gracias al pacto que selló con Perón. En marzo de 1962 las fuerzas armadas lo derrocaron y luego lo enviaron detenido a la isla de Martín García. En julio de 1963 hubo elecciones presidenciales que le otorgaron el triunfo a Arturo Illia (UCRP), quien venció ajustadamente a Oscar Alende (UCRI) y al general Pedro Eugenio Aramburu (UDELPA). En junio de 1966 Illia, el presidente más honesto de la historia argentina, fue derrocado por las fuerzas armadas. Tanto Frondizi como Illia tuvieron un común denominador: no debieron competir con el peronismo, proscripto por las fuerzas armadas. Ambos mandatarios no lograron hacer pie porque el partido militar desconfiaba de ellos. A Frondizi no le perdonaron su cercanía con Perón y a Illia su supuesta mansedumbre y lentitud.

El 30 de octubre de 1983 se produjo un hecho histórico. Por primera vez un candidato presidencial no peronista lograba vencer a un candidato peronista en elecciones sin proscripciones y sin fraude. Raúl Alfonsín le sacó 12 puntos de ventaja a Ítalo Luder rompiendo con el mito de la imbatibilidad electoral del movimiento fundado por Perón. Gracias al triunfo de Alfonsín el sistema de partidos se convirtió realmente en un bipartidismo, entendiendo por tal a la existencia de dos grandes fuerzas políticas competitivas, aptas para acceder al poder a través del voto popular. El peronismo intentó acomodarse a la nueva situación, completamente inédita para él, como pudo. Pero no perdió sus mañas y con 13 paros generales de la CGT ubaldinista le hizo la vida imposible a Alfonsín. Los graves errores de política económica del gobierno condujeron a principios de 1989 a un proceso hiperinflacionario que obligó a Alfonsín a adelantar las elecciones presidenciales. Fue un durísimo golpe para la novel democracia y para la inmensa mayoría del pueblo que se había ilusionado enormemente con ese dirigente que no se cansaba de recitar el Preámbulo de la constitución al final de cada acto público.

El radicalismo retornó al poder en 1999 de la mano de Fernando de la Rúa. Para semejante proeza contó con la ayuda del Frepaso, aquella fuerza de centroizquierda liderada por Carlos Chacho Álvarez y José Octavio Bordón. Las profundas diferencias entre ambos líderes quedaron expuestas al estallar la crisis de la Banelco que derivó en la renuncia a la vicepresidencia de Álvarez. Rodeado por sus incondicionales De la Rúa demostró una inoperancia supina para hacer frente a la crisis que le estalló en sus manos en diciembre de 2001. La ley sociológica quedaba nuevamente corroborada.

En diciembre de 2015 el pueblo le dio otra oportunidad a un dirigente no peronista para ser presidente. Asumió aquel 10 de diciembre un dirigente conservador, no peronista y fiel representante de los intereses de la oligarquía. Mauricio Macri puede ser considerado como la reencarnación del General Juan B. Justo, el emblema de la década infame. Pero a diferencia del hombre de armas, Macri llegó a la presidencia por el voto popular luego de superar a Scioli en un duro ballotage. La pregunta que muchos se formulaban era la siguiente: ¿cuánto duraría en la presidencia Mauricio Macri? Con el correr de los meses demostró ser mucho más fuerte de lo que la gran mayoría de los argentinos suponían, a tal punto que luego de su victoria en las elecciones parciales de octubre de 2017 nadie dudaba de su reelección en 2019.

Graves errores de política económica lo obligaron al presidente a pedir ayuda al FMI en mayo del año pasado. A partir de entonces su gobierno comenzó a tambalear. El dólar se enloqueció y creció de manera dramática la pobreza. Sin embargo Macri no bajó los brazos y hoy nadie duda de que es un candidato competitivo. Luego de repasar fugazmente los traumáticos finales de las presidencias de Frondizi, Illia, Alfonsín y de la Rúa, cabe reconocer que, a pesar de todos los desastres que viene cometiendo, Mauricio Macri será el protagonista fundamental de una proeza: ser el primer presidente no peronista que fue capaz de terminar su mandato respetando los tiempos constitucionales. Lo que, tratándose de la Argentina, no es poco.

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