Por Jorge Raventos.-
Para el primer día de abril prepara el oficialismo una movilización de respaldo al gobierno. La calle no ha sido el escenario preferido del Pro y sus aliados. Tampoco el más acogedor. Se recuerda aún la muy baja asistencia que acompañó la asunción de Mauricio Macri en diciembre de 2015, cuando la clausura del ciclo K y la inauguración del período Cambiemos ofrecían motivos para el entusiasmo y el fervor.
Ahora, pese a la renuencia de un ala del poder, se ha considerado imprescindible responder a los sucesivos desafíos callejeros que ha experimentado últimamente la Casa Rosada (desde los reclamos laborales de la CGT, las organizaciones sociales y los maestros a los desfogues de hostil intolerancia formulados bajo el pabellón de los derechos humanos).
¿Le conviene al gobierno contestar en el mismo terreno? ¿Le conviene entrar en la vorágine de las movilizaciones y el estruendo callejero? Esta pregunta se formula en el seno mismo de la coalición oficialista. No se trata sólo del riesgo de que la del primero de abril termine siendo una convocatoria anémica, sino de la opción estratégica de optar por la confrontación y dejar de lado el tono dialoguista que predominó durante el primer año del período y facilitó la aprobación de leyes y la gobernabilidad.
Cambia la tendencia (imperceptiblemente)
Ya en marcha hacia el comicio de medio término (primarias en agosto, elecciones en octubre) el sector más dialoguista del gobierno parece ir perdiendo terreno en beneficio del ala más confrontativa y polarizadora.
Tal vez incida en esa situación el hecho de que los resultados económicos que el gobierno esperaba no se concretan en escala significativa y pueden tardar en reflejarse con claridad para el conjunto del electorado.
Por caso, el gobierno anuncia con énfasis que se ha iniciado la reactivación. Cierto: técnicamente puede considerarse cerrado un período de recesión si se experimentan dos trimestres seguidos de crecimiento, pero lo que el oficialismo celebra es casi imperceptible. Tras un año en que el país retrocedió un 2,3 por ciento, en los dos últimos trimestres se habrían registrado alzas mensuales del 0,1 y el 0,5 por ciento. Auspiciosos como signos potenciales de un cambio de tendencia, esos porcentajes no mueven el amperímetro en la sociedad. Llegan acompañados de una fuerte caída en la producción manufacturera y de un retraso del salario frente a la inflación que sólo empezará a compensarse cuando se consume el actual período de paritarias.
En ese paisaje de lentitud en los resultados esperados (y anunciados muy anticipadamente), hay sectores del oficialismo que insisten en que la estrategia más adecuada para afrontar las elecciones es la polarización y la resurrección del kirchnerismo como el adversario a vencer. Les encantaría repetir el milagro de 2015, cuando la candidatura de Aníbal Fernández en la provincia de Buenos Aires volcó a decenas de miles de votantes hacia María Eugenia Vidal y le abrió a Mauricio Macri las puertas de la victoria en la segunda vuelta.
Pero ahora no está Fernández; y el kirchnerismo (que en 2015 debía ser desplazado) hoy es un fantasma.
La estrategia de la polarización trae aparejados modales fuertemente confrontativos. Así, el oficialismo actual corre a menudo el riesgo de parecerse al oficialismo de ayer.
Obsérvese, por caso, el costado irónico del juego de esquinitas entre fanáticos kirchneristas y fans del macrismo: Axel Kicillof elogia a Mirtha Legrand (por sus comentarios ante Mauricio Macri) mientras Jaime Durán Barba la tilda de “maleducada con modos de piquetera” luce como el reino del revés.
Los K se regodean con la frase en la que el Presidente definió la opción por la enseñanza estatal como una “caída”. ¿Cómo no evocar, en tal caso, aquella réplica (“Chicos, estamos en Harvard, esas cosas son para La Matanza”) con la que la señora de Kirchner minimizó en Estados Unidos una gran universidad estatal del Gran Buenos Aires?
Kirchnerismo al revés
Otro síntoma: con el respaldo y la aprobación del gobierno o al margen de él, parece estar naciendo en el campo de las comunicaciones y la información una red -que luce inorgánica pero está obviamente enlazada por el plexo argumental de sus participantes- que evoca el sistema de propaganda K: repetición de latiguillos, visión conspirativa, demonización de las críticas y reduccionismo interpretativo. Cortado por la misma tijera, el mensaje de esa cadena de pregoneros es como el de los trolls de las redes sociales. En este caso, se trata de trolls con rostro humano.
Hasta ha reaparecido en estos procedimientos una palabra -“destituyente”- acuñada una década atrás por los cráneos kirchneristas de Carta Abierta para descalificar la rebelión del campo del año 2008 y aplicada luego a todo planteo opositor o reivindicación social que disgustara al oficialismo de entonces.
Ahora la palabreja es empleada con el mismo propósito denigratorio y con análogo rasero simplificador.
Para la agitprop kirchnerista, la fuerte movilización del campo (apoyada por múltiples sectores) no era un reclamo legítimo sino el intento corporativo de una cúpula privilegiada para imponer intereses rapaces que buscaban debilitar al gobierno y desplazarlo. Para quienes hoy emulan aquel estilo apuntando a otro blanco, si hay piquetes de organizaciones sociales, si paran los maestros, si la CGT se moviliza, es porque “hay un plan de destitución del gobierno constitucional” (sic).
La lógica de las polarizaciones revela similitudes y simetrías. Cara y ceca se turnan pero conviven en la misma moneda.
El tono deliberadamente enérgico de la cúspide de la Casa Rosada (exhibido esta última semana por el Presidente y también por el Jefe del Gabinete en su presentación ante los diputados) parece una representación de su ánimo polarizador. Sólo que, convencido por sus propios propagandistas de que todos los reclamos sociales son manifestaciones de un plan destituyente capitaneado por el estado mayor K, el oficialismo termina polarizando con todo el mundo. Empieza por los maestros.
El modelo de Thatcher
El gobierno central insiste en no convocar la paritaria nacional que reclaman los docentes. La gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, acompaña la intransigencia: no modifica su oferta salarial a los educadores de su provincia. Sin embargo, aceptó que sus funcionarios se reunieran con los gremios en una “mesa técnica”, esto es, fuera del marco de la conciliación obligatoria que su gobierno había promovido. Es un gesto conciliador.
La polarización forzada induce a cometer errores. Parece un disparate atribuir a un kirchnerismo que ya no tiene futuro el comando de una movilización como la que los gremios docentes promovieron el último miércoles en la capital federal. Lo malo es que un diagnóstico equivocado se traduce por lo general en un tratamiento infructuoso. Un enorme número de niños y jóvenes puede seguir perdiendo días de clase y el mismo gobierno puede contraer una infección hospitalaria. Porque, más allá de la valoración que merezca la polarización que el oficialismo busca con el fantasmal conglomerado K, extender la polarización a los docentes como si ellos fueran el kirchnerismo, conduce a que el conflicto se prolongue, se extienda territorialmente y se agrave.
Hay en el gobierno quienes se inspiran en el éxito político que, a mediados de los años ’80 del siglo pasado, le deparó a Margaret Thatcher su larga lucha con el sindicato minero, al que terminó derrotando, con lo que determinó un debilitamiento general del movimiento sindical británico. En ese paralelo, Roberto Baradel vendría a tomar el papel de Arthur Scargill, el secretario general de los mineros durante aquella temporada fragorosa.
¿Ocupar la calle o liberarla?
La dureza con que el gobierno aborda la cuestión salarial docente (cuya resolución es previa a la sin duda imprescindible lucha por elevar la calidad de la enseñanza y someter a todos sus participantes a las debidas evaluaciones) es acompañada por la dureza que promete en lo que se refiere al orden en calles y rutas, esto es, el tratamiento a dar a las demostraciones piqueteras.
La firmeza invocada no ha pasado hasta ahora, en rigor, del nivel de los protocolos y los anuncios, entre otras cosas porque el oficialismo no termina de unificar criterios. Macri pide que actúe Horacio Rodríguez Larreta. El gobierno porteño se ha mostrado remiso en comandar operaciones represivas para ordenar la calle: prefiere la negociación política. Se argumenta que la coordinación entre fuerzas deja mucho que desear (el último miércoles eso quedó confirmado cuando una brigada bonaerense reclamó dramáticamente durante varios minutos ayuda para una persecución que ingresaba a la Ciudad Autónoma y esa colaboración nunca llegó a tiempo, con el agravante de que hubo dos bajas entre vecinos inocentes). Tampoco parece bien sellada aún la unidad de la nueva fuerza policial capitalina.
A eso se suma el temor de que intervenciones duras de las fuerzas en manifestaciones sociales concluyan con víctimas. La señora Carrió opina que las organizaciones sociales “buscan un muerto propio” para victimizarse y dañar al gobierno.
¿Paranoia? La ministra Patricia Bullrich advierte contra “la paranoia argentina”, aunque quizás quiso decir esquizofrenia, porque, al anunciar que el gobierno actuará para garantizar orden en las calles, pidió: “cuando actuemos no entremos en la paranoia de la Argentina. Si actuamos porque actuamos, y si no actuamos porque no actuamos. No hay que ser psicoanalista para distinguir el miedo de que los procedimientos que piensa el gobierno no sean acompañados por la sociedad.
Ese parece ser un temor que recorre el oficialismo. El filósofo de cabecera del Presidente confesó en estos días que lo “preocupa que el país no esté a la altura de las decisiones (de Mauricio Macri)… que se amedrente respecto de las dificultades de todo este proceso”. La inquietud del pensador puede estar determinada por la lectura asidua de encuestas.
Si el oficialismo insiste en enfrascarse en su polarización solitaria con el espectro K, las vacilaciones y miedos que denotan sus voceros pueden corporizarse.
Es el telón de fondo de la convocada marcha oficialista del primer sábado de abril, donde sueña con ocupar la calle, en vez de liberarla.
26/03/2017 a las 4:13 PM
El «ganar la calle» es una de las tantas deformaciones de nuestra democracia.
Comenzó hace muchos años pero ha ido aumentando ante el retroceso de las instituciones. Los Concejales y Diputados ya no representan a los ciudadanos.
La deformacion es tan grande que incluso se ha utilizado para presionar a la Justicia como el famoso «Perejilazo» de Rio Cuarto por la detencion del albañil en el caso Dalmaso.
Si queremos recuperar un pais normal, no hay que insistir en estas practicas. Ni a favor ni en contra de nadie.
27/03/2017 a las 11:46 AM
LOS QUE QUIEREN VOLVER A LOS ´70,
SON MUY ACTIVOS, ORGANIZADOS, CON ÓMNIBUS, ASISTENCIAS PAGAS CON PLATA Y BOLSOS DENIGRANTES PARA LOS QUE VIVEN EN LA MISERIA PARA LOS CONVOCADOS, EL COTILLÓN DE BANDERAS, GORROS, EQUIPOS DE MÚSICA, ESCENARIOS, GLOBOS AEROSTÁTICOS COSTOSÍSIMOS, HACEN DE LAS MARCHA Y CONVOCATORIAS UN FESTIVAL DE GASTOS VARIAS VECES MILLONARIOS.-
ESOS GASTOS (como dijo LOPECITO / MONASTERIOS,se pagan con la plata de la política?), que están fuertemente enterrados de lo “RECAUDADO EN LA DEKADA ENTERRADA”.-
¿ QUIENES SON LOS VERDADEROS FINANCISTAS DE ESTOS DE ESTOS FESTIVALES POPULARES QUE MANIFIESTAN “LA VOLUNTAD POPULAR”
ASÍ HAYAN SIDO 400.000 LOS PARTICIPANTES PAGOS Y ARREADOS EN DENIGRANTES CONDICIONES, SON 1,1 % DE LA POBLACIÓN.-
¡¡¡ ¿¿¿¿ DE QUE FUERZA Y REPRESENTACIÓN POPULAR ME HABLAN ?????!!!!!!
¿¿¿ QUE PODER POLÍTICO TIENEN, MAS QUE LA VIOLENCIA DE SUS MANIFESTACIONES ???
¡¡¡¡ PERO SI TIENE LA CONVOCATORIA DE LA AMENAZA SUB-LIMINAL DEL TERRORISMO !!!!!
EL ÚLTIMO: UN IMBÉCIL DROGADICTO EN LONDRES, CORRIENDO EN AUTO Y A TODA VELOCIDAD POR LA VEREDA DE UN PUENTE (osea sin posibilidad de escape para las victimas) ATROPELLÓ A 28 PERSONAS, MATANDO A 5 E HIRIENDO, ALGUNOS DE GRAVEDAD ´+ UN POLICÍA APUÑALADO !!!!
Ese el mensaje de estas turbas en la calle !!!!!
ESTE EL MENSAJE DE LOS PIQUETEROS CON TURBANTES Y PALOS !!!!
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LA REALIDAD ADVIERTE
Una de las peores situaciones en que puede encontrarse un contendiente es la de no percibir el tipo de conflicto en que se encuentra inmerso. Es un hecho, como muestra la historia en muchas oportunidades, que mientras una parte se prepara para enfrentar una crisis, su oponente avanza en plan de guerra, lo que no es advertido a tiempo y demora la adopción de las medidas adecuadas a fin de prepararse para el conflicto.
Los hechos recientes que se viven día a día en Argentina remedan este tipo de situaciones. Sectores políticos, gremiales y activistas de izquierda, actúan con la intención de terminar con la presidencia de Mauricio Macri, rápido y a como dé lugar. Ellos le han declarado la guerra al gobierno nacional que se ha dejado ganar la calle y que sigue pensando en estrategias eleccionarias y en lanzar datos optimistas a la opinión pública, sin mostrar signos de advertir la gravedad de la situación que enfrenta.
Para realizar esta apreciación no se necesita disponer de información privilegiada. Basta escuchar las declaraciones públicas de referentes del saliente gobierno kirchnerista, atender los impunes insultos y agravios de personajes como la señora Hebe de Bonafini que reivindica la lucha armada de los años setenta o prestar atención a las amenazas de militantes de grupos violentos que anatematizan al gobierno y convocan a enfrentarlo en cada manifestación. De hecho no hay manifestación pública en que no se infiltren con estas consignas violentas y agraviantes.
Desde que comenzó marzo, los piquetes que abruman el tránsito de Buenos Aires son cotidianos y se ejecutan con cualquier motivación.
La marcha reciente de la CGT terminó con sectores kirchneristas, gremialistas de izquierda y militantes radicalizados, pidiendo a gritos la fecha para un paro general que inicie un “plan de lucha popular” y “tomando” literalmente el escenario, escenificando su desprecio por los sindicatos tradicionales más propensos al diálogo. La marcha del día de la mujer finalizó con una horda de
desaforadas que atacaron la Catedral, pintarrajearon el Cabildo y ejercieron el vandalismo tomando como blanco favorito al gobierno.
Tanto los datos positivos que el gobierno hace públicos como los negativos vinculados al crecimiento de la pobreza o a la pérdida de empleos, resultan irrelevantes para quienes no aspiran a debatir o a proponer cambios sino a mostrar un cuadro catastrófico que en medio de protestas callejeras precipite la caída del gobierno constitucional.
Cuando el gobierno asuma que le han declarado la guerra destituyente, deberá poner en ejecución algunas acciones estratégicas y tácticas básicas. En primer lugar, debe identificar claramente quiénes han dejado de ser oponentes para convertirse en enemigos y quiénes son sus aliados reales y potenciales.
Los enemigos deben ser enfrentados. Si el gobierno apañó la pueril idea de polarizar la futura elección con la ex presidente Cristina Fernández, debe comprender que el precio de obtener unos votos más, será fortalecer la llegada al Congreso de numerosos legisladores hostiles que no repararán en afectar su gestión, aunque ello signifique dañar al país.
Es necesario recuperar la calle poniendo en marcha los protocolos anti piquetes y todas las medidas necesarias para asegurar el orden público.
Creer que los cortes salvajes a que son sometidos cotidianamente quienes circulan por la ciudad responden a una mera protesta social es un pecado de inocencia inaceptable. El caos cotidiano potencia la sensación de debilidad gubernamental y decepciona a propios, aliados e independientes.
Las fuerzas policiales y de seguridad deben actuar con energía ante los actos desembozados de vandalismo y destrucción de la propiedad pública y la ofensa a templos y edificios emblemáticos.
Permitir la impunidad, potencia las acciones vandálicas y multiplica el número de hechos y ejecutantes. Si el gobierno teme que lo acusen de “represor”, debe saber que esa acusación le será formulada de todos modos.
Si teme que se produzcan víctimas, debe saber que ese es el riesgo que los vándalos asumen y que las fuerzas del orden deben minimizar, actuando con profesionalismo, prudencia y firmeza, pero nunca dejando de accionar paralizadas por el temor.
El gobierno debe proveer a la justicia toda la información de que disponga para que se aceleren los juicios por corrupción y lleguen al procesamiento y sentencia, so pena de hartar a quienes esperan justicia y sospechan de connivencia oficial bajo la excusa de la neutralidad ante el accionar judicial. Nadie, y menos un gobierno que vino a cambiar hábitos perversos, puede ser neutral ante la corrupción y el delito público.
Es necesario desmantelar el aparato montonero que quedó enquistado en la administración pública y que sigue actuando apoyado por las organizaciones filo subversivas que, disfrazadas con ropajes de defensoras de los derechos humanos, continúan idealizando y reivindicando a las bandas que atacaron al estado de derecho. Sus crímenes deben ser denunciados y juzgados, sus víctimas sacadas a la luz y reconocidas porque de lo contrario estaremos alentando su justificación y repetición. Quienes los combatieron no pueden ser
juzgados en circos judiciales contrarios a los procedimientos procesales y retenidos en prisiones preventivas sin fin hasta que mueran sin condena ni piedad, como sucede actualmente.
Finalmente, con la autoridad moral de no haber conspirado contra el gobierno de Cristina Fernández en los años que fue oposición, el presidente debe denunciar estos actos destituyentes y terminar con la impunidad de quienes agreden a la democracia aunque vengan revestidos con ropajes de madres, abuelas, organizaciones piqueteras o jóvenes idealistas.
Todas estas medidas son necesarias para frenar la voz que han lanzado a la calle y que asevera que “a Macri lo van a voltear”.
Hacer crecer el país es otra batalla bien distinta y para lograrlo el gobierno deberá implementar mejores políticas públicas, privilegiando la creación de empleo genuino y frenando el aluvión de planes y concesiones que lo hacen parecer una versión más transparente y tolerante de aquella que hundió al país. Cambiar requiere modificar los paradigmas y ofrecer alternativas que sean realmente mejores y creíbles.
Desearíamos que quienes ejercen el gobierno tomaran nota de estas
advertencias que les está formulando la realidad y comprender que está en juego mucho más que su destino como partido o como alianza.
Lo que está en juego es el futuro de la República y de quienes habitamos en ella. Por eso pedimos que pongan sobre la mesa los atributos necesarios y usen los medios que la constitución y las leyes les otorgan para defender a la Patria.
26/03/2017 a las 7:59 PM
El Gobierno se despega de la marcha del 1° de abril.
Es una movilización convocada a través de las redes en su apoyo………LA NACION
( El ciudadano que VOTO A MAURICIO no se moviliza, de HECHO rechaza eso , no esta en la genetica politica de Ciudadano libre y pacifico , no compartimos el grito o la consigna callejera.
La sociedad Argentina decente y honesta , estudiosa y trabajadora , solo se movilizo en los enormes cacerolazos del 8 N y del 13 en lo que fue la LA MAYOR PROTESTA SOCIAL en la calle contra un GOBIERNO ELEGIDO
Dos millones de personas , mas cifra parecida en sus casas apoyando y asintiendo.
Ningun partido politico es capaz de juntar esa cantidad de gente , ni las «plazas del tirano de un solo huevo» , ni las diversas cgt en su historia , pudieron igualar en cantidad de gente a nuestros cacerolazos contra la banda de delincuentes kirchneristas ,….ademas y es dable señalarlo , en Cambiemos , en sus alianzas y en cada uno de los que defenderemos a este Gobierno que elegimos , – a como de lugar – ; prevalecio siempre , prevalece y prevalecera , la CALIDAD , no la CANTIDAD. )
27/03/2017 a las 2:30 PM
¿Gobierno elegido?
¿Por Indra?
26/03/2017 a las 10:01 PM
COMO PAGAN ESTAS MOVILIZACIONES POR QUE NO AYUDAN AL 33% MAS POBRE DE DONDE SACAN EL DINERO , PARA QUE PIDEN AUMENTO , SI TIENEN TANTO DINERO PARA MARCHAR HOTELES MICROS ALMUERZOS PANCARTAS , COMO SE PAGAN ………,QUIEN LAS PAGA ?
27/03/2017 a las 9:36 AM
Las elecciones se las gana con los votos. ¿ Entienden ?. Estamos en el siglo 21.
27/03/2017 a las 2:32 PM
Elecciones.
¿Quién fue el que dijo: «No importa quién gane sino quién cuenta los votos»?
¿No era Stalin?