Por Hernán Andrés Kruse.-

Cada 25 de mayo conmemoramos la gloriosa gesta de 1810, el comienzo del proceso independentista que culminó el 9 de julio de 1816 en la ciudad de Tucumán. La revolución fue posible porque la protagonizaron hombres de gran relieve como Cornelio Saavedra (presidente de la Primera Junta), Mariano Moreno (Secretario), Juan José Paso (Secretario), Juan José Castelli (Vocal), Manuel Belgrano (Vocal), Miguel de Azcuénaga (Vocal). Manuel Alberti (Vocal), Domingo Matheu (Vocal) y Juan Larrea (Vocal).

De esos próceres emerge la figura de Mariano Moreno. Moreno nació en Buenos Aires el 23 de septiembre de 1778. Se doctoró en leyes y fue, además, periodista y político. Fue uno de los más relevantes impulsores e ideólogos de la Revolución de Mayo. Su actuación como Secretario de Guerra y Gobierno de la Primera Junta fue sobresaliente. Se destacó por la promoción de las ideas liberales y contractualistas. Defendió el libre comercio y los derechos indígenas. Fue autor de la “Representación de los Hacendados”, considerado el informe de economía política más completo de aquel momento. Fundó, con la colaboración de Belgrano, Castelli y Alberti, La Gazeta de Buenos Aires inmediatamente después de instalado el primer gobierno patrio. Fue quien tradujo al español nada más y nada menos que “El Contrato Social” de Jean Jacques Rousseau. Ferviente republicano, se opuso tenazmente al carlotismo, proyecto que proponía la creación de una monarquía independiente de España, cuya titular sería la princesa Carlota Joaquina. Luego de desvincularse de la Junta fue designado diplomático en Londres. No llegó a destino porque en altamar falleció de manera imprevista el 4 de marzo de 1811. Tenía sólo 32 años (fuente: Wikipedia, la Enciclopedia libre).

Muchos no tienen dudas sobre el trágico final de Moreno: se trató del primer crimen político de la historia argentina. En su edición del 4 de marzo del año pasado, Perfil publicó un artículo de Mónica Martín cuyo título es fulminante: “La muerte de Mariano Moreno fue el primer crimen político impune en el país”. Escribió la autora:

“Mariano Moreno murió un 4 de marzo de 1811 en alta mar. Su muerte estuvo rodeada de advertencias, intrigas y traiciones. Mientras vivió se ganó la fama de ser uno de los abogados más filosos e influyentes de la generación de mayo, una virtud que terminaría siendo su condena. Para algunos historiadores, Mariano Moreno fue un líder noble; para otros, un político proanglicista. Hay quienes ensalzaron su perfil democrático, mientras otros vieron en él un demagogo jacobino y anticlerical”. Moreno fue, qué duda cabe, quien dio origen a la grieta en nuestro país. Su personalidad no admitía grises: se lo amaba u odiaba con igual intensidad.

La figura de Moreno es inseparable a la de Cornelio Saavedra, el presidente de la Primera Junta. Escribe Martín: “Unir ambos nombres suena a intersección de calles, pero en su época sonaba a juntar pólvora con dinamita. Ambos representaban dos posturas antitéticas en las internas de la Primera Junta de Gobierno. Mariano Moreno quería cambios profundos en la sociedad rioplatense. Cornelio Saavedra, en cambio, trabajaba para la continuidad del régimen virreinal y sólo planeaba la llegada de los criollos al poder”. Saavedra era, por ende, el emblema del gatopardismo. Moreno, en cambio, lo era de la revolución.

A fines de ese año arribaron a Buenos Aires los diputados del interior para incorporarse al gobierno. El deán Gregorio Funes, desde Córdoba, acusaba a la junta porteña de gobernar en representación de todo el país sin consultar con nadie, salvo con los propios porteños. Tal el inicio de la grieta entre el interior y el poder porteño. El dean Funes, por ende, quería que los diputados del interior se sumaran de inmediato a la Junta ya constituida. Moreno estaba en contra de esa postura. Saavedra, consciente del peligro que significaba Moreno para el equilibrio de poder (y también para sus propios intereses), se alió con los diputados provinciales. Con su apoyo Saavedra contó con los votos necesarios para constituir una Junta Grande federal. La reacción de Moreno fue la esperada: presentó su renuncia, la que no fue aceptada por las autoridades constituidas. Fue entonces cuando solicitó a la Junta Grande permiso para viajar en comisión a Gran Bretaña para buscar apoyo a su postura jacobina.

Jamás llegó a destino. Escribe Martín: “Como se sintió mal durante el viaje, el capitán del barco, Walter Bathurst, le dio 40 gramos de una preparación de antimonio y tartarato de potasa, un vomitivo habitual por entonces, pero no en una concentración tan elevada. Moreno viajaba con su hermano Manuel y Tomás Guido; ambos eran sus secretarios y dijeron que “creían que el capitán lo había envenenado, confabulado con Saavedra”. Su hermano Manuel dijo que el revolucionario tenía un mal presentimiento: “Algo funesto se anuncia en este viaje”. Y luego lo convirtió en una víctima de estado: “El doctor Moreno vio venir su muerte con la serenidad de Sócrates”.

¿Qué rol jugó Saavedra en este crimen político? “Quince días después de la partida de Mariano Moreno, mientras el ex secretario de la Junta viajaba por el Atlántico, Cornelio Saavedra y el deán Funes contrataron a David Curtis Deforest para que viajara a Londres, casi con la misma misión que le habían encomendado a Moreno y para comprar armas para el ejército nacional”. Según el documento dicho convenio entraba en vigencia si previamente Curtis Deforest se ponía de acuerdo con Moreno. Hasta aquí todo normal. Sin embargo, el artículo 11 estipulaba que si el doctor Mariano Moreno fallecía o por algún accidente imprevisto no se encontraba en Inglaterra, Curtis Deforest quedaba autorizado para acordar con Aniceto Padilla en iguales términos que lo habría hecho Moreno. Oh casualidad, Curtis Deforest no necesitó de la presencia de Moreno para acordar con Padilla.

¿Cómo fueron las últimas horas de Moreno con vida? Escribe Martín: “Su hermano relató así el final de Mariano Moreno: “Con visos de mucha agitación, acostado sobre el piso solo de la cámara, se esforzó en hacernos una exhortación admirable de nuestros deberes en el país en que íbamos a entrar, y nos dio instrucciones del modo en que debíamos cumplir los encargos de la comisión, en su falta. Pidió perdón a sus amigos y enemigos de todas sus faltas; llamó al capitán y le recomendó nuestras personas; a mí en particular me recomendó, con el más vivo encarecimiento, el cuidado de su esposa inocente. El último concepto que pudo producir fueron las siguientes palabras: ¡viva mi patria aunque yo perezca¡”.

El crimen quedó impune. En la investigación declaró Pedro Jiménez, oficial de la secretaría de Guerra dirigida por Moreno. Afirmó que le había sugerido que se refugiara en algún lugar que le garantizara su seguridad porque corrían rumores de que su suerte estaba echada. También lo hizo el médico Juan Madera, quien por entonces era director de la Escuela de Medicina y Cirugía. “Estando en Oruro por el mes de marzo de 1811, le oyó exclamar al Padre Azcurra dando gracias a Dios por la separación de Moreno y como asegurando su muerte en los términos siguientes: “Ya está embarcado y va a morir”. Al final de la investigación se lee lo siguiente: “está firmemente persuadido el que declara-Dr. Juan Madera-que el doctor Moreno fue muerto de intento por disposición de sus enemigos”.

Mariano Moreno fue asesinado porque molestaba, porque era un estorbo para sus enemigos. A partir de entonces y hasta el presente serán miles los que serán asesinados por el mismo motivo. Qué duda cabe que nuestra historia se ha escrito con sangre.

A continuación paso a transcribir dos escritos de Moreno publicados en La Gazeta de Buenos Aires que reflejan su pensamiento político (fuente: Mariano Moreno, escritos selectos, Editorial Perrot, Buenos Aires, 1962).

FUNDACIÓN DE LA GAZETA DE BUENOS AIRES (7/6/1810)

“Desde el momento en que un juramento solemne hizo responsable a esta Junta del delicado cargo que el pueblo se ha dignado confiarle, ha sido incesante el desvelo de los individuos que la forman, para llenar las esperanzas de sus conciudadanos. Abandonados casi enteramente aquellos negocios a que tenían vinculada su subsistencia, contraídos al servicio del público, con una asiduidad de que se han visto pocos ejemplos, diligentes en proporcionarse todos los medios que puedan asegurarles el acierto; ve la Junta con satisfacción, que la tranquilidad de todos los habitantes, acredita la confianza con que reposan en el celo y vigilancia del nuevo gobierno.

Podría la Junta reposar igualmente en la gratitud con que públicamente se reciben sus tareas; pero la calidad provisoria de su instalación redobla la necesidad de asegurar, por todos los caminos, el concepto debido a la pureza de sus intenciones. La destreza con que un mal contento disfrazase las providencias más juiciosas, las equivocaciones que siembra muchas veces el error, y de que se aprovecha siempre la malicia, el poco reconocimiento de las tareas que se consagran a la pública felicidad, han sido en todos los tiempos el instrumento que limando sordamente los estrechos vínculos que ligan el pueblo con sus representantes, produce al fin una disolución, que envuelve toda la comunidad en males irreparables.

Una exacta noticia de los procedimientos de la Junta, una continuada comunicación pública de las medidas que acuerde para consolidar la grande obra que se ha principiado, una sincera y franca manifestación de los estorbos que se oponen al fin de su instalación y de los medios que adopta para allanarlos, son un deber en el gobierno provisorio que ejerce, y un principio para que el pueblo no resfríe en su confianza, o deba culparse a sí mismo si no auxilia con su energía y avisos a quienes nada pretenden, sino sostener con dignidad los derechos del Rey y de la Patria, que se le han confiado. El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos.

¿Por qué se han de ocultar a las provincias sus medidas relativas a solicitar su unión, bajo el nuevo sistema? ¿Por qué se les ha de tener de ignorantes de las noticias prósperas o adversas que manifiesten el sucesivo estado de la Península? ¿Por qué se ha de envolver la administración de la Junta, en un caos impenetrable a todos los que no tuvieron parte en su formación? Cuando el Congreso general necesite un conocimiento del plan de gobierno que la Junta Provisional ha guardado, no huirán sus vocales de darlo, y su franqueza desterrará toda sospecha de que se hacen necesarias o temen ser conocidos, pero es más digno de su representación, fiar a la opinión pública la defensa de sus procedimientos y que cuanto todos van a tener parte en la decisión de su suerte, nadie ignore aquellos principios políticos que deben reglar su resolución.

Para el logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a luz un nuevo periódico semanal, con el título de “Gazeta de Buenos Aires”, el cual sin tocar los objetos que tan dignamente se desempeñan en el “Semanario del Comercio”, anuncie al público las noticias exteriores e interiores que deban mirarse con algún interés. En él se manifestarán igualmente las discusiones oficiales de la Junta con los demás jefes y gobiernos, el estado de la Real Hacienda y medidas económicas, para su mejora; y una franca comunicación de los motivos que influyan en sus principales providencias, abrirá la puerta a las advertencias que desee dar cualquiera que pueda contribuir con sus luces a la seguridad de la cierto.

La utilidad de los discursos de hombres ilustrados que sostengan y dirijan el patriotismo y fidelidad, que tan heroicamente se ha desplegado, nunca es mayor que cuando el choque de las opiniones pudiera envolver en tinieblas aquellos principios, que los grandes talentos pueden únicamente reducir a su primitiva claridad; y la Junta, a más de incitar ahora generalmente a los sabios de estas provincias, para que escriban sobre tan importantes objetos, los estimulará por otros medios que les descubran la confianza que pone en sus luces y en su celo. Todos los escritos relativos a este recomendable fin se dirigirán al señor vocal doctor Manuel Alberti, quien cuidará privativamente de este ramo, agregándose por la secretaría las noticias oficiales, cuya publicación interese. El pueblo recibirá esta medida como una demostración sincera del aprecio que hace la Junta de su confianza; y de que no anima otro espíritu sus providencias que el deseo de asegurar la felicidad de estas provincias”.

FUNDACIÓN DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA (13/9/1810)

“Los pueblos compran a precio muy subido la gloria de las armas; y la sangre de los ciudadanos no es el único sacrificio que acompaña los triunfos; asustadas las Musas con el horror de los combates huyen a regiones más tranquilas, e insensibles los hombres a todo lo que no sea desolación y estrépito, descuidan aquellos establecimientos, que en tiempos felices se fundaron para cultivo de las ciencias y de las artes. Si el magistrado no empeña su poder y su celo en precaver el funesto término a que progresivamente conduce tan peligroso estado, a la dulzura de las costumbres sucede la ferocidad de un pueblo bárbaro, y la rusticidad de los hijos deshonra la memoria de las grandes acciones de sus padres.

Buenos Aires se halla amenazado de tan terrible suerte; y cuatro años de glorias han minado sordamente la ilustración y virtudes que las produjeron. La necesidad hizo destinar provisionalmente el Colegio de San Carlos para cuartel de tropas; los jóvenes empezaron a gustar una libertad tanto más peligrosa, cuando más agradable; y atraídos por el brillo de las armas, que habían producido nuestras glorias, quisieron ser militares antes de prepararse para ser hombres. Todos han visto con dolor destruirse aquellos establecimientos de que únicamente podía esperarse la educación de nuestros jóvenes, y los buenos patriotas lamentaban en secreto el abandono del gobierno, o más bien su política destructora, que miraba como un mal de peligrosas consecuencias la ilustración de este pueblo.

La Junta se ve reducida a la triste necesidad de criarlo todo; y aunque las graves atenciones que la agobian no le dejan todo el tiempo que deseara consagrar a tan importante objeto, llamará en su socorro a los hombres sabios y patriotas, que reglando un nuevo establecimiento de estudios, adecuado a nuestras circunstancias, formen el plantel que produzca algún día hombres que sean el honor y gloria de su patria.

Entre tanto que se organiza esta obra, cuyo progreso se irá publicando sucesivamente, ha resuelto la Junta formar una biblioteca pública, en que se facilite a los amantes de las letras un recurso seguro para aumentar sus conocimientos. Las utilidades consiguientes a una biblioteca pública son tan notorias, que sería excusado detenernos en indicarlas. Toda casa de libros atrae a los literatos con una fuerza irresistible, la curiosidad incita a los que no han nacido con positiva resistencia a las letras, y la concurrencia de los sabios con los que desean serlo produce una manifestación recíproca de luces y conocimientos, que se aumentan con la discusión y se afirman con el registro de los libros, que están a mano para dirimir las disputas.

Estas seguras ventajas hicieron mirar en todos tiempos las bibliotecas públicas como uno de los signos de la ilustración de los pueblos, y el medio más seguro para su conservación y fomento. Repútese en horabuena un rasgo de loca vanidad la numerosa biblioteca de Ptolomeo Filadelfo; setecientos mil libros entre el edificio viejo de Ptolomeo Soter, y la nueva colección del templo de Serapis, no se destinaron tanto a la ilustración de aquellos pueblos, cuanto a ser una demostración magnífica del poder y sabiduría de los reyes que los habían reunido. Así, los fines de esta numerosa colección correspondieron al espíritu que le había dado principio; seis meses se calentaron los baños públicos de Alejandría con los libros que habían escapado del primer incendio ocasionado por César, y el fuego disipó ese monumento de vanidad de que los pueblos no habían sacado ningún provecho.

Las naciones verdaderamente ilustradas se propusieron y lograron frutos muy diferentes de sus bibliotecas públicas. Las treinta y siete que contaba Roma en los tiempos de su mayor ilustración, eran la verdadera escuela de los conocimientos, que tanto distinguieron a aquella nación célebre, y las que son hoy día tan comunes en los pueblos cultos de Europa, son miradas como el mejor apoyo de las luces de nuestro siglo.

Por fortuna tenemos libros bastantes para dar principio a una obra que crecerá en proporción del sucesivo engrandecimiento de este pueblo. La Junta ha resuelto fomentar este establecimiento, y esperando que los buenos patriotas propenderán a que se realice un pensamiento de tanta utilidad, abre una subscripción patriótica para los gastos de estantes y demás costos inevitables, la cual se recibirá en la Secretaría de Gobierno (…)”.

Para Moreno era fundamental que el pueblo conociera los actos de gobierno de la Junta. El silencio y el ocultamiento hacen a la esencia de los gobiernos autoritarios y el flamante gobierno patrio se situaba en sus antípodas. Liberal, contractualista y republicano, don Mariano fue el más claro exponente del periodismo militante. En efecto, la Gaceta de Buenos Aires fue el órgano de prensa del flamante gobierno revolucionario y Moreno su ideólogo más relevante.

Para Moreno era fundamental ilustrar al pueblo. De ahí la enorme relevancia que le otorgaba a la biblioteca pública. Para don Mariano educación popular y libertad iban de la mano. En este sentido se adelantó varias décadas al emblema de la educación popular, Domingo Faustino Sarmiento.

¿Hubiera tenido lugar la Revolución de 1810 si Mariano Moreno no hubiera nacido? Seguramente que sí pero sin el brillo que le dio este formidable patriota.

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