Por Hernán Andrés Kruse.-

Una magistral puesta en escena

Si hay una faceta del kirchnerismo que merece ser destacada es su capacidad para transformar actos de gobierno comunes en épicas como la protagonizada por el general San Martín luego de la Revolución de Mayo. Lo que acaba de acontecer con el avión de Aerolíneas Argentinas que viajó sin escala rumbo a Moscú para cargar las primeras dosis de la vacuna Sputnik V no hace más que corroborarlo.

El martes 22 el mencionado avión partió del aeropuerto internacional de Ezeiza rumbo a Moscú. Se trató de un viaje de unas 17 horas aproximadamente y sin escalas. Su objetivo era aterrizar en el aeropuerto internacional de la capital rusa, permanecer en ese lugar hasta cargar todas las dosis convenidas y retornar, también en un vuelo sin escalas, a la Argentina. Punto. Nada del otro mundo. Pero el gobierno nacional, asfixiado por una situación sanitaria y económica gravísima, transformó este vuelo común y corriente en una epopeya, en una proeza sin igual protagonizada por verdaderos superhéroes, es decir, los tripulantes y azafatas de la nave. Fue memorable el tono de voz utilizado por Víctor Hugo Morales durante el carreteo y posterior despegue del avión. Parecía que estaba despidiendo a los primeros astronautas norteamericanos cuyo destino el suelo lunar. Esta mañana (jueves 24) el avión aterrizó en Ezeiza. Los camiones transportando la vacuna escoltados por policías motorizados buscaban el llanto de millones de argentinos desesperados y angustiados. ¡Por fin está en nuestro país la vacuna salvadora! ¡Y todo gracias al presidente Alberto Fernández, el flamante protector de la salud de los argentinos!

Nadie duda de lo relevante que es contar con una vacuna que nos proteja del coronavirus. Lo deleznable es utilizar la adquisición de la vacuna con fines electorales. Porque semejante puesta en escena sólo tuvo como objetivo presentar al gobierno nacional como el gran garante de la salud pública. Y, de paso, presentar a la oposición como un grupo de desalmados que rezan para que la vacuna no sea efectiva. Una vez más la grieta se hizo presente. Pero como alguien dijo alguna vez la única verdad es la realidad. La cuarentena impuesta por el gobierno en marzo fracasó por completo. Los casi 43 mil muertos no hace más que confirmarlo. Desde el gobierno podrán decir que de no haber sido por la cuarentena el número de muertos sería por lo menos el doble. Puede ser pero se trata de una afirmación imposible de demostrar. Lo concreto es que probablemente a mediados de enero ese número ascienda a 50 mil. Para colmo, el gobierno creyó erróneamente-al igual que todos nosotros, cabe reconocer-que para fin de año la pandemia cedería notoriamente. La baja en la contagiosidad y la mortalidad experimentada durante noviembre y parte de diciembre parecía darle la razón al oficialismo. Lamentablemente, en las últimas semanas el número de contagios comenzó a repuntar. Ayer (miércoles 23) los contagios casi alcanzaron los 9 mil. Quedó dramáticamente en evidencia la irresponsabilidad del gobierno de permitir el sepelio de Maradona, una bomba biológica que evidentemente ha estallado. A ello hay que agregar diversas manifestaciones políticas y deportivas que sacudieron el centro porteño en los últimos días. Ante semejante panorama el gobierno se vio en la obligación de presentarle al pueblo antes de fin de año alguna de las vacunas que hoy pululan por el mundo. No pudo ser la norteamericana por razones no esclarecidas. Sí lo fue la rusa pese a que aún no hay información pública validada por el mundo científico sobre su eficacia. Pero ese “pequeño detalle” al gobierno parece no importarle. Lo único que lo obsesiona es, reitero, presentar al pueblo antes de que comience el 2021 una vacuna salvadora, aunque el presidente del país que la produce no le tenga confianza. Esta mañana calmó esa ansiedad. Seguramente en estos momentos el presidente y sus ministros deben estar agradeciendo a Jesús el arribo de la Sputnik V.

Lo real y concreto es que el panorama que se avecina es sumamente complejo. Según lo afirman los especialistas el número de contagios aumentará en las próximas semanas y probablemente suceda lo mismo con el número de muertos. No sería extraño que en cualquier momento se desate en nuestro país una segunda ola de coronavirus. Por lo que se sabe, a partir de la semana que viene comenzará el plan de vacunación. Los primeros en recibir la vacuna serán los miembros del personal sanitario menor de sesenta años que está en la primera línea de combate desde marzo. El problema es que, al menos hasta este momento, no hay ninguna revista científica de renombre que corrobore la eficacia de la vacuna. Y aquí conviene ser muy claro: nadie está en contra de la vacuna rusa, todos deseamos que sea eficaz, que nos proteja del virus. Pero ello no significa zambullirse a una pileta sin agua. No hay que olvidar el mismísimo Putin reconoció públicamente que la vacuna no estaba preparada, al menos por ahora, para ser aplicada en las personas de riesgo, es decir en los mayores de 60 años. Hay que ser, pues, pacientes. Debemos vacunarnos una vez que quede demostrado científicamente que la vacuna es apta. No debemos quedar a mercede de la desesperación de un gobierno que nuevamente quedó detrás de los hechos. No debemos permitir que nos manipulen en un tema tan importante.

La vigencia de la democracia inorgánica

En su edición del 25/12 La Nación publicó un esclarecedor artículo de Sergio Suppo titulado “Anticipo de un país feudal: la república murió en las provincias”. Su idea central es la siguiente: en las provincias la república es una quimera. En ellas está dramáticamente vigente lo que José Luis Romero denominó “la democracia inorgánica”, es decir, el imperio del caudillo, del hombre fuerte que impone su voluntad sin ningún tipo de miramiento. El caso más patético es el de Gildo Insfrán quien se adueñó de Formosa hace un cuarto de siglo. Hoy la provincia norteña es una inmensa propiedad privada poblada por miles de peones. El formoseño hace rato que dejó de ser un ciudadano, un sujeto de derecho. Para Insfrán quien reside en su provincia no es una persona sino un instrumento, un número, un siervo de la gleba. Tiene razón Suppo al decir que para que el habitante del AMBA sea consciente del feudalismo imperante en las provincias debe suceder algo extraordinario. Hace poco la opinión pública se conmocionó con el caso de la nena Abigail que puso al descubierto el feudalismo que impera desde hace décadas en Santiago del Estero.

En las provincias el periodismo independiente brilla por su ausencia. No es difícil imaginar las represalias que sufriría un periodista formoseño que se atreviera a criticar a don Gildo. Los periodistas están obligados a encolumnarse detrás del poder, a rendirle pleitesía al patrón, a postrarse delante suyo. En las provincias gran parte de sus habitantes dependen de las arcas del estado, es decir, de la voluntad del gobernador. Ello explica la increíble cantidad de votos que cosecha el poder en cada elección. ¿A alguien se le puede ocurrir que el voto es realmente libre, que el votante ejerce ese sagrado derecho sin ningún tipo de condicionamiento? En las provincias hay dos clases sociales: por un lado, la oligarquía tradicional y la clase política enriquecida, y por el otro el pueblo empobrecido. La corrupción está institucionalizada. Quien decide formar parte del sistema político no tiene más remedio que corromperse. Las provincias están dominadas por una inexpugnable camarilla corrupta compuesta por las más altas autoridades políticas, el poder judicial, el poder legislativo, la policía, el poder mediático y el poder económico concentrado. En definitiva, quienes habitan en las provincias no son libres salvo los poderosos.

El autor considera que Mendoza y Santa Fe son en cierta medida las excepciones que confirman la regla porque sus respectivas constituciones prohíben la reelección indefinida. Es cierto que Santa Fe no es lo mismo que Formosa. Pero también lo es que en la Bota existen en la política dignos discípulos de Gildo Insfrán. Tal el caso del senador provincial justicialista Armando Traferri. Este personaje es el hombre fuerte de la zona situada al norte de Rosario cuyo epicentro es la ciudad de San Lorenzo. Tan poderoso es que no tuvo problema alguno en colocar a una empleada suya como candidata a la vicegobernación en las últimas elecciones. Apenas asumió como gobernador el rafaelino Omar Perotti, Traferri, en connivencia con el ex gobernador socialista Miguel Lifschitz, le declaró la guerra. Para golpearlo eligió como blanco a su ministro de Seguridad, Marcelo Saín, impotente para frenar la ola de violencia que azota a Rosario.

Hace poco tiempo se produjo un hecho que conmocionó a la Bota. El ex fiscal Gustavo Ponce Asahad, detenido por coimero, dijo que el senador sanlorencino actuó como intermediario entre la justicia y Leonardo Peiti, un empresario que maneja el juego clandestino en el sur de la provincia. A raíz de estas explosivas declaraciones los fiscales Matías Edery y Luis Schiappa Pietra solicitaron el desafuero de Traferri. La reacción corporativa del Senado no se hizo esperar. La mayoría absoluta del cuerpo votó en contra del desafuero. Sólo se pronunciaron a favor los cuatro senadores que responden al gobernador. ¿Qué enseñanza deja este hecho? Muy simple: que en Santa Fe quedan aún muy fuertes residuos de la democracia inorgánica, que el poder está en manos de una poderosa camarilla integrada por altos referentes políticos, altos referentes del poder judicial, miembros de la cúpula policial y, obviamente, los narcos.

Resulta por demás evidente que Facundo Quiroga le está ganando la pulseada a Domingo Faustino Sarmiento.

El día que Racing gritó ¡campeón! luego de 35 años de sequía

El 27 de diciembre de 2001 jamás será olvidado por los hinchas de Racing. Ese día la cancha de Vélez fue escenario de un festejo inolvidable, apoteótico. Luego de 35 años de sequía Racing se daba el gusto de gritar campeón del fútbol argentino. Pero el del Fortín no fue el único estadio que la hinchada llenó en aquella memorable jornada. El otro estadio repleto de hinchas fue el mismísimo Cilindro, escenario de un festejo tan alocado como el de Liniers.

Para disputar con chances el torneo apertura 2001 arribaron como refuerzos importantes jugadores como el arquero Campagnuolo, los defensores Vitali, Maciel y Loeschbor, y los delanteros Gustavo Barros Schelotto y Maceratesi. A ellos hay que sumarles los colombianos Gerardo Bedoya y Viveros. Se complementaron a la perfección con los jugadores que estaban en el plantel como Claudio Úbeda, Chatruc y jóvenes promesas como Lux, el polaco Bastía y “un tal” Diego Milito. El director técnico era nada más y nada menos que un emblema de River, Reinaldo “mostaza” Merlo.

La campaña del campeón fue la siguiente: 19 partidos jugados, 12 ganados, 6 empatados, 1 perdido, 42 puntos, 34 goles a favor y 17 en contra. Los partidos más destacados de la Academia fueron, a mi entender, los siguientes:

26 de agosto: empate de visitante 1 a 1 contra Independiente

30 de septiembre: triunfo de local 4 a 1 contra San Lorenzo

28 de octubre: triunfo de visitante 3 a 2 contra Estudiantes de La Plata

11 de noviembre: empate de visitante 4 a 4 contra Nueva Chicago (se jugó en Liniers)

1 de diciembre: empate de local 1 a 1 contra River

27 de diciembre empate de visitante 1 a 1 contra Velez

El partido clave fue contra River en el Cilindro. Faltaba muy poco para terminar y River, escolta de Racing por un punto, ganaba 1 a 0. Racing necesitaba al menos el empate para conservar la punta. Hasta que apareció el colombiano Bedoya que dentro del área despachó un misil con su pie izquierdo que se metió en el arco justo por debajo del travesaño. Fue seguramente el gol más gritado por la hinchada luego del gol de Cárdenas al Celtic el 4 de noviembre de 1967. Ese gol valió el campeonato.

Pero faltaba la frutilla del postre: el partido contra Vélez. El escenario fue el Amalfitani y la fecha el 27 de diciembre, justo cuando el país se caía a pedazos. Esa tarde Racing formó con Campagnuolo, Vitali, Loeschbor, Ubeda, Bedoya, Maciel, Bastía, Chatruc, G. Barros Schelotto, Estevez y Maceratesi (luego ingresaron “un tal” Diego Milito, Viveros y el Chiche Arano). A los 8 minutos del segundo tiempo Loeschbor conectó de cabeza un tiro libre de Bedoya y puso el 1 a 0. Cuando faltaban pocos minutos empató Vélez pero el campeonato ya estaba en manos de la Academia. Cuando el árbitro Brazenas pitó el final el júbilo académico fue indescriptible. Racing volvía a la cima del fútbol argentino.

Histórica votación

En la madrugada del miércoles 30, 38 senadores votaron a favor del aborto legal mientras que 29 votaron en contra, registrándose una abstención. En las calles adyacentes al Congreso las/los partidarias del aborto legal dieron rienda suelta a un júbilo indescriptible mientras que las/los enemigas del aborto legal no pudieron ocultar su bronca y frustración. Atrás quedaron varias horas de intenso debate que se definió por una diferencia más amplia de la imaginada.

La votación significó un gran triunfo político de Alberto Fernández, principal promotor del aborto legal. Luego de un año donde hubo muchos más sinsabores que alegrías la aprobación del aborto legal significó un fuerte espaldarazo a su gestión. “A partir de ahora seremos una sociedad mejor”, sentenció. No creo que ello vaya a suceder. En 1987, por ejemplo, fue aprobado el divorcio y la sociedad no mejoró en lo más mínimo. Lo que sí es seguro que a partir de ahora las mujeres que decidan abortar podrán hacerlo en condiciones sanitarias que garanticen su salud. Las mujeres de escasos recursos quedan a partir de esta ley equiparadas con las mujeres adineradas, lo que significa un gran adelanto en materia de derechos. Con la legalización del aborto desaparece la clandestinidad, factor esencial a la hora de comprender la elevadísima cantidad de mujeres muertas luego de abortar.

Conviene reiterarlo todas las veces que sea necesario: nadie está a favor del aborto. En efecto, nadie se pone contento cuando se entera que una mujer decidió abortar. Se trata de una experiencia por demás traumática que marca a la mujer de por vida. Todos, entonces, estamos en contra del aborto. Todos, es decir, los que estamos a favor de su legalización y quienes están en contra. Con la aprobación del aborto legal ninguna mujer será a partir de ahora estigmatizada por haber tomado la decisión de abortar. Lo que antes era patrimonio exclusivo de las mujeres ricas-abortar en clínicas bien equipadas-ahora pasa a ser patrimonio de todas las mujeres. Estamos en presencia de un profundo proceso de democratización de la interrupción del embarazo.

Lamentablemente, la legalización del aborto ahondará la grieta. En efecto, la gran derrotada-la Iglesia-jamás perdonará semejante afrenta. Para ella el derecho a la vida es uno de sus principales dogmas. Desconocerlo implica lisa y llanamente un ataque contra su esencia. La decisión del Senado de legalizar el aborto significó un golpe directo a su mandíbula, una declaración de guerra. A partir de ahora para los purpurados Alberto Fernández es un enemigo. En consecuencia, debe ser destruido. Para empeorar el escenario el papa Francisco es nada más y nada menos que el sacerdote Jorge Bergoglio, quien debe considerar a la decisión senatorial un ataque contra su persona.

Confieso que nunca pensé que llegaría a ver el momento en que el Congreso sancionara la legalización del aborto. Evidentemente la Iglesia perdió parte de su histórico poder espiritual. Y también parte de su autoridad moral. Su defensa corporativa de los casos de pedofilia que la vienen sacudiendo desde hace tiempo, no ha hecho más que minar su credibilidad. Una pregunta que siempre me formulé es la siguiente: ¿cómo hubiera reaccionado Jesús frente a la legalización del aborto? Al haber sido el gran abanderado de los pobres lo más probable es que la hubiera apoyado. Pero Jesús hubo uno solo. Lo mismo cabe decir sobre Pedro. Lamentablemente, gran parte de los sucesores de Pedro fueron abanderados de las clases pudientes, de los poderosos, de numerosos tiranos que asolaron a los seres humanos. Ellos siempre se manifestaron contrarios al aborto legalizado.

Con la legalización del aborto nada será igual de aquí en delante en lo que se refiere a la relación entre el poder político y el poder espiritual. La Iglesia se siente ofendida, ultrajada. Ese sentimiento, qué duda cabe, traerá consecuencias.

A propósito del artículo de Aleardo Laría Rajneri “Una legítima preocupación” (*)

En su interesante artículo Aleardo Laría Rajneri menciona a Pierre Rosanvallon, autor, debo confesar, desconocido para mí. Buceando en Google me encontré con esta lúcida reseña de su libro “La contrademocracia. La política en la era de la desconfianza” cuyo autor es Juan Zuluaga Díaz (Papel Político. Pontificia Universidad Javeriana-Colombia-2008). A continuación paso a transcribirla.

Introducción

El historiador y filósofo político Pierre Rosanvallon, director de Estudios de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) y profesor del Collége de France, analiza en su más reciente texto el desarrollo histórico y el devenir de la democracia en cuanto a los mecanismos de control y resistencia de las sociedades civiles frente al poder de los elegidos. El objeto del texto es el de “comprender las manifestaciones de la desconfianza en un marco global que reubique de manera articulada y coherente sus características más profundas, es decir, en síntesis, entenderlas en cuanto conforman políticamente un sistema” (Rosanvallon, 2007, p. 25). Para tal propósito, el autor intenta describir la tensión y la complementariedad entre los mecanismos del régimen electoral-representativo y las prácticas y mecanismos de la organización de la “desconfianza” ciudadana.

La sociedad de la desconfianza

Teniendo como base la historia de la democracia, Rosanvallon inicia el análisis señalando la discordancia en aquello que la teoría de los regímenes representativos habían ligado al proceso electoral: la legitimidad y la confianza. Aquí se resalta y se describe el carácter fundamental de estas cualidades políticas, su diferente naturaleza y su disociación, que ha sido la constante en los regímenes democráticos, constituyéndose en un problema central en la historia de los mismos. Señala el autor que en las cuestiones de la legitimidad se han centrado los principales estudios de historia y teoría política, al tiempo que la mayor parte de los esfuerzos se han realizado en búsqueda de ella, a través de una mayor participación en las urnas u otros mecanismos de democracia directa. No obstante, de manera paralela, se han venido desarrollando un conjunto de prácticas, de contrapoderes, que intentan compensar la erosión de la confianza mediante la organización de la desconfianza. Si bien esta dimensión ha sido objeto de análisis puntuales, estos no han sido resituados en un conjunto articulado dentro del propio sistema democrático, de su historia y su teoría, lo cual constituye parte de la novedad de la propuesta de Rosanvallon. Dentro de lo que el autor plantea como expresión de la desconfianza a lo largo de la historia, señala dos grandes vías, la liberal y la democrática. En la primera, distingue algunos pensadores liberales del siglo XVIII, en cabeza de Montesquieu, los cuales ven en la desconfianza un “poder de prevención”, mostrando un interés central por la forma de contener la acumulación de poderes y no por la constitución de un gobierno bueno y fuerte. En cuanto a la vía democrática, en la cual se inscribe el análisis de Rosanvallon, la expresión de la desconfianza busca como objetivo el velar porque el poder sea fiel a sus compromisos, centrándose en la puesta a punto de mecanismos de control y veeduría ciudadana que actúen como contrapoderes. Esta desconfianza democrática se expresa, según el autor, de múltiples maneras, entre las que distingue tres modalidades principales: 1) los poderes de control; 2) las formas de obstrucción, y 3) la puesta a prueba a través de un juicio. “A la sombra de la democracia electoral-representativa, estos tres contrapoderes dibujan los contornos de lo que propongo llamar como contrademocracia” (Rosanvallon, 2007, p. 27). Así vista, la contrademocracia no es lo contrario de la democracia, sino una forma de democracia que se antepone a la otra —con la cual conforma un sistema—, y que está constituida por poderes indirectos diseminados en la sociedad. Para Rosanvallon, la importancia y amplitud de estos poderes indirectos hace de esta condición una verdadera forma política, bajo la cual se organiza la desconfianza frente a la democracia de la legitimidad electoral.

La democracia de control

Si bien la dimensión más evidente del principio democrático la constituye el derecho de sufragio, mediante el cual se intenta dar legitimidad a los gobiernos, este vínculo electoral no ha sido prerrogativa para obligar a los elegidos a mantener sus compromisos. Frente a esta condición se superpuso la práctica efectiva de un cuestionamiento permanente y una presión organizada de manera más difusa y más exterior que sirviera de contrapoder. Señala Rosanvallon que desde los años próximos a la revolución francesa se designa esta forma complementaria de soberanía como el “Control”; cuando se habla de control estamos hablando de mantener una mirada permanente sobre los actos de los gobernantes, un estado de alerta que permita la vigilancia sistemática de sus actuaciones. Este control trata de encastrar la legitimidad electoral con la legitimidad social, haciendo de la reputación un factor determinante de la confianza en los individuos o en los regímenes. Entre las modalidades de estos poderes de control, Rosanvallon destaca la vigilancia, la denuncia y la calificación. La idea de vigilancia de las actuaciones de los gobernantes se da, en primera instancia, como una vigilancia cívica, la cual es directamente política, manifestándose en intervenciones de prensa, de asociaciones, de sindicatos, huelgas, etc. Después aparece otra forma de vigilancia, llamada por el autor como vigilancia de regulación, que se manifiesta como un flujo continuo de evaluaciones y críticas a un nivel muy descentralizado, y que opera a través de canales como encuestas o informes, intervención en las comisiones especializadas o la publicación de reportajes, influenciando los debates sobre la sociedad y estableciendo al público como una suerte de termostato regulador de las decisiones políticas. De esta manera, la figura del ciudadano-vigilante se superpone a la del ciudadano-elector.

Señala Rosanvallon que la vigilancia se declina en la segunda modalidad de poder de control: la denuncia. Esta modalidad se extiende de manera vigorosa durante el tiempo de la revolución, y se la vincula directamente con la acción cívica. Se trata del control de los actos de los gobernantes por medio de la publicidad, dando a conocer, haciendo saber, develando las malas formas o las actuaciones inconvenientes de los mismos. Apunta el autor que durante el siglo XIX la denuncia perdió algo de su fuerza original para decantarse hacia el escándalo, donde se mezclan dos dimensiones: la estigmatización de los poderes y la fe en las virtudes políticas de la transparencia. El escándalo promueve una conversión en la mirada y cumple la función de presión y regulación, al tiempo que propone una lección de civismo, aunque puede caer en una versión populista con la estigmatización de los poderes. Esta modalidad de control resulta de suma importancia en el mundo contemporáneo, donde toma cada vez mayor valor la idea de transparencia en el universo político, y en donde la denuncia afecta directamente el capital simbólico y la reputación de los involucrados. En cuanto al tercer poder de control, la calificación, apunta el autor que este “consiste en una evaluación documentada, técnicamente argumentada, a menudo cuantificada de acciones particulares o de políticas más generales” (Rosanvallon, 2007, p. 66). En este caso, el objetivo es el de peritaje de la calidad y la eficacia de la gestión. También es una reputación la que se pone a prueba, pero de orden técnico; en algunos casos, sirve como escudo protector frente a la crítica o a la oposición como también para la emergencia de contrapoderes (organizaciones, instituciones, ONG especializadas en evaluación y calificación). Luego de la ampliación de estas modalidades de formas de control, Rosanvallon entra a desgranar otros aspectos de lo que él llama la contrademocracia. Describe pues a los actores del control, donde destaca el paso del control como actividad multiforme de la sociedad a una forma de actividad mediática, en donde la prensa se manifiesta como el poder contrademocrático por excelencia durante el siglo XIX. Ya en el siglo XX, se posicionan otros agentes e instancias como organizaciones ciudadanas, autoridades de vigilancia independientes, así como un nuevo tipo de instancias de evaluación y nuevas formas políticas como Internet.

La soberanía de la obstrucción

Dentro del modelado que hace Rosanvallon de su teoría señala lo que para él constituye la segunda dimensión de la contrademocracia: el poder de obstrucción. Esta figura del universo contrademocrático atañe al derecho de resistencia que históricamente han tenido los pueblos para estatuir, impedir, modificar o anular las actuaciones de sus gobernantes o las condiciones del régimen. Con el advenimiento del sufragio universal se dieron nuevos enfoques de esta capacidad, como la emergencia de un poder organizado de oposición que consolida lo que se denomina como “soberanía crítica”, la cual da paso hoy en día hacia lo que considera el autor como una política negativa. En búsqueda de las distintas manifestaciones en el tiempo de esta dimensión de contrapoder, Rosanvallon realiza un barrido histórico de las formas que adopta la resistencia y la obstrucción tanto en la antigua Roma (tribunos del pueblo) como en la Edad Media, la época prerrevolucionaria y las sociedades modernas, así como la reflexión política de algunos autores como Althusius y Fichte en torno a la idea de un contrapoder de oposición y a una soberanía crítica. Aquí señala el autor que, dadas las condiciones socioculturales del mundo contemporáneo, se configuró igualmente la crisis de la representación social y la política para dar paso a la sensación de vacío. En este contexto, al que denomina como la “era de la deselección”, la institucionalización de la oposición ya no puede constituir el horizonte de una perspectiva de estructuración del poder de obstrucción en la democracia, imponiéndose así la política negativa, que consiste en la entrada en una democracia de sanción, donde las elecciones son más un juicio sobre el pasado que una oportunidad de optar por diversas orientaciones. “Ya no se trata de distinguir sino de eliminar”. Es de resaltar que el ciudadano moderno no solo dispone del voto para manifestar su rechazo, sino que también puede tomar parte en acciones más difusas de obstrucción como manifestaciones callejeras, movimientos de opinión y derecho al veto, entre otros.

El pueblo juez

Si bien el controlar y el impedir son dos maneras de condicionar a los gobernantes, existe una tercera dimensión de la contrademocracia, el enjuiciamiento. Juzgar consiste en examinar una conducta o una acción, prolongando el ejercicio de una sospecha y haciendo necesario que se llegue a una conclusión definitiva (Rosanvallon, 2007, p. 191). Cuando Rosanvallon destaca la prueba de un juicio, no lo reduce al ejercicio de un poder judicial autónomo sino que está ligado en profundidad a la idea de un juzgamiento de los gobernantes por la sociedad, entendiendo que los ciudadanos quieren alcanzar como jueces lo que consideran no haber podido alcanzar como electores. Otro aspecto que rescata el autor de las actividades del ciudadano juez, cuando este hace parte de un jurado civil, es la de restablecer o modificar el espíritu de la ley en la formulación de los veredictos. En este caso se trata de una actividad correctora. Después de revisar en retrospectiva el papel del enjuiciamiento a los gobernantes en diferentes sociedades y en distintas épocas, Rosanvallon encuentra en este el poder de las minorías, de los dominados o de los electores para examinar, responsabilizar o revocar el mandato de los funcionarios electos. Tanto los tribunales del pueblo en Atenas, el jury de la Edad Media, el Impeachment inglés como el recall en Estados Unidos, son procedimientos que permiten considerar el juicio como forma política en la que los ciudadanos participan no solo de un acto deliberativo, sino también como productores de normas. Esta dimensión de la contrademocracia toma vital importancia con el desplazamiento en nuestros días de lo político a lo penal, en donde las actuaciones políticas, cada vez más difíciles de imputar políticamente, conllevan una responsabilidad penal. Puede decirse, entonces, que nos encontramos en el paso de las democracias de confrontación y de representación a las de imputación, lo cual conlleva a un aumento de poder de los jueces, en lo que se ha denominado “gobierno de los jueces”.

La democracia impolítica

Si bien la tendencia hoy en día en cuanto al discurso sobre la política es la de considerar que existe una amplia despolitización de los ciudadanos, según Rosanvallon esto no sería del todo cierto, pues aunque deba considerarse cierta apatía con respecto a la participación y la actividad directamente política, se están generando cada vez más ejercicios indirectos de soberanía de acuerdo con formas no organizadas por las constituciones, unas formas de participación no convencional, que indican no una nueva era de apatía política, ni un repliegue a la esfera privada, sino una mutación en la relación del ciudadano con la política. Según Rosanvallon, el problema hoy no sería el de la despolitización sino el de la impolítica, que sería la falta de aprehensión global de los problemas ligados a la organización de un mundo común. Esto representa un aumento de la distancia en la relación entre la sociedad civil y las instituciones, la cual muestra un carácter complejo y problemático en el que se mezclan elementos positivos de aumento de poder social y las tentaciones populistas reactivas que facilitan la fragmentación y la diseminación a cambio de la coherencia y la globalidad

(*) El cohete a la luna, 28/12/020

El bautismo del trumpismo

El miércoles 6 tuvo lugar en Washington un hecho sin precedentes en la historia de Estados Unidos. Cuando se estaba llevando a cabo en el Capitolio la certificación de los votos del Colegio Electoral una turba trumpista hizo su ingreso con el objetivo de torpedear la sesión. Las escenas que captó la televisión fueron sencillamente dantescas. Se pudo observar a varios simpatizantes del presidente trepar por los muros como monos para ingresar al Congreso y a un joven disfrazado de vikingo o algo parecido que parecía ser el líder de la turba. La sesión, obviamente, se interrumpió y los congresistas temieron lo peor. El vicepresidente Mike Pence decidió no avalar este intento de sedición mientras varios funcionarios de Trump presentaban su renuncia. Un enfurecido Joe Biden habló por televisión. Destacó los valores de la democracia, la tolerancia, la decencia y el honor, y acusó a los manifestantes de protagonizar un acto de sedición. Minutos más tarde habló Trump quien le pidió a sus seguidores que mantuvieran la calma mientras los azuzaba recordándoles que la elección había sido escandalosamente fraudulenta. Al anochecer las fuerzas de seguridad lograron restablecer la calma en el interior del Capitolio y la ceremonia continuó. Lamentablemente, hubo que lamentar cuatro víctimas fatales y varios heridos.

El hecho conmocionó no sólo a Estados Unidos sino al mundo entero. Nadie imaginó que algo así podía llegar a suceder en la democracia más poderosa del mundo. Pero sucedió. Y si la sedición no tuvo éxito fue quizás porque Trump careció del apoyo del partido republicano y de las fuerzas del orden. Delante de las cámaras de televisión Biden aseguró que los manifestantes expresaban a minúsculos grupos radicalizados, intolerantes y extremistas. Evidentemente trató de minimizar el hecho. Pero la realidad es clara y contundente. En las elecciones del pasado 3 de noviembre Trump fue votado por 75 millones de personas. Es cierto que no le alcanzó para obtener la reelección pero ese número no deja de ser sorprendente. Porque luego de cuatro años de ejercicio del poder Trump puso al descubierto su complicada personalidad. Estados Unidos estuvo regido entre el 20 de enero de 2017 y el 20 de enero de 2021 por un megalónamo, cínico y soberbio. Jamás ocultó su racismo y xenofobia. La república imperial fue gobernada por alguien que se creyó un emperador, un ser tocado por la varita mágica para asegurar a Estados Unidos su destino de grandeza. Si no ejerció el poder como un verdadero déspota fue porque en ese país las instituciones de la república son muy sólidas. Pero de haber tenido la oportunidad no hubiera duda un segundo en aplastar todo vestigio de independencia de los poderes.

Los votos obtenidos por Trump en noviembre evidencian hasta qué punto un importante sector de la sociedad norteamericana se siente identificada con su forma de ser y su pensamiento. Es por ello que la turba que invadió por unas horas el Capitolio lejos está de ser una minoría ínfima, como señaló Biden. Por el contrario, es probable que represente a un buen número de esos 75 millones de ciudadanos que respaldaron a Trump en las urnas. Son millones los norteamericanos que creen que se trató de una elección fraudulenta y que seguramente aplaudieron en la intimidad de sus hogares el acto de barbarie protagonizado por la turba. Son millones los ciudadanos de la república imperial que estuvieron de acuerdo con un hecho que Biden tildó de acto sedicioso indigno e inmoral.

Es probable que el 6 de enero haya surgido en Estados Unidos el trumpismo, un fenómeno político, social y cultural que germinó desde el instante en que Trump logró que el partido republicano apoyara su candidatura presidencial en 2016. Durante su presidencia el magnate fue una máquina de acumular poder y de hacer enemigos por doquier, tanto en su país como en el exterior. Fue una expresión, si se quiere, de populismo a la norteamericana. En efecto, Trump es un claro exponente del líder carismático, del presidente que ejerce el poder de manera personalista y autoritaria. Se acerca, pues, a líderes como Perón y Chávez, por ejemplo. Es el conductor del sector populista y de ultraderecha del partido republicano. Es el emblema del racismo que corre por las venas de millones de norteamericanos.

Trump dio origen al trumpismo. El tiempo dirá si se consolidará. Pero conviene no subestimarlo. Si se desarrolla y finalmente se institucionaliza, el trumpismo puede poner fin al histórico bipartidismo norteamericano. No sería extraño que Trump bendiga la carrera política de alguno de sus hijos para que asegure la continuidad del trumpismo más allá del propio Trump. Por ahora son todas conjeturas. Lo real y concreto es que se está en presencia de un fenómeno de masas inédito en Estados Unidos y que puede significar un punto de inflexión histórica.

Una norma que nació sin vida

Acorralado por el rebrote del coronavirus el presidente de la nación firmó en las últimas horas el decreto que dispone nuevas pautas para que los gobernadores restrinjan la circulación. Estipula lo siguiente:

ARTÍCULO 1°.- CONDICIÓN EPIDEMIOLÓGICA Y EVALUACIÓN DE RIESGO.

En el marco de lo establecido en el primer párrafo del artículo 4° del Decreto N° 1033/20, se define que existe alto riesgo sanitario y condiciones epidemiológicas que ameritan por parte de los Gobernadores y las Gobernadoras de Provincias y del Jefe de Gobierno de la CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES, adoptar medidas de limitación de la circulación, cuando se cumplan los siguientes parámetros sanitarios:

La razón de casos, definida como el cociente entre el número de casos confirmados acumulados en los últimos CATORCE (14) días y el número de casos confirmados acumulados en los CATORCE (14) días previos, sea superior a UNO COMA VEINTE (1,20).

Y la incidencia definida como el número de casos confirmados acumulados de los últimos CATORCE (14) días por CIEN MIL (100.000) habitantes, sea superior a CIENTO CINCUENTA (150).

ARTÍCULO 2°.- NOCTURNIDAD. SITUACIONES QUE FAVORECEN LA CIRCULACIÓN DEL VIRUS.

Observando la dinámica de la transmisión de los nuevos contagios del virus SARS-CoV2, las autoridades provinciales y de la CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES, con el objetivo de evitar situaciones que puedan favorecer su propagación, deberán priorizar la limitación de la circulación en el horario nocturno, dado que, a partir de la experiencia nacional e internacional, se ha podido establecer que las actividades que conllevan alto riesgo de transmisión son las que implican contacto estrecho prolongado en espacios cerrados con escasa ventilación o abiertos que involucran la concentración de personas, dificultan el uso de tapabocas/ nariz y el mantenimiento de la distancia física.

ARTÍCULO 3°.- ARTICULACIÓN.

Con el fin de colaborar con el monitoreo de los indicadores mencionados en el artículo 1°, el MINISTERIO DE SALUD de la Nación articulará con las autoridades sanitarias de las distintas jurisdicciones.

ARTÍCULO 4°.- CONTROL. COOPERACIÓN.

En aquellos casos en los cuales los Gobernadores y las Gobernadoras de Provincias o el Jefe de Gobierno de la CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES adopten medidas que limiten la circulación de las personas podrán requerir al MINISTERIO DE SEGURIDAD de la Nación o a otras autoridades del Sector Público Nacional su cooperación para realizar controles en rutas, vías de acceso, espacios públicos y demás lugares estratégicos que determinen con el fin de coadyuvar a garantizar el cumplimiento de las medidas de protección sanitaria que evitan la propagación del virus.

ARTÍCULO 5°.- El presente decreto entrará en vigencia el día de su publicación en el BOLETÍN OFICIAL.

ARTÍCULO 6°.- Comuníquese, publíquese, dese a la DIRECCIÓN NACIONAL DEL REGISTRO OFICIAL y archívese.

Como sucedió con otros decretos a lo largo de la pandemia esta norma ya cayó en saco roto. Las probabilidades de que sea acatada por la población son prácticamente nulas. A esta altura de los acontecimientos todo lo que haga el gobierno para obligar a los argentinos a cuidarse será completamente inútil. La sociedad está cansada, agotada, no está dispuesta a acatar ninguna orden gubernamental. Lo más probable, entonces, es que el número de contagios y de muertos se incremente en las próximas semanas, lo que no hará más que agravar un panorama harto complejo.

¿Por qué se llegó a una situación tan dramática? ¿Porqué un gran porcentaje de jóvenes han resuelto desafiar al gobierno? ¿Por qué el gobierno se muestra impotente y desorientado? Allá por marzo del año pasado el presidente impuso una cuarentena que fue altamente eficaz en sus comienzos. En efecto, durante los meses de abril y mayo el pueblo se quedó en su casa soportando estoicamente el encierro y la malaria económica. Resulta por demás evidente que el gobierno se enamoró de la cuarentena, que Alberto Fernández se valió de ella para construir poder. Pero a partir del invierno el número de contagios y muertos comenzó a aumentar de manera exponencial. Y gran parte de la sociedad comenzó a hartarse de la cuarentena. Quedaba dramáticamente en evidencia, ante el fracaso de la cuarentena, la incapacidad del gobierno para encontrar otra estrategia más eficaz.

Cuando parecía que todo se desmadraba irremediablemente la pandemia comenzó a ceder. Entre fines de octubre y comienzo de noviembre el número de contagios y muertos mermó de manera considerable, lo que llevó al gobierno a suponer que el Covid 19 estaba en retirada. Fue entonces cuando avaló de hecho el fin de la cuarentena. Y millones de argentinos comenzaron a actuar creyendo que se había vuelto a la normalidad. El jueves 26 de noviembre tuvo lugar el impresionante sepelio de Maradona. Miles y miles de acongojados argentinos se agolparon para darle el último adiós al astro. Esa fenomenal demostración de afecto puso en evidencia la irresponsabilidad de las autoridades y de los seguidores de Maradona. Un mes más tarde, cuando expiraba el traumático 2020, las adyacencias del Congreso fueron cubiertas por miles de mujeres que esperaban ansiosas la votación en el Senado de la legalización del aborto. ¿Y el riesgo de contagiarse el coronavirus? Bien gracias.

En los últimos días el virus les recordó al pueblo y al gobierno que no había desaparecido, que simplemente se había tomado un descanso para retornar con más bríos que nunca. En la primera semana de enero el promedio de contagios fue de 13.500, un número altísimo, cercano al récord de 18.000 del semestre pasado. El gobierno quedó en estado de shock. Seguramente no debe haber imaginado semejante rebrote. Obnubilado y aturdido, atinó a defenderse con la única arma de que dispone: las restricciones a la circulación. El decreto de las últimas horas es la manifestación por escrito de ese estado de ánimo. El problema es que la sociedad no es la misma que la de marzo del año pasado. El gobierno tampoco es el mismo. Lamentablemente, después del sepelio de Maradona perdió toda autoridad moral para exigirle al pueblo un nuevo encierro. En consecuencia, la única esperanza es la vacuna. Como lo sostienen los expertos sólo cuando se obtenga la inmunidad de rebaño estaremos en condiciones de cantar victoria. Mientras tanto el gobierno no tendrá más remedio que apelar a la responsabilidad de cada argentino y argentina, cualidad que, por lo que se viene observando, brilla por su ausencia.

Escalofriante informe

Desde hace mucho tiempo que Rosario se ha transformado, especialmente los barrios que bordean el centro, en zonas liberadas donde la vida no vale absolutamente nada. Las diversas bandas ligadas al narcotráfico han transformado dichos barrios en zonas de guerra ante la pasividad de la policía, del poder judicial y el poder político. En las últimas horas Hernán Lascano, periodista de La Capital especializado en cuestiones policiales, publicó un esclarecedor artículo que corrobora lo recién manifestado.

La mitad de los baleados en Rosario en 2020 fueron atacados a menos de 500 metros de sus domicilios

11/1/021

“La mitad de las personas que sufrieron heridas de armas de fuego en Rosario durante todo 2020 fueron atacadas a menos de 500 metros lineales de sus domicilios. Como los agresores en general provienen de los mismos entornos la circunstancia habla del carácter muy focalizado de los conflictos, es decir que los desafíos para esclarecer y contener estas pujas se circunscriben al estudio de los movimientos de grupos en una misma área. Un rasgo muy destacado de la violencia en Rosario se verifica en los registros de heridos de arma de fuego. En todo el año pasado, en que las balaceras se convirtieron en fenómeno criminal de primer orden, las franjas etarias más jóvenes volvieron a ser las más castigadas por los ataques con disparos. Cuatro de cada diez heridos en la ciudad fueron varones menores de 25 años. Es interesante observar estos números por el amplio dominio que las balaceras tuvieron con objetivos muy distintos. Los heridos surgen de acciones en la que los atacantes, por determinación propia o por mandato de terceros, vaciaron cargadores por motivos muy diversos. Hubo balaceras para correr a gente de sus casas, para afianzar territorio, para dominar a otras bandas, con fines de venganza, para cobrar deudas o para concretar extorsiones. Como resultado de estos dispersos móviles en Rosario se produjeron el año pasado 871 heridos de arma de fuego. Lo que implica que por cada homicidio concretado hubo cinco lesionados por balazos que conservaron la vida.

Un estudio de tres organismos de la provincia dedicados a estadística criminal acaba de arrojar interesantes conclusiones sobre este particular fenómeno de la violencia que afecta fuertemente la convivencia social y la gobernabilidad política. Trabajaron el Observatorio de Seguridad Pública del Ministerio de Seguridad, El Departamento de Informaciones Policiales (D2) y la Secretaría de Política Criminal del Ministerio Público de la Acusación (MPA). Las deducciones en base a la estadística oficial de 2020 tienen a estos datos como más destacados de Rosario:

  • En la ciudad de Rosario la tasa de heridos de arma de fuego supera las 72 personas cada 100 mil habitantes, lo que implica casi cinco puntos más que en todo el departamento, ya que concentra el 83 por ciento de los hechos. Villa Gobernador Gálvez tiene un registro más alto que Rosario: allí hubo 77 heridos cada 100 mil habitantes. Un alto índice también se verificó en Granadero Baigorria, ciudad sacudida por una oleada especial de violencia el año pasado, con 51 heridos cada 100 mil habitantes.
  • En el departamento Rosario hubo 871 heridos a balazos en 2020 que sobrevivieron. En el mismo año el total de homicidios dolosos alcanzó a 214 personas, de las cuales cerca de un 80 por ciento, es decir 172, fueron víctima de disparos. Vale decir que por cada muerte por tiros hubo cinco heridos de bala. La tasa de letalidad en relación a incidentes con disparos con armas de fuego orilló el 20 por ciento.
  • Como pasa históricamente, los hechos que terminan con heridos de bala se distribuyen de manera dispar en el territorio de la ciudad. La zona central de Rosario y las áreas próximas al río hacia el norte casi no registran casos. La concentración territorial aparece muy marcada hacia los distritos barriales, en especial en el distrito Oeste, así como los distritos Sur y Sudoeste, como también con acumulaciones hacia el norte.
  • Con respecto a la mayor incidencia barrial, los casos más reiterados aparecen en Bella Vista y Villa Banana, Barrio Alvear, Barrio Triángulo y Moderno, así como barrio Godoy en el extremo oeste de la ciudad, casi en el límite con Pérez. En el margen sur es relevante el corredor comprendido entre barrios Tablada hasta Las Flores, pasando por Villa Manuelita, el complejo municipal de avenida Grandoli, proyectando hacia los barrios Flammarión y Villa Moreno en el sudoeste, la zona donde tiene predominio la banda de Brandon Bay. También hay otros focos de importante concentración en los barrios Empalme Graneros y Ludueña y más hacia el norte en un círculo en torno de Nuevo Alberdi. El área central de la ciudad y las zonas cercanas al río hacia el norte tienen una baja incidencia de estos hechos.
  • Otro dato notorio es que vuelve a ser importante la baja de la edad entre los heridos. La franja de 20 a 24 años vuelve a ser la más significativa superando los 150 casos de los 871. Cuatro de cada diez heridos de bala son menores de 25 años. Se aprecia como siempre una mayor cantidad de víctimas jóvenes varones sobre el total.
  • Un guarismo igualmente relevante en los casos de heridos con arma es que vuelve a estar considerado es la distancia entre el lugar del hecho y el domicilio de la víctima. Aquí surge algo interesante para el análisis criminal: más de la mitad de los heridos de arma de fuego en Rosario fueron lesionados a menos de 500 metros de sus domicilios. El porcentaje se amplía a 7 de cada diez si se considera un radio de mil metros.

Esto lo que marca es el carácter focalizado de los conflictos, porque la mayoría de los agresores suelen ser de la misma zona, según los análisis reticulares que da el sistema de incidencias priorizadas, que es el trabajo que arroja la base de datos policial del Ministerio de Seguridad. También marca la estrechez de los recorridos vitales de ofensores y víctimas porque en general las disputas son entre personas que tienen poco movimiento de sus zonas. Los casos que suceden a más de 3 mil metros del domicilio de la víctima acumulan en 20 por ciento de los hechos totales con los que se cuentan datos. Este año comenzó en Rosario con 77 personas heridas por arma de fuego registradas en enero. La cifra fue en descenso hasta abril en consonancia con las medidas de aislamiento. Pero a partir de allí escalaron. En julio hubo un aumento importante y en noviembre también. Las cifras registradas para el año 2020 crecieron apenas por encima de las de los años 2017, 2018 y 2019, ubicándose apenas por encima de ellas.

La mayoría de los lesionados con arma se producen a partir de las 18 y hasta las 6 de la mañana. Los hechos de violencia de este tipo ocurren en Rosario más marcadamente los sábados y domingos. El 89 por ciento de los heridos fueron varones. En relación a toda la provincia, es notoria la concentración de casos en las dos ciudades más grandes: nueve de cada diez hechos con heridos de arma de fuego tuvieron como escenario los departamentos Rosario (871 casos) y La Capital (500 casos). En las ciudades cabecera de los dos mayores departamentos se produjeron ocho de cada diez casos. La tasa de heridos de bala más alta se dio en el departamento que tiene como ciudad principal a Santa Fe donde hubo 85 baleados cada 100 mil habitantes. Luego le sigue el departamento Rosario con 67 cada 100 mil. Con valores mucho más bajos, le siguen los departamentos Castellanos, San Lorenzo, Constitución e Iriondo, con tasas que superaron los 15 heridos cada 100 mil habitantes”.

El aporte de Maurice Duverger (*)

29/8/011

A comienzos de la década del cincuenta del siglo pasado Maurice Duverger publicó su libro “Los partidos políticos”, el primer intento por sistematizar esta cuestión fundamental de la ciencia política. Duverger comienza su teoría de los partidos políticos abordando su génesis. Los verdaderos partidos políticos emergieron allá por 1850, un siglo antes de la aparición de su clásica obra. En aquel entonces, salvo Estados Unidos, ningún país del mundo (del mundo occidental, se entiende) albergaba partidos políticos según el significado moderno de la expresión. Ello no significa que no hubiera actividad política-opiniones políticas, clubes populares, asociaciones de intelectuales, grupos parlamentarios-; lo que no había eran partidos políticos. En 1850 el mundo desconocía la existencia de los partidos políticos. En 1950 constituyen una de las instituciones políticas fundamentales del funcionamiento de los regímenes políticos. ¿Cómo se pasó, se pregunta Duverger, de la inexistencia de los partidos en 1850 a su institucionalización en 1950? La respuesta a este interrogante obliga a dilucidar la cuestión del origen de los partidos. Duverger comienza su estudio de los partidos políticos enfatizando la gran influencia que sobre ellos ejercen sus orígenes. La historia de los partidos más tradicionales de Europa se encarga de ponerlo en evidencia. “Es imposible, por ejemplo, comprender la diferencia de estructura que separa al Partido Laborista británico del Partido socialista francés, si no se conocen las circunstancias distintas de su nacimiento. Es imposible analizar seriamente el multipartidismo francés u holandés, o el bipartidismo norteamericano, sin referirse a los orígenes de los partidos en cada uno de esos países, lo que explica su proliferación en unos, su restricción en otro” (“Los partidos políticos”, FCE, México, 1979, pág. 15. En nuestro país no resulta posible comprender, por ejemplo, la influencia que ejerció el peronismo desde fines de los cuarenta del siglo pasado hasta el presente si no se conoce el fenómeno del 17 de octubre.

Partidos políticos: origen electoral y parlamentario

Experto en el arte de clasificar los fenómenos observados para un mejor análisis, Duverger destaca dos tipos de origen de los partidos políticos: a) el origen electoral y parlamentario; b) el origen externo.

Los partidos políticos surgen de la relación permanente que se dan entre los grupos parlamentarios y los comités electorales. La creación de aquéllos y la posterior aparición de éstos hicieron posible, al vincularse, el surgimiento de los partidos políticos. La historia ha demostrado que frecuentemente el nacimiento de los grupos parlamentarios se produjo con anterioridad al nacimiento de los comités electorales Sin embargo, la historia ha puesto en evidencia que los grupos parlamentarios pueden existir tanto en una Cámara elegida como en una Cámara autocrática. La lucha entre facciones se ha dado con harta frecuencia en asambleas hereditarias o cooptadas que nada tienen que ver con la democracia, como acontecía en el Senado de la Roma clásica. ¿Cuál es el factor primordial que da lugar a la formación de los grupos parlamentarios? En principio, no sería otro que el ideológico. “A priori, parece que la comunidad de doctrinas políticas constituyera el motor esencial de la formación de los grupos parlamentarios” (pág. 16). Sin embargo, la doctrina apareció con posterioridad en el proceso de configuración de los grupos parlamentarios. Previamente ejercieron un rol fundamental la vecindad geográfica y la voluntad de defensa profesional. En determinados países los grupos locales que luego devinieron en grupos ideológicos dieron lugar a los grupos parlamentarios. Lo acontecido durante la Revolución Francesa corrobora este aserto de Duverger quien describe magistralmente el nacimiento de los jacobinos (págs. 16/17).

Otro factor que no debe ser descuidado es el interés. En algunos grupos parlamentarios está muy acendrada la defensa de sus intereses como, por ejemplo, la reelección. En efecto, la preocupación por este interés nunca desaparece por completo de los grupos parlamentarios, incluso en aquellos que alcanzaron un alto grado de madurez institucional. Aquí juegan un rol relevante las técnicas del escrutinio que demandan un esfuerzo colectivo, mereciendo destacarse el escrutinio de lista y la representación proporcional. Ambas técnicas “refuerzan esta tendencia natural: en algunos países (Suiza, Suecia) la formación de los primeros grupos parlamentarios realmente organizados coincide con la adopción del sistema proporcional” (pág. 18). Otro factor que fortalece los grupos parlamentarios es la esperanza en obtener un puesto ministerial. La ambición política juega, qué duda cabe, un rol decisivo en la configuración de los grupos parlamentarios. Por último, debe destacarse, si hay que dar fe s los juicios de Ostrogorski, la relevancia de la corrupción en la edificación de los grupos parlamentarios. Lo que acontece en la política británica lo corrobora. Durante un largo tiempo los ministros ingleses se aseguraban el apoyo de sólidas mayorías comprando los votos. Se trataba de una práctica política “oficial”. En la propia cámara había una taquilla donde los parlamentarios se dirigían para “cobrar” los “servicios prestados”-el voto favorable a los ministros-. La compra de conciencias de los diputados alcanzó tan alto grado de “institucionalización”· que en 1714 fue creado el cargo de “secretario político de la tesorería” para ejercer la función de recaudación de fondos provenientes de los diputados. Como puede observarse, aún en regímenes políticos desarrollados y democráticos como el británico la corrupción está institucionalizada.

(*) Artículo publicado en el portal rosarino Ser y sociedad el 29/8/011

Giovanni Sartori y la sociedad teledirigida (*)

(primera parte)

A fines de la década del noventa Giovanni Sartori publicó “Homo videns. La solidad teledirigida”, donde analiza con quirúrgica precisión el dominio que ejerce la televisión sobre la mente de las personas. El “Homo sapiens” en nada se diferencia fisiológicamente de los demás primates. Lo que lo transforma en un ser único está alojado en su mente: la capacidad simbólica. En efecto, tal como lo sostuvo Ernst Cassirer (“Saggio sull´uomo, Milán, longanesi, 1948) “El hombre no vive en un universo puramente físico sino en un universo simbólico. Lengua, mito, arte y religión…son los diversos hilos que componen el tejido simbólico…Cualquier progreso humano en el campo del pensamiento y de la experiencia refuerza este tejido…La definición del hombre como animal racional no ha perdido nada de su valor…pero es fácil observar que esta definición es una parte del total. Porque al lado del lenguaje conceptual hay un lenguaje del sentimiento, al lado del lenguaje lógico o científico está el lenguaje de la imaginación poética. Al principio, el lenguaje no expresa pensamientos o ideas, sino sentimientos y afectos” (“Homo videns, La sociedad teledirigida”, editorial Taurus, Buenos Aires, 1998, pág. 23).

El hombre es el único animal dotado de capacidad simbólica que se despliega mediante el lenguaje. Gracias a que es capaz de comunicar a través de una serie de sonidos y signos con sentido, el hombre se relaciona con sus semejantes. De esa forma el hombre emerge como un “animal loquax”, un animal parlante que está todo el tiempo hablando consigo mismo (Cassirer). He aquí, precisamente, la cualidad que lo distingue radicalmente del resto de los animales. Es cierto que los demás animales poseen un lenguaje propio para comunicarse. Pero ese lenguaje únicamente transmite señales. Por el contrario, el hombre es el único animal que posee un lenguaje que le permite reflexionar sobre sí mismo. “El hombre reflexiona sobre lo que dice. Y no sólo el comunicar, sino también el pensar y el conocer que caracterizan al hombre como animal simbólico se construyen en lenguaje y con el lenguaje. El lenguaje no es sólo un instrumento del comunicar, sino también del pensar. Y el pensar no necesita del ver” (págs. 24%25). Un ciego, pese a su tremenda discapacidad visual, piensa en las cosas que no ve.

Para Sartori la aparición de la televisión implicó un punto de inflexión en la historia del hombre. Hasta la invención de la imprenta la cultura se basaba en la transmisión oral. La lectura fue, hasta fines del siglo XVC, patrimonio de una élite de sabios. El llamado “hombre de Gutemberg” multiplicó el saber. En efecto, la Biblia impresa por Gutemberg logró tener una tirada de 200 copias. Pero como podían reimprimirse se produjo el avance tecnológico. Con Gutemberg se hizo realidad la democratización de la cultura escrita. Este proceso, lento pero constante, culminó, entre los siglos XVIII y XIX, con la aparición del periódico. Luego, durante el siglo XIX, surgieron el telégrafo y el teléfono (Graham Bell). Estos inventos lograron borrar el obstáculo de la distancia dando origen a la era de las comunicaciones inmediatas. Luego se produjo la creación de la radio que añadió la voz como vehículo de difusión de los mensajes en todos los hogares. Los libros, los diarios, el teléfono y la radio tuvieron en común el ser elementos portadores de una comunicación lingüística.

Fue la televisión la que produjo la ruptura. ¿Qué sentido tiene la palabra “televisión”? La televisión significa “ver desde lejos”. Permite a millones de personas ver cosas que suceden en cualquier lugar y distancia. El verbo “ver” adquiere, pues, una gran relevancia. Las personas ven televisión durante horas y permanecen casi siempre mudas. Vale decir que “el hecho de ver prevalece sobre el hecho de hablar, en el sentido de que la voz del medio, o de un hablante, es secundaria, está en función de la imagen, comenta la imagen” (pág. 26). La persona que ve televisión pasa a ser un “animal vidente”. Ya no es más un “animal simbólico”. El “animal vidente” valora más las imágenes propaladas por la televisión que el contenido de los libros y los diarios. Para Sartori este fenómeno implica “un cambio radical de dirección, porque mientras que la capacidad simbólica distancia al homo sapiens del animal, el hecho de ver lo acerca a sus capacidades ancestrales, al género al que pertenece la especie del homo sapiens” (pág. 27).

Con la televisión el hombre se informa viendo. Cada persona pasa a ser un “tele-ver”. La televisión revoluciona la naturaleza propia de la comunicación al trasladarla del ámbito escrito al ámbito de la imagen. La diferencia entre la palabra y la imagen es muy profunda. “La palabra es un símbolo que se resuelve en lo que significa, en lo que nos hace entender. Y entendemos la palabra sólo si podemos, es decir, si conocemos la lengua a la que pertenece; en caso contrario, es letra muerta, un signo o un sonido cualquiera. Por el contrario, la imagen es pura y simple representación virtual. La imagen se ve y eso es suficiente; y para verla basta con poseer el sentido de la vista, basta con no ser ciegos. La imagen no se ve en chino, árabe o inglés, como ya he dicho, se ve y es suficiente” (pág. 35). La palabra se vincula con la educación. Sin educación es imposible la comunicación a través del lenguaje. La imagen no requiere ninguna educación. Ver televisión no requiere ningún esfuerzo intelectual. Cualquiera lo puede hacer pero no cualquiera puede leer un libro y expresar a otros la esencia de su contenido.

Sartori se esmera por recalcar el carácter revolucionario de la televisión. “La televisión no es un anexo; es sobre todo una sustitución que modifica sustancialmente la relación entre entender y ver. Hasta hoy día, el mundo, los acontecimientos del mundo, se nos relataban (por escrito); actualmente se nos muestran, y el relato (su explicación) está prácticamente sólo en función de las imágenes que aparecen en la pantalla” (pág. 36). Antes, los sucesos mundiales requerían una explicación. Ahora, sólo necesitan aparecer en televisión. El carácter revolucionario de la televisión produjo una profunda modificación del ser humano. “Si esto es verdad, podemos deducir que la televisión está produciendo una permutación, una metamorfosis, que revierte en la naturaleza misma del homo sapiens. La televisión no es sólo instrumento de comunicación; es también, a la vez, paideía, un instrumento antropogenético, un médium que genera un nuevo ántrophos, un nuevo tipo de ser humano” (pág. 36). Ha emergido un nuevo tipo de hombre adicto a la televisión: el homo videns. Desde su más tierna infancia, el homo videns se pasa horas y horas hipnotizado por la televisión. Mientras tanto, los libros aguardan en vano que los utilice.

Si al principio fue la palabra, según reza el Evangelio de Juan, hoy, sentencia Sartori, debiera exclamarse “al principio fue la imagen”. El reemplazo de la palabra por la imagen no hizo más que anestesiar en la juventud el afán por la educación. Sartori cita a Alberoni (“Profeti e eroi della internationale degli adolescenti”, en Corriere Della Sera) quien en 1997 describió de esta manera la tragedia de los vídeos-niños: “Los jóvenes caminan en el mundo adulto de la escuela, del Estado…de la profesión como clandestinos. En la escuela, escuchan perezosamente lecciones…que enseguida olvidan. No leen periódicos…Se preparan en su habitación con carteles de sus héroes, ven sus propios espectáculos, caminan por la calle inmersos en su música. Despiertan sólo cuando se encuentran en la discoteca por la noche, que es el momento en el que, por fin, saborean la ebriedad de apiñarse unos con otros, la fortuna de existir como un único cuerpo colectivo danzante”.

(*) Artículo publicado en el portal rosarino Ser y Sociedad el 23/8/011

La dramática y fascinante historia argentina

La situación de la Banda Oriental. Artigas versus Posadas

¿Qué sucedía, mientras tanto, en la Banda Oriental? Nunca fueron amistosas las relaciones entre Montevideo y Buenos Aires. La rivalidad, fundamentalmente en el área económica, era notoria. Ambas ciudades pugnaban por ser las más prestigiosas del Río de la Plata. El rencor y el resentimiento quedaron de manifiesto cuando la Junta de Montevideo, creada en 1808, tomó las siguientes decisiones: 1) desconoció a Liniers como Virrey, 2) reconoció el Consejo de Regencia en 1810 y 3) resistió la existencia de la Junta de Buenos Aires. El clima cambió a partir del 25 de mayo de 1810. Montevideo hizo causa común con los revolucionarios de Buenos Aires en su cruzada contra la “Madre Patria”. Ese espíritu fraterno se materializó en el apoyo expreso de ciertos jefes militares uruguayos. Ello explica la decisión de Belgrano, de regreso de Paraguay, de alentar a los jefes orientales a que procedieran a la expulsión de los realistas de la campaña. La política de buena vecindad recibió un duro golpe en 1812 cuando Buenos Aires firmó el famoso armisticio con Elío. Artigas, el emblema de la resistencia oriental, consideró que había sido traicionado por el gobierno criollo. El éxodo del pueblo oriental que se produjo inmediatamente después fue una cabal demostración de ese estado de ánimo.

Sin embargo, al poco tiempo Artigas recompuso su relación con Buenos Aires y retornó a la Banda Oriental con el cargo de jefe militar de las tropas orientales, cargo que le había sido otorgado por el Triunvirato. Pero ello lejos estuvo de significar un abandono del gobierno de Buenos Aires de su concepción del poder. Que la designación como comandante supremo hubiera recaído en un emblema del centralismo porteño y miembro del Triunvirato, Manuel de Sarratea, así lo demostraba. No pasó mucho tiempo para que se produjera lo inevitable, dada la nula capacidad militar del triunviro: entró en cortocircuito con Artigas. El encono de Sarratea hacia Artigas explotó cuando aquél lo acusó de traidor. Lo único que consiguió Sarratea con semejante destrato fue el amotinamiento de sus propios oficiales, entre quienes sobresalía Rondeau. Un grosero error de cálculo cometido por quien carecía de la más mínima cintura política había desencadenado un tsunami. Buenos Aires desplazó inmediatamente a Sarratea. El escenario mejoró ostensiblemente pese a la resistencia del gobierno porteño de concederle a Artigas el mando supremo de las tropas.

Otro foco de conflicto fue la Asamblea General Constituyente convocada por el gobierno central. Ante el hecho consumado Artigas convocó el 3 de abril de 1813 a su propio Congreso en Tres Cruces para determinar si reconocía o no la legitimidad de la Asamblea. Finalmente Artigas levantó su pulgar pero siempre que se reconocieran las siguientes exigencias: 1) que el gobierno central lo rehabilitara, 2) que Buenos Aires aceptara a la confederación de la Banda Oriental con el resto de las Provincias Unidas, y 3) y que la Banda Oriental contara con seis representantes (diputados) en la Asamblea. El gobierno central no cuestionó la rehabilitación del caudillo y aceptó el número de diputados, pero rechazó sus diplomas porque su elección no fue el resultado de una elección directa con participación del pueblo, tal como lo exigía la convocatoria. Este argumento formal, que era válido, encubría una cuestión de mayor peso. La Asamblea se negaba a admitir a seis diputados orientales que habían decidido condicionar su decisión de legitimarla a la previa determinación del régimen constitucional estatal que la Asamblea debía establecer en sus sesiones. Era una virtual extorsión. Además, el sector realista debe haber temido, con razón, que los diputados orientales se aliaran con los miembros de la Logia que seguían a San Martín para entorpecer sus planes. La Asamblea, finalmente, rechazó los diplomas de los diputados orientales por considerar ilegítima su elección. Artigas consideró que se estaba en presencia de un atentado contra los derechos de la Banda Oriental e invitó al gobierno del Paraguay a formar una alianza contra el gobierno porteño. Pero la sangre no llegó al río. Finalmente Artigas acordó con Rondeau, quien había reemplazado a Sarratea en el mando supremo de las tropas, la elección de nuevos diputados. A tal efecto se convocó a un nuevo Congreso el 8 de diciembre de 1813 en Capilla Maciel.

Pero los planes de Artigas se desmoronaron a raíz del enojo de los congresales por la actitud previa de Artigas de ordenarles verbalmente cómo debían actuar. La reacción se materializó en la designación de un Triunvirato que inmediatamente reconoció a la Asamblea General y eligió a los diputados que representarían a una Banda Oriental que tenía un flamante gobierno al margen de la voluntad de Artigas. No es difícil imaginar cómo reaccionó el caudillo. Dominado por la ira culpó a Rondeau por la actitud adoptada por los diputados y luego de declarar nulo lo resuelto por el Congreso reasumió el gobierno de la Banda Oriental. Reaccionó, pues, como lo hacían todos los caudillos de la época: imponiendo su voluntad. Con todo el poder en sus manos Artigas extendió su influencia por las provincias del Litoral. Era evidente que la relación con Buenos Aires se había roto por completo. Pero como en política a una acción le sigue una reacción, Buenos Aires nombró a jefes de fuerte personalidad para que impusieran el orden en las provincias litoraleñas. Había que apagar por cualquier medio la chispa de la anarquía. Además, Artigas tuvo conocimiento de la decisión de la Asamblea de unificar el Ejecutivo Nacional para consolidar el proceso de centralización, un golpe mortal para la consolidación de su amada Confederación. Para colmo, también tuvo noticias de que el gobierno nacional había comenzado a gestionar en Río de Janeiro un nuevo armisticio con los españoles sitiados en la capital de la Banda Oriental. A esta acción le correspondió una feroz reacción de Artigas. Ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos el 20 de enero de 1814 el caudillo, apoyado por 3000 hombres, abandonó Montevideo con el objetivo de dejar a Rondeau en la cuerda floja.

El gobierno nacional desaprobó, obviamente, semejante decisión porque podría haber dejado a Montevideo a merced de los realistas. El panorama se ennegreció aún más por la decisión de Artigas de extender su idea de confederación por todo el territorio del país, lo que provocó un duro enfrentamiento entre Corrientes y Entre Ríos, bajo el influjo artiguista, y el gobierno nacional. En ese momento Posadas estaba a cargo del Directorio y su reacción fue terminante: el 11 de febrero dictó un decreto en virtud del cual Artigas pasaba a la categoría de infame traidor a la patria y ponía precio a su cabeza. Artigas entraba en la categoría de “enemigo público número 1”, tal como aconteció en el siglo XX con el famoso pistolero John Dillinger. La actitud de Posadas puso dramáticamente en evidencia su escasa capacidad para ejercer el poder ya que fue incapaz de percatarse de algo fundamental: una decisión de semejante magnitud debía sustentarse en una sólida base política. En otros términos: pretender arrinconar a Artigas sin contar con la autoridad política necesaria conducía inexorablemente al papelón. Eso fue lo que sucedió con Posadas. Ni lerdo ni perezoso, el sitiado Vigodet decidió entablar negociaciones con Artigas pero se encontró con una rotunda negativa. Sin embargo, dejó una puerta entreabierta que le permitiera convencer a Vigodet que le entregara Montevideo o que bendijera su decisión de luchar a muerte contra Buenos Aires. Es por ello que, a hurtadillas, un colaborador suyo de apellido Otorgués se mostraba amigable con los realistas, lo que atentaba contra el proceso independentista.

Ante semejante escenario Posadas no tuvo más remedio que agachar la cabeza y enhebrar con Artigas algún tipo de acuerdo. Como era de esperar, se estrelló contra una estructura de hormigón armado. Fue así como a Posadas sólo le quedó el camino que conducía a la toma de Montevideo. Para apresurar la conquista consideró que Carlos de Alvear era el más adecuado para ejecutar esa función mientras que Otorgués y Vigodet negociaban la entrega de Montevideo. Pero el hábil e inescrupuloso Alvear logró neutralizar dicha negociación haciéndole creer a Vigodet que le entregaría la plaza. Acto seguido tomó a su cargo el proceso negociador que culminaría con la capitulación de la capital oriental el 21 de junio de 1814. Mientras tanto Otorgués, creyendo que estaba a un paso de conquistar Montevideo, se acercó a la capital pero Alvear lo aniquiló en Las Piedras el 25 de junio. A renglón seguido el Directorio no tuvo mejor idea que disolver el Triunvirato constituido por el Congreso en Capilla Maciel y reemplazarlo por un gobernador, es decir, por un ejecutivo unipersonal. El cargo cayó en manos de Nicolás Rodríguez Peña, hombre de Posadas. De esa forma se esfumó toda posibilidad de granjearse la simpatía de los sectores moderados, es decir, antiartiguistas, de Montevideo.

A partir de entonces Posadas y Artigas se dedicaron a enfrentarse en el fango con el único objetivo de destruirse. En ese ambiente infeccioso tuvo lugar el convenio del 9 de julio de 1814 en virtud del cual Posadas se comprometía a desagraviar a Artigas y éste a aceptar la legitimidad de Posadas y de la Asamblea. Lamentablemente, ninguno de los contendientes tenía intenciones de cumplir con la palabra empeñada. El 25 de agosto Posadas acusó en un documento a Artigas de “desnaturalizado”, lo que provocó la reanudación de la guerra civil al mes siguiente. A partir de entonces se derramó mucha sangre. No se respetó ningún código de guerra ya que muchos fueron los jefes militares de ambos bandos que fueron fusilados. Y en ese terreno el vencedor fue Artigas (1).

(1) Floria y García Belsunce, Historia de…, capítulo 16.

La consolidación por las armas del proceso independentista

La situación en la capital oriental, la postura del Paraguay y la decisión de Lima de anexar las intendencias del Río de la Plata al virreinato del Perú hasta que Buenos Aires retorne a la situación previa a la revolución, obligaron a las autoridades criollas a tomar decisiones que implicaban el uso de la fuerza armada. Para ellos no había retorno posible. El proceso revolucionario no podía ser detenido. Este diagnóstico acompañó a los criollos desde el momento en que tomaron la decisión de cortar el cordón umbilical con España. Ello explica el envío de “expediciones auxiliadores” con el objetivo de garantizar la expansión del fuego revolucionario por todo el territorio y de aplastar cualquier atisbo de rebelión de quienes continuaban legitimando a Fernando VII.

La guerra por la independencia duró catorce años. Durante diez años su conducción estuvo a cargo de las autoridades de las Provincias Unidas del Río de la Plata. En los restantes cuatro años la conducción fue chilena, peruana y boliviana. Los epicentros de la revolución fueron el Río de la plata y Venezuela, mientras que el de la contrarrevolución fue Lima. La guerra independentista se basó en sucesivas luchas que primero consolidaron los bastiones revolucionarios rioplatense y venezolano para luego avanzar hacia Lima con el objetivo de diezmar a las tropas realistas. Buenos Aires estaba rodeada por el este, el nordeste y el norte. Afortunadamente, la adhesión de Chile al sistema revolucionario deshizo la amenaza proveniente del este. De los centros de poder que amenazaban la independencia el más débil era la Intendencia del Paraguay debido a la imposibilidad de comunicarse con los otros centros de poder realistas. Aislada y sin recursos, no implicaba un peligro para el gobierno criollo. El Alto Perú, por el contrario, era un enemigo que debía ser respetado. Sus recursos y la cercanía con el virreinato del Perú hacían de aquél un lugar adecuado para que los realistas acumularan el mayor poder bélico posible. Otro enemigo a tener en cuenta era Montevideo. Su proximidad con Buenos Aires y su poderosa fuerza naval eran factores que debían ser tenidos muy en cuenta por las autoridades criollas. Además, mantenía fluidos contactos con España. Ello significaba un peligro tremendo porque si España lograba liberarse del yugo napoleónico nada le hubiera impedido enviar a la zona caliente del Río de la Plata intimidantes fuerzas militares (1).

(1) Floria y García Belsunce, Historia de…, capítulo 16.

Bibliografía básica

-Germán Bidart Campos, Historia política y constitucional argentina, Ed. Ediar, Bs. As. Tomos I, II y III, 1977.

-Natalio Botana, El orden conservador, Ed. Sudamericana, Bs. As., 1977.

-Natalio Botana y Ezequiel Gallo, De la República posible a la República verdadera” (1880/1910), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo III, Ariel, Bs.As., 1997.

-José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800/1846), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo I, Ariel, Bs. As., 1997.

-Carlos Floria y César García Belsunce, Historia de los argentinos, Ed. Larousse, Buenos Aires, 2004.

-Tulio Halperín Dongui, Vida y muerte de la República verdadera (1910-1930), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo IV, Ariel, Bs. As., 1999.

-Tulio Halperín Donghi, Proyecto y construcción de una nación (1846/1880), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo II, Ariel, Bs. As., 1995.

-Daniel James (director del tomo 9), Nueva historia argentina, Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Ed. Sudamericana, Bs. As., 2003

-John Lynch y otros autores, Historia de la Argentina, Ed. Crítica, Barcelona, 2001.

-Marcos Novaro, historia de la Argentina contemporánea, edhasa, Buenos aires, 2006

-David Rock, Argentina 1516-1987, Universidad de California, Berkeley, Los Angeles, 1987.

-José Luis Romero, Las ideas políticas en Argentina, FCE., Bs. As., 1956.

-Juan José Sebreli, Crítica de las ideas políticas argentina, Ed. Sudamericana, Bs. As., 2003.

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