Por Paul Battistón.-

Todos adentro, y después vemos… (Francisco).

Al final de los días de la fumata negra comenzaremos a vislumbrar si entramos en la etapa del “vemos” o a la de una probablemente menos exitosa continuidad del todos adentro.

Sólo esa calamidad excepcional que es Argentina podía dar esa figura que aceptó ser crucificado (no en el sentido literal) por quienes mayoritariamente estaban adentro para incluir a quienes el juicio estricto los había puesto afuera. ¿Quién soy yo para juzgar cuál fue el algoritmo que usó para proclamar la falta de mérito?

Sólo Milei, su crítico más hiriente, lo apuntó con la exactitud y la firmeza más creíble como el argentino más importante de la historia al frente de 1500 millones de fieles que no le fueron suficientes. Él quiso a todos adentro, fue elegido representante de Dios en la tierra y su función, por muchos no entendida, fue la de estar al frente de los hijos de Dios, los que lo reconocen, los que lo reniegan y también de los que lo niegan. No existe posibilidad de que otro argentino lo supere (con el mismo criterio podríamos extender el conjunto geográfico a una distancia sin límites).

Su momento fue el más inoportunamente oportuno. Sin muros de solidez pétrea, sólo de irracionalidad humana, ésa que dejándola fuera puede multiplicar en maligna extravagancia. Francisco les puso la palabra al frente a todas.

La política pareció perseguirle en un paralelismo casual. Su formación de argentino complejo, resiliente y hospitalario le hubiera impedido cerrar puertas a las circunstancias confrontativas que la política escenificó durante su papado y que, como hijo de ese entuerto llamado Argentina, cargaba con experiencia suficiente como para que todo lo que ocurriera de alguna u otra forma ya lo hubiera visto. Al fin y al cabo, todo es circunstancial, salvo el hecho de ser hijos de Dios.

Todas las primaveras

Anda pidiendo escaleras

Para subir a la cruz

Francisco decidió cargar esa misma cruz, la del Jesús de la agonía y la fe de los mayores, como nos decía el “Nano” en su poesía. La fe de los mayores que están adentro y con cierta mezquindad absolutamente humana la tomaron en supuesta exclusividad.

No eres tú mi cantar

No puedo cantar, ni quiero

A ese Jesús del madero

Sino al que anduvo en la mar

La negación como forma de reconocimiento en la maravillosa poesía desde el humano ejercicio de la posición rebelde. Que en su imposibilidad de ateísmo práctico manifestaba preferir a un Jesús pescador, el de la mar, antes que el de la agonía. Rebeldía atenuada y recogida para el “todos adentro”, temprano, cuando aún no era textualmente manifiesto con su consigna “hagan lío”. Francisco aunó esas diferencias para después “ver”.

Desde las posiciones antagónicas, sin aceptar en toda su magnitud la superior visión de Francisco, se trató de llevar agua a los molinos propios.

Pareciera haber quedado más cerca de los líderes propiamente autoritarios. Seguro son los que más necesitan la palabra de Dios.

La política sigue y seguirá; el mensaje de Francisco la traspasará más allá en el tiempo y más allá de las futuras políticas del Vaticano, que también las tiene. Al heredero de Francisco seguro le tocará parte de ese “vemos” pendiente.

Francisco se sentó en el sillón del liderazgo de los católicos para ser el representante de Dios ante sus hijos, todos ellos. La consecuencia inmediata de la amplitud de su visión fue la de salvar a la iglesia Católica de su acotamiento autoimpuesto, visible en el decaimiento previo a su irrupción como fenómeno de humildad y apertura.

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