Por Hernán Andrés Kruse.-

Yahya Sinwar está en la mira de Israel. Sinwar es el jefe de Hamás en la Franja de Gaza. Nacido en 1962 en un campo de refugiados situado en Gaza, comenzó a estudiar en el campamento Kham Yunis y tiempo después logró graduarse en la Universidad Islámica de Gaza. El origen de su carrera militar data de 1987 cuando comenzó su militancia en Hamás. Su ferocidad quedó al descubierto cuando ayudó a la constitución de la Majd, la fuerza de choque que garantiza la seguridad interna de Gaza. Fue arrestado en 1982, 1985 y 1988. En esta oportunidad Israel lo condenó a cuatro cadenas perpetuas por haber participado en el asesinato de tropas israelíes y colaboradores palestinos. Sin embargo, su prestigio lejos estuvo de aminorar. En 2011, debido a un canje de prisioneros, obtuvo su libertad. De regreso a su lugar en el mundo permaneció en la cúpula de Hamás, lo que explica la decisión de Estados Unidos de incluirlo en su lista de terroristas internacionales. En febrero de 2017 fue elegido jefe del buró político de Hamás. En el pasado se mostró predispuesto a mejorar los vínculos con Egipto y Fatah, la facción controlada por la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania. En el presente no dudó en liderar la ofensiva del 7 de octubre (fuente: Infobae, 4/11/023).

Luego de duros enfrentamientos el ejército de Israel confirmó la partición del territorio palestino en dos. “Ahora existe una Gaza sur y una Gaza norte”, sentenció el portavoz del ejército, Daniel Hagari. “Estamos atacando ampliamente sobre Gaza. Hay un ataque extenso contra la infraestructura terrorista, terrestre y subterránea”, agregó. Aseguró, además, que las tropas israelíes se comprometen a garantizar el retiro de los civiles del norte de Gaza para que puedan dirigirse a la zona sur. El ejército informó que en las últimas horas los soldados “atacaron alrededor de 50 objetivos, incluidas zonas de combate, residencias operativas, puestos de avanzada, puestos militares, infraestructura subterránea, y eliminaron también terroristas en combates cuerpo a cuerpo”. También aseguró que Hamás está utilizando dos hospitales situados en el norte de Gaza como protección de su estructura de túneles subterráneos, lo que fue negado por Salama Marouf, portavoz del Gobierno de Gaza (fuente: Infobae, 5/11/023).

El conflicto se está regionalizando. Prueba de ello lo constituye el anuncio del Mando Central de Estados Unidos de la llegada a Oriente Próximo de un submarino nuclear que se suma a los dos portaaviones, las decenas de cazas y al millar de militares desplegados en la región para “convencer” a Irán y al grupo terrorista Hezbollah de no entrometerse en la guerra entre Israel y Hamás. Cabe destacar que en las últimas semanas, además de Irán y Hezbollah, otras milicas proiraníes que despliegan su actividad en Siria e Irak atacaron bases norteamericanas en la región. En las últimas horas, por ejemplo, el grupo proiraní Resistencia Islámica en Irak acaba de reivindicar un ataque contra la base militar de Ain al Asad, que alberga personal militar de Estados Unidos en el oeste de Irak, justo cuando Bagdad recibía la inesperada visita del Secretario de Estado Antony Blinken. En una rueda de prensa en la capital iraquí, Blinken expresó que “los ataques y amenazas de las milicias alineadas con Irán son totalmente inaceptables, y tomaremos cualquier paso necesario para proteger a nuestra gente” (fuente: Infobae, 6/11/023).

Luego de intensos combates la Brigada de Infantería Nahal logró capturar una fortaleza de Hamás, el “Puesto 17”, situado en el oeste de Jabaliya. Según un comunicado de Israel decenas de terroristas fallecieron durante los enfrentamientos. Mientras tanto, la Fuerza Aérea israelí atacó en las últimas horas cientos de objetivos en la Franja de Gaza. También atacó al aeropuerto militar de la ciudad de Akraba, situado a escasos kilómetros al oeste del aeropuerto internacional de Damasco, capital siria. Según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, con sede en Londres, y el ministerio de Defensa de Siria, hubo bombardeos israelíes contra Sweida, una localidad situada en el sur del país (Infobae, 9/11/023).

Luego de un mes de guerra Israel decidió una tregua de siete horas para los civiles que deseen abandonar la zona norte de la Franja de Gaza. Israel describe esa zona como “de combates generalizados”, aunque varios responsables de la ONU han aclarado que en estos momentos no hay ningún lugar seguro en Gaza. Mientras tanto, Emmanuel Macron, presidente galo, exhortó a Israel a poner fin a los ataques a civiles. En una entrevista concedida a la BBC afirmó que la mayoría de las víctimas de los bombardeos eran “bebés, mujeres y ancianos”. “No hay justificación ni legitimidad”, sentenció. La réplica de Netanyahu no se hizo esperar: “La responsabilidad de cualquier daño a civiles recae en Hamás” porque utiliza a los civiles “como escudos humanos” (fuente: Infobae, 11/11/023).

Ebrahim Raisi es el presidente de Irán. El sábado 11 pronunció un virulento discurso en la cumbre árabe-islámica que se celebra en Riad. “Los países musulmanes deben armar a los palestinos si continúan los ataques contra el pueblo de Gaza”, afirmó. Además, hizo un llamamiento al boicot económico y energético contra Israel por los bombardeos contra Gaza: “El comercio y la cooperación con el régimen sionista debe ser paralizado y se debe embargar los productos israelíes”. Las fuerzas israelíes son terroristas y los criminales de guerra- en obvia referencia al gobierno de Netanyahu-deben ser juzgados en tribunales internacionales, sentenció. Las palabras del presidente iraní no hacen más que confirmar que Irán es un aliado incondicional del terrorismo islámico. Mohammad Ayatollahi Tabaar es docente de la Harvard Kennedy School de Estados Unidos. Según este experto en cuestiones ligadas con el país persa uno de sus objetivos principales es brindarle todo el apoyo logístico a Hamás y la Yihad Islámica Palestina, para que estén en condiciones de infligir a Israel el mayor daño posible y de esa manera evitar su triunfo en Gaza. Tabaar considera que para el régimen persa los bombardeos israelíes contra Gaza no hacen más que fortalecer la solidaridad con la causa palestina, lo que implicaría un fortalecimiento de su liderazgo en el mundo árabe (fuente: Infobae, 11/11/023).

Hamás lejos está de ser la única amenaza militar para Israel. Desde la guerra que libró contra Israel en 2006 el Hezbollah libanés ha desarrollado de manera considerable sus capacidades militares. Hezbollah pertenece al denominado “eje de la resistencia” que aglutina a todas las formaciones militares pro iraníes (desde Irak hasta Yemen pasando por Siria). Desde que tuvo lugar la invasión de Hamás a territorio israelí el pasado 7 de octubre, Hezbollah no se ha cansado de bombardear posiciones israelíes. Su líder es Hassan Nasrallah y acaba de confirmar que su ejército “inauguró” nuevas armas en sus ataques contra el estado judío. Según la analista de la consultora Control Risks, Dina Arakji, “desde su guerra con Israel, Hezbollah ha aumentado significativamente su arsenal, en cantidad y en calidad”. Según la experta Hezbollah logró multiplicar por diez en los últimos dos años la cantidad de cohetes. Ello significa que en estos momentos la organización terrorista cuenta con unos 150.000 cohetes para ser utilizados contra el enemigo israelí. En 2018 Nasrallah afirnó que a partir de ese momento Hezbollah disponía de misiles de alta precisión capaces de destuir objetivos bien determinados. Su arsenal bélico se completa con: a) misiles guiados; b) misiles no guiados, incluidos lanzacohetes múltiples BM-21 “Grad”; c) misiles Burkan (Volcán); d) misiles tierra-mar; e) misiles antibuque que utilizó en 2006; f) misiles antibuque C-802 y C-704 chinos; g) misiles tierra-aire; h) drones para reconocimiento o ataque; i) drones suicidas (fuente: Infobae, informe de Jonathan Sawaya, 12/11/023).

A continuación paso a transcribir lo que escribieron Luciana Manfredi, Pamela Bezchinsky y Maximiliano Uller sobre el nacionalismo árabe y el problema palestino (“El conflicto árabe-israelí: Historia y perspectivas de resolución”, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Departamento de Economía y Política Internacional, 2007).

EL NACIONALISMO ÁRABE Y EL PROBLEMA PALESTINO

“El revés de 1948 significó para los árabes mucho más que una derrota militar: representó la clara convicción de que el destino de sus pueblos (con los palestinos como símbolo) se veía severamente comprometido frente a la herencia de la etapa colonialista y el fortalecimiento de un adversario que había extendido peligrosamente sus fronteras y había vencido prácticamente sin molestarse. Regímenes monárquicos altamente corrompidos (Irak y Egipto) y pseudo-repúblicas parlamentarias, donde los partidos políticos dominantes pertenecían a minorías confesionales (alauíes) y familias tradicionales, eran dignos representantes de esa herencia, que en un período de treinta años había logrado imponer con éxito el modo de producción capitalista adecuado a sus necesidades imperiales, creando burguesías nativas férreamente anti-populares y prooccidentales, en detrimento de las experiencias autóctonas. La profunda decepción que había provocado la sumisión del Wafd al corrompido régimen de Faruk en Egipto, cuando en los años 20 y 30 aparecía como la vanguardia de la nueva burguesía y los sectores medios urbanos, produjo un vacío ideológico y de representatividad en las masas empobrecidas y la clases medias descontentas, que fue captado por algunos cuadros medios del ejército muy influyentes, agrupados en torno a los Oficiales Libres. Estos oficiales, de origen rural en muchos casos, provenían de familias agricultoras pero no latifundistas, a diferencia de la casta militar tradicional vinculada a Gran Bretaña y la monarquía. Su origen era más bien de clase media, con un aceptable nivel cultural y educativo y con la poderosa convicción de que, aglutinando a la amplia mayoría de ciudadanos disconformes y postergados, era posible tomar el poder y realizar las transformaciones estructurales que requería la sociedad. El proyecto giró en torno del concepto de Panarabismo, idea un tanto ambigua que hacía especial hincapié en una identidad común con el resto del mundo árabe, tanto en lo cultural como en lo religioso. La retórica nacionalista se fundaba en las consecuencias nefastas que había traído la supuesta «modernidad» implantada desde occidente, aunque intentaba mostrar, en su discurso, un cuidadoso contenido secular – que contrastaba fuertemente con el mensaje Panislamista planteado por Hermanos Musulmanes-. De este modo, se presentaban frente al pueblo como portadores de una identidad autóctona pero a su vez progresista. En este contexto, el contenido anti-israelí del discurso nacionalista encajaba perfectamente con el «nuevo enemigo», presunto aliado del imperialismo occidental –ahora encabezado por un actor aún más poderoso, los Estados Unidos-, responsable de la más grande humillación sufrida por los pueblos árabes desde la caída del Califato. La derrota frente a Israel fue el hecho propicio para perpetrar, el 23 de julio de 1952, el golpe de Estado en Egipto, frente a la desgastada y anti-popular monarquía, a manos de los Oficiales Libres, al mando del General Naguib.

Básicamente, el programa del nuevo régimen se circunscribe a cinco puntos principales: 1) desarrollo industrial, a través de un proceso de sustitución de importaciones 2) incorporación de las masas a un programa de alfabetización y de desarrollo de la salud pública, además de la implementación de medidas tendientes a favorecer la redistribución de la riqueza 3) reforma agraria, que iba a ser limitada a aquellos que ya poseían tierras 4) lucha por la independencia, enmarcada dentro del contexto del proceso de descolonización de los países del tercer mundo y 5) panarabismo, con una fuerte retórica anti-imperialista y anti-sionista (aunque mantuvo lazos económicos con Estados Unidos durante algún tiempo). Se proclama entonces la República bajo el régimen de partido único. En consecuencia, como explica Gema Martín Muñoz, dirigismo económico, autoritarismo y legitimidad (basada en la idoneidad del ejército para lograr la independencia) parecen haber sido los pilares del nacionalismo o socialismo árabe. La radicalización del régimen se produjo a partir de 1954, cuando un golpe palaciego conducido por el Coronel Gamal Abdel Nasser puso de manifiesto las profundas diferencias que regían en el seno del ejército respecto de la orientación política de la Revolución. Nasser, un líder carismático y autoritario, fue quien consolidó definitivamente el carácter monopartidista de Egipto. Este modelo fue adoptado más tarde por Irak y Siria, luego de sus respectivas revoluciones en 1958. Las revoluciones erigieron al Partido Baath como dueño absoluto del poder por varias décadas. Este fortalecía su poder, en el marco de una singular alianza de clases. En efecto, un punto muy importante para enfatizar es que el nasserismo no preconizaba la lucha de clases como consigna de movilización de las masas, sino que planteaba dicha alianza como estrategia para la proscripción política de las mismas y como garantía de limitar el acceso al poder a un número reducido de actores. De esta manera, si bien el proceso de reformas fue muy ambicioso, el carácter prebendario del nuevo Estado, que había obtenido el monopolio del reparto de las rentas (petroleras, agrarias, etc), llevó a una profunda burocratización y a un grave deterioro de los niveles de participación política, alejando las perspectivas de democratización de éste y los demás regímenes análogos. Es importante entender que las elecciones periódicas que se realizaban, tanto en Egipto como en Siria o Irak, semejaban más bien plebiscitos que verdaderas elecciones, debido a la prohibición de la mayoría de los partidos, sobre todo de izquierda.

En 1954, Nasser decidió romper relaciones con Hermanos Musulmanes y el Partido Comunista –aprovechando el profundo malestar que causaba el reconocimiento de la Unión Soviética al Estado de Israel- comenzando una etapa de persecuciones que fortalecieron su base social, sobre todo en el caso de Hermanos. Las contradicciones del socialismo árabe eran evidentes: nunca se definió por un proyecto verdaderamente revolucionario (más allá de la retórica socialista de sus líderes y la alianza táctica con la Unión Soviética) y osciló permanentemente entre el reconocimiento del Islam, como fuente de legitimación ante las masas, y un laicismo, por momentos agresivo, que alimentaba el rechazo de los sectores religiosos. Por lo tanto, pensar en una orientación marxista del contenido, en teoría revolucionario, de estos regímenes era improbable, ya que una ideología claramente percibida como materialista y atea resultaba incompatible con el carácter islámico de la sociedad árabe. Ésta rechazaba ambos conceptos y principiaba la unión de todos los hombres, en tanto musulmanes, bajo la umma (no la solidaridad de clase como forma de emancipación de la explotación capitalista pregonada por el marxismo). Y, como señalamos con anterioridad, el Islam era indispensable como elemento dogmático al que las masas jamás renunciarían. ¿Por qué es indispensable analizar este fenómeno para comprender la agudización del conflicto árabe-israelí? Precisamente porque la radicalización de estos regímenes (que no planteaban la lucha de clases, sino que aglutinaban a las masas y a los sectores influyentes de la burguesía bajo la consigna del panarabismo) encontraba, en el rechazo al Estado de Israel y la defensa del pueblo palestino, una nueva fuente de legitimidad. Es preciso atender que la expansión de Israel, sobre los territorios concedidos a los árabes por la Resolución 181, no sólo violaba los derechos de estos, sino que hacía pensar en el sionismo como una reproducción del viejo colonialismo británico. Lo paradójico del caso es que, a medida que los regímenes nacionalistas se radicalizaban reivindicando su pertenencia al «mundo árabe» e Israel giraba hacia occidente consolidando el carácter burgués del Estado –sustentado por una ideología también nacionalista como era el sionismo-, el conflicto se agravaba peligrosamente y se perdía de vista la verdadera razón que debería haber guiado a sus pueblos. Esto es: la lucha de clases, la trascendencia de la mera reivindicación nacional, a partir de una estrecha alianza entre los sectores obreros, campesinos, la intelectualidad revolucionaria, etc, fundamentada en un amplio rechazo al imperialismo occidental, al que las clases dominantes solían mirar con condescendencia contrariando la voluntad de las mayorías.

En suma, en Medio Oriente, entre los Estados predatorios típicos de los regímenes monopartidistas (el Nasserismo, la Siria del Baath y el Irak de Saddam Hussein como referentes), las monarquías teocráticas al estilo saudí (de raíz wahabhita), ultraconservadoras y prooccidentales, y el Estado de Israel, como enclave de la democracia liberal moderna –de carácter burgués-, resultaba improbable un entendimiento que llevara a la construcción de una solución pacífica y transformadora de las estructuras tradicionales, habida cuenta de los profundos antagonismos que encerraban los tres esquemas planteados. El agravamiento de la situación de los miles de refugiados palestinos, en Jordania y Egipto principalmente, más la impotencia del socialismo árabe para llevar a cabo un proceso de desarrollo sostenido, iban a acrecentar la conflictividad en los años posteriores”.

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