Por Hernán Andrés Kruse.-

EL PROGRAMA LIBERAL

“El Movimiento Libertad, creado en octubre de 1987 por Vargas Llosa, se proponía acabar con los privilegios, el rentismo, el proteccionismo, los monopolios y el estatismo para abrir el Perú al mundo y crear una sociedad en la que todos tuvieran acceso al mercado y vivieran protegidos por la ley. Su programa fue presentado en diciembre de 1989 en la Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE). Las reformas que despertaron más reacciones adversas entre propios y extraños fueron las siguientes:

LA PRIVATIZACIÓN DE LAS EMPRESAS PÚBLICAS

“Debía abarcar la totalidad del sector público, casi 200 empresas. Su finalidad no era tanto técnica (reducir el déficit fiscal o proporcionar recursos al Estado) como social: transferir a la sociedad civil la propiedad de las empresas convirtiendo en propietarios y accionistas privados a los obreros, los empleados y los consumidores de los servicios de las mismas para crear una masa de propietarios entre los pobres del país. La prensa adversa señaló que la medida generaría medio millón de despedidos. Esta medida permitiría reinsertar al Perú en la comunidad financiera y atraer inversión extranjera, especialmente japonesa. La simpatía inicial del empresariado durante la batalla contra la estatización de la banca fue convirtiéndose en temor cuando el candidato exaltó la economía de mercado y anunció el fin del proteccionismo y la apertura de fronteras a la importación”.

LA CREACIÓN DEL MERCADO LABORAL

“Acabaría con la figura de la estabilidad laboral establecida por el gobierno de Velasco Alvarado, para crear los nuevos puestos de trabajo necesarios para dos tercios de la población que estaban en el desempleo o el subempleo. Se respetarían los derechos adquiridos de los que ya los tenían y sólo se impondrían nuevas reglas a los nuevos contratados. Se incluiría la falta de productividad entre los causales de despido. Se ampliaría el periodo de prueba para evaluar la capacidad del trabajador. Se ofrecerían esquemas de contratación temporal de acuerdo con las variaciones del mercado: contratos de formación y aprendizaje, trabajo a tiempo parcial, contratos de relevo y jubilación anticipada. Se permitiría que el trabajador se constituyera en empresa individual y autónoma para contratar con el empleador la prestación de sus servicios. Se democratizaría el derecho de huelga que era privativo de las cúpulas sindicales: en adelante los movimientos huelguísticos serían decididos por votación secreta, directa y universal y se prohibirían las huelgas en servicios públicos vitales y las de apoyo. Se penalizaría la toma de rehenes y locales en paros sindicales”.

LA REFORMA EDUCATIVA

“Para que los pobres pudieran competir en el mercado de trabajo era necesario crear la igualdad de oportunidades para todos los niños y jóvenes elevando la calidad de la educación. Para ello se reformarían los planes de estudio tomando en cuenta la heterogeneidad cultural, regional y lingüística de la sociedad peruana. Se actualizaría a los docentes y se pagarían buenos sueldos. Los planteles serían equipados con bibliotecas, laboratorios y una infraestructura adecuada. El mayor obstáculo para todo ello era la gratuidad indiscriminada de la educación pública. Por ello, a partir del tercer año de secundaria se sustituiría la gratuidad por un sistema de becas y créditos, y quien estuviera en condiciones de pagar financiaría total o parcialmente su educación. Nadie que careciera de recursos se quedaría sin escuela”.

LA REFORMA DE LA REFORMA AGRARIA

“Se introduciría el mercado en el campo privatizándolo y transfiriendo las empresas estatales y semiestatales a la sociedad civil para crear una masa de propietarios y empresarios independientes. Gran parte de esa reforma estaba en marcha: los campesinos espontáneamente habían venido parcelando las cooperativas. Se proponía otorgar títulos de propiedad privada a los cooperativistas que así lo decidieran. La privatización no sería obligatoria; podrían continuar como cooperativas los que quisieran, pero ya sin subsidios del Estado. Los grandes ingenios de la costa recibirían asesoría técnica para transformarse en sociedades anónimas y sus cooperativistas serían convertidos en accionistas. Se eliminaría el control de precios de los productos agrícolas y con el régimen de mercado los productores obtendrían precios justos determinados por la oferta y la demanda”.

PACIFICACIÓN

“Vargas Llosa proponía combatir el terror no con más terror sino movilizando a los campesinos, obreros y estudiantes, y poniendo al frente a las autoridades civiles; como presidente asumiría personalmente la lucha contra el terrorismo, reemplazaría a los jefes político-militares de las zonas de emergencia por autoridades civiles y armaría a las rondas campesinas para enfrentar a Sendero Luminoso. Proponía que, como en Israel, la población civil se organizara para proteger los centros de trabajo, las cooperativas y las comunidades, los servicios y las vías de comunicación, colaborando con las fuerzas armadas pero con la dirección de la autoridad civil”.

LA ESTRATEGIA DE LA DERROTA

“Como hemos visto, Vargas Llosa no era el mejor candidato, era el único disponible. Pero no es lo mismo ser un buen literato, un excelente publicista de la propia obra o un gran propagandista de la derecha que lograr la presidencia de un país. El mayor problema fue su carencia de vocación política; no sentía esa “atracción obsesiva, casi física, por el poder” que caracteriza a los políticos. Por el contrario, sentía un desprecio hacia la política y hacia los políticos. Su crítica pragmática a la “politiquería” corrupta, carente de ideas o de ideología, se dirige particularmente a los cuadros medios, a los caciques y a la tropa, sin la cual nada se puede hacer. Su desprecio por la tropa expresa su visión elitista y liberal, según la cual sólo un grupo selecto es capaz de comprometerse con los grandes principios liberales, con indiferencia hacia los resultados prácticos y el interés personal. En su balance, sólo él y sus muy cercanos colaboradores habían asumido un compromiso pleno con la causa abstracta de la democracia.

Pero su círculo íntimo, el de la gente más confiable para él —amigos y familiares—, era de políticos improvisados que no pudieron eliminar los vicios o controlar a los politiqueros con quienes se aliaron. Y tampoco funcionaron como asesores confiables pues el candidato, desoyendo sus consejos, hizo en todo momento su voluntad. La masa, las concentraciones masivas, le producían horror, no por los riesgos que representaban para su seguridad (en el contexto de la guerra civil que se vivía fue objeto de numerosas agresiones); lo que lo incomodaba era el contacto cuerpo a cuerpo con la masa, los besos, los abrazos, las peticiones y el tener que pronunciar discursos demagógicos, comprensibles para esa masa, en los que debía rebajar su lenguaje de la literatura a la arenga. Despreciaba a esa masa torpe, ignorante e irracional tanto como a los politiqueros.

Vargas Llosa reconoce haber descuidado los aspectos exclusivamente políticos durante su campaña: fue intransigente, mantuvo una transparencia de propósitos que motivó muchos ataques y operaciones de descrédito que lograron alejar a muchos de sus iniciales partidarios. Acepta como su gran error haber centrado la campaña en la defensa de un programa de gobierno sustentado en principios y haberlos formulado abierta y claramente: “…fue candoroso de mi parte creer que los peruanos votarían por ideas. Votaron, como se vota en una democracia subdesarrollada, y a veces en las avanzadas, por imágenes, mitos, pálpitos, o por oscuros sentimientos y resentimientos sin mayor nexo con la razón” (Vargas Llosa).

De acuerdo con su balance, su mayor error fue su honestidad, es decir, para él no hubo error, el problema estuvo en la propia realidad, en el país, en el pueblo peruano que no estuvo dispuesto a cambiar su destino, que no fue capaz de apreciar y que no merecía un candidato de su nivel. Desde nuestra perspectiva, sus mayores limitaciones como político fueron la incapacidad para percibir la realidad objetivamente, la rigidez para adaptarse a sus exigencias, así como carecer de tacto político y de interés por desarrollarlo. Por otra parte, la alianza de derecha que conformó fue muy frágil, estaba basada en el oportunismo de todas las partes y no en una coincidencia real de propósitos; no había acuerdo en el programa entre los aliados y, aún más, había en el interior contradicciones insalvables.

La independencia del escritor respecto a la clase política tradicional era real, él tenía conciencia del desprestigio de los viejos políticos y de los viejos partidos, pero al final eligió el camino fácil de aprovechar la infraestructura que ellos podían poner a su servicio, en lugar de construir un aparato propio que le permitiera preservar su independencia y convencer al electorado popular de esa independencia. Al final su cálculo resultó errado, lo que obtuvo de sus aliados fue mucho menos de lo que esperaba. La composición de la alianza era muy heterogénea y contradictoria, pues expresaba a la derecha en pleno: oligárquica y moderna, terrateniente e industrial, y a los sectores medios; además, aún pretendía representar a los sectores informales urbanos y a los campesinos parceleros. Para los sectores conservadores, el candidato presentaba un conjunto de rasgos poco gratos: era agnóstico, casado en dos ocasiones e incestuoso, antimilitarista y tenía un supuesto pasado izquierdista. Para la débil burguesía industrial, su extremismo neoliberal era una amenaza a su supervivencia.

“…la enfermedad nacional por antonomasia, aquella que infesta todos los estratos y familias del país y en todos deja un relente que envenena la vida de los peruanos: el resentimiento y los complejos sociales… una efervescente construcción de prejuicios y sentimientos —desdén, desprecio, envidia, rencor, admiración, emulación— que es, muchas veces, por debajo de las ideologías, valores y desvalores, la explicación profunda de los conflictos y frustraciones de la vida peruana. Es un grave error, cuando se habla de prejuicio racial y de prejuicio social, creer que éstos se ejercen sólo de arriba hacia abajo; paralelo al desprecio que manifiesta el blanco al cholo, al indio y al negro, existe el rencor del cholo al blanco, al indio y al negro y de cada uno de estos tres últimos a todos los otros…” (Vargas Llosa). Este párrafo se refiere a su padre, cuya personalidad resentida marcó negativamente la vida del escritor y la de su madre, pero es también un ajuste de cuentas dirigido a la intelectualidad de izquierda y a la izquierda peruana en general que, según él, impidieron su triunfo: ellos promovieron el voto adverso de amplios sectores populares.

Así, más que el rechazo popular hacia su programa, su derrota fue para él consecuencia de la envidia y el resentimiento de la intelectualidad de izquierda hacia su persona, animadversión surgida décadas atrás con los primeros éxitos del escritor. Como vemos, el balance que hace de su propio desempeño como político es parcial: el ideologismo que tanto criticó a la izquierda, su utopismo, fanatismo y falta de realismo fueron errores que él mismo cometió. El escritor se constituyó en el personaje central de una ficción que como gran escenógrafo él mismo diseñó. La distinción entre ideología y política, realidad y ficción, no fue clarificada por el escritor en su actuación como político”.

(*) Fabiola Escárzaga Nicté (Departamento de Política y Cultura-Universidad Autónoma Metropolitana-Distrito Federal-México): “La utopía liberal de Vargas Llosa”.

Share