Por Luis Alejandro Rizzi.-

Antonio Núñez Martín es presidente de la universidad europea y días pasados decía que entendía como liderazgo “la cualidad que hace posible que una persona pueda inspirar a los demás o representar las acciones de un individuo o grupo. Pero el liderazgo engloba algo más importante que es responsabilidad hacia la sociedad”.

Hago referencia a ese concepto ya que esta cualidad será imprescindible, no solo en el nuevo presidente sino en la mayoría de los funcionarios que entren en funciones a partir del próximo 10 de diciembre.

Un caso especial es Aerolíneas Argentinas una emblemática empresa fundada en 1950 que salvo un lapso transcurrido entre 1992 y el año 2007, siempre fue propiedad del estado argentino y en ese lapso durante varios años fue propiedad del Estado español hasta su privatización en el mes de octubre del año 2001 en favor del entonces llamado “grupo Marsans” hoy disuelto y con uno de sus “ceos” en prisión.

En todos esos años y con diferentes administraciones Aerolíneas Argentinas fue una empresa deficitaria y son muy pocos los ejercicios que tuvieron un resultado positivo.

En mi paso por la empresa en el año 1983/84 advertí que se trataba de una empresa inviable, por culpas propias y ajenas pero que existían alternativas para viabilizarla.

Las culpas ajenas estaban dadas por marcos económicos nacionales que no solo hacían inviable a esa empresa sino a la mayoría de los emprendimientos económicos, salvo aquellos que se podían concretar con la simpatía de los distintos gobiernos a cuya sombra nacieron diferentes grupos económicos en los últimos 50 años.

Entre las principales dificultades de nuestro sistema político económico, se cuentas las sucesivas crisis causadas por déficit fiscal, gasto improductivo, altos índices de inflación, variaciones absurdas del tipo de cambio usado muchas veces con fines “antiinflacionarios”, la sucesión de diferentes mercados negros, endeudamientos desmesurados para financiar gastos, y últimamente el default causado pro el incumplimiento de una sentencia judicial.

Ente las culpas propias de Aerolíneas Argentinas podemos enunciar diferentes vicios en su gestión consecuencia de su dependencia del poder político, tanto con gobiernos militares o constitucionales.

En uno u otro caso fue imposible evitar su uso sea como destino de funcionarios desplazados de otros ámbitos, de compromisos políticos, de incapacidad económico financiera para la elección de verdaderos técnicos en la administración del negocio aeronáutico, no obstante lo cual no puede negarse que Aerolíneas Argentinas fue una suerte de escuela que formó una elite importante de especialistas en el transporte aéreo, cuyas iniciativas muchas veces sucumbieron por la incapacidad de los distintos funcionarios de los que dependía la empresa.

Pues bien, luego de algunos meses de gestión mi idea fue la de generar un nuevo sistema de gerenciamiento que comprometiera a su personal para mejorar los resultados económicos.

Mi convicción era y es que las empresas del estado, salvo casos muy especiales que deben ser definidos por el Congreso de la nación al sancionar el respetivo presupuesto, no deben ser extractivas de los recursos del estado, sino que contrariamente deben generar recursos, no solo para sustentar la permanente inversión que requiere toda actividad empresaria sino también para generar excedentes que se deben destinar a mejorar el bien común.

Las ganancias de una empresa estatal deben cumplir con una elemental función social que por otra parte deben servir de ejemplo para la sociedad, como lo decía Núñez Martín transcripto al comienzo de esta nota.

Mi idea era que para comprometer al personal había que iniciar un comienzo gradual de gestión que requería una primero etapa que llamaría de aprendizaje mutuo y enseñanza.

La primera consistía que ir sensibilizando a los distintos niveles, superiores e inferiores a la empresa de la necesidad de adaptación a este tipo de gestión que vulgarmente se llama “cogestión”.

Personalmente no creo en el uso de la expresión “cogestión” porque ello denotaría una suerte de concepción “clasista” y mi idea era precisamente innovativa, superando la típica idea clasista.

La otra etapa que denominaba de “enseñanza” consistía en ir presentando los problemas y cuestiones de la empresa y los valores de gestión que se debía respetar, partiendo de la base que toda política sustentada en ideas pero vacía de hechos como escribió Juan José Sebrelli es vacía.

Esta etapa era de exclusiva responsabilidad empresaria y el desafío que había que aceptar.

Lamentablemente fui despedido y luego de un periodo de bronca personal comprendí que me había olvidado de explicar mis ideas hacia adentro, pero también sabía que no hubieran sido comprendidas y por tanto aceptadas.

Para ponerle punto final esta primera nota y teniendo en cuenta que la ley 26412 en su artículo 9º impide la privatización de la empresa, algo que Mauricio Macri y sus asesores ignoraron, estimo que el nuevo gobierno deberá imaginar un nuevo sistema de gestión para Aerolíneas Argentinas.

Se deberá convencer a su gente que la viabilidad y la continuidad de la empresa dependerá del esfuerzo que su personal esté dispuesto a realizar y que no es ético ni moral que una empresa que depende de recursos del estado sea una de las que paga los mejores salarios del mercado.

Sin este punto de partida será imposible su viabilización y su mejor administración o gerenciamiento.

Ese será el consenso sectorial necesario para intentar convertir a Aerolíneas Argentinas en una empresa eficiente y ejemplar.

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