Informador Público

"Juzgo imposible describir las cosas contemporáneas sin ofender a muchos". Maquiavelo

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Opinión

La salvaguarda de un derecho fundamental (2)

Por Hernán Andrés Kruse.-

EL DERECHO A LA SALUD Y LA EQUIDAD: TÉRMINOS POLISÉMICOS

EL DERECHO A LA SALUD DESDE DIFERENTES ENFOQUES: CONSENSOS Y DISENSOS

“El derecho a la salud posee diferentes significados e implica diferentes connotaciones dependiendo si el enfoque es filosófico, jurídico o histórico. Cuando desde esas diferentes disciplinas hablamos del derecho a la salud no siempre estamos hablando de lo mismo. En principio, bastaría aclarar el sentido –la perspectiva- sobre la cual nos referimos a este derecho. Por ejemplo, si nos referimos en un sentido filosófico, este sentido nos remonta a la intersección entre ética y política dada por el marco teórico de justicia/igualdad que se aplica a la justificación filosófica del derecho a la salud. Ahora bien, dado que desconocemos lo transdisciplinario estas diferentes perspectivas pocas veces se unen para integrar disciplinas, y menos aún para integrar saberes.

Desde lo jurídico el reconocimiento del derecho a la salud como derecho humano se encuentra explícito en diversos documentos internacionales, formando parte del conjunto de derechos económicos, sociales y culturales (segunda generación). Entendido como derecho universal, el acceso igualitario a la atención de la salud, garantizado y financiado con recursos públicos (universalización de la salud), surge en la Europa de Posguerra, en pleno apogeo del Estado de Bienestar. Su primera formulación legal nos remonta, a nivel internacional, al Informe del Lord Beveridge (1942). Mientras, en Argentina en la década del 40 la esfera pública crece exponencialmente, y dentro de ella la salud se transforma en cosa pública (Estado de compromiso). Los derechos sociales, en particular los de la salud, se expanden. Esta conquista del derecho a la salud implica reconocer la salud como el derecho del ciudadano y la responsabilidad del Estado en la cobertura y aumento de accesibilidad de los servicios. Siguiendo aquí a Vidiella es en 1994, momento de implementación del libre mercado en Argentina, cuando se incorpora -paradójicamente- el derecho a la salud en nuestra Constitución argentina, otorgándole jerarquía constitucional a Declaraciones y Pactos Internacionales e introduciendo nuevos derechos y garantías en el art. 42, y bajo el concepto de calidad de vida. Por otra parte, además de la Constitución y Tratados Nacionales, este derecho se afianza en Leyes, Decretos y Resoluciones nacionales; Constituciones y Legislación provincial y municipal, algunos de las cuáles serán mencionadas seguidamente.

Asimismo, cuando nos referimos al derecho a la salud desde una mirada histórica observamos que existen diferentes formas de aproximarnos al mismo. De acuerdo a Tobar existen tres niveles de estudio para aproximarnos históricamente al análisis de la salud: a) la situación de salud de la población (indicadores epidemiológicos); b) sus políticas de salud (salud como problema público en el cual el Estado asume un rol activo) y c) su sistema de salud. En relación a este punto, nuestro trabajo refiere al punto b, a las políticas públicas y al problema de equidad en la concepción del derecho a la salud, pero se encuentra limitado al enfoque intradisciplinario conceptual y al momento político actual. La política de salud implica que la definición de salud es un problema público en el cual el Estado asume un rol activo. Dichas políticas son definidas como los planes de acción del Estado para reducir problemas complejos y desigualdades en salud. De acuerdo a Tobar, esta visión de la política se vincula con la democratización de la sociedad y del Estado. Hacer política es transformar la realidad presente.

Dicho esto, consideramos oportuno aclarar que no nos interesa el relato histórico y repetitivo de políticas públicas (si bien señalaremos un camino histórico en lo que hace a concepciones de salud y justicia en salud). Nuestro modesto aporte conceptual para la transformación de la realidad busca poner en evidencia la injusta deuda histórica en una dimensión clave del derecho a la salud: la dimensión cultural”.

DIMENSIONES DEL DERECHO A LA SALUD

DIMENSIÓN DE JUSTICIA DISTRIBUTIVA

“Cuando hablamos del derecho a la salud desde la filosófica política nos ubicamos en los debates sobre complejos marcos teóricos de justicia social y justicia en salud, los cuáles brindan la justificación del derecho a la salud como así también de sus criterios de acceso, distribución y racionamiento sanitario. Por ejemplo, desde el liberalismo igualitarista todas las personas tienen derecho al acceso igualitario a la atención de la salud por ser personas morales, independiente de factores moralmente irrelevantes -raza, condición social, trabajo, etnia, género, entre otros-. El nudo problemático de esta justificación, más allá de su abstracción, se encuentra en promover la igualdad de oportunidades de todo ciudadano para el desarrollo de su plan de vida, pero en base a un criterio restrictivo: el rango normal de oportunidades definido desde la normalidad natural (Rawls-Daniels). “El concepto de equidad fue desarrollado en países centrales en la búsqueda de compensar los efectos sociales del abandono de las políticas universalistas del Estado Benefactor. Esta no es la situación en nuestras sociedades latinoamericanas (…), por lo tanto el concepto de equidad debe ser problematizado y contextualizado” (Spinelli; H; Alazraqui).

Ahora bien, la salud no puede aislarse de lo social, del medio ambiente, de la cultura, de las condiciones laborales, de las relaciones sociales (determinantes sociales). Así, en el debate filosófico sobre el derecho a la salud tampoco existe una única justificación del mismo, desarrollándose diferentes alternativas en torno a esta teoría: a- las teorías comunitaristas, critican la abstracción y propone una concepción del bien común (Walzer), b- las feministas denuncias, a grandes rasgos, cuestiones históricas de opresión y de poder ausentes en la primera teoría distribucionista, y promueven el reconocimiento. No obstante, sin igualdad económica no existe reconocimiento real, como bien ha sido formulado por Fraser; c-en este sentido, desde corrientes marxistas y desde la medicina social latinoamericana, se plantea la importancia de analizar el contexto social en salud, replanteando el mismo concepto de salud desde la complejidad de la sociedad para la libertad real (Van Parijs).

Filho propone definir la desigualdad como la inequidad de lo que es no solamente evitable sino también desleal, vergonzoso e injusto, resultante de la injusticia social ante diversidades, desigualdades y diferencias. Finalmente, en un plano intermedio, d- la igualdad de capacidades reconoce la importancia de tener en cuenta la variabilidad subjetiva en relación al medio ambiente, considerando su especificación plural de acuerdo al contexto histórico y geográfico (Sen). Pero también existen corrientes filosóficas que niegan la existencia de este derecho, por considerar una invasión del Estado de disponer de nuestros bienes a través de impuestos no consentidos -comprendiendo esta definición de bienes como propiedad absoluta- (Nozick-Englehardt).

A nivel de políticas de salud, como por ejemplo, el programa Cobertura Universal de Salud (CUS) implica, en primer lugar, una dimensión de afectación de las políticas distributivas al considerar como “gasto público” la inversión social en salud pública, afectando a los sectores en situación de indigencia, pobreza, que emergen en contexto de aplicación de ajustes estructurales, ante el encarecimiento de los servicios de medicina prepaga, el deterioro de los servicios públicos, el encarecimiento de las obras sociales y de los medicamentos. Constituye una vuelta al modelo neoliberal de canasta básica y APS Selectiva para pobres. Pero, al mismo tiempo, estas políticas tienen una dimensión de racionalidad económica monocultural, ya que la satisfacción de las necesidades en la dimensión social salud/sanitaria, son pensadas desde la centralidad empresarial y mercantil. No obstante, el campo semántico propuesto sigue sesgado culturalmente, al utilizar nociones que, por tratar instrumentalmente a la naturaleza como entorno ambiental de la salud (definida, eso sí, en los amplios términos de la OMS relacionada con el bienestar y la calidad de vida), ejemplificado en el recurrente uso de términos como servicios ambientales, recursos naturales, capital natural, social, humano, etc.”

CONCLUSIÓN

“El derecho a la salud, pensado en un contexto socioculturalmente complejo y plural, implica no sólo una idea horizonte que articule los aspectos de redistribución y reconocimiento, sino también exige una idea de igualdad que no inferiorice socialmente ni homogeneice culturalmente, e incorpore la dimensión de justicia epistémica. A la erosión de los fundamentos económico-sociales de la salud pública se articula la negación del reconocimiento a la dimensión cultural del derecho a la salud, que afecta especialmente a los pueblos originarios y campesinos, pero también a los sectores populares urbanos migrantes, inmigrantes, mestizos o de pueblos originarios en ámbito urbano. Hace falta también aquí una noción fuerte de diálogo intercultural que involucre activamente las ideas de relación con la naturaleza y sus incidencias en la salud de los pueblos originarios y campesinos, los saberes prácticos al respecto de las comunidades tradicionales y originarias.

Abordar desde esta perspectiva la formación de los profesionales de la salud exige un replanteamiento radical y diagnosticar la multidimensión que afecta a los macro y micropoderes que inciden sobre l bien social salud, incluyendo la dimensión de colonialidad del saber. Desde estas premisas es posible también enriquecer las nociones de medicina social y de derecho de la salud, desde una dimensión intercultural. Toda política pública que se haga cargo de estas dimensiones de la salud tiene el desafío de articular formatos de genuino diálogo y participación que incorpore las experiencias de saberes prácticos de las comunidades originarias y campesinas, desde su contexto territorial de vinculación con la naturaleza. En este sentido, la “justicia en salud” implica actuar sobre la complejidad de problemas que inciden en la salud, incluyendo la naturaleza, el modelo social productivo, los problemas de poder, género y abordaje intercultural (demodiversidad en salud), y la integración de saberes.

La revalorización de conceptos propios como “buen vivir”, proveniente de la tradición indígena, permite replantear la finalidad social de la justicia en salud, y exige la misma transformación del modelo productivo que produce relaciones insalubres con los otros, con el entorno social, con la misma naturaleza, afectando principalmente a las comunidades vulnerables y a los excluidos. Por lo tanto, no basta con el acceso igualitario hospitalario para atender la enfermedad. Es necesario replantear prácticas profesionales, prioridades y modelos de investigación, como así también formas de vida y organización social para proteger nuestra salud, nuestra naturaleza, comenzando por incluir en nuestras universidades y centros de investigación la dimensión perdida de la interculturalidad y justicia epistémica”.

(*) María Graciela De Ortúzar y Alejandro Médici: “El “derecho a la salud” como derecho humano: Abordaje conceptual transdisciplinar” (Investigaciones Socio-jurídicas Contemporáneas-La Plata: Malisia-2019)

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Hernán Andrés Kruse

Doctor en Ciencia Política Rosario, Argentina @HernanKruse

4 comentarios en «La salvaguarda de un derecho fundamental (2)»

  • LA ARGENTINA POTENCIA: ENFOQUES

    El milagro de Milei en su décimo mes

    Eduardo van der Kooy
    Fuente: Clarín
    (*) Identidad Correntina
    13/10/024

    La habilidad de Javier Milei y el estruendo libertario para celebrar victorias políticas parece un fenómeno tendiente a opacar otras posibles consecuencias. En pocas semanas el Gobierno logró bloquear en Diputados una compensación para los haberes jubilatorios que había sancionado el colectivo opositor. Enseguida sobrevino otro freno a la Ley de Financiamiento Universitario. En ambos casos, contó con el apoyo de un conglomerado de aliados donde La Libertad Avanza constituyó siempre una minoría.
    Esos dos triunfos podrían enlazarse con otro medular. Sucedió cuando luego de varios fracasos y con la buena voluntad de “la casta”, Milei obtuvo la sanción en ambas Cámaras del Congreso de La Ley Bases. Con esos tres eslabones el Presidente cree haber dado pasos fundacionales para la gobernabilidad. Jaqueada en sus primeros meses por múltiples razones: desde la ausencia llamativa de gestión hasta un oficialismo que se fue deshilachando con llamativa rapidez. Observada esa realidad, con una crisis dantesca para administrar producto de la herencia kirchnerista, semejaría casi a un milagro que Milei transite su décimo mes en el poder y se sienta con derecho a planificar el 2025 para pelear las elecciones legislativas. ¿Qué dirigente o analista no temió lo peor después que se fue a pique en febrero la ley maestra de su agenda? .
    El optimismo libertario, sin embargo, desnuda flancos de debilidad. Su estrategia defensiva, con jubilados y estudiantes, tendrá temprano o más tarde secuelas sociales. Algunas empezaron a quedar reflejadas en las encuestas que muestran un descenso en la imagen presidencial. El Gobierno obtuvo su meta con más o menos un tercio de adhesiones. En simultáneo abroqueló a sectores heterogéneos de la oposición en torno a los 140-150 votos. En algún momento, en esas condiciones, podrá aflorar una revancha que termine descolocando a los libertarios.
    También convendría detenerse en el concepto de gobernabilidad. Para Milei alcanzaría con torcer el brazo a la oposición sin reparar en las formas y los contextos. Nadie puede discutirle la facultad de ejercer el derecho a veto o administrar por decreto cuando los mecanismos institucionales no responden. Se trata de un recurso de vuelo corto que atentaría precisamente contra uno de los pilares de aquella gobernabilidad: la generación de confianza. Interna para robustecer el crecimiento político. Externa para que la economía argentina se convierta en un imán de atracción de inversiones con horizonte perdurable.
    La idea de gobernabilidad es inherente al funcionamiento del sistema. Milei la piensa únicamente en función de su administración a la que considera, con la misma manía que tuvieron otros mandatarios de la democracia, como presunta refundadora del país. Remota está en su pensamiento la posibilidad a futuro de alguna alternancia.
    Quizás eso explique, en parte, la vigencia de la centralidad de su figura que se encarga de espolear en cada aparición. Con ese ejercicio empeñoso saltó de la nada al teatro mayor de la política. Lo trascendente, de acuerdo con tal criterio, es no declinar jamás. El académico italiano Giuliano da Empoli, ex asesor del premier Matteo Renzi, ofrece numerosos ejemplos del acontecimiento en su libro “Los ingenieros del caos”.
    Al analizar el caso de Hungría del premier Viktor Orbán, repara en su asesor estrella, Arthur Filkestein, numen de otros dirigentes europeos antisistema de esta época. En una conferencia que ofreció en Praga, tras varias argumentaciones, terminó por pontificar: “En definitiva, un buen político es un tipo que nos dice una serie de cosas verdaderas antes de empezar a decirnos una serie de cosas falsas, porque de esa manera creeremos todo lo que dice, verdades y mentiras”. Por supuesto, se require de una maquinaria propagandísticas capaz de sostener aquella intensidad. Para eso existen las redes sociales.
    Milei impuso en origen su guerra contra “la casta” y la necesidad de poner fin a dos flagelos que la democracia, en especial a partir de la crisis del 2001, nunca supo resolver. La inflación y los negocios con dineros del Estado. El alza del costo de vida de septiembre (3.5%) le sirve como bandera de un rumbo correcto que, desmenuzándolo, desnuda aún inconsistencias. Las denuncias sobre los planes sociales y el usufructo de los movimientos piqueteros han resultado, probablemente, su herramienta más exitosa. Los cortes de calles y rutas cotidianos han dejado de ser por ahora una pesadilla ciudadana.
    Sobre esas verdades, de acuerdo con lo que transcribe en su libro Giuliano da Empoli, el Presidente no se priva de desparramar falacias ni de construir supuestos nuevos enemigos (en reemplazo de la alicaída oposición) que le permite mantener el fuego imaginario de la épica. El periodismo, en general, figura entre sus blancos elegidos.
    La oposición, voluntariamente o no, colabora con el plan presidencial. Mauricio Macri parece atrapado en el laberinto libertario. Cristina Fernández, ni bien olfateó cierta declinación en la popularidad de Milei, retornó a la palestra. Con intenciones incluso de pasar a presidir un PJ que siempre despreció. El ingeniero y la dama poseen otras razones que fundamentarían sus conductas.
    Macri intenta evitar la licuación del PRO asumiendo una conducción pública ante cada tema en debate. A veces sin necesidad. ¿No había su partido votado en contra de la Ley de Financiamiento Universitario en agosto en Diputados?. ¿Que lo indujo a abrir una discusión interna sobre la conveniencia de proteger el veto de Milei?. Varios de sus legisladores lo criticaron en voz baja. Aunque cumplieron las órdenes. Uno de los prominentes se descargó: “Nos llevan de la nariz. La conclusión es simple: si al Gobierno le va bien, desaparecemos. Si le va mal, también”.
    Macri pudo haber fracasado, además, en su pretensión de obtener algo a cambio por el apoyo al Gobierno en el pleito universitario. Nada que se sepa. Ni siquiera logró compartir milanesas o carne asada con Milei. Apenas tuvo un encuentro con el joven Santiago Caputo que habría sido solicitado por el ingeniero. El intercambio, dicen, fue amable. Hasta ahora prevaleció siempre entre ambos la esterilidad.
    El caso de Cristina parece diferente. Su protagonismo renovado, el llamado a la unidad partidaria y la insinuación de desembarcar en el PJ poseería varias motivaciones. Por un lado, cerrarle el camino al gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof. Por otro anticipar el regreso al primer plano pensando en las legislativas y, sobre todo, en el Poder Judicial. Se acercan etapas decisivas para su futuro. La posible ratificación de su condena en la causa por la obra pública donde en primera instancia recibió una condena de seis años de prisión. También la suerte que pueda tener el Memorándum de Entendimiento con Irán, cuya causa había resultado cerrada y fue reabierta el año pasado. En abril la Cámara de Casación ratificó al régimen de Teherán como responsable del atentado en la AMIA que arrojó 85 muertos. No se trataría de un antecedente auspicioso para la ex presidenta.
    Cristina sabe que los compases de la justicia argentina suelen estar influidos por los vientos que proceden desde el poder y la política. Todo lo que maquina es un blindaje para ella. De allí el disgusto con algunos díscolos: el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, pretende disputarle el timón del PJ. La líder kirchnerista tuvo en los últimos días un indicio sobre aquello que piensa y ejecutó en el Poder Ejecutivo. En tiempo récord, el juez Sebastián Ramos desechó una denuncia por injurias y agravios del director periodístico Jorge Fontevecchia contra Milei.
    El vacío de la oposición, al cual se añade el desgranamiento radical, reafirmaría la sentencia de Milei acerca de la gobernabilidad consolidada. También su convicción de que ningún partido ahora estaría en condiciones de discutirle las buenas señales que emergen de los mercados y de la macroeconomía. La honda recesión y el agobio por los datos sobre la pobreza (52.3%) son aspecto de los cuales el mandatario se desliga endilgando la responsabilidad a la herencia recibida. Puede existir una cuota de verdad: el resto encajaría en la explicación transcripta por el italiano Da Empoli acerca de lo que sería un buen político en esta época.
    Las variables financieras han fortalecido como pocas veces a Luis Caputo, el ministro de Economía. Tuvo de obsequio algo que se adjudica como otro éxito que no le pertenece. El Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó finalmente los sobrecargos que cobraba a los países deudores. Es verdad que Caputo había hablado del tema con la jefa del organismo, Kristalina Georgieva. No es menos cierto que, en su momento, Sergio Massa como ministro de Alberto y Cristina Fernández, había formulado un reclamo similar. La determinación finalmente fue pensada en beneficio de Ucrania para que cuente con fondos extras para la guerra que mantiene con Rusia luego de la invasión a su territorio.
    Como buen economista de finanzas, Caputo evita hablar sobre producción, trabajo y empleo. Sobre qué modelo estructural estaría cavilando, si cavila, para la Argentina una vez que se pueda superar el tramo más espinoso de la crisis. Sigue en ese aspecto, a rajatabla, la partitura de Milei. Otras cosas continúan en el aire. El levantamiento del cepo o la posibilidad, en alguna instancia, de la unificación cambiaria.
    Caputo puso en duda, además, la alternativa de un nuevo acuerdo con el FMI con el objetivo de obtener algún desembolso. Había contemplado en junio tal posibilidad. Incluso arriesgó que ocurriría este año. Las palabras van y vienen, contradictorias. Para hacerle honor a los tiempos políticos modernos que Da Empoli describe en «Los ingenieros del caos».

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  • LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES

    Milei arrincona a Macri; Cristina, sin operativo clamor; peligro de polarización y violencia

    Ricardo Kirschbaum
    Fuente: Clarín
    (*) Notiar.com.ar
    13/10/024

    Como una maldición histórica, una desgraciada tradición, la Argentina no puede evitar pendular y caer en los extremos, un método de acumulación política que liquida los grises y construye la grieta. Las experiencias sucesivas han demostrado que la polarización es la malla que intenta contener la cada vez más pronunciada fragmentación política y social. Y la simplifica, porque define opciones antitéticas pero, a la vez, hace escalar la violencia, en una deriva que se va deslizando peligrosamente de lo verbal hacia otros estados alterados, funcional a ambos lados pero fatal para el país.
    Los politólogos podrán decir que esta situación se repite en muchos países y sobre todo en Estados Unidos, donde la virulenta campaña entre Donald Trump y Kamala Harris crea cada vez más divisiones y tensiones que cruzan a toda la sociedad. Sin embargo, los argentinos no necesitamos mirarnos en ese espejo: la antinomia está tan arraigada que cualquier propuesta moderada parece una ingenuidad en medio de esta lucha a dentelladas.
    La violencia ya está arraigada entre nosotros, y no solo es política. Una sociedad airada, frustrada, sin respuestas y cada vez más impaciente, encuentra en el estallido un escape a este profundo malestar. Si a este estado de ánimo, fácilmente verificable, se añade el aditivo de la política egoísta y la intolerancia de izquierda y de derecha, como agentes necesarios para tener relevancia en el debate público y en las redes sociales, el escenario está montado para que una provocación cualquiera encienda la pradera.
    Javier Milei, ya se ha dicho, es la resultante del hartazgo de la sociedad con los gobiernos anteriores, de quienes alimentaron su crecimiento para afectar a quienes presuntamente iban a ganar y de los errores de quienes alentaron divisiones sin advertir podrían ser letales para el espacio que representaban.
    El oficialismo actual ha conseguido usar su poder para usufructuar las necesidades ajenas y avanzar en la construcción de su propio poder. Hasta ahora, ha logrado evitar el rechazo de dos vetos a dos leyes del Congreso, aumento a jubilados y a las universidades. Lo ha logrado consiguiendo un tercio de legisladores que le garantizó no ser derrotado. Con poco, consiguió mucho porque en su auxilio corrieron Mauricio Macri, algunos legisladores de un radicalismo desconcertado y gobernadores de origen peronista, como Jaldo y Jalil, que aprovechan la oportunidad.
    En política, todos lo saben, nada sale gratis.
    El gobierno parece haber encontrado una táctica para ir convirtiendo a Macri en un dirigente testimonial. Le disputa y seduce a su electorado y, a la vez, lo arrincona mostrándole que cualquier gesto independiente de Milei será funcional al kirchnerismo. Al cerrarle los caminos, Macri tiene su margen de maniobra cada vez más reducido. En compensación, recibe elogios de la Casa Rosada. El famoso abrazo del oso.
    Milei, Santiago Caputo y Guillermo Francos son los dealers de este juego.
    Quizá Macri no encuentre una solución al problema de sus pruebas de amor no correspondidas –algunos miembros del PRO hasta extrañan la ausencia de Marcos Peña entre los consejeros del ex presidente– pero debe saber perfectamente que Milei irá por el jaque mate a su bastión porteño.
    ¿Se separarán aquí las elecciones locales de las nacionales? Son dilemas cuyas respuestas que deben encontrar Macri y su primo Jorge, en un distrito clave para que el PRO pueda sobrevivir.
    El radicalismo está objetivamente peor. Su presidente Lousteau y el jefe político del senador, Emiliano Yacobitti, han perdido la elección interna en el distrito más importante y todavía no han comenzado a definir qué harán frente al desafío de la Libertad Avanza. Antes que eso, más allá de la legalidad de su origen en la jefatura partidaria, Lousteau debe pensar en cómo recuperar la legitimidad al frente de la UCR, tarea nada fácil. Y no tiene demasiado tiempo para intentarlo. Hay un perceptible malestar que no se disipa con el clásico “calma, radicales…”
    Cristina Kirchner, sin salida por sus urgencias judiciales, finalmente irá por la presidencia del PJ, estructura a la que no le dio nunca importancia ni afecto. Ha constatado que no hay tal operativo clamor para ponerla al frente del Partido Justicialista, como ella hubiera deseado, un dato nuevo que deberá digerir. Mas aún: su discípulo y protegido Axel Kicillof navega entre la rendición condicional y la traición a su protectora política. Lo ideal para el gobernador bonaerense sería que su apoyo a Cristina se complementara con el desplazamiento de Máximo Kirchner de la conducción del peronismo bonaerense.
    ¿La madre sacrificará al hijo para encumbrarse más fácil, encumbrando al gobernador? ¿Kicillof seguirá los consejos de los intendentes y de Larroque para alentar una interna llevando al riojano Quintela como candidato? El massismo ya avisó por las dudas para meter presión: si hay internas, habrá tres listas. El Frente Renovador irá con la suya.
    Posiblemente Cristina consiga su objetivo para encarnar la oposición más importante a Milei. No está hoy en las mejores condiciones: viene del fracaso de su invento con Alberto Fernández, una mochila de plomo de la que no se puede desentender aunque lo intente. Al menos, el peronismo, por ahora, se ha mantenido unido en el Congreso y ese es un dato que conviene retener como fuerza parlamentaria cuando se viene la batalla por el Presupuesto.
    Milei y Luis Caputo ya saben que no habrá acuerdo con el Fondo Monetario este año y que el veranito cambiario, luego del sostenimiento del veto, les ha dado aire cuando más lo necesitaban porque los signos de cansancio de la sociedad ya se notan. Sienten que no pueden retroceder ahora. Cristina actuará en espejo: Milei-anti Milei, la partición de aguas. El centro político está aplastado por ese brete y porque es una partitura que pocos saben tocar y menos entusiasmar a una sociedad crispada. Y la historia seguirá repitiéndose.

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  • LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES

    La definitiva advertencia de Macri a Milei

    Joaquín Morales Solá
    Fuente: La Nación
    (*) Notiar.com.ar
    13/10/024

    Les habló serenamente. Sin escándalo y sin broncas reales o fingidas. Primero le avisó a Santiago Caputo, el asesor que integra el trípode de hierro del poder, y después se lo dijo al propio Presidente. El diálogo de Mauricio Macri con Milei sucedió luego de la votación en la Cámara de Diputados que confirmó el veto presidencial al proyecto de ley de financiamiento universitario. Milei lo llamó al expresidente para agradecerle los votos de Pro a favor del veto. Era la última vez, le señaló Macri, que él y su partido colaboraban con el Gobierno en una iniciativa de la que no habían participado y de la que no pudieron ni siquiera opinar sobre su contenido ni sobre su oportunidad.
    Antes, sucedió la reunión con Caputo, que duró dos horas y en la que Macri se explayó largamente sobre los errores de implementación y de comunicación que comete el Gobierno y que terminan, según él, por desvirtuar las buenas políticas. ¿Qué le contestó el Caputo asesor? Responden cerca del expresidente: “Caputo siempre le dice a Macri que tiene razón, pero después hace lo que quiere”.
    Son deslealtades que los políticos serios no cometen, fundamentalmente porque no saben cuándo pedirán el próximo favor. Sin los 35 votos que aportó el macrismo, el rechazo al veto de Milei hubiera sido la más seria derrota presidencial en los diez meses de administración libertaria. Milei logró confirmar su veto por apenas siete votos. Los otros aportes que recibió el Presidente fueron muy pequeños, tan necesarios como insignificantes. Los cuatro radicales disidentes –el quinto se ausentó– fueron el bloque más numeroso después del macrismo. Dicen que Macri se lo explicó de esta manera a Caputo: “Ustedes no quieren funcionarios de Pro. Están en su derecho. Pero nosotros no queremos ser el eterno furgón de cola de ustedes. Ese es nuestro derecho”. Punto.
    Con Milei fue más escueto: “Es la última vez en las actuales circunstancias”, lo sorprendió. Las circunstancias deben cambiar, entonces. ¿Cómo? Los eventuales nuevos apoyos ocurrirían si el macrismo participara, antes de que se precipiten los hechos, en una negociación profesional sobre lo que se firma y se decide, y en qué momento se firma y se decide.
    El problema de Macri es que también su margen político y partidario se encogió. Solo una gestión insistente, larga y difícil de su parte pudo reunir los 35 votos de Pro, aunque perdió dos en el camino. Son 38 en total los diputados de ese partido; uno estaba enfermo. Pero varios de los que votaron a favor del veto hasta habían anunciado públicamente que votarían en el sentido contrario. El domingo último, Macri se explayó en un tuit sobre el conflicto que plantea una universidad que desvía sus recursos a la acción política de ciertos partidos. “Lo que se discute ahora, subrayó, es la parte del presupuesto que se deriva a la política”, y precisó: “Desde 2015, la UBA no presentó ni una sola factura”.
    La universidad libre y gratuita tiene un enorme valor simbólico en la política argentina, pero también es –cómo negarlo– un recurso político y financiero de dos facciones: el radicalismo y el kirchnerismo. Los radicales acamparon en las universidades (sobre todo en la UBA) desde la época de Oscar Shuberoff, quien fue rector de la UBA durante 16 años. Desde Raúl Alfonsín hasta Eduardo Duhalde. Shuberoff alentó política y financieramente a la organización universitaria Franja Morada, claramente identificada con el radicalismo, hasta el extremo de que ningún docente podía aspirar a ingresar a la Universidad de Buenos Aires sin el respaldo de esa agrupación presuntamente de estudiantes. Shuberoff perdió la reelección como rector luego de que se revelara que había comprado varios departamentos en los Estados Unidos que no fueron declarados en la Oficina Nacional de Ética Pública ni en la Oficina Anticorrupción.
    Sería injusto hablar solo de Shuberoff. Hace menos tiempo, el entonces rector de la Universidad del Chaco Omar Judis debió renunciar luego de ser procesado por la Justicia por hechos de corrupción en esa casa de estudios. Su sucesor, Germán Oestmann, la distinguió a Cristina Kirchner con el título de doctora honoris causa de la Universidad del Chaco.
    El segundo problema es, precisamente, el sectarismo ideológico que el kirchnerismo le impuso a la universidad. Hay universidades en el Gran Buenos Aires que se crearon en la época de Cristina Kirchner solo para nombrar claustros de profesores kirchneristas; fue una manera de contar con una militancia rentada.
    Algunos eran –y son– directamente kirchneristas y otros tienen un específico sesgo ideológico. De hecho, el vicerrector de la UBA, el exdiputado radical Emiliano Yacobitti, quien relevó a Enrique “Coti” Nosiglia en el liderazgo de la UCR de la Capital, dijo públicamente en las últimas horas que la universidad pública enseña mal si allí se graduaron dos ministros de Milei: Federico Sturzenegger y Luis Caputo. Esto es: para la segunda autoridad de la universidad más poblada del país los profesores deberían enseñar a pensar en clave progresista, jamás ortodoxa.
    En efecto, Sturzenegger se graduó en la Universidad de La Plata, pero se doctoró en universidades de los Estados Unidos. Actualmente es docente en la prestigiosa Universidad de Harvard. El Caputo ministro se recibió en la Universidad de Buenos Aires y luego trabajó en los bancos más importantes del mundo. Yacobitti nació y se formó en Franja Morada, y ahí debió aprender que la universidad no solo sirve para formatear el pensamiento de los jóvenes, sino también para financiar la vida política. El dogmatismo y la intolerancia en la universidad tienen raíces más profundas y amplias que las que aparecen a simple vista.
    Sin embargo, nadie puede desconocer –por qué negarlo– el atraso salarial que sufren los verdaderos docentes universitarios. Los malos antecedentes de las conducciones universitarias borronean los problemas reales de las casas de estudios. La universidad debe tener los recursos que necesita, pero sus gastos deben ser transparentes; una periódica auditoría no significaría un atropello a la autonomía universitaria. La única universidad posible, por lo demás, es abierta, plural y respetuosa de todas las ideas.
    Regresemos a Milei. Consiguió 85 votos en una cámara de 257 diputados. Es poco, aunque parezca mucho porque esos módicos votos evitaron que le rechazaran el veto al proyecto de financiamiento universitario. El Presidente está a un puñado de votos de perder el tercio de la Cámara de Diputados y, por lo tanto, a un puñado de votos de tener los dos tercios en contra. Cuidado: los dos tercios de las dos cámaras del Congreso es el requisito constitucional para iniciarle un juicio político al jefe del Estado. No hay razones a la vista para asestarle a Milei un juicio político, pero nadie sabe de qué está hecho el futuro, sobre todo cuando la ofensa personal se convirtió en una manera de decir y de gobernar. Cabe señalar que la ofensa personal no es revolucionaria ni significa un cambio ni expresa una renovación; es, simplemente, un síntoma de la mala educación de quien la dice. Una ofensa expresada por un presidente de la Nación es, además, una doble ofensa por la vasta repercusión que tiene.
    Milei tiene un estilo –es cierto–, pero su principal asesor, Caputo el joven, le recomendó que intensifique la polarización porque de esa manera se consiguen las victorias políticas. Un Ernesto Laclau sin los pergaminos académicos de Ernesto Laclau; las ideas rupturistas y posmarxistas de este filósofo argentino radicado en Gran Bretaña, ya fallecido, penetraron intensamente en los gobiernos de Cristina Kirchner y le hicieron mucho daño a la política argentina. También de la cantera de ideas del asesor Caputo saldrían las permanentes agresiones de Milei a los periodistas y medios periodísticos.
    Ese proyecto supone que siempre hay un rédito para el gobernante que se enfrenta con el periodismo y que, también, tales agravios, por más injustos que sean, van deslegitimando y sacándole autoridad moral a la crítica de la prensa a los gobernantes. Ni Milei ni Caputo inventaron nada nuevo. Donald Trump ensayó –y ensaya– esa estrategia política contra el periodismo, como bien lo contó el viernes en LA NACION la periodista Gail Scriven. El término “ensobrado” es altamente ofensivo para el periodismo porque alude a un acto corrupto, pero un juez, Sebastián Ramos, acaba de rechazar in limine una denuncia contra Milei del periodista Jorge Fontevecchia por haberlo llamado así.
    La misma denuncia –y por la misma razón– la hizo Jorge Lanata, pero su presentación cayó en manos del juez Ariel Lijo, que hace lo que siempre hizo Lijo: demorar, anestesiar, cajonear. Nada se sabe de la suerte de la presentación del periodista ahora enfermo. Pero la resolución del juez Ramos constituye un precedente nefasto para la libertad de expresión y para la relación necesariamente respetuosa que debe existir entre el poder y el periodismo. Una cosa es lo que el juez resuelve al final de una investigación; otra cosa es un rechazo in limine (en el umbral mismo) de una denuncia de periodistas ofendidos por el jefe del Estado. La libertad de prensa no es una cuestión exclusiva de periodistas; los empresarios, por ejemplo, deberían velar con más convicción por ella. Recuerden: el kirchnerismo no ha muerto.
    Aunque nadie lo dice, esas cosas de Milei y de su asesor Caputo también lo alejan de Macri. Macri tiene seguramente otros defectos, pero no dice malas palabras ni frecuenta el agravio. En los últimos tiempos se lo escuchó hablar a Macri de la necesidad de preservar el “respeto” a las personas y a las instituciones. Sea como fuere, la reciente advertencia de Macri a Milei y Caputo (“este es el último aporte de Pro”) es una noticia política que el Presidente no debería desdeñar. Patricia Bullrich no es una alternativa de Pro. Ella cumple el papel de los conversos: tiene más fe que los viejos creyentes. Aunque la inflación bajó otro poco –conquista que debe reconocerse–, es fácilmente perceptible que los márgenes políticos del Presidente ya no son los que eran.

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  • LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES

    Milei atiza la fragmentación y solo hace alianzas líquida

    Jorge Fernández Díaz
    Fuente: 13/10/024
    (*) Notiar.com.ar
    13/10/024

    “El campo de batalla es un escenario de caos constante. El ganador será quien controle ese caos, tanto el propio como el de los enemigos”. Hay muchos ingenieros del caos y teóricos de la fragmentación, pero conviene siempre volver a un verdadero baquiano: Napoleón Bonaparte.
    Le gusta al “Triángulo de Hierro” de la Casa Rosada industrializar el banco de enojos sociales, sobreexcitando los extremos, como diría Giuliano da Empoli, y administrar y profundizar el desorden de una clase política –la “casta”– que voló por los aires y que recién ahora se despereza entre los escombros de la historia con notable amnesia, confusión identitaria y profunda desorientación. Es por marketing –nosotros contra ellos, el León contra la partidocracia infame– pero también por oportunismo político que Javier Milei teje solo relaciones líquidas con aliados fugaces: deben cumplir funciones puntuales, no mancharlo con sus reputaciones y desapegarse hasta la próxima aventura. Juramentos firmes en mesas de arena y a merced de la intemperie y el viento del desierto.
    El libertario, su hermana y su estratega saben que a su alrededor todo el sistema quedó roto, y procuran que se siga rompiendo en más partes, atomizando así a toda la dirigencia, incluso a aquella que potencialmente pueda convertirse en su aliada. Seamos, en todo caso, un petiso, pero eso sí, en un mundo de liliputienses, y logremos, si el futuro nos sonríe, hasta convertirnos en un gigante. Ese juego líquido y maquiavélico del presente los condena, como contrapartida, a una gobernabilidad agónica. Todo su proyecto se pone en peligro hasta el último minuto, juegan a la ruleta rusa con el Congreso y su principal antídoto consiste en vetar sus decisiones y blindarse luego con la ayuda azarosa de amigos de circunstancia.
    Despojándonos de sentimientos y convicciones cívicas, sopesando fríamente la batalla, uno se pregunta si esta táctica será su salvación o su debacle. Dependerá, en gran parte, de si el programa económico deja las inconsistencias y si la recuperación se palpa finalmente en los bolsillos, porque de nada servirá que Milei acaricie el sueño del reinado de Bukele –amplísimas mayorías parlamentarias le permiten gobernar a su gusto– sin ofrecer a la población un resultado contundente y espectacular en la economía que más o menos equivalga a lo que logró el salvadoreño en materia de seguridad.
    Examinar a la oposición balcanizada puede ser un buen ejercicio mientras la economía dicta su veredicto, y habría que comenzar por los más próximos: los amarillos. En el mundo de la “derecha stone” consideran que es un gran malentendido que ellos sean “el Pro con huevos” (sic). Es curioso que una parte del “macrismo” haya acatado también ese error conceptual; la culpa y el interés obran milagros. La Libertad Avanza encarna, efectivamente, otra clase de ideología: un populismo de derecha con praxis gramsciana, y un fundamentalismo de mercado. La coalición de Cambiemos, para horror de Milei –dime con quién te asocias y te diré quién eres– protagonizó un intento de restauración republicana acompañado de liberales, desarrollistas, socialdemócratas, radicales, librepensadores y peronistas institucionalistas. Que la narrativa y la pericia macroeconómica –el gradualismo tiene esos riesgos– no hayan funcionado, no es culpa de la idea sino de la implementación puntual, y como prueba habría que revisar la prosperidad alcanzada con esas mismas metodologías por otras grandes naciones. También sería bueno recordar algo muy paradójico que ocurre en este particular contexto internacional: el nuevo derechismo, en nombre de Occidente y en ocasiones secuestrando la palabra “liberal”, comienza a socavar precisamente a las democracias liberales. Parece haber, en consecuencia, una contradicción flagrante entre los restauradores de siempre y los saboteadores de moda.
    La cúpula del radicalismo, con sus cada vez más estrechas vecindades kirchneristas, tampoco parece recordar qué es, ni adónde se dirige. A veces, en términos bélicos, para escapar de los peligros de un monstruo hay que aliarse con otro, pero esto no es una guerra, correligionarios, sino un ajedrez de representaciones políticas. Para una retórica nacional y popular la igualdad está muy por encima de la libertad; para el anarcocapitalismo solo existe esta última, pero los radicales se caracterizaron por defender parejamente eso dos valores, y por reivindicar otro maridaje decisivo: tanto mercado como se pueda, tanto Estado como sea necesario. Millones de ciudadanos fuera del partido acompañan esa sensatez. El radicalismo gestiona cinco provincias, ocupa el sillón de vicegobernador en otras dos y maneja 500 de las 1200 intendencias de todo el país. Pero carece de líderes nacionales creíbles y carismáticos, y de las ideas claras en momentos turbios: a veces ha permitido incluso que le arrebataran banderas que le pertenecían. En una dinámica de pura polarización, su centrismo sin lucidez corre el riesgo de descuartizamiento.
    No le va mejor al movimiento justicialista, por cierto: Cristina Kirchner pretende conducir la renovación antes de que la renueven a ella. Quien manda quiere hacer hasta lo imposible por reformar todo y seguir mandando, bajo la vieja consigna de Lampedusa: cambiar algo para que no cambie nada. El peronismo de izquierda es solo una de las dos almas del peronismo, y como enseña Lula –derrotó a Bolsonaro deshaciéndose de sus izquierdismo– se insinúa la idea de que podría ser el turno de un peronismo de derecha. No el peronismo neoliberal de Menem –allí está firme el León tratando de quedarse con ese cetro– sino el “peronismo del Papa”, para simplificarlo de algún modo. Ese peronismo es pobrista, pero no progre, y corporativo, pero no bolivariano. Tienen rating Moreno y Grabois porque podrían ser outsiders de esa añeja franquicia, pero sus imágenes son tan negativas que resulta difícil imaginar que cautiven a las masas y cobren consistencia. Cuando se llega hasta el final, por este camino de ruinas, se advierte la vacancia de personas con magia y credibilidad, y se recuerda la importancia menos de determinados ideales que de liderazgos efectivos y emblemáticos. A pesar de su violencia verbal y sus errores y políticas más controversiales, Milei es, hoy por hoy, el que maneja el caos ajeno, y el único que llena el traje en este triste baile de disfraces harapientos y máscaras cuarteadas.

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