Por Hernán Andrés Kruse.-

“Para Popper tanto el perfectismo, como el utopismo y el dogmatismo son peligrosas trampas del pensamiento. El utopismo implicará siempre la violencia y la propuesta de una forma de sociedad cerrada. Las propuestas del utopista en cuanto presuponen que sea posible conseguir, de una vez por todas, instituciones sociales perfectas no admitirá ni crítica y en consecuencia logrará que no se produzcan los cambios de manera parcial y natural. En ese escenario, el cambio solamente tendrá que ser violento. Las posturas críticas, en la posición del utopista, aparecerán como peligrosas e inútiles en el sentido que no estarán trabajando en el camino hacia el diseño de la sociedad ideal que persigue. El perfectismo, al querer generar una sociedad perfecta, puede llevar a cometer las más grandes atrocidades. Y el dogmatismo es una postura que se vuelve contra la realidad. En su creencia firme y a toda prueba en su dogma desconoce el movimiento social, el cual evidentemente nunca se ajustará a su postura cualquiera que ella sea. Tanto el perfectismo, el utopismo y el dogmatismo han estado a la base tanto del totalitarismo del siglo XX como del fundamentalismo del Siglo XXI.

Vinculado con lo recién expuesto, para el liberalismo que sustenta Popper no será importante la pregunta, que se repite constantemente en la historia de la filosofía y teoría política y también en la política práctica, relativa a ¿quién debe gobernar? Este interrogante ha sido utilizado por todos los partidarios de sociedades con soluciones totales. Popper, por su parte, planteará que el interrogante que es fundamental para el liberalismo es otro y que tiende a cambiar el centro de gravedad del proceso político. Esta pregunta es, en consecuencia, radicalmente distinta de la anterior. Esta interrogación dice relación, de alguna manera, con el control del poder y su repartición en varias manos e instituciones al interior de una sociedad. Esta pregunta es la siguiente: ¿cómo controlar a quién gobierna?

Para Popper la postura preconcebida apunta en una senda de objetivización del proceso político y, como sosteníamos recientemente, el objetivo es pasar de la importancia central radicada en el quién hacia el cómo, es decir, hacia la solución de corte institucional. Con esto el liberalismo tiene en vista la preservación del régimen democrático y liberal de gobierno con sus valores estrechamente asociados como son la libertad y la tolerancia. Por lo tanto, en esta concepción liberal todos los problemas políticos serán problemas de estructuras legales antes que de personas.

Y es dentro de este contexto, que las instituciones más importantes estarán vinculadas al control de los gobernantes que administran el Estado. Este punto para Popper, tiene directa relación con la preservación de la libertad y la democracia. En este punto el combate hacia toda forma de opresión que quiera eliminar la libertad y la democracia, se hace desde el Estado. Toda postura fundamentalista que amenace la libertad social y política debe ser combatida con la mayor fuerza sea ésta de carácter religioso, político o económico.

El liberalismo, en la visión de Popper, será una postura, tal vez, no preocupada en demasía por la historia y su influjo sobre el presente y el futuro, pero se empeña potentemente en mejorar las instituciones existentes. En este mismo sentido, el liberalismo popperiano no es una postura que crea en la infinita y divina superioridad del Estado, pero tampoco se trata de un liberalismo que proponga una suerte de anarquía. Para Popper la anarquía es una exageración peligrosa de la libertad. En esta línea Popper, entregará una de sus primeras declaraciones en torno al rol y la defensa del Estado. Así nuestro filósofo sostiene: “El Estado es un mal necesario: sus poderes no deben multiplicarse más allá de lo necesario. Podría llamarse a este principio la ‘navaja liberal’ […]”.

Para este liberalismo es primordial la alianza con dos valores que se encuentran en un encumbrado lugar de la escala axiológica. Así para el liberalismo es fundamental la libertad y la tolerancia. Ahora bien, el liberalismo (y en este caso se debe extender al liberal, esto es al partidario del liberalismo) es una ideología tolerante con los tolerantes, pero es fuertemente intolerante con aquellos que se presentan y actúan de forma intolerante. Para Popper existe un punto muy importante en su concepción de liberalismo. Al igual que la libertad, la tolerancia no puede ser ilimitada, de otro modo, se autodestruiría. En realidad, para Popper la tolerancia ilimitada conlleva a la desaparición de la tolerancia, como sosteníamos inicialmente.

De igual manera, para el liberalismo en la óptica de Popper, la libertad es el valor más importante que se puede dar al interior de una sociedad. En este sentido, Popper afirma: “La discusión crítica es el fundamento del pensamiento libre del individuo. Pero esto significa que la verdadera libertad de pensamiento no es posible sin libertad política. La libertad política se convierte así en condición del pleno uso de razón de cada individuo”. Además para el liberalismo diseñado por Popper, la libertad no es acariciada solamente como una libertad económica, que es capaz de producir riqueza, sino que se toma a la libertad por razones supraeconómicas, esto es, por razones éticas y no materiales. La libertad es la única forma digna de convivencia del hombre. Y la libertad, que es el más importante de los valores políticos, necesita de una constante defensa, pues la libertad es un valor que se puede perder. Y una vez que una sociedad pierde la libertad es cuanto más la valora. Por tanto, la virtud para este liberalismo es valorarla cuando se la tiene y hacer todo lo posible para que no se extravíe. Para no ir tan lejos por el planeta en Sudamérica y en Chile ya tenemos experiencia con respecto a lo que significa perder la libertad y ser asolados por dictaduras criminales, que suspendieron el Estado de Derecho y las más mínimas garantías de los individuos, e incluso, para el caso chileno, establecer en la Constitución Política creada por Pinochet, la prohibición de pensar.

También, este liberalismo, que se asemeja a la social democracia, mantendrá un gran respeto por la tradición y por el aporte permanente de ésta al desarrollo de la sociedad. No obstante lo anterior, el liberalismo no es una postura tradicionalista, que tenga como sustento mantener el orden social que se ha heredado de la tradición. Por el contrario, el liberalismo popperiano intentará auspiciar y proponer los cambios, los continuos cambios, que la sociedad vaya requiriendo producto de su propia dinámica. Por lo tanto, si este liberalismo no es un tradicionalismo, mucho menos será una postura de tipo conservadora. Como hemos visto siguiendo a Magee, más bien la obra de Popper se inscribe en la tradición del socialismo democrático. El liberalismo, defendido por Popper, no deseará embalsamar el presente en el pasado. El liberalismo mantendrá una relación crítica con la tradición. La tradición, como hemos ya sostenido, es muy importante; sin embargo no se puede aceptar pasivamente, debe estar sometida a crítica y no ser un impedimento a la hora de impulsar cambios que la sociedad reclame.

En un sentido algo similar ha sostenido F. Hayek la importancia de la tradición (una tradición evolutiva) para la sociedad libre y la libertad. Así Hayek en su obra, “Los Fundamentos de la Libertad sostiene”: […] para la tradición evolucionista empírica el valor de la libertad consiste principalmente en la oportunidad que proporciona para el desarrollo de lo no ideado. A su vez, el beneficioso funcionamiento de la sociedad libre descansa, sobre todo, en la existencia de instituciones que han crecido libremente […] Aunque parezca paradójico, es probable que una prospera sociedad libre sea en gran medida una sociedad de ligaduras tradicionales”. Tenemos claro en cualquier caso, el sesgo más bien hacia la libertad económica que propicia Hayek versus una libertad política y social que propicia Popper. No son desconocidas las discusiones y debates que mantuvieron ambos sobre estas temáticas.

El modelo popperiano de sociedad abierta, que como hemos visto deja un lugar para la tradición siendo a su vez muy proclive al cambio continuo, en la cual las intervenciones políticas son simples intentos de solución de problemas particulares, se tiende a excluir toda acción de tipo holístico o revolucionaria que tenga la pretensión de resolver en un breve lapso, todos los problemas de la sociedad. En la sociedad abierta, es consentido que los ciudadanos puedan examinar críticamente todas las iniciativas de los gobernantes. En este sentido, como se puede percibir la sociedad abierta se opone frontalmente a los regímenes totalitarios. En este instante se puede comprender de mejor manera, la particular fuerza con la que Popper ha combatido las doctrinas teóricas de lo que él sostiene son el origen del totalitarismo y de lo que será en nuestra visión el fundamentalismo en el siglo XXI.

Según Popper, ya en su clásica postura en “La Sociedad Abierta y sus Enemigos”, las raíces teóricas de las ideologías totalitarias son rastreables en los sistemas filosóficos de tres grandes pensadores del pasado: Platón, Hegel y Marx. De esta forma, Platón en la interpretación de Popper, es el principal teórico de la sociedad cerrada y del tutelaje de la libertad en el mundo antiguo. En esta forma, el cientista político, Robert Dahl sostiene: “La idea de tutelaje, que fue expuesta en forma muy hermosa y perdurable por Platón en “La República”, ha ejercido un atractivo a lo largo de la historia”. En este sentido, Dahl precisa la concepción platónica sobre el tatuaje: “Una alternativa permanente frente a la democracia es que el gobierno esté a cargo de ‘tutores’, ‘custodios’ o ‘guardianes’ de la sociedad. Para quienes defienden esta concepción, la idea de que el pueblo comprenderá y defenderá sus propios intereses es ridícula, y más ridículo aún pensar que comprenderá y defenderá los intereses de la sociedad global. Estos críticos insisten en que la gente común no está calificada, evidentemente, para autogobernarse, y afirman que la premisa contraria de los demócratas debería reemplazarse por la propuesta que el gobierno le sea confiado a una minoría de personas especialmente capacitadas para asumirlo en virtud de sus conocimientos o virtudes superiores”.

Después del esplendor de la democracia en Atenas, por obra de Pericles, Platón habría opuesto un modelo de Estado arcaico y aristocrático. Este tipo de Estado es diseñado por Platón en “La República” y se caracteriza por algunos signos típicos de la sociedad cerrada. Estos signos son los siguientes: a) El primado de la comunidad sobre el individuo. b) La división de clases. c) El Gobierno entregado a las manos de algunos pocos sabios. d) La comunidad de mujeres y de bienes. e) Los límites a la libertad de expresión

Básicamente sobre el punto relativo a la libertad de expresión, Popper insiste que en la obra de Platón este tipo de expresión no existe. Así Popper señala: “[…] elabora fría y cuidadosamente la teoría de la inquisición. El pensamiento libre, la crítica de las instituciones políticas, que enseña nuevas ideas a la juventud, y las tentativas de introducir nuevas prácticas religiosas e incluso nuevas opiniones son todos delitos capitales”. En este mismo párrafo de manera seguida Popper afirma: “En el Estado de Platón, Sócrates jamás hubiera tenido la oportunidad de defenderse públicamente; lejos de ello, hubiera sido transferido al Consejo Nocturno secreto para el ‘tratamiento’ y, finalmente, para el castigo de su alma conturbada”.

En el mundo moderno la herencia de Platón fue tomada, según Popper, sobre todo por parte de Hegel. La filosofía hegeliana de la historia, basada sobre la identidad del real y racional y sobre el inexorable movimiento dialéctico de tesis, antítesis y síntesis, ha jugado y tenido gran influencia sobre el pensamiento político del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX. En el pensamiento político de Hegel emergerán algunos elementos propios del totalitarismo, a la manera en que se conoció, en el siglo XX. De esta manera, Popper identifica características tales como: a) La mentalidad colectiva, mediante la cual el individuo es nada y por el contrario el Estado es todo. b) El éxito de un Estado se mide en las guerras en que ha triunfado en los confrontes con otros Estados.

En cualquier caso, no es Popper el único autor que toma una postura tan categórica frente a la obra de Hegel, particularmente a lo que podríamos denominar su filosofía política. La obra de Hegel como todo gran trabajo de la historia de la filosofía ha tenido furibundo partidarios y continuadores, pero también grandes críticos. Entre estos últimos sería oportuno considerar la opinión que de Hegel tuvo una de sus contemporáneos. Arthur Schopenhauer, quien tuvo la posibilidad de conocer personalmente a Hegel, entregó la siguiente apreciación sobre su filosofía: “Hegel, impuesto desde arriba por el poder circunstancial con carácter de gran filósofo oficial, era un charlatán de estrechas miras, insípido, nauseabundo e ignorante, que alcanzó el pináculo de la audacia garabateando e inventando las mistificaciones más absurdas”. Igualmente en la misma obra Schopenhauer sentencia: “Fichte es el padre de la seudofilosofía, del método fraudulento que intenta engañar con la ambigüedad en el uso de las palabras, el discurso incomprensible y los sofismas, imponerse con un tono distinguido y así embaucar a los que están deseosos de aprender; tras haber sido aplicado por Schelling, el método alcanzó su cima con Hegel en quien maduró hasta la auténtica charlatanería”.

El tercer pensador que Popper acusa de haber promocionado sociedades de tipo cerrado es Karl Marx. La obra de Marx es amplísima y de fundamental importancia para las ciencias sociales hasta hoy. No obstante lo anterior, tiene entre otras múltiples características la de identificar el rol fundamental que la organización económica desarrolla al interior de una sociedad. Marx sostiene la tesis según la cual todos los pensamientos, ideas y acciones de los hombres son explicables en referencia a la matriz económica. La tesis anterior obliga a Marx a subordinar la política y la posibilidad del cambio al aspecto económico. Se establece de esta forma la dialéctica entre capital y proletariado. La única forma de liberación del proletariado, afirmará el marxismo, será la revolución que el proletariado deberá llevar adelante en busca de la sociedad sin clases al final del camino. En consecuencia, la libertad del Estado liberal, como tal, se vuelve formal, esto es, incapaz de poder generar la igualdad económica. Popper en este aspecto afirmará: “Esta ‘mera libertad formal’, es decir, la democracia, el derecho del pueblo de juzgar y expulsar del poder a sus gobernantes, es el único medio conocido para tratar de protegernos del empleo incorrecto del poder […]”.

Karl Popper se muestra abiertamente crítico de Marx acusándolo de haber profetizado sobre el destino de la sociedad y ser un exponente del historicismo, sin embargo Popper reconoce fuertemente las razones que Marx tuvo al frente al desarrollar su teoría. Así Popper sostiene: “[…] no puede dudarse del impulso humanitario que mueve al marxismo, […] Marx realizó una honesta tentativa de aplicar los métodos racionales a los problemas más urgentes de la vida social. El valor de esta tentativa no es menoscabado por el hecho de que en gran medida no haya tenido éxito […] La ciencia progresa mediante el método de la prueba y el error. Marx probó, y si bien erró en sus principales conceptos, no probó en vano. Su labor sirvió para abrir los ojos y aguzar la vista de muchas maneras. Ya resulta inconcebible, por ejemplo, un regreso a la ciencia social anterior a Marx, y es mucho lo que los autores modernos le deben a éste, aun cuando no lo sepan. Esto vale especialmente para aquellos que no están de acuerdo con sus teorías, como en mi caso, no obstante lo cual admito abiertamente que mi tratamiento de Platón y Hegel, por ejemplo, lleva el sello inconfundible de su influencia […] No se puede hacer justicia a Marx sin reconocer su sinceridad. Su amplitud de criterio, su sentido de los hechos, su desconfianza de las meras palabras y, en particular, de la verbosidad moralizante, le convirtieron en uno de los luchadores universales de mayor influencia contra la hipocresía y el fariseísmo”.

En el mismo sentido de Popper, el sociólogo Tom Campbell sostiene: “Al considerar la teoría del hombre de Marx, debe quedar claro que existe un fuerte elemento humanista en su pensamiento: aspira a que se desarrollen totalmente las capacidades creativas del hombre como objetivo a conseguir por el progreso histórico”.

Por último, podemos observar los principios liberales que Popper ha señalado como los más importantes. Estos principios más que entenderlos como liberales los podríamos comprender como los principios que deben guiar la convivencia en una sociedad abierta, libre y democrática en donde la crítica permanente es uno de los baluartes, en el sendero de buscar los mejores caminos para el normal desarrollo que impone el dinamismo de una sociedad libre. Así Popper señala estos principios de la manera siguiente:

“El Estado es un mal necesario […] la diferencia entre una democracia y una tiranía es que en la primera es posible sacarse de encima el gobierno sin derramamiento de sangre; en una tiranía no es posible […] la democracia como tal no puede conferir beneficios a los ciudadanos […] la democracia no proporciona más que la armazón en la cual los ciudadanos pueden actuar […] somos demócratas no porque la mayoría siempre tenga la razón, sino porque las tradiciones democráticas son las menos malas que conocemos […] una utopía liberal-esto es, un Estado racionalmente diseñado a partir de una tabula rasa sin tradiciones-es algo imposible. Pues el principio liberal exige que las limitaciones a la libertad de cada uno que hace necesaria la vida social deben ser reducidas a un mínimo e igualadas en lo posible […]”.

(*) Juan Guillermo Estay Sepúlveda (Universidad Católica de Temuco-Chile), Mario Lagomarsino Montoya (Universidad Católica de Temuco-Chile), Juan Mansilla Sepúlveda (Universidad Andrés Bello-Chile), Marcos Parada Ulloa (Universidad Adventista de Chile) y José Luis Reyes Lobos (Ministerio de Educación Provincial San Antonio-Chile): “El liberalismo de Popper: Más necesario que nunca” (Logos-La Serena-2018).

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