Por Hernán Andrés Kruse.-
LOS PRINCIPIOS DE BIEN COMÚN SOBRE LOS QUE SE SOSTIENEN LAS DIFERENTES POSTURAS
“Ahora bien ¿en qué principios de bien común se sostienen las distintas posturas? Como afirma Thévenot (2001) cada gramática, o principio de magnitud, constituye la base para la crítica de los otros. Siguiendo este argumento, la cuestión se traduciría en intentar dar cuenta de la gramática desde la cual estas posiciones enfrentadas elaboran sus críticas hacia la otra. La concepción del periodismo como representante público de las “audiencias” y, por ende, de la ciudadanía, parece sentar las bases desde la que el “periodismo independiente” es presentado como un pilar fundamental del sistema democrático y republicano. La prensa independiente, concebida como profesional y apartidaria, funcionaría desde este esquema como contrapeso de los poderes públicos siempre tendientes, según esta posición, a concentrar su poder por medio de la constitución de un discurso único. La legitimidad del “periodismo independiente” se asienta así, en su papel de mediador entre la ciudadanía –la gente– y sus dirigentes políticos, ante los cuales la prensa opera también como contralor.
Desde esta postura, que considera casi como sinónimos libertad de expresión y libertad de prensa, cualquier intervención estatal que afecte a las leyes de mercado sobre las que se asientan los medios de comunicación de gestión privada, acarrearía un riesgo autoritario. Así, aquello que podría ser concebido como una defensa corporativa y, en ese sentido, regida por intereses privados, es engrandecida como una causa colectiva en la que lo que se pone en juego parecerían ser los cimientos del carácter democrático del sistema político de la nación. Desde este esquema, tanto las líneas editoriales de Clarín y La Nación como los periodistas que coinciden con estos criterios presentarán sus pruebas de justicia y sus críticas frente a lo que consideran como el avance de un periodismo “oficialista” y “acrítico”, sostenido económicamente por el gobierno.
“Hemos dicho muchas veces desde esta columna editorial –y lo seguiremos diciendo– que sin un periodismo independiente, comprometido con la misión de informar con rigor y veracidad y de opinar sin cortapisas ni limitaciones, ninguna nación puede avanzar hacia la consolidación de sus instituciones libres y democráticas (…) Esta fue, históricamente, la misión del periodismo independiente: una misión que completaba el sistema republicano, en la medida en que venía a darles a los hombres de a pie –a la gente común– la posibilidad de examinar y evaluar, con libertad y espíritu crítico, la marcha de las actividades políticas e institucionales y a impulsar, así, la renovación permanente y auténtica de las estructuras del sistema democrático (…) Quien observe con atención el escenario político de las distintas naciones advertirá que ese diagnóstico es infalible: donde no existe un periodismo independiente, muy pronto sienta sus reales una opresiva dictadura” (“La misión del periodismo”, 2008, febrero 17. La Nación).
“En este episodio quedan cristalizados algunos de los principales rasgos de la política oficial, consistente en la utilización de la confrontación política y la violencia verbal, al servicio de una estrategia de limitación de instituciones que tienen la función de equilibrar el juego de poderes en el sistema republicano y de contribuir a la calidad de la democracia” (“Agresiones a las instituciones de la República”, 2010, octubre 3. Clarín).
“Hace tiempo, pero especialmente durante el último año, el Gobierno profundizó sus agresiones contra la prensa y ha montado una enorme red de medios propios de propaganda, pseudo periodísticos, que tienen como principal función cuestionar y desacreditar al periodismo independiente (…) Los diarios no mueren por decisión de los gobiernos sino por decisión de los lectores”, señaló Roa (editor adjunto de Clarín). “Será la gente entonces la que tendrá la última palabra y nuestra capacidad para expresar los intereses de los lectores”• (“Los gobiernos no matan a los diarios”, 2011, marzo 11. Clarín).
Desde esta gramática aquello que se define como “periodismo militante” contradice los valores defendidos. Según los periodistas que sostienen esta postura, todo posicionamiento ideológico en el periodismo erosiona su capacidad de realizar su función esencial: ejercer la crítica al gobierno. En este sentido, un reconocido periodista político afirma en su columna dominical: “Ejercer la crítica es el deber del periodismo independiente frente a cualquier gobierno, de la índole que sea, porque el llamado ‘cuarto poder’ no es en rigor un “poder” en el mismo plano que el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, sino un contrapoder cuya misión es prevenir y contrarrestar los excesos del Gobierno, tan comunes en una “democracia autoritaria” como todavía es la nuestra, para concretar esa república equilibrada a la que debe tender nuestra república imperfecta en salvaguardia de la libertad de los ciudadanos, hoy amenazada por el Leviatán estatal. Para ilustrar esta distinción basta con advertir cómo se comportan los pretendidos ‘periodistas’ del oficialismo, que han escogido sin rubor el rol de la militancia progubernamental para ser no ya periodistas, sino propagandistas al servicio del Leviatán” (Grondona, 2011, abril 3. Hugo y Cristina: el enemigo de mi enemigo es mi amigo, La Nación).
Estas pruebas de justicia así como los principios en que se asientan son cuestionados por aquel sector del periodismo que recoge las acusaciones vertidas contra el periodismo tildado de “oficialista” o “militante”. En una primera instancia, se advierte una respuesta defensiva que no asume para sí la denominación que le es adjudicada críticamente y que establece una clara diferencia entre “militancia” y “compromiso”. “Lanata agregó: “Estoy en contra del periodismo militante. No uso la profesión para trasladar una visión”. El periodista disertó en el programa A Dos Voces, junto con Florencia Saintout, decana de la facultad de Periodismo de Universidad Nacional de La Plata, y el filósofo Tomás Abraham. (…) Por su parte, Saintout remarcó la importancia de que se sepa “cuál es el lugar desde que habla un periodista”. “Desde qué medios se está hablando, qué lugar ocupan en ese juego de intereses. Esta idea del periodismo militante no dice muchas cuestiones, me gusta más la idea del compromiso. Esta idea de asociación entre periodista y compromiso, analizó Saintout” (“Lanata: “Estoy en contra del periodismo militante”, 2011, octubre 13. La Nación).
Asimismo, frente a la carga peyorativa que comporta el término “militante” en el ambiente periodístico, algunos periodistas invierten la carga de la prueba resaltando la “militancia” encubierta que, según ellos, ejercen los periodistas que defienden los intereses de las empresas de medios en las que trabajan. “Podrá ser o parecer obvio, pero no está de más remarcarlo. La bestialidad de esta campaña mediática es inversamente proporcional al vacío del terreno opositor. (…) ¿Y qué pasa? ¿No habría que decir “el enemigo”? Puede ser. No es políticamente correcto, por lo pronto. Pero cuidado, porque en la vereda de enfrente no tienen prurito alguno para designar a sus adversarios como cultores del ‘periodismo militante’. La obra simbólica que intentan establecer es asimilar “militante” a “subversivo”, finalmente. Y nunca faltará el tonto capaz de pensar que sus operaciones de prensa no son militantes. Que son ascetas” (Aliverti, 2011, junio 13. La Campaña. Página/12).
“El periodismo militante que se practica en los principales medios de la CABA (en referencia a los multimedios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) no debería eximir de las mejores prácticas profesionales, a riesgo de convertirse en licencia para afirmar cualquier disparate, sin preocuparse por estudiar el contexto y verificar los datos…” (Verbitsky, 2011, mayo 29. Gracias, Jorge. Página/12).
Pero como señalamos anteriormente la respuesta a la crítica no sólo es defensiva sino que también involucra el cuestionamiento de los supuestos sobre los que se asienta la concepción de la profesión del periodismo autodenominado “independiente”. Un primer señalamiento se orienta a los condicionamientos que afectan a la pretendida “independencia”. Según el arco de periodistas “comprometidos”, los intereses corporativos de las empresas de medios, sobre todo de aquellas que ocupan un lugar predominante en el mercado, se expresan en sus líneas editoriales condicionando la libertad de expresión de los periodistas que trabajan en ellas; esta situación se ve agravada en un escenario de conflicto entre empresas de medios y gobierno que, según ellos, ha puesto al descubierto los intereses políticos de estas corporaciones.
“Una tercera cuestión es esa del periodismo “independiente”. ¿Independiente de qué? Uno no puede ser independiente de su ideología, para arrancar con una obviedad escandalosa. ¿Y de qué independencia puede hablar un periodista en una correlación de fuerzas como ésta, frente a la que en muchas oportunidades no sólo no sabe cuál movida comercial de su patrón afecta con un artículo o comentario equis sino que incluso desconoce quién es su patrón mismo, frente al aquelarre de compras y fusiones corporativas? ¿Cuál independencia es ésa que hace que los periodistas deban vivir de los auspicios que tienen que procurarse por sí mismos? Y en los muy pocos casos en que no es así, ¿acaso se puede ser “independiente” de los intereses políticos y económicos de la patronal contratante? Se podrá ser concordante, de manera total o parcial, pero jamás independiente. Uno es libre, eso sí, en la más favorable de las hipótesis, para establecer cómo regula las presiones. Cuándo acelera, cómo retrocede, qué callarse para poder decir qué, decirlo dónde” (Aliverti, 2004, junio 7. En el Día del Periodista, Página/12).
CRITERIOS DE OBJETIVIDAD E IMPARCIALIDAD. CRITERIO DE TRANSPARENCIA
“Además de dirigir la atención a estos condicionamientos, la crítica al “periodismo independiente” se concentra en los criterios de “objetividad” y de “imparcialidad” con los que fundamentan su práctica. Esta crítica, que cuestiona estos ideales, sostiene que la actividad periodística siempre realiza, en la construcción de la noticia, un recorte de la realidad guiado por las convicciones y la subjetividad del periodista o, en relación con lo anterior, por la línea editorial del medio en que éste se desempeña. Este cuestionamiento afirma que, en última instancia, toda producción periodística está atravesada por la tradicional tensión entre información y opinión. La resolución de esta tensión se encuentra, para los partidarios de esta postura, en hacer explícita la posición desde la que el periodista parte, de modo que el lector o la audiencia puedan evaluarla críticamente. De esta manera, sostienen, el periodista puede legítimamente asumir una posición política en su labor siempre y cuando manifieste explícitamente cuáles son sus principios.
Frente a los criterios de “objetividad” e “imparcialidad” se opone así, el criterio de “transparencia” como reaseguro de la “honestidad intelectual” en tanto valor compartido con sus colegas. “¿Qué diferencia hay con la obviedad de para quién tuercen sus informaciones y opiniones Clarín y La Nación, por caso? Es cierto: semántica, ninguna. Pero ética, sí. Quizá se trate de otro estilo de cinismo. Sin embargo, el periodista interpreta que hay un mínimo respeto por ciertos códigos elementales del ejercicio de la profesión, que consisten en dejar cristalino el sitio desde el que se dice tal o cual cosa. No aparecer arrastrados, en una palabra. Si tomamos nota de esas firmas y esas voces y esas caras que por aquí, abordado el punto de la ley de medios audiovisuales y amparados en la defensa de la libertad de expresión, insisten en hablar de la necesidad de un “periodismo independiente”, hay una distancia marcada con quienes no se permiten usar ese artilugio, esa falacia, esa hipocresía” (Aliverti, 2009, octubre 5. Sincerarse, Página/12).
“Si algo quedó decididamente claro es que los periodistas (todos y todas, sin exclusión) somos actores políticos. Y que no dejamos de serlo porque nos proclamemos más ‘objetivos’ o más ‘independientes’. Seleccionamos desde nuestra mirada, hacemos recortes según nuestros criterios, incluimos u omitimos de acuerdo con nuestro parecer o al criterio editorial de las empresas para las que trabajamos (…) En vista de lo anterior lo importante es que quienes ejercemos la profesión periodística dejemos transparentar con la mayor claridad nuestras posiciones. Es la manera de quitarles opacidad a nuestras prácticas y es también un modo de darles libertad a las audiencias. Porque tan importante es lo que se dice como quién lo dice. (…) La veracidad tiene que ver con la calidad ética. La objetividad es un imposible, porque supondría anular la subjetividad” (Uranga, 2009, octubre 14. Para prestar atención, Página/12).
“El cronista no cree en un periodismo aséptico, desprendido de valoraciones, creencias, valores e ideología. La honestidad profesional consiste en exponerlos, antes que solaparlos, sin renegar de la información corroborable. Cada cual piensa, y por ende edita, como le parece” (Wainfeld, 2010, octubre 3. Hay vida en la región, Página/12).
EL PERIODISMO MILITANTE ATENTATORIO DEL DESARROLLO DE LA PROFESIÓN
“No obstante, según aquellos que enarbolan la bandera del “periodismo independiente”, la asunción de una posición política y/o ideológica en la labor periodística produce un atraso en el desarrollo moderno de la profesión. Sus argumentos se centran en que si bien el periodismo nace como una actividad ligada al ámbito político, su prolífico desarrollo a lo largo del siglo XX le ha permitido ganarse para sí una autonomía respecto del poder gubernamental, asentada en los valores profesionales de distanciamiento, que asegura el mantenimiento de uno de los pilares del régimen democrático: la libertad de expresión. En las expresiones más radicales de estas críticas se considera que en realidad el “periodismo militante” en Argentina es un periodismo oficialista que no hace periodismo sino propaganda política y que el tipo de operaciones mediáticas que éste realiza conlleva riesgos autoritarios.
Esta postura también se asienta en la crítica a las modalidades de financiamiento de los medios estatales y de aquellos, que según éstos, son claramente afines al gobierno. Se señala que éstos carecen de audiencia y que su sostenimiento se basa en partidas directas del Estado hacia los medios públicos y en contribuciones monetarias discrecionales a los medios afines mediante publicidad oficial. “(Magdalena Ruiz Guiñazú): ‘Tampoco acepto esa idea del periodismo militante: el periodismo tiene que ser información y opinión, pero no propaganda. Y la militancia es propaganda. El antagonismo no sirve para nada. Llevar el antagonismo como bandera en el periodismo quita tiempo para el debate de ideas’” (Petti, 2011, septiembre 5, Magdalena, una marca registrada, La Nación).
“El editor general de Clarín (Ricardo Kirchbaum) cuestionó al ‘periodismo militante’ no porque sea criticable en sí mismo, sino porque en el caso argentino se financia con dinero de los ciudadanos, estén o no a favor del proyecto político oficial. Dijo que un ejército de periodistas “militantes políticos participan de campañas contra periodistas críticos o contra la oposición al gobierno”. Destacó que el Gobierno creó “con dinero oficial un conglomerado de medios tanto públicos como privados” (“La libertad es poder informar sin represalias ni hostigamientos’, 2011, mayo 29. Clarín).
“Sin el Estado, sin el sostén económico del Estado –ya sea de modo directo en Télam, Canal 7, Radio Nacional o en los medios privados subsidiados por la publicidad oficial–, el denominado periodismo militante no asoma hoy por ninguna parte. El periodismo militante es estatal y paraestatal o no es. Luego, el asunto no pasa por ninguna cruzada militante, sino por el Estado, por su poder omnímodo y sus recursos infinitos. (…) como el terrorismo de Estado, el periodismo de Estado se origina en la tentación de utilizar el poder público para pasar por encima de las leyes preexistentes y de los jueces con el pretexto de que el enemigo que acecha es diabólico y que debe ser vencido para que todos sobrevivamos y abracemos nuestro merecido destino de grandeza” (Mendelevich, 2011, julio 27. Periodismo de Estado, La Nación).
(*) Micalea Baldoni (Doctorada de la Universidad Nacional General Sarmiento y de la École des Hautes Études en Sciences Sociales-Francia): “La disputa entre periodismo independiente y periodismo militante: Apuntes para analizar las tensiones en la ética periodística en la Argentina contemporánea” (Quórum Académico-Volumen 9-Número 1-julio/diciembre 2012-Universidad del Zulia).
23/07/2024 a las 12:20 PM
La realidad del periodismo independiente y del periodismo militante es que siempre los editores son quienes ejercen «la censura»: la causa puede ser ideológica, comercial o económica. La amistad, como en toda relación humana, puede generar preferencias o en todo caso suavizar disidencias. La diferencia denotada en los términos «independiente» o «militante», puede predisponer voluntades por creencias de libertad o dependencia. «No escribo contra quien puede proscribir» (Polión dixit).
23/07/2024 a las 3:41 PM
Sebastián Ackerman
Ciencias de la Comunicación-Facultad de Ciencias Sociales-UBA-2019
EL “MITO” DEL PERIODISMO INDEPENDIENTE
1. Periodismo y política
La práctica periodística no es independiente de la organización social en la que está inserta: en tanto práctica, puede ser analizada con las herramientas que utilizamos para pensar otros aspectos de la sociedad. El periodismo en tanto práctica es parte constitutiva de la estructura social, y juega un papel concreto en ella, con un índice de eficacia específico en el proceso hegemónico por el cual se intentan definir sucesos y valores en relación a las significaciones sociales que circulan en la superficie discursiva.
Un análisis exhaustivo de este proceso excede al objetivo de este texto. Pero vale recuperar aquí algunos de los que, a nuestro entender, son hitos en este proceso porque trabajamos con la hipótesis que el proceso de profesionalización (y en esa línea, de supuesta “neutralidad” u “objetividad” en tanto “reflejo de los hechos”) del periodismo fue una transformación de la práctica y la forma de presentarse que sin embargo no ubicó al periodista (o la empresa periodística) en un “limbo valorativo”; antes bien, ocultó esas valoraciones tras supuestos de ética profesional, rutinas técnicas y “necesidades del oficio”. En la línea de la profesionalización podemos pensar también en la creación de marcos jurídico-regulatorios de la práctica periodística como actividad (principalmente, el Estatuto del Periodista -ley 12.908, sancionada en 1944- y diversas leyes y figuras jurídicas referidas a la prohibición de la censura y las responsabilidades ulteriores de los periodistas).
Apoyaremos nuestras interpretaciones en el análisis de ciertos hitos, por lo que no deben leerse estas páginas como una forma de totalización sino como una línea de trabajo. En nuestra lectura, ese período comienza a finales del siglo XIX, tiene sus primeras marcas de peso en las décadas del ´20 y ´30 del siglo pasado, encuentra su auge en la etapa post-peronista y sostiene ese “artificio retórico” casi sin traspiés hasta el surgimiento de Página/12, en tanto el nuevo diario lo explicita a través de exponer las herramientas con las cuales supuestamente se “refleja” esa realidad (elección de fotografías, titulación, formas de construcción de la noticia escrita, etc.).
Es por eso que, en estas líneas, intentaremos dar cuenta de una serie en la que ciertos hitos del periodismo gráfico argentino se definen, en sus orígenes, por una línea política: La Gazeta de Buenos Ayres (1810), La Nación (1870), distintos diarios de izquierda (desde 1886 hasta 1894), Crítica (1913), Clarín (1945) y La Opinión (1970). La lista no es exhaustiva. Sin embargo, nosotros consideramos a estos ejemplos como una línea de periódicos que marcaron, de alguna manera, las formas de hacer periodismo en nuestro país.
Sylvia Saítta lo plantea en estos términos, en su análisis del diario Crítica:
(…) las dos primeras décadas del siglo conforman un período tensionado por la incorporación de nuevos formatos periodísticos que aún están fuertemente tramados con viejas prácticas que remiten al periodismo del siglo XIX, como es, esencialmente, su estrecha relación con la política. Por lo tanto, uno de los ejes más importantes que atraviesa la construcción de estilos y posicionamientos de la prensa es el intento de resolver la tensión entre un ideal de prensa independiente, a cargo de periodistas profesionales, y una larga tradición de prensa partidaria, ligada a luchas entre facciones políticas. (…) Lentamente, las dos primeras décadas del siglo asisten al proceso de configuración de un campo específico de relaciones donde el periodismo escrito se particulariza como práctica, se separa formalmente del poder del Estado y de los partidos políticos y sienta las bases del periodismo moderno, masivo y comercial característico del siglo veinte. (Saítta, 2013: 30)
Este proceso, en las últimas décadas, fue consolidando una forma específica: el borramiento de sus propias huellas de producción. Dicho de otro modo: hay enunciación, pero no enunciador. Hay lo dicho, pero no el decir. Representaciones sociales que en ese mismo movimiento niega al periodismo como práctica inserta en lo social, junto y en relación con otras (políticas, económicas, religiosas, familiares, etc.), para hacerla aparecer como “mirando desde fuera” todo el sistema de relaciones, el juego de movimientos de la vida social, para generar esa ilusión de “objetividad” y las demás ideas de sentido común respecto del periodismo y su “deber ser”.
Lo que organiza nuestra mirada sobre el periodismo vernáculo señalando ciertos mojones es una idea de trayectoria que tuvo el periodismo (gráfico, al menos) como un proceso en el cual su profesionalización tuvo como resultado una idea de “objetividad”, “neutralidad” y “reflejo” que no tiene que ver con la práctica periodística en sí sino con una necesidad constituida al interior de esa profesionalización. Un efecto necesario en este proceso es el borramiento del lugar de enunciación para producir el efecto de “objetividad” deseado: el ideal es “como si hubiera estado allí”, obturando todas las consecuencias de la cuestión de las significaciones que implica contar un hecho.
A grandes rasgos, podemos definir a la etapa del “periodismo faccioso” como el momento en el que se producían las grandes disputas político-ideológicas que intentaban definir el rumbo del país, que intentaban consolidar una idea y un proyecto de nación que pensara de allí hacia el futuro la manera en la que la nación debía funcionar. Esta etapa tuvo su apogeo en el último tercio del siglo XIX y llegó hasta aproximadamente la finalización de la Primera Guerra Mundial.
En ese momento, creemos, operó en la práctica periodística una conversión que llevó a concebir al periodismo como una forma más de negocio, sin perder sin embargo su carácter de actor político. Se produjo un reacomodamiento de objetivos, por el que a partir de ese momento, además de intervenir en la arena social para definir valores, también cobró un gran peso la cuestión de la renta empresarial. Para ello hubo que transformar la práctica en sí: había que ampliar el universo de (potenciales) lectores, atraer publicidades y simular una cierta distancia de posiciones definidas –o, a lo sumo, adoptar una que intente representar a una gran mayoría.
Si analizamos procesos similares al que se construye en estas páginas, vamos a encontrar escenarios parecidos en cuanto a su desarrollo: condiciones sociales y políticas específicas, necesarias pero no suficientes, para el surgimiento; inscripción del nuevo producto social en un sistema (o en el caso de La Gazeta de Buenos Ayres fundación) de medios, desencadenando procesos de transformación de ese sistema; cumplimiento de un papel específico al interior de ese sistema, como forma de intervenir en la vida social.
2. El periodismo, un “mito”
Para nosotros, este proceso de transformación de la práctica periodística opera a la manera en la que Roland Barthes describe cómo funciona un mito: en tanto “constituye un sistema de significación, un mensaje”, indica que el mito no podría ser un objeto, un concepto o una idea; se trata de un modo de significación, de una forma. (Barthes, 2014: 199)
En tanto forma (un sistema segundo en relación a la semiología), se produce un deslizamiento: su función no es esconder una verdad ni proferirla, el mito no oculta nada y no pregona nada: deforma; el mito no es ni una mentira ni una confesión: es una inflexión. (…) La elaboración de un segundo sistema semiológico permite al mito escapar al dilema: conminado a develar o a liquidar el concepto, lo que hace es naturalizarlo.
Estamos en el principio mismo del mito: él transforma la historia en naturaleza. (…) En realidad, lo que permite al lector consumir inocentemente el mito es que no ve en él un sistema semiológico, sino un sistema inductivo. Allí donde sólo existe una equivalencia, el lector ve una especie de proceso causal: el significante y el significado tienen, a sus ojos, relaciones de naturaleza. (…) el mito es leído como un sistema factual cuando sólo es un sistema semiológico. (Barthes, 2014: 222, 224)
Así, al hacer aparecer como natural procesos de significación (siempre social), desarrolla un proceso que va de la despolitización a la comprobación: A esta altura nos resulta posible completar la definición semiológica del mito en la sociedad burguesa: el mito es un habla despolitizada. Naturalmente, es necesario entender política en el sentido profundo, como conjunto de relaciones humanas en su poder de construcción del mundo (…) El mito no niega las cosas, su función, por el contrario, es hablar de ellas; simplemente las purifica, las vuelve inocentes, las funda como naturaleza y eternidad, les confiere una claridad que no es la de la explicación, sino la de la comprobación. (Barthes, 2014: 238, 239)
Ya no hay que comprobar la “objetividad” como valor periodístico; es un hecho a verificar en tanto el mito periodístico es convertido en naturaleza. Los mitos no son otra cosa que una demanda incesante, infatigable, una exigencia insidiosa e inflexible de que todos los hombres se reconozcan en esa imagen eterna y sin embargo situada en el tiempo que se formó de ellos en un momento dado como si debiera perdurar siempre. (Barthes, 2014: 252)
Es en este sentido que para nosotros el periodismo es una forma mitológica: naturaliza un momento histórico, borra los procesos que hicieron que se considere (en la actualidad) al periodismo como un “reflejo”, como “transparente”, como “objetivo” y la necesidad de ser “independiente” para mantener su condición de “verdad”. Al naturalizar este momento del proceso histórico de la práctica periodística, convierte un momento en eterno: la operación consiste en construir a la concepción dominante actual en la de siempre.
Para respaldar el análisis por el que incluimos a la actual imagen de la práctica periodística como mitología en el sentido planteado por Barthes, proponemos un recorrido por distintos momentos de la historia argentina, en los que plantearemos esta vinculación inherente entre prensa gráfica y política, ya sea directa y explícita (periodismo faccioso) o indirecta e implícita (periodismo “profesional”), en tanto el periodismo es concebido como la manera de continuar en la política por otros medios.
También sabemos que, en todo el período, hubo muchos ejemplos de periódicos (sobre todo partidarios) como forma de contacto entre los dirigentes y las masas, o como sistema de difusión de sus ideas y doctrinas. Pero no son el elemento central de nuestro trabajo.
3. La Gazeta de Buenos Ayres
Es uno de los mejores oximorones históricos celebrar el día del periodista (aún dentro de la etapa que podríamos llamar “objetivo”) el 7 de junio, aniversario de la aparición de la Gazeta de Buenos Ayres, un jueves de 1810. Según Carlos Ulanovsky, fue pensada por Mariano Moreno (en ese entonces secretario de la Primera Junta) como “órgano de difusión y defensa de los ideales revolucionarios e independentistas de Mayo. Él, y muchos junto con él, creían que los ciudadanos debían estar al tanto de los hechos, pensamientos y conductas de sus representantes y conocerlos periódicamente, revisarlos con profundidad, comentarlos y hasta criticarlos con libertad” (Ulanovsky, 1997: 13).
Surgida entonces como órgano de difusión de la Primera Junta (un gobierno provisorio, y no carente de internas), en su primer número asegura: Una exacta noticia de los procedimientos de la Junta, una continuada comunicación pública de las medidas que acuerde para consolidar la grande obra que s eha principiado; una sincera y franca manifestación de los estorbos que se oponen al fin de su instalación y de los medios que adopta para allanarlos, son un deber en el Gobierno provisorio que ejerce, y un principio para que el Pueblo no resfríe en su confianza, o deba culparse a sí misma si no auxilia con su energía y avisos a quienes nada pretenden sino sostener con dignidad los derechos del Rey y de la Patria, que se le han confiado. El Pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus Representantes, y el honor de estos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir los delitos. (…) Para el logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a la luz un nuevo periódico semanal con el título de gaceta de Buenos Aires, el cual sin tocar los objetos que tan dignamente se desempeñan en el semanario de comercio, anuncie al público las noticias exteriores e interiores que deban mirarse con algún interés. (Moreno: 1998, 142, 143)
No se busca objetividad, ni imparcialidad, ni profesionalismo. Estaban dadas las condiciones para un surgimiento de este estilo: los procesos de independencia en América debían dar a conocer lo más ampliamente posible sus metas y sus logros, pero también debían poder fundamentar y legitimar su accionar. En ese sentido, el 11 de octubre de aquel año, el propio Mariano Moreno justifica el fusilamiento de Liniers, en el “Manifiesto de la Junta”:
¡Quién pudiera inspirar a los hombres el sentimiento de la verdad y de la moderación, o volver atrás el tiempo para prevenirlos a no precipitarse en los criminales proyectos con que se atraen la venganza de la justicia! Ellos no nos habrían puesto en los amargos conflictos que hemos sufrido. (…) Ya conocéis que hablamos de los delincuentes autores de la conspiración de Córdoba, cuya existencia no nos ha sido posible conservar (…) Hemos concedido esta breve tregua al desahogo, para que en la calma y serenidad de un juicio libre y despejado, reconozcáis los urgentísimos motivos que han podido arrancar de nuestra moderación el fallo terrible, que una necesidad imperiosa hizo inevitable. (Moreno: 1998, 157, 158)
El artículo sigue con la narración de los hechos de aquel levantamiento. Nosotros convocamos estas líneas para ejemplificar acerca de la función que cumplía el periodismo y la forma en que lo hacía: subordinada a objetivos políticos, La Gazeta no ocultaba el “nosotros” que observaba y contaba los hechos, ni el tamiz que los filtraba.
Jorge Rivera ubica a La Gazeta como uno de los elementos “iluministas” de los esfuerzos de los revolucionarios de Mayo: “Ya en la primera etapa revolucionaria los ideólogos y mentores de la ilustración alertan con agudeza sobre la necesidad de arbitrar medios materiales para superar la incomunicación intelectual en que vive el Río de la Plata, y asegurar su pleno desarrollo autónomo” (Rivera, 1998: 8).
Parte de esos esfuerzos son, también, para consolidar una forma de gobierno naciente, un proceso independentista que -con sus contradicciones- se estaba desarrollando sin una experiencia previa que pueda señalar un camino por el cual transitar sin sobresaltos.
4. Diarios de izquierda (fines siglo XIX)
La tradición de la izquierda en nuestro país también nos sirve para ejemplificar que el mito del “periodismo objetivo” es una construcción moderna. En su libro Marx en Argentina Horacio Tarcus da cuenta de varias de las experiencias de aquellas agrupaciones y partidos. Para nosotros, el trabajo de Tarcus resulta rico y fructífero, en tanto entendemos que, al ser los periódicos (sean diarios o semanarios) una de las principales formas de difundir sus ideas, tuvieron un papel preponderante y una circulación relativamente amplia en nuestro país, sobre todo en las grandes ciudades.
Es por ello que nos detendremos unos párrafos en estos ejemplos, que por previsibles que puedan resultar en la manera que sostienen nuestro punto de vista, no por ello pierden su valor histórico.
4.1 Vorwärts (1886-1901. Semanario)
De la mano de la fundación del Verein Vorwärts, centro socialista de exiliados alemanes en Argentina, a principios de la década de 1880, también se discutió la necesidad de contar con un órgano de difusión de noticias que interesaran a los afiliados con una mirada propia, y que fuera -a la vez- una forma de difundir las ideas socialistas en estas pampas.
Durante su publicación, el subtítulo estaba escrito en alemán, “Organ für die Interessen des arbeitenden Volkes”, que significa “Órgano para la defensa de los intereses del pueblo trabajador”. De hecho, la inmensa mayoría de los artículos publicados estaba en alemán, excepto algunas notas que se consideraban de vital importancia, y se publicaban también en castellano. Esta publicación adopta “claramente la ideología socialista” recién en 1889, relegando en sus artículos los intereses específicos con la comunidad alemana en Argentina a un segundo plano. (Tarcus, 2013: 144, 145)
Es visible el esfuerzo del periódico por brindar información, no sólo sobre la situación de los emigrados alemanes al país -sobre la vida cotidiana de los extranjeros en la Argentina de 1890, sobre los obstáculos que se interponen a la nacionalización de los inmigrantes, etc.- sino también sobre la situación económica, social y política de la Argentina desde la perspectiva de los trabajadores. (…) hay un permanente esfuerzo por editorializar, por intervenir políticamente, cuestionando el atraso argentino, la corrupción, el caudillismo, las condiciones de inhumana explotación a que se veían sometidos los trabajadores. (Tarcus, 2013: 147) (el destacado es nuestro)
4.2 El Obrero (1890-1892. Semanario)
Su subtítulo era “Defensor de los intereses de la clase proletaria”, indicando cuál era el sesgo que lo regía.
Y, en efecto, ya en el editorial del primer número, “Nuestro programa”, se señala con toda claridad: “Venimos a presentarnos en la arena de la lucha de los partidos políticos de esta República como campeones del proletariado que acaba de desprenderse de la masa no poseedora, para formar el núcleo de una nueva clase, que inspirada por la sublime doctrina del Socialismo Científico moderno, cuyos teoremas fundamentales son: la concepción materialista de la Historia y la revelación del misterio de la producción capitalista por medio de la supervalía -los grandes descubrimientos de nuestro inmortal maestro Carlos Marx-, acaba de tomar posición frente al orden social vigente”. (Tarcus, 2013: 191)
Y es el propio Tarcus quien señala un cambio cualitativo en la aparición de El Obrero en relación al análisis que está desarrollando en su trabajo, pero que podemos tomar para enriquecer el nuestro:
Comparado con la prensa obrera socialista premarxista -desde El Artesano hasta Le Révolutionnaire-, ya el primer editorial de El Obrero comportaba una innovación político-periodística e ideológica extraordinaria: no sólo definía al nuevo semanario como defensor de los intereses de una clase obrera moderna y en formación, sino que vinculaba también la “misión histórica” del proletariado a la doctrina del “socialismo científico”, la caracterización de la formación social argentina con el análisis de un hecho reciente -la crisis del 90 y la Revolución de Julio-, abordado en un lenguaje novedoso y en sintonía con los temas de los más avanzados del socialismo europeo. (Tarcus, 2013: 195)
4.3 El Socialista (1893)
Llevaba como subtítulo “Órgano del Partido Obrero”. Durante su breve período de publicación, fue uno de los órganos por el cual las distintas fracciones socialistas de nuestro país intentaban acentuar casi cualquier pequeña diferencia. Su existencia fue una especie de puente entre El Obrero de la primera etapa, y La Vanguardia, que vendría poco tiempo después. El Socialista tiene un radio de circulación similar al de El Obrero de 1890, y seguramente recupera parte de aquellos contactos (…). Adopta, además, el mismo nombre del periódico que edita en Madrid, desde 1886, el Partido Socialista Obrero Español, lo que nos da una idea de su voluntad de sintonía con la socialdemocracia internacional. (Tarcus, 2013: 292)
4.4 La Vanguardia (1894-actualidad)
Su título completo era La Vanguardia. Periódico Socialista Científico. Defensor de la clase trabajadora. Tarcus señala que, a pesar de no llevar firma, la nota editorial del primer ejemplar fue redactada por Juan B. Justo.
En un principio fue órgano de la Agrupación Socialista de Buenos Aires, luego bautizada Centro Socialista Obrero. Pero con el Congreso Constituyente del Partido Socialista, en 1896, el CSO la cedió a éste y desde entonces se transformó en órgano oficial del Partido Socialista (…) Este marxismo objetivista/legalista se articulará en el pensamiento de Justo y en el proyecto de La Vanguardia con una concepción de la acción política del proletariado (…) La política de traducciones de La Vanguardia es sumamente intensa y da una idea de la regularidad de los vínculos con la prensa socialista internacional. Los artículos de doctrina ocupan en la prensa socialista el espacio que el “folletín” ocupa en la gran prensa nacional. (Tarcus, 2013: 309, 315, 326).
5. La Nación
Hijo directo del periódico La Nación Argentina, el hoy tradicional matutino apareció el 4 de enero de 1870, y salía “todos los días menos los lunes” (año I, número I). Pensado por su fundador Bartolomé Mitre como una contribución a la organización nacional, el propio Mitre afirmó que “La Nación Argentina fue una lucha. La Nación será una propaganda” (Ulanovsky, 1997: 19); es decir, difundirá las ideas y principios nacionales e institucionales que respondan al sector que representa. Su mismo lema lo indica: “La Nación será tribuna de doctrina”: interpretaba la historia reciente del nuevo Estado argentino a la luz de los intereses de una clase o fracción de clase nacional, y señalaba desde sus páginas los mojones a establecer para la gobernabilidad y desarrollo de la nación para los años que seguían.
Dirigido por José María Gutiérrez durante la presidencia de Bartolomé Mitre, La Nación Argentina era un órgano del gobierno que se dedicaba a defender al entonces presidente y ensalzarlo en su labor. Pero una vez terminado el período presidencial, el cambio era necesario: debía “volver al llano”, como Mitre. De hecho, las diversas actividades que desarrollaba Mitre (política, militar, periodística) eran, según Sidicaro, una demostración de que las fronteras entre ellas eran muy permeables.
Un diario, un partido y cierta disponibilidad militar configuraban la ecuación óptima, usual y casi ineludible, para aspirar con probabilidades de éxito al control de los centros de decisión política o a influir sobre ellos. Pero aquel primer editorial anunciaba una innovación importante. La nueva hoja impresa formato “sábana” no quería ser un “puesto de combate”, aspiraba a situar su mirada por encima de los enfrentamientos. (Sidicaro, 1993: 13)
El objetivo de la fundación del diario, a través de su primer editorial, era planteado en términos de construir un lugar político (el de cierta fracción de los sectores dominantes, a los que el diario les estaba destinado) por lo menos a distancia de una posición partidaria. Para ello, intentaba definir (y en el mismo movimiento conformar) una opinión pública sobre una definición de lo que un argentino debía ser, para luego desde ese deber-ser poder definir lo que se debía hacer desde los espacios de gobierno. Este paso es, según Sidicaro, el traspaso del lugar de enunciación desde el gobierno (La Nación Argentina) a la sociedad (La Nación).
Pero a pesar de su intención inicial, la publicación no pudo alejarse de las disputas políticas partidarias. Esto puede sostenerse sobre las cinco clausuras que sufrió el diario entre su fundación y 1901.
El diario era visto por Mitre, entonces, como una manera de seguir en la disputa política aún cuando no ejerciera ningún cargo de gobierno en una época previa a la elección del presidente con voto universal, secreto y obligatorio, cuando se elegía al máximo representante del gobierno nacional a dedo (y luego “legitimado” en elecciones a viva voz) entre las fracciones de la burguesía vernácula. Esta visión del periodismo como herramienta política puede leerse también en la anécdota que recuerda el historiador argentino: el acento en el carácter político por sobre el comercial que Mitre le atribuía a La Nación (del que era el único propietario desde 1879, cuando compró todas las acciones del diario) está implícito en su respuesta al administrador del diario, Enrique de Vedia, ante la preocupación que éste mostró cuando le comunicó que los suscriptores del matutino se borraban de manera “alarmante”. “Mitre le contesto: `Cuando haya renunciado el último imprima dos, uno para usted y otro para mí´” (Sidicaro, 1993: 16, 17).
6. Crítica
Tal vez, uno de los primeros diarios que atravesó este proceso de profesionalización (de “faccioso” a “objetivo”) sea Crítica, el periódico fundado por Natalio Botana en 1913. En este apartado, lo recuperamos en su carácter de transición, de cierto vaivén entre las diferentes posiciones analizadas. Más allá de la autopresentación que realiza en sus orígenes como “impersonal e independiente”, la “intervención política facciosa” tiene dos dimensiones de acción en los primeros años del diario: Una militancia activa en pos de la construcción de un gran partido conservador que funciona de barrera ante los avances del radicalismo y del socialismo en el plano nacional y una agresiva campaña a favor de los aliados en el plano internacional. (Saítta, 2013: 40)
Como ejemplo del intento de incidir en la política vernácula, la autora recupera un artículo publicado en el diario el 28 de abril de 1915, “Proponemos una solución: el voto no debe ser secreto”:
La inoperancia de los conservadores exaspera al diario, que no ceja en su accionar contra un eventual fracaso electoral. Lo que más lo irrita es la imposibilidad de controlar el voto de los ciudadanos que se incorporan a la lucha electoral. Para Crítica, el voto secreto, esta “siniestra amenaza que todos contemplamos en perspectiva, salida al sol de un miserable cuarto oscuro” que quiso combatir la venalidad o el fraude por dinero, introduce un mal peor: la traición, “que es eso sencillamente lo que representa el vender el voto que dará al que no lo pagó”. Ante la posible “traición” del votante y, sobre todo, ante su inmensa libertad de acción, Crítica exige la reforma de la ley electoral de 1912 que, con el mantenimiento del voto secreto, “injuria” a la república al tornar posible el triunfo de radicales y socialistas. (Saítta, 2013: 44, 45)
Sin embargo, esa línea editorial explícitamente conservadora y antirradical fue cambiada a principios de la década del ´20, en un momento en el que el diario no lograba despegar: frente a la tirada de La Razón de unos 90.000 ejemplares diarios, el de Botana rozaba los 20.000. “Recién en la década del veinte Crítica inaugura un estilo y un formato periodístico exitoso, masivo y sensacionalista con el que superará los trescientos mil ejemplares diarios. Un viraje rotundo; un empezar de nuevo”, detalla la autora. (Saítta, 2013: 49)
El giro que desarrolla el diario es de pasar a ser una voz conservadora antirradical y antisocialista, a ser “la voz del pueblo”, al equiparar en diversos editoriales éxito de ventas a representación popular.
Este viraje de asumir “la voz del pueblo” en lugar de la de una fracción social es el primer paso hacia un proceso de profesionalización, que implica la necesidad de mayores ventas y publicidad para poder solventarse. Es el abandono de una “voz parcial” para asumir la “voz total”, de la representación de una facción a la representación del “todo”. Además, Antes de nosotros, todas las actividades tenían, quizás, “su diario”: los partidos políticos, las entidades comerciales, la industria; el pueblo, las clases modestas, no tenían ninguno. Crítica es el primer gran diario argentino dedicado al pueblo. (…) Antes de nosotros, los órganos periodísticos de tendencias liberales, cuando existieron, carecieron de toda importancia periodística. (…) Crítica es el primer gran diario liberal de nuestro país (…)El periodismo que se hace en Crítica es absolutamente distinto del que cultivan los demás diarios. (Saítta, 2013: 72)
Este editorial, aparecido el 15 de setiembre de 1924, es la actualización de la forma de hacer periodismo que practica: de fracciones políticas al “pueblo”, con la forma de “diario liberal”. El proceso de transformación se va consolidando: poco a poco, los diarios facciosos van dejando de imprimirse o pierden injerencia en la vida social.
7. Clarín
Fundado por Roberto Noble, apareció por primera vez el 28 de agosto de 1945. La explicación que le da Julio Ramos a este surgimiento es que después de atravesar la época conocida como Década Infame (1930-1943) como diputado nacional y ministro de gobierno en la provincia de Buenos Aires en la gobernación de Manuel Fresco, y obligado a renunciar por el entonces presidente Roberto Ortiz en 1939, su desprestigio no le permitía seguir operando en el terreno de la política partidaria, por lo que su opción para influir en los destinos de la Argentina era fundar un diario (Ramos, 1993).
El intento de señalar la “vía correcta del desarrollo argentino” desde las páginas de su diario permitieron a Noble definir la orientación política de su medio de comunicación, pensado originalmente (antes de convertirse en un gran negocio al absorber los avisos clasificados por la clausura y expropiación de La Prensa en 1951 para cederlo a la CGT) para influir en la vida política vernácula. En ese sentido, González dice que: Los editoriales de Roberto Noble son una catequesis continua. Como economista de un desarrollismo liberal, (…) avizora en la irresolución de la cuestión del peronismo una próxima acción militar que podrá detener algunos de los adelantos que se adjudica él en gran parte; esos niveles de autonomía energética y cierta estabilidad monetaria que se había logrado. (González, 2013: 263)
Y Ramos recupera esos editoriales para sostener que su aparición se justificaba en tanto a Noble… le brotaron dos pasiones: por un lado, en lo político, la adhesión al desarrollismo del presidente Arturo Frondizi; por otro, el placer que le producía el modo de escribir y de opinar del periodista santafesino Roberto Caminos. (Ramos, 1993: 64)
Los años desde su surgimiento hasta el derrocamiento del presidente Juan Domingo Perón el 16 de setiembre de 1955 por el golpe de Estado del general de división Eduardo Lonardi, autodenominado “Revolución Libertadora”, Clarín los aprovechó para consolidarse como empresa sosteniendo, desde sus páginas, una relación ambigua con el gobierno que le permitió, de manera directa (con el cierre de La Prensa) o indirecta (siendo una opción para publicar pauta publicitaria sin asociarse directamente ni con el peronismo ni con el antiperonismo), crecer desde lo económico. Ramos sostiene que: De sus diez primeros años, desde 1945 a 1955, el diario debió permanecer nueve con bajo perfil político por el cierre de libertades que impuso el peronismo. No podía hacer juego político, que era lo que verdaderamente le interesaba y entusiasmaba a Noble, pero sí crecía económicamente como empresa aunque fuera algo que para él resultara secundario en el momento de fundarlo. (Ramos, 1993: 83)
Ese rasgo de independencia partidaria (pero, como vimos, no política o ideológica) es lo que resalta el primer editorial del diario, al asegurar que: Clarín está ya en la calle. (…) Aspiramos, así a marcar la iniciación de una época de periodismo ágil, informativo e ilustrado, pero igualmente atento a reflejar, con honda sensibilidad argentina, las inquietudes, las necesidades y los anhelos más entrañables de nuestro pueblo. (…) Para nosotros, el periodismo es una alta función pública. Sólo nos debemos, pues, al país y a la verdad. (…) Nec temere nec timere. Nada tenemos, nada nos intimida. La vieja divisa de los cruzados inspirará nuestra conducta y hará inquebrantable la línea de decoro y dignidad profesional que hemos de mantener. (Clarín, año 1 número 1)
Allí destaca su compromiso con el “país y la verdad” a través de su independencia partidaria y su compromiso “profesional” con una práctica que, considera, necesita modernizarse. Y esa modernización es, también, consolidarse como emprendimiento empresarial en el mercado periodístico capitalino (en sus comienzos, Noble renunció a competir con los grandes diarios en el interior) saliendo antes a la calle, pero además tocando temas que otros diarios, como La Nación y La Prensa, no trataban por considerarlos menores, como los deportes y los espectáculos (Ulanovsky, 1997; Ramos, 1993; González, 2013).
8. Noticias
Esta breve experiencia periodística que encabezó Rodolfo Walsh se propuso ser un periódico de alcance mayor a la revista El Descamisado, que respondía a la misma línea política. Para ello, debía poder interpelar a un público más vasto. Por supuesto, fue una experiencia explícitamente política, pero sus ambiciones de masividad hicieron que adoptara algunos de los criterios de la profesionalización de la práctica: borramiento del enunciador, corrimiento del punto de vista político/ideológico, mayor amplitud de la imagen del lector, entre otras adaptaciones.
Así lo recuerda Eduado Jozami: (…) para llegar a un público más amplio tenía que ofrecer mucha información, estar bien hecho y registrar los acontecimientos con una visión que excediera la mirada de las agrupaciones de la Juventud Peronista. Este fue el punto de vista del excelente grupo de periodistas de Montoneros y FAR -Miguel Bonasso, Horacio Verbitsky, Rodolfo Walsh, Juan Gelman y Paco Urondo- que se hizo cargo de la edición del diario. (…) Noticias tenía una presentación gráfica comparable a la del resto de la prensa comercial, aunque debía afrontar serias dificultades para salir a la calle, estaba bien escrito y, pese a que no podía considerárselo un periódico independiente, su convocatoria e influencia excedían las de una publicación partidaria.(…) Noticias no quería ser un segundo diario para lectores sobreinformados, como La Opinión, sino que pretendía disputarle a Crónica el público más popular: para ello la página de Policiales, como la de Deportes y también la de Turf, requería una privilegiada atención. (Jozami, 2011: 232)
Muchos de quienes participaron de esta experiencia luego formaron parte de la redacción de Página/12. Creemos que vale recordar esta experiencia porque varios de estos mismos periodistas luego llevaron adelante el ejercicio de la profesión con marcas del “estilo Walsh”: datos precisos, investigaciones previas, interpretaciones contextualizadas.
9. La Opinión
Fundado y dirigido por Jacobo Timerman, apareció el 4 de mayo de 1971, tenía 24 páginas y un suplemento cultural dominical que podía hacer que llegara a doblar esa cantidad. “Se inaugura la era del diario selectivo, que no intenta ocuparse de todos los temas superficialmente, sino de los fundamentales en profundidad, que no se desespera por combatir en todos los frentes con la radio, la televisión y las revistas”, se publicitaba en otros diarios en los días previos a su lanzamiento. Como experiencia periodística novedosa, Ulanovsky afirma que “La Opinión marca una etapa decisiva en el desarrollo de un periodismo que le otorga singular predicamento al juicio de los periodistas y un nuevo lugar a la información con análisis” (Ulanovsky, 1997: 208). Mucho texto, posiciones definidas, periodistas reconocidos: un ejercicio del “viejo periodismo”, que se posicionaba de la mano de la selección de las informaciones y de cómo contarlas.
Graciela Mochkofsky recuerda que de quiénes integrarían el diario, la mayoría tenía militancia política activa o simpatías explícitas por algún partido o agrupación. Casi todos los candidatos a integrar La Opinión eran militantes peronistas o de izquierda, tenían relaciones estrechas con estos militantes o, cuanto menos, simpatizaban con ellos. Los periodistas sin compromiso político eran escasos y resultaban sospechosos: no se concebía que, en una época de proyectos colectivos y revulsión política, un periodista no adhiriera a ningún bando. Verbitsky militaba en las FAP, las Fuerzas Armadas Peronistas, que luego, como él mismo en 1972, desembocarían en Montoneros, la más numerosa de las guerrillas peronistas. Los Algañaraz depositaban sus simpatías en la izquierda peronista. Luis Guagnini, otro joven propuesto por los hermanos y por Verbitsky, venía del trotskismo y se acercaba a Montoneros. Osvaldo Tcherkaski, a quien Timerman había hecho renunciar a la secretaría de redacción de Siete Días, había militado en la Juventud Comunista y luego en el Partido Comunista Revolucionario. (Mochkosfky, 2003; 153)
La apuesta de Timerman era a crear un diario influyente, que llegara a un amplio pero selecto grupo de lectores que estuvieran más interesados en el análisis de hechos que consideraran trascendentes más que en la cantidad de noticias publicadas. En ese sentido, con una redacción de periodistas politizados (no todos de la misma manera que él) buscaba “marcar tendencia” en las definiciones políticas de la lectura de la realidad.
El emprendimiento empresarial como negocio parecía viable, el emprendimiento periodístico para influir políticamente en una sociedad convulsionada también. Entonces, tanto desde la dirección del diario como desde la redacción, las ideas políticas estaban claras y se explicitaban, aún cuando no coincidieran. Por convicción o por conveniencia, se buscaba ser parte de los centros de poder políticos (de toma de decisiones) sin ser parte de la política. Y la mejor manera que encontraron fue, nuevamente, el periodismo.
23/07/2024 a las 4:15 PM
ESTABA EL PERIODISMO QUE PENSÁBAMOS QUE ERA EL «NORMAL» Y EL MILITANTE.
AHORA QUE ESTÁ MILEI, NOS DAMOS CUENTA QUE EL «NORMAL» TAMBIÉN ES MILITANTE.
Y SURGE UNO NUEVO QUE LOS MILITANTES DICEN QUE EL NUEVO ES MILITANTE PORQUE CONTESTAN DESDE EL GOBIERNO A LOS 2 VIEJOS PERIODISMOS MILITANTES CUANDO MIENTEN PORQUE EN REALIDAD IMAGINAN LAS NOTICIAS QUE NO PUEDEN CONSEGUIR.
LOS 2 VIEJOS PERIODISMOS MILITANTES YA NO TIENEN LA PAUTA Y VEN QUE SE ESTÁN FUNDIENDO, DESAPARECIENDO.
26/07/2024 a las 10:02 AM
Que kapo ke sos, súper inteligente. Que domine kien tenga el aparato del Estado.