Por Hernán Andrés Kruse.-

En su edición del 20 de agosto EldiarioAR publicó una entrevista a Alberto Bertie Benegas Lynch, quien está a un paso de ingresar a la Cámara de Diputados de la Nación por la provincia de Buenos Aires. Bertie Benegas Lynch es hijo de Alberto Benegas Lynch (h), el mentor de Javier Milei en la Argentina. A continuación transcribo la parte de la entrevista en la que Bertie Benegas Lynch habla de un tema trascendental para los argentinos: la educación. Sus palabras reflejan a la perfección el pensamiento de Milei sobre este tema.

“1-El cierre del Conicet fue tema esta semana. ¿No es un organismo valioso?

Lo cerrás, pero la gente valiosa de ahí la tenés en cuenta. Generalmente se dice que estamos en contra de la educación y la investigación, pero lo que estamos diciendo es que cambiemos el incentivo. Hoy el incentivo es a través del fondeo público: un comité de gente que decide qué es lo que hay que investigar, cuando en realidad el faro es el mercado, la gente, todos nosotros; una cosa muy dinámica y cambiante. A eso hay que descentralizarlo en universidades, en fundaciones, en ONG, que están más conectadas con el mercado.

2-¿También cerrarían o privatizarían las universidades?

Tuve la oportunidad de conocer gente maravillosa en las universidades, pero están lamentable e inexorablemente dentro de los incentivos políticos. Los presupuestos son en base a la cantidad de alumnos que tenés anotados para cursar y eso termina a que estén dirigidos a sueldos. Están despilfarrando recursos. Si a esos tipos les pones otros incentivos, ganarían mucho más y tendrían una estructura mucho más eficiente. Explotaría la universidad en Argentina.

3-Pero la UBA, por ejemplo, tiene prestigio internacional. ¿La idea de vouchers educativos entonces también involucra a las universidades? Los vouchers es simplemente cambiar esos incentivos en vez de darle el presupuesto al ministerio, que se lo carcome toda la estructura, se los das a la gente, a la demanda. Entonces, el alumno puede decidir a qué universidad va. Salvo el tema del adoctrinamiento, que también viene de yapa en la educación estatal, las universidades públicas tienen contenidos y profesores de un valor enorme.

4-¿Le sacarían entonces el presupuesto a la UBA?

Claro. Todo el presupuesto al sistema educativo estatal se lo sacás y se lo das a la demanda para que elija. Entonces lo ponés en competencia. Les cambiaste la cabeza y la forma de encarar la cuestión. Y creo que las universidades estatales son las que más herramientas tienen para salir del mercado competitivamente y serían mucho mejor. La pregunta que incomoda, porque pisa callos, es cuántos egresados tenés respecto al presupuesto. Porque en definitiva, si sos una universidad o hacés un negocio, también tenés que ver cuántas ventas tenés. Hay gente que se altera si vos ponés la cuestión de ventas, pero es un negocio. Debería ser un negocio.

5-¿La UBA tendría que ser un negocio?

La educación tendría que ser un negocio. Y no es mala palabra. Es el mercado pudiendo asignar los recursos a las necesidades. Si no se trata como negocio y se trata como un derecho, sonaste. Para que no quede fuera de contexto y antipático, tomá este ejemplo: en el sistema que tenemos, un chico que por subsistencia tiene que estar trabajando con la familia no puede ir a la UBA por una cuestión de tiempo. Ese chico, vía salarios y vía tasa de capitalización, le está financiando al que sale en la 4×4 de Nordelta y estaciona en las escalinatas de la Facultad de Derecho. Ese ejemplo te ilustra la asimetría de la cual hay que salir: que cada uno se pueda pagar lo que quiere obtener.

6-¿Son conscientes de que esto va a generar mucho conflicto social?

No creo, porque los planes sociales no los tocás. Y los empleados públicos no los tocás. Hoy todo el aparato está calladito porque los tirapriedas están en el gobierno. Si vos ibas a la UBA, vas a seguir yendo a la UBA, nada más que ahora te dan la posibilidad de reconsiderar si algo no te gusta. Si protesta la universidad estatal es que quizás no era competitiva y estaba succionando recursos del pobre chico que está en el taller del padre para financiar al tipo que va en la 4×4.

7-Pero, si un chico no tiene recursos puede ir a la universidad porque es gratis.

Es que nada es gratis. Alguien lo paga. Entonces hay que escarbar y abrir y ver en qué consiste el gasto. De vuelta, muchos de los debates se resuelven cuando ves la contraparte. ¿Para qué querés Estado? Yo creo que el Estado, independientemente de que seamos marxistas, creamos en el Estado presente, en el Estado mínimo o en la ausencia del gobierno, tenemos que saber que consume capital. Tengámosle respeto de qué le pedimos al gobierno, porque está sacando los recursos que son productivos para hacer algo, aunque sea lo más noble como la educación. Entonces, ponelo con la información del mercado y no con un comité de burócratas que decide por vos. Por más que tenga buen voluntad, no es Dios”.

Confieso que nunca pensé que en algún momento estos temas adquirirían tanta resonancia porque quien está en óptimas condiciones de ser el nuevo presidente de la república es un libertario. Durante décadas la concepción libertaria de la educación fue analizada y debatida en pequeños círculos de intelectuales o en fundaciones privadas como el ESEADE, por ejemplo. Pero nunca acaparó la atención del gran público porque en el sistema educativo del país siempre gozó de plena vigencia la concepción que enaltece la educación pública o estatal. Pero los tiempos, evidentemente, son otros. Ahora, a raíz de la irrupción fulgurante de Milei en el escenario político, está muy cerca de ser diputado nacional bonaerense un economista que enarbola la bandera de la privatización total y absoluta del sistema educativo, de la transformación de la universidad estatal en una empresa privada sujeta a la ley de la oferta y la demanda. Ahora, debido a la aparición casi mágica de Milei en la política vale la pena leer y reflexionar sobre la concepción libertaria de la educación. Para ello nada mejor que adentrarse en el pensamiento de uno de sus mentores: el profesor Murray N. Rothbard.

En su libro “Educación: libre y obligatoria” (Instituto Mises, West Magnolia Avenue Auburn, Alabama 36832 Mises.org), Rothbard escribe lo siguiente.

DIVERSIDAD HUMANA E INSTRUCCIÓN INDIVIDUAL

“Uno de los hechos más importantes de la naturaleza humana es la gran diversidad entre individuos. Por supuesto, hay ciertas características amplias, físicas y mentales, que son comunes a todos los seres humanos. Pero, más que cualquier otra especie, los hombres individuales son individuos distintos e independientes. No solo cada huella dactilar es única, sino que también cada personalidad es única. Cada persona es única en sus gustos, intereses, habilidades y actividades escogidas. Las actividades animales, rutinarias y guiadas por el instinto, tienden a ser uniformes y similares. Pero los individuos humanos, a pesar de similitudes en fines y valores, a pesar de influencias mutuas, tienden a expresar la huella única de la propia personalidad del individuo. El desarrollo de variedad individual tiende a ser al tiempo causa y efecto del progreso de la civilización. Al progresar la civilización, hay más posibilidades para el desarrollo del razonamiento y gustos de una persona en una creciente variedad de campos. Y de esas oportunidades viene el avance del conocimiento y el progreso, que a su vez se añaden a la civilización de la sociedad. Además, es la variedad de intereses y talentos individuales lo que permite el crecimiento de la especialización y la división del trabajo, de la cual dependen las economías civilizadas.

Como expresaba el reverendo George Harris: “El salvajismo es uniformidad. Las principales distinciones son sexo, edad, tamaño y fuerza. Los salvajes (…) piensan igual o nada en absoluto y por tanto conversan en monosílabos. Apenas hay variedades, solo una horda de hombres, mujeres y niños. La siguiente etapa superior, a la que se llama barbarismo, está marcada por una mayor variedad de funciones. Hay alguna división del trabajo, algún intercambio de pensamiento, mejor liderazgo, un mayor cultivo intelectual y estético. La etapa superior, a la que se llama civilización, muestra el máximo grado de especialización. Las distintas funciones se hacen más numerosas. Se multiplican las ocupaciones mecánicas, comerciales, educativas, científicas, políticas y artísticas. Las sociedades rudimentarias se caracterizan por la probabilidad de igualdad; las sociedades desarrolladas se caracterizan por la probabilidad de desigualdad o variedad. Al bajar, monotonía; al subir, variedad. Mientras bajamos, las personas son más iguales; mientras subimos las personas son más desiguales, eso parece (…) como si la aproximación a la igualdad fuera un declive hacia las condiciones del salvajismo y como si la variedad fuera un avance hacia una mayor civilización (…) Así que, sin duda, si el progreso se logra añadiendo satisfacciones, debe haber aún más variedad de funciones, nuevas y más finas diferenciaciones en formación y objetivos. Todo paso de progreso significa el añadido de un factor humano que es de alguna manera distinto de todos los factores existentes. Así que el progreso de la civilización (…) debe ser un aumento en la diversificación de los individuos que componen la sociedad (…) Debe haber una articulación de cada nueva invención y arte, de conocimiento fresco y de una aplicación más amplia de principios morales” (Inequality and Progress (Boston: Houghton, Mifflin, 1898).

Con el desarrollo de la civilización y la diversidad individual, cada vez hay menos espacio para la uniformidad idéntica y por tanto menos «igualdad». Solo los robots en las líneas de ensamblado o las briznas de hierba pueden considerarse como completamente iguales, como idénticos con respecto a todos sus atributos. Cuantos menos atributos tengan dos organismos en común, menos «iguales» y más desiguales serán. Los seres humanos civilizados, por tanto, son desiguales en la mayoría de sus personalidades. Este hecho de la desigualdad, en gustos y en habilidad y en carácter, no es necesariamente una distinción odiosa. Simplemente refleja el ámbito de la diversidad humana. Es evidente que el entusiasmo común por la igualdad es, en un sentido esencial, antihumano. Tiende a reprimir el florecimiento de la personalidad y diversidad humana y la propia civilización; es una deriva hacia la uniformidad salvaje. Como habilidades e intereses son naturalmente diversos, una deriva hacia hacer igual a la gente en todos o la mayoría de los aspectos es necesariamente una nivelación a la baja. Es una deriva contra el desarrollo del talento, el genio, la variedad y el poder de razonar. Como niega los mismos principios de la vida humana y el crecimiento humano, la religión de la igualdad y la uniformidad es una religión de muerte y destrucción.

Sin embargo, hay un sentido en el que la igualdad entre hombres es sensata y beneficiosa. Cada individuo debería tener el ámbito más libre posible para el desarrollo de sus facultades y su personalidad. Para tener este ámbito, debe estar libre de violencia contra él. La violencia solo puede reprimir y destruir el crecimiento y esfuerzo humanos y ni la razón ni la creatividad funcionan bajo una atmósfera de coacción. Si cada persona tiene una defensa igual contra la violencia, esta «igualdad ante la ley» le permitirá maximizar sus potencialidades. Como cada persona es un individuo único, está claro que el mejor tipo de instrucción formal es aquel tipo que esté ajustado a su propia individualidad concreta. Cada niño tiene distinta inteligencia, aptitudes e intereses. Por tanto, la mejor elección de ritmo, plazo, variedad y manera y de los cursos de instrucción diferirá ampliamente de un niño a otro. Un niño está mejor dotado, en intereses y habilidades, para un curso intensivo de aritmética tres veces por semana, seguido seis meses después por un curso similar en lectura; otro puede requerir un periodo breve de varios cursos; un tercero puede necesitar un largo periodo de instrucción en lectura, etc. Dados los cursos formales y sistemáticos de instrucción, hay una variedad infinita de ritmos y combinaciones que pueden ser los más apropiados para cada niño en particular.

Por tanto, es evidente que el mejor tipo de instrucción es la instrucción individual. Un curso en el que un maestro instruye a un alumno es con mucho el mejor tipo de curso. Solo bajo esas condiciones las potencialidades humanas pueden desarrollarse hasta su máximo grado. Está claro que la escuela formal, caracterizada por clases en las que un maestro instruye a muchos niños, es un sistema enormemente inferior. Como cada niño difiere del otro en interés y capacidad y el maestro solo puede enseñar una cosa cada vez, es evidente que toda clase escolar debe poner toda la instrucción dentro de un molde uniforme. Independientemente de cómo instruya el maestro, a qué ritmo, plazo o variedad, está violentando a todos y cada uno de los niños. Cualquier escolarización implica ajustar a cada niño a una cama de Procusto de inapropiada uniformidad. ¿Qué diríamos entonces de las leyes que imponen la escolarización obligatoria de todos los niños? Estas leyes son endémicas en el mundo occidental. En aquellos lugares en que se permiten escuelas privadas, todas deben cumplir con los estándares de instrucción impuestos por el gobierno. Pero la injusticia de imponer cualquier estándar debería estar clara. Algunos niños son menos listos y deberían ser instruidos a un ritmo más lento; los niños brillantes requieren un ritmo rápido para desarrollar sus facultades. Además, muchos niños son muy capaces en una asignatura y muy malos en otra. Sin duda, debería permitírseles desarrollarse en sus mejores asignaturas y abandonar las peores. Sean cuales sean los estándares que imponga el gobierno a la instrucción, hay injusticia para todos: para los torpes que no pueden absorber ninguna instrucción, para aquellos con distintos tipos de aptitudes en distintas asignaturas y para los niños brillantes cuyas mentes preferirían estar en otra parte en cursos más avanzados, pero que deben esperar a los torpes les alcancen de nuevo.

Igualmente, cualquier ritmo que el maestro establezca en clase genera una injusticia para casi todos: para los torpes que no pueden seguirle y para los brillantes que pierden el interés y preciosas oportunidades para desarrollar su gran potencial. Evidentemente, la peor injusticia es la prohibición de enseñanza parental de sus propios hijos. La instrucción parental se ajusta a la situación ideal. Es, ante todo, instrucción individualizada, tratando el maestro directamente con el niño único y dirigiéndole hacia sus capacidades e intereses. Segundo, ¿qué persona puede conocer las aptitudes y personalidad del niño mejor que sus propios padres? La familiaridad diaria de los padres y su amor por sus hijos les hacen cualificados de manera única para dar al niño la instrucción formal necesaria. Aquí el niño recibe atención individual para su propia personalidad. Nadie está tan cualificado como el padre que sabe cuánto o a qué ritmo debería enseñar al niño, qué requerimientos del niño no necesitan guía, etc. Casi todos los padres están cualificados para enseñar a sus hijos, particularmente en los temas elementales. Quienes no estén cualificados en los temas pueden contratar tutores individuales para sus hijos. También pueden contratar tutores los padres que no tengan tiempo para dedicar a la instrucción formal de sus hijos. Si deben o no realizar ellos mismos la formación o qué tutor es el mejor para sus hijos, es algo que se determina mejor bajo la supervisión general directa de los padres. Los padres pueden determinar el progreso del niño, el efecto diario del tutor sobre el niño, etc. Además de la instrucción parental y tutorial, los padres pueden enviar a los hijos a escuelas privadas. Sin embargo, esta alternativa no es tan satisfactoria, debido a la necesaria falta de instrucción y ritmo individuales. Hay clases con muchos niños, tiempos establecidos para los cursos, grados establecidos, etc. La única razón para las escuelas en lugar de la instrucción individual es la económica: que el precio de la tutoría individual es prohibitivo para la mayoría de los padres.

Consecuentemente, deben adoptar la única alternativa práctica de la tutoría en masa, donde el maestro instruye a muchos niños a la vez. Está claro que esas escuelas privadas son una solución inferior a la instrucción individual. Cualquiera que sea el ritmo que establezca el maestro, se comete una injusticia con los niños. Si el Estado obliga a ciertos «estándares» en las escuelas privadas, se comete un delito mucho peor contra los niños. Pues si la selección de instrucción de los padres es completamente libre y no está intervenida por la coacción del Estado, ellos, conociendo y amando más a sus niños, serán capaces de seleccionar el mejor tipo de instrucción que puedan permitirse. Si contratan tutores, elegirán a los más competentes para sus hijos. Si pueden elegir cualquier tipo de escuela privada, seleccionarán el tipo que sea más apropiado para su hijo. La ventaja de un desarrollo ilimitado de las escuelas privadas es que en el mercado libre tenderá a desarrollarse un tipo distinto de escuela para cada tipo de demanda. Tenderán a crearse escuelas especiales para niños brillantes, para niños medios y para torpes, para aquellos con aptitudes amplias y para aquellos para quienes sería mejor especializarse, etc.

Pero si el Estado decreta que no puede haber escuelas que, por ejemplo, no enseñen aritmética, eso significará que aquellos niños que puedan ser brillantes en otras asignaturas pero tienen poca o ninguna aptitud para la aritmética tendrán que someterse a un sufrimiento innecesario. La imposición de estándares uniformes por el Estado es una grave violación a la diversidad humana de gustos y habilidades. El efecto de las leyes de escolarización obligatoria del Estado no es solo reprimir el crecimiento de escuelas privadas especializadas y parcialmente individualizadas para las necesidades de distintos tipos de niños. También impide la educación del niño por la gente que, en muchos aspectos, está mejor cualificada: sus padres. El efecto es también mandar obligatoriamente a las escuelas a niños que tienen poca o ninguna aptitud en absoluto para la instrucción. También ocurre que entre la variedad de capacidades humanas hay un gran número de niños subnormales, niños que no son receptivos a la instrucción, cuya capacidad de razonamiento no es muy buena. Obligar a estos niños a ir a la escuela, como hace el Estado en casi todas partes es un delito para con su naturaleza. Sin la capacidad de aprender asignaturas sistemáticas, deben o bien sentarse y sufrir mientras otros aprenden, o los brillantes y medios deben quedarse muy atrás en su desarrollo mientras se presiona a estos niños para que aprendan. En cualquier caso, la instrucción no tiene casi ningún efecto sobre estos niños, muchas de cuyas horas de vida simplemente se desperdician debido al decreto del estado. Si estas horas se dedicaran a la simple experiencia directa que son mucho más capaces de asimilar, no cabe duda de que serían niños y adultos más sanos en consecuencia. Pero arrastrarlos a una escuela para una década formativa de sus vidas, obligarles a acudir a clases para las que no tienen interés ni capacidad, es deformar todas sus personalidades”.

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