Por Hernán Andrés Kruse.-

El viernes 11 de abril el presidente de la nación, acompañado por su gabinete en pleno, anunció la celebración de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y su medida más relevante: el fin del cepo cambiario. Luego de que el más importante prestamista internacional de última instancia confirmara el envío a la Argentina de 32 mil millones de dólares, Milei dio una cadena nacional en donde anunció lo que consideró era el inicio de una nueva etapa de crecimiento.

En su mundo de fantasía el libertario expresó, entre otros conceptos, lo siguiente: 1) “Luego de un duro primer año de trabajo podemos dar por concluido el proceso de saneamiento macroeconómico argentino, habiendo traído orden a estos tres pilares fundamentales: orden fiscal, orden cambiario y orden monetario”. 2) “Cada uno de los 46 millones de argentinos tuvieron que atravesar una prueba de fuego. Han tenido la valentía de elegir la libertad por sobre la servidumbre y abandonaron la lenta agonía en la que estábamos sumidos hacía 15 años para pasar el trago amargo de una sola vez y para siempre”. 3) “Fue un paso necesario para corregir décadas de errores económicos. Pasamos de ser el peor de los alumnos en materia económica a hacer los deberes y pasar a ser el alumno ejemplar”. 4) “Hoy nos deshicimos del cepo cambiario. Hace algunos minutos el FMI anunció un programa inédito para la Argentina. Es la primera vez en la historia que el FMI aprueba un programa que no es para financiar una macroeconomía desordenada, sino que es para respaldar un plan económico que ya ha rendido sus frutos”. 5) “Ya no somos una balsa de madera a la deriva, somos un acorazado. 6) La economía seguirá creciendo por la recomposición del stock de las empresas, además la caída de la inflación ha revalorizado el nivel de compra de todos los ciudadanos”. 7) “En el largo plazo creceremos más porque nuestro objetivo es convertirnos en el país más libre del mundo”. 8) “La inflación no tiene otro destino que colapsar porque no volverá a haber emisión de peso sin respaldo”. 9) Nunca jamás en los últimos 120 años tuvimos orden fiscal, monetario y cambiario, esta es la primera vez. No vengan a decir que ya la vieron, porque esta vez verdaderamente sí es diferente”. 10) “Si el país crece a todos nos va a ir mejor” (fuente: Infobae, 12/4/025).

La lectura de estas reflexiones no hace más que poner en evidencia el cinismo del presidente de la nación. Porque lo que sucedió el viernes 11 de abril fue trágico para los argentinos. Por un lado, el Indec anunció que la inflación de marzo trepó al 3,7%. Por el otro, el gobierno libertario perdió toda capacidad para ejecutar una política económica de manera autónoma. El fin del cepo cambiario, por ejemplo, fue una imposición del FMI y no una decisión soberana tomada por el gobierno nacional. Milei y Caputo no tuvieron más remedio que levantar el cepo cambiario porque en caso contrario jamás llegarían al país los 32 mil millones de dólares que el FMI decidió enviar para evitar que Milei y su gobierno colapsen. Lo que hizo el gobierno libertario fue, lisa y llanamente, devaluar por enésima vez el peso, depreciar nuestra moneda, para poder congraciarse con Georgieva y compañía.

Milei terminó rindiéndole pleitesía al FMI. No hizo más que endeudar a los argentinos y, especialmente, a las futuras generaciones, tal como hicieron Macri en 2018 y Alberto en 2022. Cuando se trató el acuerdo del gobierno de Alberto con el FMI en la Cámara de Diputados en marzo de 2022, el entonces diputado nacional por la Libertad Avanza Javier Milei (acompañado sólo por Victoria Villarruel) expresó: “Desde el bloque de La Libertad Avanza vamos a rechazar este proyecto porque es altamente cuestionable desde lo técnico y reprochable desde lo moral”. “Para nosotros la cuestión moral es central y este gobierno está tomando deuda. Hay que tener en claro que la deuda son impuestos futuros, son impuestos que pagan personas que no votan, nuestros hijos y nuestros nietos” (fuente: el Cronista, 20/3/025). Tres años después no hizo más que agachar la cabeza, emulando a los presidentes mencionados precedentemente.

La historia se repite hasta el cansancio. Una vez más un gobierno le entrega el manejo de la economía al FMI por su incapacidad para hacerlo por su cuenta. Triste y lamentable. Aunque parezca mentira, con el del pasado viernes 11 de abril se eleva a 23 el número de acuerdos celebrados por los gobiernos argentinos con el FMI. En su edición del 12 de abril, Infobae publicó un artículo de Sergio Serrichio en el que recuerda esos acuerdos. Escribió el autor:

“El primer acuerdo fue firmado a fines de 1958, durante el gobierno de Arturo Frondizi, dos años después del ingreso de la Argentina al organismo, del que había sido inicialmente excluida debido a las simpatías con el Eje que había tenido el gobierno de Juan Domingo Perón (el Fondo fue creado por los acuerdos de Bretton Woods en 1944 y empezó a funcionar a pleno en 1946). Ni ése ni posteriores programas tuvieron los resultados esperados. Por caso, los dos que llegó a firmar con el organismo el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, que había derrocado al presidente radical Arturo Illia en la llamada “Revolución Argentina” con la venia de Perón desde Madrid y el apoyo explícito de la CGT, cuyos líderes asistieron a la asunción de Onganía y extrajeron de su gobierno la sanción de la ley 19.640, de Obras Sociales, aún hoy base de sus recursos económicos y su poder sindical. El segundo de esos programas lo firmó el entonces ministro de Economía Adalberto Krieger Vasena, un economista del ala liberal cuya gestión era vigilada desde la “Secretaría Legal y técnica” de la Presidencia, creada precisamente por el “ala nacionalista” del onganiato para impedir “excesos liberales”.

El “peronismo del 73” no firmó ningún acuerdo con el Fondo, pero sembró y alimentó los fortísimos desequilibrios fiscales, de precios y monetarios que llevaron al “rodrigazo” de junio de 1975, el mayor descalabro económico de la historia económica hasta entonces, que no logró ser refrenado por ninguno de los tres acuerdos posteriores durante el gobierno peronista que tras la muerte de Perón encabezó su viuda, María Estela Martínez de Perón, más conocida como “Isabelita”. Parecidos fueron los resultados de los stand-by firmados durante la dictadura militar 1976/1983. Las intenciones de “fortalecer la balanza de pagos”, “controlar la inflación” y “sentar las bases del crecimiento”, frases usuales en los acuerdos con el FMI, en un contexto de “tablita cambiaria” y “enfoque monetario del balance de pagos”, cosecharon igual cantidad de fracasos.

Desde fines de 1983, con el regreso de la democracia, el peso de la deuda pública (por entonces, mayoritariamente en forma de créditos bancarios) forjó una seguidilla de programas de pobre desempeño y resultados, salvo la etapa inicial del Plan Austral, un programa “heterodoxo” que había recibido el respaldo del Tesoro de EEUU y, por consiguiente, del propio Fondo. Bajo la gestión menemista (1989-1999) se firmaron cinco acuerdos, incluido el de marzo de 1995 para superar el “efecto Tequila” iniciado con la crisis mexicana de fines de 1994 y el último, de 1998, cuya suerte quedó sellada con la devaluación brasileña de enero de 1999. El gobierno de Fernando de la Rúa heredó esas penurias y, atado a una convertibilidad ya en etapa de convalecencia, firmó una cuerdo (el blindaje) al que Domingo Cavallo, en la etapa final, reforzó con un megacanje y al que adosó herramientas como “la convergencia” con el euro, pero no logró revitalizarlo; a fines de 2001 el Fondo se negó hacer un desembolso de 3 mil millones de dólares y selló definitivamente la suerte del uno a uno entre el peso y el dólar, a lo que siguieron el corralito y la posterior devaluación.

Con Roberto Lavagna como ministro de Economía de Duhalde, la Argentina firmó en 2002 otro stand-by a tres años, que rigió incluso durante gran parte del gobierno de Néstor Kirchner, que finalmente decidió en enero de 2006 saldar una deuda de 9.800 millones de dólares, con recursos que extrajo del BCRA a cambio de “letras intransferibles” que el gobierno de Javier Milei pretende en buena parte rescatar con los fondos del nuevo acuerdo para “sanear” el balance del BCRA, en la convicción de que esa es la piedra filosofal para sanear la moneda y reducir la inflación a niveles civilizados. En 2018, al cabo de una sequía que segó severamente los dólares de la agroexportación y en medio de un súbito recorte y salida del financiamiento externo, el gobierno de Mauricio Macri volvió al Fondo y, en dos instancias, alcanzó un acuerdo de 57.000 mil millones de dólares, de los que llegó a recibir unos 44.000 millones.

El último acuerdo previo al actual fue el de marzo de 2022, durante el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner y bajo la batuta económica de Martín Guzmán, que tres meses después dejó la papa caliente en manos de Silvina Batakis, que semanas después se la pasó a Sergio Massa. Fue un acuerdo de formato similar al actual; cuatro años de refinanciación de vencimientos y seis posteriores de repago, del que nunca se cumplió meta alguna y el gobierno de Milei liquidó de hecho a mediados de 2024, cuando con el logro de superávits fiscales había superado por motu propio las metas fiscales más modestas que pretendía el Fondo. Sin embargo, a partir de mediados del año pasado se hizo cada vez más evidente la dificultad que intenta superar el nuevo acuerdo: un esquema cambiario que sirvió para bajar la inflación más rápidamente de lo que los economistas profesionales preveían pero al costo de recaer nuevamente en un encarecimiento del país en dólares y en una insuficiencia de divisas que el nuevo acuerdo se propone corregir. En definitiva, el gobierno recurre al nuevo acuerdo no para convencer sobre su vocación de ajuste monetario y fiscal, que incluso excede las demandas y expectativas del Fondo, sino para aventar dudas sobre su capacidad de pago y sobre la escasez de reservas del BCRA, que en términos netos siguen siendo negativas, pese al superávit comercial récord del año pasado, que rozó los 19.000 millones de dólares”.

¿Qué nos enseña esta magnífica reseña histórica? Que cada acuerdo celebrado a partir de 1958 por el gobierno de turno con el FMI trajo aparejadas nefastas consecuencias para el pueblo. Esta afirmación lejos está de ser un juicio de valor. Es el resultado de haber leído algunos escritos sobre este tema, además del artículo citado. Todos son coincidentes en el diagnóstico. ¿Por qué, entonces, el acuerdo de Milei con el FMI, esencialmente igual a los 22 acuerdos precedentes, sería beneficioso para los argentinos? Lamentablemente, este flamante acuerdo tendrá los mismos resultados desastrosos para la Argentina que los acuerdos anteriores. Porque, como afirmó Serrat, la verdad no tiene remedio.

Share