Por Enrique Guillermo Avogadro.-
“Los hombres hacen su historia, pero no conocen la historia que hacen”. Raymond Aron.
Mientras los argentinos seguimos remando en el mar de una todavía dura microeconomía y somos sacudidos diariamente por los viejos hedores que surgen de las audiencias de la causa “Cuadernos” y los nuevos que provienen de las cloacas de la AFA, el mundo se conmovió por la entrega del premio Nobel a María Corina Machado quien, con su cinematográfica salida de Venezuela hacia Oslo, puso en ridículo, una vez más, al régimen que, sólo en los papeles, encabeza Nicolás Maduro, en un episodio similar al que humilló al tirano con la extracción de los refugiados en la Embajada argentina en Caracas. El hecho contó con la participación del dispositivo militar de EEUU en el Caribe, que incluyó el sobrevuelo de sus aviones de combate para prevenir cualquier reacción del chavismo para impedirlo.
Todo se vincula, tangencialmente, con el documento que el gobierno de Donald Trump publicó el 5 de este mes, en el cual definió su nueva estrategia global y que instituye al Pacífico sur y a América Latina como áreas prioritarias en su interés, en un remedo de la doctrina Monroe que, en 1823, pretendía dejar a los países europeos fuera del continente. Pero dos siglos no han transcurrido en vano, y ya están presentes aquí China, con sus inversiones en infraestructura para sostener su necesidad de materias primas y estratégicas, y hasta Rusia e Irán, que tanto han fomentado a diversas organizaciones terroristas locales y extranjeras (Hezbollah), aunque hoy parezcan distraídas por conflictos más próximos (Ucrania y Medio Oriente) que requieren su atención inmediata.
Ese escenario al que Washington aspira sólo podría concretarse si hubiera sido acordado en la reunión que mantuvieron Trump y Vladimir Putin en Anchorage, Alaska -¿habrá participado también, virtualmente, Xi Jinping?- para consensuar un nuevo reparto de esferas de influencia entre las grandes potencias, al menos hasta que un total acuerdo comercial de EEUU con China estrene una nueva bipolaridad que excluya a Rusia, antiquísimo enemigo de Beijing hasta en el campo militar.
Mientras tanto, el inquilino de la Casa Blanca tampoco parece tenerla fácil en su enfrentamiento con Venezuela. Retirarse sin haber obtenido ningún resultado, claramente no, pues resultaría en un enorme costo político para Trump, golpeado ya por la caída de su popularidad entre las propias filas republicanas. Tampoco una oferta sólo a Maduro y algunos pocos más de acceder a la impunidad por sus crímenes en un exilio dorado ya que, como confirma el fracaso de los operativos de seducción sobre los mandos militares que intentó EEUU, son muchísimos quienes no estarán dispuestos a permitirlo por estar ellos mismos involucrados en la corrupción, el contrabando, el narcotráfico y hasta en las torturas y asesinatos, y no alcanzarán los paraguas para todos cuando comience la lluvia ácida.
Los fogueados milicianos enviados por Miguel Díaz-Canel conducen los servicios de inteligencia venezolanos y están profundamente imbricados en todas sus fuerzas armadas y de seguridad. La presencia de tantos miles de “asesores” cubanos, sumados a lo escarpado y extendido de su territorio y a los avanzados sistemas de defensa que heredó de Rusia e Irán, torna inviable también una invasión terrestre, ya que detonaría un conflicto bélico de impensables consecuencias en materia de bajas militares (muchas bolsas negras con cadáveres regresando a EEUU) y civiles, y perjudicaría la imagen de “Presidente de la Paz” que Trump quiere dar al globo.
Por esa carencia de otras opciones, quizás antes de Navidad veamos un bombardeo quirúrgico sobre las instalaciones petroleras y, sobre todo, las de concentración de drogas traficadas por las FARC y el ELN para su exportación a Europa. El Presidente de Colombia, que sigue pactando con las organizaciones narcoterroristas de las cuales él mismo formó parte, es el más reciente blanco de las diatribas de la Casa Blanca. Gustavo Petro se siente cada vez más solo, como le pasa a Maduro, a raíz del giro a la derecha que está protagonizando la región: a Argentina, Paraguay, Perú, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Panamá, Costa Rica, Guyana, Honduras, etc., seguramente se sumará mañana Chile, de la mano de José Antonio Kast.
El documento de EEUU terminó de desilusionar a Europa, un continente con 500 millones de habitantes de alto poder adquisitivo y un armamento conjunto que, de mostrarse unido, podría superar a Rusia (que tiene sólo 140 millones y cuya economía es igual, en tamaño, a la de Italia), pero fue calificado de insignificante por su degradación cultural producto de la inmigración masiva, y confirmó la voluntad de Trump de dejar su defensa (OTAN) exclusivamente en sus manos, por lo cual los gobiernos de sus países, inquietos ante el expansionismo del neo-zar ruso, deberán dedicar mayores esfuerzos presupuestarios a sostenerla, en desmedro del estado de bienestar al cual son tan afectas sus sociedades; en breve, veremos la reacción violenta de éstas, que pondrá en jaque la estabilidad política.
El otro escenario en el cual EEUU fijará su atención prioritaria es el Pacífico, connotado por el reclamo de soberanía de China sobre Taiwan, país al cual los aliados de Washington (Japón, Nueva Zelanda, Corea del Sur, Australia y Filipinas) necesitan proteger como autodefensa. Pero la Historia, esa vieja maestra, enseña que el milenario y celeste imperio siempre elige la paz externa, el comercio y la innovación como armas para su desarrollo y progreso, por lo cual no creo que se presenten allí, al menos por varias décadas, graves incidentes bélicos, más allá de los desafíos de matón que significan sus maniobras militares cercanas a sus países vecinos.
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