Por Luis Alejandro Rizzi.-

La adolescencia es ese lapso que transcurre entre la niñez y la juventud. Las fronteras son siempre grises. Se puede dejar de ser niño a los 10, 11 o 12 años, o nunca, y lo mismo pasa con la adolescencia; es difícil saber cuándo el adolescente se convierte en “joven” y luego en adulto.

Los límites de la vida siempre son grises, salvo la concepción y la muerte.

Una vez un exintendente de Gualeguaychú, el Dr. Irigoyen, me decía que la política argentina -hablo de la década del setenta- era adolescente, rebelde, ilógica, romántica y utópica.

Pensando con Victor Massuh, diríamos que la política argentina siempre se ubica en un “opuesto”. No sabe relacionarla con el otro extremo. Por eso diría que hoy las derechas y las izquierdas, si aceptamos aún esa división, se unen en un mismo extremo. Hoy tanto es fascista, o nazi, un militante de izquierda o de derecha. La cultura del epíteto, como diría Sartori, nos convirtió en maniqueos y ese reduccionismo nos fanatiza e impide el diálogo.

Vuelvo a lo de Irigoyen. Hoy la política es rebelde, el gobierno de Milei confunde el lado noble de la rebeldía con su lado vicioso, por tanto, menoscaba el consenso y el diálogo porque sería signo de debilidad.

Por eso tiene una rebeldía loca, en términos chestertonianos.

En Ortodoxia, Chesterton nos decía: “Las virtudes también andan desencadenadas; y vagan con mayor desorden y causan todavía mayores daños. Pudiéramos decir que el mundo moderno está lleno de viejas virtudes cristianas que se han vuelto locas. Y se han vuelto locas, porque fueron aisladas unas de otras y vagan por el mundo solitarias”.

La rebeldía de Milei, “el outsider”, enloqueció. Por eso empieza a caer en las encuestas y su rebeldía desordenada y sin contenido cultural comienza a dañarlo.

En el Senado, como lo señaló Zuleta en el diario Clarín, Romero y Mayans, le marcaron un marco político; es necesario dialogar, es necesario ordenar la rebeldía.

El gobierno y la política perdieron el sentido de la lógica, por eso el Senador Romero dijo que la oposición obstruye. Pasa que la obstrucción es la única defensa cuando el poder intenta avasallar. En ese punto se impone la lógica del diálogo o el “bullying” de la agonalidad, Milei (Kputo) prefirió esta última.

Un poco le pasó a Kicillof, que al final dio el paso maduro al desdoblar las elecciones en la Provincia de Buenos Aires, ello más allá de la especulación de si ese desdoblamiento lo favorece o lo perjudica. Ordenó su rebeldía y tomó una decisión lógica, que hoy no sabemos si es o no correcta. El riesgo de decidir.

La política debe tener un mínimo de romanticismo; es lo que Morin distinguía entre prosa y poesía, como lo recordaba ayer Oliveto en el diario La Nación. Diría el peronismo fue solo poesía y Milei y su gente tienen pésima prosa.

Por último, Irigoyen hablaba de la utopía adolescente y el gobierno de Milei se sustenta en un juego diabólico entre la utopía y la distopía, lo que mostraría que en el fondo más que adolescente es infantil.

Políticamente nos falta “adultez”. Por eso vivimos esta fragmentación. Como diría De Pablo, hay que empezar a pegar los pedacitos… Es lo que pretenden Juan Carlos Romero y José Mayans.

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