Por Eduardo R. Saguier.-
En el diagnóstico de la aguda decadencia y de la crisis general que desde hace medio siglo padece Argentina, es esencial comprender la pesada hipoteca contraída por la Iglesia Católica con la democracia, la cultura y la ciencia.
En efecto, en el origen de la decadencia argentina contemporánea jugaron un rol determinante tanto los factores económicos como los políticos, culturales y sociales. La crónica y senil vinculación de los golpes militares con el aparato burocrático de la Iglesia Católica (1930, 1943) fue un elemento decisivo para volver a incursionar en el control de la inteligencia y agravar así dicha decadencia. A diferencia del Golpe ocurrido en Brasil en 1964, el golpe producido en Argentina un par de años más tarde, en junio de 1966, hace hoy medio siglo, se destacó por su ataque al pensamiento libre y por enrolarse en lo más oscurantista de la Guerra Fría, que lo diferencian entre otros del mal llamado Golpe del 55, que fue en realidad una cruenta insurrección cívico-militar-religiosa que también contó con una guerra intestina de baja intensidad (fusilamientos de 1956 y salidas electorales proscriptivas).
Ciertamente, la particularidad del incruento golpe palaciego de 1966 fue su íntima asociación con los más altos elencos de una burocracia eclesiástica afín a dicha Guerra Fría -que se había agravado en 1956 con la invasión soviética de Hungría- y que había logrado a fines de la década del 50 dividir al estudiantado argentino en el conflicto entre la educación laica y reformista (restaurada en 1955) y la mal llamada enseñanza libre y sus nuevos reductos pertenecientes a la Iglesia (que cobijaron a los docentes universitarios expulsados en 1955).
En ese preciso sentido, la indiferencia de la Iglesia con La Noche de los Bastones Largos (29-VII-1966) -catástrofe cultural que originó un éxodo profesoral y científico de ribetes bíblicos- y el apoyo explícito a la Declaración del Consejo Superior de la Universidad Católica a favor de la intervención producida en las universidades estatales (La Nación, 6-VIII-1966), por parte de la Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino, reunida en la localidad cordobesa de Embalse Río Tercero (La Nación, 20-XII-1966), vinieron a convalidar la conculcación de la autonomía universitaria y la violación de las libertades académicas. Este funesto aval institucional comprometió históricamente a la Iglesia Católica, y desde entonces ese aciago contubernio nunca fue revisado, reprochado ni repudiado.
Esa complicidad con la represión por parte del Episcopado argentino fue gestando una contradicción interna que no solo derivó en la persecución de los que resistieron, sino que dividió las filas de su feligresía al extremo de generar un muy juvenil foco insurreccional, que sin haber transitado por la anatematizada “democracia burguesa” pasó primero a la clandestinidad y luego del Cordobazo (1969) -cuando ya la dictadura se encontraba políticamente derrotada- apeló a una tardía lucha armada.
Nunca las posteriores asambleas y conferencias episcopales hicieron precisa autocrítica ni abjuraron de su pasado oscurantista. El trauma y la psicosis generadas distorsionaron el imaginario colectivo así como las conductas individuales y corporativas, agraviando los valores que hacen a la evangelizadora y secularizadora separación de la iglesia y el estado, al ejercicio de las libertades de pensamiento, investigación y prensa, a la división republicana de poderes, a la independencia de los jueces y de los periodistas, a la educación laica y reformista, al monopolio estatal de la violencia legítima, y a la producción y difusión de saberes independientes del estado, de la iglesia y del gran capital.
Posteriormente, tras un interregno populista de democracia plebiscitaria y de un doble poder entre la juventud peronista de izquierda y la burocracia sindical, que desataron enfrentamientos sangrientos (1974-76), tuvieron lugar complicidades aún más graves, que incluso incurrieron en el terrorismo de estado, en delitos de lesa humanidad y en aventuras irredentistas alimentadas de un hipertrofiado mesianismo nacionalista (Malvinas), que aunque luego condenadas por las autoridades eclesiásticas, nunca remontaron la responsabilidad histórica de los mismos a la trágica Noche de los Bastones Largos.
Con la democracia recuperada en la década del 80, el trauma gestado en las elites y en el inconsciente colectivo por los crímenes del Proceso y la derrota militar en Malvinas dejó una marca indeleble cuyo origen histórico tampoco fue indagado. Y una vez desplomado el Muro de Berlín e instaurado el Consenso de Washington se impuso una forzada anemia y una privatización generalizada que burocratizó el mérito académico, cuantificó la evaluación de la producción científica, y consolidó un mandarinato universitario preñado de una endogamia incestuosa y de una sumisión corporativa. Con los fondos provenientes de préstamos externos, la intelectualidad argentina del más alto nivel, la de los científicos, se hundió en el fango de una descomposición tornada luego en metástasis.
Finalmente, estamos hoy frente a la increíble paradoja que tras una corrupción sin límites, la nueva dirigencia del país ha confirmado las autoridades que orquestaron el organigrama de la ciencia y de la educación superior así como la metodología de su vasallaje moral, ideológico y político, que aún hoy carece de fecha de vencimiento.
Entendemos entonces que para lograr la recuperación de la conciencia moral e intelectual perdida hace ya medio siglo es imprescindible que las autoridades locales de la Iglesia Católica recapaciten públicamente, y luego profesen un inaugural acto de arrepentimiento histórico, pues de lo contrario y como asevera un sabio refrán popular: “el que calla otorga”. La juventud universitaria argentina y su intelectualidad -en vísperas de cumplirse el centenario de la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918- sin duda se lo reconocerán.
* Escrito similar al entregado al Obispo de San Isidro Monseñor Jorge Casaretto conjuntamente con otro escrito anterior que está en Internet titulado “Complicidad de la Iglesia con la Dictadura (1966-67)”, el día jueves 9 de junio de 2016 en el Restaurant Lalin en oportunidad de departir en los Almuerzos de Bielicki.
12/06/2016 a las 10:33 PM
Este es el cometido de Bergoglio y creo que aqui esta el meollo del culebron que le esta enroscando al gobierno de Macri. Bergoglio habla de la gieta, tambien habla de la envidia, del odio, del rencor, de la venganza, del desprecio y de la corrupcion… oh la corrupcion.
Por favor tome un minuto para leer el destino que nos tiene preparado don Bergoglio:
BUENOS AIRES (AP) — Era la hora de la misa, pero nadie abrió las puertas de la iglesia.
El organista ingresó entonces por una ventana para investigar y se encontró con cinco cadáveres ensangrentados, tendidos boca abajo en el piso de una de las salas de la casa parroquial. Elementos armados que se cree eran policías habían irrumpido en la Iglesia de San Patricio pasada la medianoche del 3 de julio y habían asesinado a tiros a tres sacerdotes y dos seminaristas, en el episodio de violencia contra la Iglesia Católica Romana más grave de la última dictadura.
En un pasillo de la casa parroquial alguien había escrito con tiza: «Estos zurdos murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes y son MSTM», la sigla con la que se identificaba al Movimiento Sacerdotes para el Tercer Mundo.
Hoy la Iglesia argentina está tratando de que sean declarados santos, en una causa que promovió en 2005 nada menos que el hoy papa Francisco.
En la homilía en conmemoración del 25 aniversario de la masacre de los palotinos que encabezó en 2001, el entonces arzobispo de Buenos Aires destacó la valentía de los asesinados.
«Esta parroquia ha sido ungida por el testimonio de aquellos que quisieron no vivir para sí, quisieron ser grano de trigo y murieron para que otros tuvieran vida», señaló el entonces arzobispo Jorge Mario Bergoglio.
Lo que pasó a la historia como la Masacre de San Patricio es un ejemplo de las vicisitudes que enfrentó la iglesia argentina donde sirvió Bergoglio. Sufrió decenas de muertes a pesar de que su jerarquía se mostraba complaciente con los militares.
En total, 18 sacerdotes fueron asesinados o figuran como desaparecidos y otros diez curas estuvieron presos en la dictadura, según diversos organismos de derechos humanos, incluido el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. Once seminaristas fueron asesinados o figuran como desaparecidos y se cree que son cerca de medio centenar los católicos laicos asesinados por la represión ilegal.
El propio Bergoglio fue acusado de no hacer lo suficiente para proteger a dos curas cuando era un joven líder jesuita durante la dictadura de 1976 a 1983. Pero también se sabe que salvó a al menos a una persona dándole refugio en una época en la que la alta jerarquía eclesiástica estaba alineada con las juntas militares.
«El atentado marcó un antes y un después… El mensaje que trascendió desde la jerarquía eclesiástica a todas las congregaciones fue: ‘tengan cuidado porque si uno sólo de cada comunidad hace una crítica en contra de este gobierno, puede llevarse puestos a todos (puede involucrar al resto)», dijo a la AP Francisco Chirichella, un laico que conoció de cerca a los palotinos asesinados y reúne pruebas en la causa de santificación abierta en la Arquidiócesis de Buenos Aires.
La matanza se produjo en Belgrano, un barrio de clase alta, tres meses después de que los militares tomasen el poder e intensificasen la represión de supuestos subversivos.
El ejército atribuyó los asesinatos a «subversivos», a pesar de evidencias de que fueron una represalia por un atentado que pocos días antes había protagonizado el grupo guerrillero Montoneros en el comedor de la Seguridad Federal de la capital, causando la muerte de 20 policías.
Un cable de la embajada de Estados Unidos enviado cuatro días después de la masacre y difundido el lunes en Wikileaks señaló que esa legación diplomática había recibido información que confirmaba que los religiosos fueron asesinados por «miembros de la policía federal» y que fuentes policiales habían enfatizado que los asesinatos fueron cometidos por «oficiales de bajo rango sin una autorización superior».
El cable da cuenta de que el embajador estadounidense Robert Hill se reunió con el nuncio apostólico Pio Laghi y que éste último había señalado que la iglesia estaba «preocupada» porque uno de los seminaristas podría tener algunas conexiones con los movimientos tercermundistas. El representante del Vaticano también había enfatizado que si ese era el caso, ello no justificaba los asesinatos.
Según este cable, Laghi le dijo al embajador que el cardenal argentino Juan Carlos Aramburu le había dicho claramente al ministro del Interior (Albano Harguindeguy) que la iglesia sabía «sin duda alguna» que fueron las fuerzas de seguridad del gobierno militar quienes habían asesinado a los religiosos. El nuncio señaló además al embajador que un oficial de alto rango de la dictadura le había manifestado la intención del ejecutivo de «limpiar la iglesia católica».
Laghi temía además que el asesinato de los religiosos pudiera presagiar una ola de terror proveniente de la derecha sin precedentes.
En público, no obstante, la jerarquía eclesiástica parecía avalar a los líderes militares y dijo que aceptaba su explicación de que el episodio había sido obra de extremistas de izquierda. No reclamó con suficiente fuerza el esclarecimiento de los crímenes de los palotinos al gobierno militar, en lo que algunos sectores consideran un reflejo de la actitud condescendiente que mostró con el régimen.
El episcopado se preguntó entonces «qué fuerzas tan poderosas son las que con toda impunidad… pueden obrar a su arbitrio en medio de nuestra sociedad». Pero también dijo que sabía «por la palabras del ministro del Interior y la presencia en las exequias del ministro de Relaciones Exteriores y Culto y altos jefes militares cómo el gobierno y las fuerzas armadas participan de nuestro dolor y, nos atreveríamos a decir, de nuestro estupor».
«Pedimos a nuestro señor que dé luz a vuestras excelencias para cumplir la honrosa y alta responsabilidad que les compete», dijo el episcopado, tras lo cual agregó que sabía de «los altos ideales y de la generosa actitud para con la patria, sus instituciones y ciudadanos» de la junta militar.
Informes periodísticos periodísticas señalaron en algún momento que en la matanza estuvo involucrado un grupo de tareas de la Armada. Sendos procesos judiciales que se abrieron durante y después de la dictadura no encontraron culpables por lo que los crímenes de la llamada «Masacre de San Patricio» siguen impunes.
La iglesia de San Patricio no parecía un blanco. Ninguno de los tres sacerdotes eran miembros del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, cuya defensa de los pobres irritaba a los militares.
El sacerdote palotino Alfredo Kelly, sin embargo, dijo en la noche del 3 de julio de 1976 a varios íntimos su temor a ser asesinado a raíz de las amenazas que circulaban en su contra tildándole de comunista por su labor social. Pocas horas después, pereció acribillado junto a cuatro compañeros de su orden en la Iglesia de San Patricio de Buenos Aires.
También parecieron los sacerdotes Alfredo Leaden y Pedro Dufau, así como a los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti.
«Kelly nos expresó a mí y a otros compañeros en una cena celebrada ese 3 de julio en la parroquia, de la que soy el único sobreviviente, el temor por su vida, ya que circulaba una carta por ahí llamándole comunista», dijo a la AP el padre Rodolfo Capalozza, quien entonces era uno de los seminaristas que residía en la parroquia.
Todas las víctimas eran argentinas. Barbeito había nacido en Pontevedra (España), pero tenía la ciudadanía argentina.
Kelly era el párroco de San Patricio y formador de seminaristas. Según los que le conocieron, no tenía pelos en la lengua. Desde el púlpito reprendió a los feligreses que habían participado en los remates de bienes robados a personas desaparecidas. La homilía es recordada como «el sermón de las cucarachas», calificativo que el sacerdote usó para describir a aquellos que ya no podía seguir llamando «ovejas de su rebaño».
Leaden era el más espiritual de los cinco. Dufau había fundado un colegio para los hijos de las mujeres que trabajaban como personal doméstico en el opulento barrio de Belgrano donde se encontraba la parroquia; Barbeito era un carismático al que le gustaba rodearse de jóvenes y Barletti mostraba un claro compromiso social en las barriadas pobres, además de militar en la Juventud Peronista, uno de los blancos de los militares represores. Era sin duda el más político de los cinco.
Capalozza, entonces con 20 años, se libró de morir junto al resto de sus compañeros porque esa noche durmió en casa de sus padres en lugar de hacerlo en la residencia que los palotinos tenían junto a la Iglesia de San Patricio. Otros jóvenes estudiantes de la congregación también salvaron su vida por estar fuera de Argentina o participando en ejercicios espirituales.
La alfombra donde yacían los cuerpos se conserva en la Iglesia de San Patricio con las marcas y los agujeros que dejaron decenas de balas disparadas.
La masacre fue vista por muchos como un aviso de los jerarcas militares a la iglesia católica sobre los riesgos que entrañaba disentir con la dictadura o practicar una evangelización demasiado comprometida con los pobres.
Varias fuentes coinciden en que los palotinos no eran ni por asomo «curas guerrilleros» ni representaban el ala más izquierdista de la iglesia católica. Quizá el hecho de que San Patricio se situara en un barrio donde residían miembros del poder fáctico «hacía que su mensaje de compromiso social llegara con más fuerza», dijo Capalozza, quien hoy tiene 57 años.
Para este sacerdote, actualmente párroco de la Iglesia Santa Isabel de Hungría en Buenos Aires, la eventual canonización de sus compañeros sería «una respuesta de justicia» a la masacre.
Bergoglio, entronizado papa el 19 de marzo, fue confesor de Kelly y mantuvo con el palotino una estrecha relación desde su condición de provincial de los jesuitas argentinos en la dictadura.
«Soy testigo, porque lo acompañé en la dirección espiritual y la confesión hasta su muerte, de lo que era la vida de Alfie (Alfredo Kelly); sólo pensaba en Dios. Y lo nombro a él porque soy testigo de su corazón, y en él a todos los demás», dijo el arzobispo Bergoglio en su homilía del 2001.
Bergoglio, quien luego fue elevado a cardenal, ha sido señalado por activistas de derechos humanos de su país como cómplice de la dictadura por haber «entregado» supuestamente a dos jesuitas que estuvieron secuestrados varios meses. Por otro lado, testimonios de perseguidos por los militares afirmaron que el hoy papa los protegió.
En 2001, la orden de los palotinos pidió a la iglesia argentina que reconociera formalmente a los cinco asesinados como mártires. «Luego, con los años la causa fue modificándose en el criterio de la iglesia local, fue tomando otro carácter y hoy es una causa de canonización», que puede durar años, dijo a la AP el padre Pablo Bocca, actual párroco de la Iglesia de San Patricio.
«Vivo este proceso con mucha esperanza… porque hoy en día el papa es alguien que conoce la causa, que vivió en el país y que él mismo vivió ese compromiso de la iglesia», señaló Bocca. Afirmó además que, siendo arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio «hizo una especie de sondeo entre los obispos argentinos» sobre la causa de los palotinos y que «muy poquitos» de talante conservador «tenían reservas».
«Estamos hablando de una situación del país que todavía es muy controversial», señaló.
En la arquidiócesis de Buenos Aires quedó finalmente constituido un tribunal eclesiástico encabezado por un sacerdote designado por Bergoglio para analizar las pruebas que intentan demostrar en primer lugar que los religiosos fueron mártires para luego eventualmente y con el cumplimiento de otros requisitos ser declarados santos.
Las pruebas para demostrar que los religiosos fueron mártires porque murieron asesinados a causa de su fe son recolectadas por un equipo de laicos integrado por Chirichella.
Este último explicó que en la actualidad «el proceso está en una etapa de preparación» y que para que la causa avance se debe contar con el «Nihil obstat» (sin obstáculos), una especie de luz verde que tiene que venir desde Roma» y que debe solicitar previamente el Arzobispado de Buenos Aires.
El 28 de marzo, Francisco nombró a Mario Poli como su sucesor en el arzobispado de Buenos Aires. Siendo obispo Diocesano de La Pampa, Poli criticó públicamente en 2012 a un sacerdote que había colgado en Facebook una felicitación para Jorge Videla en el día del cumpleaños, de quien fuera presidente de facto entre 1976 y 1981.
13/06/2016 a las 6:16 AM
Deuda de la Iglesia Católica con la democracia y la cultura en Argentina
jajajajajajajajajajja
democracia
jajajajajajajajaj
cultura
jjajajajajajaja
13/06/2016 a las 12:42 PM
Deuda de la Iglesia Católica con la democracia
y la cultura en Argentina
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argentina
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13/06/2016 a las 2:00 PM
Sería bueno aclarar las muertes de Satanelli, Múgica, los «palotinos» de Belgrano y otros sacerdotes marxistas, comprometidos con el terrorismo de los 70.
El hecho que Pancho I, después de «beatificar» al agitador comunista y colaborador del terrorismo marxista en El Salvador, Arnulfo Romero, quiera «beatificar» a las personas arriba nombradas muestra que es de extrema izquierda y que simpatiza con el terrorismo montonero.
13/06/2016 a las 2:04 PM
«Las pruebas para demostrar que los religiosos fueron mártires porque murieron asesinados a causa de su fe son recolectadas por un equipo de laicos integrado por Chirichella.»
Estas pruebas no existen, pues los «palotinos» de Belgrano no han sido asesinados por ser católicos, sino por ser marxistas y colaboradores del terrorismo montonero.
Lo mismo se puede decir de Arnulfo Romero, Satanelli (en caso que su muerte no haya sido un accidente) y otros «mártires».
El hecho que la secta conciliar contemple a este tipo de personas como mártires muestra que la «iglesia» de Bergoglio es marxista y, por eso, no es la Iglesia de Cristo.
14/06/2016 a las 8:53 PM
¡O Croce di Cristo!
Aleluya y Amén.
¡Claro que sí!
Estoy aquí para confortar al pecador y regresar la oveja perdida al rebaño pero hay ovejas rebeldes que necesitan un tratamiento distinto ¡Ya lo creo!
Existe un mundo mejor al que todos iremos pronto pero es necesario desprendernos de nuestras miserias y oler a oveja.
Oremus porque las verdes praderas nos llaman, aunque muchas veces no escuchamos la voz.
Por eso vengan a mí los que sufren, vengan a mí los que en su camino a la ciudad Santa se han exraviado y como el perro previsor entierran sus huesos pensando en un mañana mejor porque serán consolados, cobijados y redimidos ¡Ya lo creo!
O Croce di Cristo sin temor digamos juntos
Sancte Michaël Archangele, defende nos in proelio ut non pereamus in tremendo iudicio.
Amen hijos
Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaammmmmmmmmmeeeeeeeeeeeenn