Por Carlos Tórtora.-

Sorprendió al mundo político el anuncio de la afiliación de Patricia Bullrich a La Libertad Avanza, publicitada con bombos y platillos por el oficialismo. Una primera lectura indica que se trataría de una operación para debilitar al macrismo a través de la incorporación formal al partido oficialista de una figura que encabeza varias de las mediciones de imagen en la Capital. Pero también hay una segunda lectura. Bullrich, manteniendo un pie dentro del PRO, representaba un peligro latente para el expresidente y todavía podía encabezar una minoría que cuestionase su liderazgo en el partido.

En otras palabras, que con el pase de Bullrich a LLA en realidad Macri se estaría sacando un peso de encima, aunque con ella se pasen al oficialismo algunos dirigentes amarillos que de cualquier modo ya estaban teñidos de violeta.

Esta interpretación de los hechos apuntalaría la idea de que estaría prosperando una negociación secreta entre Milei y Macri. Otro indicio: el primero dijo días atrás que avalaba las gestiones de Cristian Ritondo para conseguir una alianza entre el PRO y LLA en Buenos Aires. Todo el mundo sabe que a esta altura Ritondo responde más al presidente que a Macri, por lo cual el aval de este último da una idea de que el acuerdo avanza.

El síndrome del 19 de mayo

Tanto libertarios como macristas entienden que, hasta la elección del 18 de mayo en Capital, Macri debe aparecer como un fuerte crítico del gobierno, para consolidar así su caudal propio en la Ciudad. De ahí que sólo importa en realidad lo que hará después.

Y después se abren claramente dos caminos. Si el PRO consigue salir segundo en la elección, estará fortalecido y Milei debería aceptar la negociación de una alianza más o menos equilibrada en Buenos Aires. En cambio, si Manuel Adorni queda segundo, se impondría la tesis de Karina Milei y ella sólo les ofrecería a los macristas lugares en las listas de LLA, pero sin considerarlos socios. La elección porteña parece definir casi todo.

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