La salvaguarda de un derecho fundamental (1)
Por Hernán Andrés Kruse.-
La semana pasada el Ministerio de Salud anunció el cierre del Hospital Bonaparte, una institución dedicada al tratamiento de la salud mental. Según las autoridades nacionales dicho nosocomio cuenta con una muy baja ocupación, lo que fue desmentido rotundamente por los trabajadores del hospital, quienes aseguran que los pacientes superan el millar y que son atendidos por 500 profesionales. Según fuentes oficiales el hospital Bonaparte cuenta con un presupuesto anual de 16.800 millones de pesos. Sin embargo, mantiene “una ocupación promedio de solo 30 pacientes y una tasa de internación que oscila entre 16 y 19 personas”. Estos números, afirman esas fuentes, no justifica el mantenimiento de un hospital de semejante magnitud. Los consternados trabajadores del nosocomio recibieron el inmediato respaldo de ATE, cuyo titular, Rodolfo Aguiar, expresó: “La desidia y la incompetencia del gobierno en materia de salud alarma, pero esta decisión de cerrar hospitales genera una escalada del conflicto dentro del Estado. Las medidas de fuerza comenzarán a ser más duras y esto ocurre por exclusiva responsabilidad el Poder Ejecutivo” (fuente: Infobae, 4/10/024).
En las últimas horas el Ministerio de Salud afirmó que no se cerrará el nosocomio, pero que será reestructurado. Dijo la viceministra de Salud, Cecilia Loccisano: “Llegamos a esta decisión por varias cuestiones. La primera, un informe de la SIGEN que detectó dos situaciones críticas: una tiene que ver con el incumplimiento de la Ley de Salud Mental y el otro con el incumplimiento de la Ley de Protección de los Derechos de los Pacientes”. Según la funcionaria hay “pacientes con tratamientos médicos prescritos sin intervención médica documentada”, es decir, sin la firma del médico que prescribió el tratamiento. Además, “no se custodiaban los datos de los pacientes. Las historias clínicas presentaban muchas deficiencias”. A pesar de la aclaración de la funcionaria sobre el futuro del hospital, Aguiar aseguró que, hasta tener una respuesta oficial sobre el no cierre del nosocomio, ATE continuará con las medidas de fuerza (fuente: Andrés Klipphan, Infobae, 8/10/024).
Este lamentable episodio no hace más que confirmar el desprecio del presidente de la nación por la salud pública. Para Milei el derecho a la salud es una entelequia, un gasto absolutamente superfluo e innecesario que, por ende, atenta contra el déficit O. Buceando en Google me encontré con un ensayo de María Graciela De Ortúzar y Alejandro Médici titulado “El “derecho a la salud” como derecho humano: Abordaje conceptual transdisciplinar” (Investigaciones Socio-jurídicas Contemporáneas-La Plata: Malisia-2019). Emerge en toda su magnitud la relevancia del derecho que Milei pretende conculcar. Por razones de espacio transcribiré aquellas partes del paper que me parecen más interesantes.
INTRODUCCIÓN
“En el momento presente es usual escuchar, en los discursos de expertos o funcionarios públicos nacionales e internacionales, sobre la necesidad de una mirada transdisciplinar e integral en salud para el abordaje de los problemas que plantea nuestra sociedad compleja. Sin embargo, la comprensión de lo transdisciplinario parece estar vedada por la cerrada división de especialidades a partir de la segmentación de las ciencias. Si bien se fomenta en el discurso la transdisciplinariedad y la interdisciplinariedad, en términos generales las evaluaciones de investigaciones, publicaciones y seminarios en las mismas Universidades Nacionales, Maestrías, Centros de Investigación y Revistas de Argentina exigen una mirada focalizada en cada disciplina específica. Así, el diálogo entre las disciplinas y la ampliación del universo conceptual y metodológico, se ven impedidos por la exigencia del recitado de “mantras” teóricos y estadísticas, con evaluaciones verticalistas y arbitrarias. Todo pensamiento que utilice metodologías, conceptos y enfoques que promuevan nuevos marcos teóricos interdisciplinarios y/o transdisciplinarios, son excluidos por no encuadrar en las grillas de evaluación pre-establecidas. El sistema científico incentiva a reproducir más de lo mismo.
Dicho esto, también es importante reconocer que comienzan a soplar vientos de cambio en nuestras Universidades Públicas, tanto en lo transdisciplinario y como en lo intercultural. Prueba de ello es la existencia de este mismo proyecto transdisciplinar de doble radicación titulado Bioética y derecho a la salud: análisis de la definición de salud/enfermedad y sus implicancias en las prioridades de salud en nuestra sociedad compleja (interculturalidad, violencia de género, diversidad funcional, epigenética y determinantes sociales”, e integrado por profesionales de diversas disciplinas (filosofía, derecho, psicología, sociología, ciencias de la educación). En dicho contexto, el desafío del presente trabajo es indagar, desde una mirada teórica transdisciplinaria, sobre el derecho a la salud a la luz de las demandas sociales actuales en nuestro país. Se trata de reconceptualizar el derecho a la salud desde una dimensión cultural e intercultural, comprendiendo las dimensiones históricas de este derecho, y explorando la potencialidad de la asunción del carácter pluricultural y las formas de participación democrática intercultural para lograr una relación de complementariedad mutua entre políticas públicas y perspectivas culturales acerca del derecho a la salud.
Para ello, analizaremos conceptos tales como “salud”, “equidad en salud”, “acceso universal”, y “derecho a la salud”. Es importante destacar que estos conceptos poseen fuertes implicancias al delinear políticas sanitarias que hacen al ejercicio del derecho a la salud. En aras de alcanzar mayor claridad, distinguiremos diferentes niveles de estudio, esclareciendo: (I) de qué hablamos cuando hablamos de salud (implicancias de la definición de salud en la determinación de criterios de acceso y cobertura); y (II) de qué hablamos cuando hablamos de derecho a la salud y justicia en salud (dimensiones de la justicia). En este punto será necesario problematizar el concepto de equidad en salud, considerando las discusiones históricas en el interior de las teorías de justicia en salud (justicia distributiva; justicia reconocimiento; justicia epistémica), y evaluando su aplicación a nuestras necesidades sociales. Su esclarecimiento no es un tema menor, sino clave para determinar en qué medida la concepción del derecho a la salud, vigente en nuestro país, responde a las demandas de nuestra sociedad compleja, o contribuye a generar una importante deuda social”.
ANÁLISIS DEL MARCO TEÓRICO
¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE SALUD?
“El concepto de “salud”, como así también los conceptos de “equidad” y “derecho a la salud” no son conceptos unívocos. Existen variadas definiciones de salud y diferentes enfoques para aproximarnos a conceptualizar el derecho a la salud, lo cual implica que no siempre nos refiramos al derecho a la salud en el mismo sentido desde diferentes disciplinas. El desafío que se plantea, en esta primera parte, es integrar estas visiones a través de un enfoque transdisciplinar, con el objetivo de justificar una mirada integral de salud basada en derechos humanos y acorde a las necesidades de nuestra sociedad compleja.
La historia de la definición de salud/enfermedad nos remonta, en primer lugar, a la concepción naturalista/biológica. Uno de sus representantes principales, Boorse, considera a la enfermedad como la desviación de la normalidad natural en el funcionamiento de la especie. Esta concepción biológica de salud/enfermedad prevalece en la formación del profesional y en la práctica sanitaria hasta nuestros días. En torno a tal modelo biomédico se ha dado un fuerte desarrollo de la industria de la salud, con centro en los países desarrollados e influencia en los periféricos. Otra consecuencia notable ha sido la división del saber médico en especialidades, cada una con sus respectivos avances técnico-científicos, que ha dado lugar a la profesionalización corporativa. Asistimos al aumento exponencial de enfermedades (disease mongering). Estas nuevas clasificaciones de enfermedades originan problemas éticos, psicosociales, y legales (estigmatización, etnocentrismo, mercantilización), olvidando las prioridades de nuestra sociedad compleja y favoreciendo al mercado de salud. Nos encontramos, entonces, con un impresionante desarrollo tecnológico en el ámbito médico, a la vez que somos conscientes de los límites del enfoque biologicista.
Las nuevas tecnologías han vuelto menos transparente la idea de normalidad. Por ejemplo, en medicina reproductiva el ciclo de vida activo es cuestionado dado que es posible que mujeres post-menopáusicas puedan tener hijos entre los 50 y los 65 años. Asimismo, surgen una serie de limitaciones al aplicar el criterio de normalidad natural a las necesidades psicosociales en salud mental. Las necesidades psicosociales no se reducen a necesidades biológicas, ejerciendo el poder médico en la salud de mujeres. Otro tanto ocurre con reducir las capacidades diversas a lo anormal, sin considerar que el no actuar oportunamente sobre el entorno social y el no promover la integración social puede generar la misma discapacidad. Por otra parte, la medicina predictiva, centrada en el perfil individual, crea nuevas enfermedades genéticas y el mismo estatus de portador, las cuáles no siempre se condicen con los avances de las investigaciones en el terreno de la epigenética.
La ausencia de una definición clara de salud/enfermedad también ha tenido consecuencias en cuanto al compromiso de los países para garantizar algunos derechos. Por ejemplo, la definición de la OMS de salud como bienestar, a pesar de sus virtudes en la ampliación de la concepción política de salud positiva, tuvo como debilidad no brindar criterios claros de evaluación del bienestar, lo cual posibilitó también una cascada de definiciones corporativas sobre enfermedad. En un claro avance sobre la concepción de la salud, los debates teóricos y políticos de los últimos cuarenta años giran en torno a repensar la salud en relación a los determinantes sociales, mostrando desde la epidemiología cómo las desigualdades sociales generan desigualdades en salud. Esta concepción nos lleva a ampliar el concepto de salud (salud social o colectiva) y a estudiar no sólo a los individuos y a sus agentes patógenos, sino también los factores o determinantes psicosociales.
Fenómenos como el estrés crónico, producto de los enormes cambios en el ambiente en el que vivimos, muestran la ineficiencia de un modelo médico biológico concentrado en los síntomas corporales, que prescinde de abordar los vínculos de las enfermedades con el medioambiente y los factores psicosociales y productivos. En este sentido, el mayor conocimiento que se tiene de la influencia de los factores psicosociales en la salud, ha permitido no sólo mostrar las limitaciones del modelo biomédico dominante, sino también dejar en claro que la política sanitaria no puede reducirse a la simple asistencia sanitaria (la atención de la salud no se reduce a la atención hospitalaria). Desde la medicina social latinoamericana, pensar la salud implica reconstruir la relación que se plantea entre el individuo y el medio ambiente en el sistema productivo. Pensar la salud no es pensar a la salud/enfermedad como un estado, sino como un proceso enmarcado en modos de producción sanos/insanos y relaciones sociales armónicas o no con la naturaleza.
Frente a dicho esquema de problemas complejos, entretejidos, no basta con responsabilizar al individuo por su enfermedad. Es necesario actuar en el entorno social, desde el Estado, organizaciones y movimientos sociales, reconociendo la responsabilidad ética y política frente a la salud y la ampliación de derechos económicos, sociales y culturales. En concordancia con este enfoque se encuentra la incorporación del “buen vivir” (Sumak Kawsay) en las constituciones de dos países: Bolivia y Ecuador. Este derecho permite distinguir los determinantes eco-sociales que afectan la salud de los pueblos originarios y comunidades tradicionales por el avance de los procesos de urbanización no planificada, ni participativa; el desplazamiento de la frontera agropecuaria, en general, la afectación de los equilibrios y resiliencias eco-sistémicos que generan bienes socioambientales a los que está vinculada la noción de salud que tienen dichas comunidades y pueblos, así como en general la calidad de vida y el bienestar de las poblaciones afectadas. En este contexto, el Movimiento Nacional Campesino Indígena de Argentina define a la salud campesina, indígena, como la defensa de la vida y del buen vivir, es estar organizados, luchar por nuestros derechos, producir alimentos sanos, cuidar el monte, la madre tierra y valorar nuestros saberes ancestrales.
A modo de síntesis, consideramos que la salud es un término relacional y multidimensional, definido en un proceso histórico y contextual determinado, donde entran en conflicto lo individual y lo social en un entramado complejo de relaciones legales, económicas, psicosociales y culturales. La salud pone en escena la vida y la subjetividad en el sentido social y singular, la cuestión del Estado y políticas sociales, las categorías de género o de pertenencia cultural-étnica, las problemáticas de la subjetividad, los debates sobre crisis y nuevos paradigmas en el campo del conocimiento científico, así como nuevos objetos complejos como la violencia. Esta concepción amplia y relacional de salud-que incorpora las categorías de género, etnia, cultura, diversidad, clase social, determinantes sociales, entre otras-; exige también repensar el derecho a la salud, la equidad/justicia en salud, en sus nuevas dimensiones”.
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Renovación: lo “nuevo” no termina de nacer, lo “viejo” no termina de morir
Sergio Berensztein
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
11/10/024
“No hay nada más conservador ni gradualista que los movimientos revolucionarios”. Siempre provocador, el veterano profesor de historia miró a su clase y afirmó: “Los nuevos regímenes son proclives a parecerse demasiado a los que pretenden desplazar”. Los que se sorprenden del pragmatismo y la efectividad con que el Gobierno logró construir otro “bloque de héroes” para sostener el veto el miércoles pasado deberían revisar experiencias anteriores que sugieren que los discursos de barricada tipo “anticasta” rara vez explican las decisiones de gobierno, donde impera el principio de “tenés que hacer lo que tenés que hacer”.
Los cambios y las continuidades en los procesos históricos son uno de los tópicos que más atracción generan en las ciencias sociales, desde siempre y con múltiples perspectivas disciplinarias, pero por lo general esto es ignorado por los “especialistas” en comunicación política, siempre ansiosos por incorporar elementos novedosos a sus propuestas de campaña (que, si sus candidatos llegan al poder, impregnan luego las narrativas de gestión). En los últimos tiempos, se han impuesto en muchos países las propuestas rupturistas, fruto del malestar imperante. Así, quienes se presentan a sí mismos como agentes de renovación tienden a ser más competitivos que aquellos que son vistos como defensores o exponentes del “más de lo mismo”.
Pero una cosa es convencer a una parte de la ciudadanía de que uno tiene la vocación de hacer tabula rasa del pasado y algo muy diferente –y muchísimo más complejo– es llevarlo a cabo. Hay valores, costumbres y comportamientos que se arraigan tanto que se necesitan generaciones para modificarlos. A veces, ni siquiera eso alcanza. Algo parecido ocurre con los liderazgos: algunos se reinventan, otros se acomodan, muy pocos dejan voluntariamente su lugar para favorecer el surgimiento de nuevas figuras. La capacidad de sobrevivir, la resiliencia y la adaptabilidad a entornos ambiguos y cambiantes constituyen algunos de los atributos más importantes de una persona de Estado. A lo largo de una carrera política profesional eso implica superar obstáculos y etapas de relativa marginalidad que, aunque parezcan definitivos, el destino puede convertir en transitorios: golpes de suerte o coyunturas críticas llevan al centro de la escena a figuras secundarias, como acaba de ocurrir en Francia con su flamante primer ministro, Michel Barnier. También se da el caso inverso: políticos con potencial, carisma y presencia mediática terminan refugiados en oscuros cuarteles de invierno, como sucedió con Paul Ryan, titular de la Cámara de Representantes entre 2015 y 2019 y una de las víctimas más notables del ascenso y la consolidación de Donald Trump dentro del GOP, caracterizada por una exitosa estrategia de polarización extrema. Por primera vez en muchas décadas, más estadounidenses se identifican como republicanos que como demócratas, según un sondeo de Pew Research Center.
En nuestro caso, con las excepciones de Carlos Menem en 1995 y CFK en 2007 y 2011, en el resto de las elecciones presidenciales (y en un gran número de las legislativas) de las últimas 4 décadas, en el nivel nacional prevalecieron las narrativas transformacionales del estado de cosas imperante, mientras que en los niveles provincial y local tendió a predominar la estabilidad. Ocurrió con Raúl Alfonsín (líder de la línea interna radical Movimiento de Renovación y Cambio), en relación con Ítalo Luder y al tenebroso legado del Proceso. Lo mismo con Menem respecto de Eduardo Angeloz. En 1999 se dio un matiz importante: la Alianza propuso continuidad de la convertibilidad y un cambio profundo en términos institucionales y morales. Colapsó cuando la sociedad advirtió que sobre esto último pasaba lo opuesto. En 2003 ganó el candidato que expresaba la prolongación de la transición liderada por Duhalde y una profunda diferenciación de las propuestas que se inclinaban por políticas de libre mercado, muy votadas en esos comicios (Carlos Menem obtuvo la primera minoría y Ricardo López Murphy llegó en tercer lugar). Esas preferencias por el estatismo perduraron una década y alcanzaron para que Cristina Fernández ganara las presidenciales de 2007 y 2011. Pero la derrota en las legislativas de 2009 adelantó un contexto que se hizo evidente a partir de los cacerolazos de 2012: sin represión financiera predominaba la tolerancia a la creciente inflación y a los desatinos institucionales y autoritarios del tercer gobierno K, pero los controles cambiarios (el cepo al que tanto se aferra el tándem Caputo-Milei, el binomio ministro de Economía-presidente más promercado de la historia argentina), impuestos justo luego de su notable reelección, modificaron el panorama y un segmento enorme de los sectores medios comenzaron una rebelión silenciosa cuyos efectos en buena medida explican la llegada al poder de Cambiemos en 2015 y de LLA en 2023. Mauricio Macri y Javier Milei se presentaron como los candidatos que mejor antagonizaban con los representantes del statu quo. Hasta Alberto Fernández ganó proponiendo una corrección profunda luego de la crisis disparada en 2018.
Es prematuro precisar cuál será el clima o la demanda social preponderante en las legislativas del próximo año. Mucho más, delimitar el humor social de cara a las presidenciales de 2027. Pero, con prudencia, pueden establecerse hipótesis preliminares en función de la experiencia comparada. El interrogante central es si predominará el envión o la inercia a favor de un cambio rupturista o si se impondrá la idea-fuerza de la continuidad. En ese sentido, ¿será Milei el que represente la necesidad de seguir alejándose del pasado, es decir, el mejor posicionado como “disruptivo”? ¿O, al ser parte del “nuevo establishment del poder”, puede ser víctima de la misma ola de cambio que en su momento lo impulsó y lo depositó en la presidencia de la nación? Quien representa el cambio en una elección corre el riesgo de sufrir la misma dinámica en la siguiente, en especial si se aferra a los atributos formales del poder y pierde los de revulsión y diferenciación, tan atractivos para una mayoría relativa de votantes con intereses diversos pero aglutinados en su malestar por el estado de las cosas.
Podría darse, por tanto, un escenario de saturación, rechazo o cansancio con la pulsión disruptiva hasta ahora vigente, sobre todo por el desgaste en la imagen o el hartazgo con los elementos extremos de su narrativa. Aconteció con Trump en 2020 y con Jair Bolsonaro dos años más tarde. Esto no significa que sus movimientos queden desarticulados o pierdan competitividad electoral, pero sí que no resultarían suficientes para lograr su reelección. Más: los candidatos exitosos en los casos mencionados, que ganaron por un muy estrecho margen, fueron conspicuos integrantes del “antiguo régimen” (Joe Biden y Lula da Silva, respectivamente).
Por el contrario, puede que por virtudes propias (recuperación económica) y defectos ajenos (incapacidad de la política tradicional para capitalizar errores no forzados del oficialismo, falta de figuras atractivas y convocantes, con techos electorales altos para atraer votantes independientes), Milei pueda mantenerse como el mejor candidato de un proceso inconcluso. Esto sucedió en México con AMLO y la denominada “cuarta transformación”: su heredera, Claudia Sheinbaum, se impuso con casi el 60% de los votos, más del doble que los obtenidos por Xóchitl Gálvez, candidata de una coalición integrada por el viejo arco partidario (PRI, PAN, PRD), incapaz de torcer el apoyo a Morena entre los sectores populares urbanos y rurales.
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Cristina, a contramano de Néstor Kirchner
Claudio Jacquelin
Fuente: La Nación
(*) Identidad Correntina
11/10/024
Cristina Kirchner sigue desandando el camino que abrió Néstor Kirchner. Y corre el riesgo ahora de ir a contramano de esa senda. No dio esta vez el primer paso, pero sí tal vez esté dando el más decisivo o el más definitivo. Aunque se proponga lo contrario.
El operativo (auto)clamor que ella misma lanzó para presidir el Partido Justicialista es más que una contradicción con el antiguo desprecio que ella misma le ha dedicado al instrumento creado por Juan Perón como herramienta electoral. Es la expresión de una crítica situación política antes que la manifestación de la relativa fortaleza que aún ella conserva en una parte considerable del electorado peronista nacional.
El predominante silencio que dentro del peronismo siguió a la autopostulación cristinista y algunas tibias reacciones de oposición contrastan con los aplausos y ovaciones que hasta no hace tanto seguían a sus proclamas. También exponen una nueva manifestación de ese agónico fin de ciclo, que el kirchnerismo transita y al que viene sobreviviendo desde hace casi una década.
El giro en U a la trayectoria de su esposo es inocultable. A poco de llegar a la presidencia en 2003, Néstor Kirchner se propuso algo más que tomar el control del PJ. Como lo hizo en 2005, al derrotar a Eduardo Duhalde y cooptar la poderosa estructura del peronismo bonaerense.
Desde ese momento, el santacruceño empezó a romper las fronteras del PJ para construir algo más grande, como fue el kirchnerismo, al que convirtió en una fuerza hegemónica dentro del peronismo a lo largo de casi dos décadas y en la política nacional durante una decena de años.
Cristina Kirchner sale ahora a romper los estrechados límites del kirchnerismo para tomar el control formal del PJ y abre paso al gran interrogante que desvela a muchos dirigentes peronistas y consultores políticos cercanos a ese espacio.
La pregunta crucial que el peronismo no cristinista se hace es, si en lugar de fortalecer y ampliar al justicialismo, la exbipresidenta terminará, en este proceso, de achicar al peronismo imponiéndole su propio techo y obturando una renovación, en lugar de ampliarlo, como dice proponerse.
El antecedente de lo hecho por Máximo Kirchner en los últimos cuatro años da soporte a esa inquietud que se expande como una mancha de aceite. Cuando el hijo de los dos presidentes se hizo con la conducción del PJ bonaerense, dio lugar a una hipótesis que decía que su objetivo era romper el cerco estrecho de La Cámpora para expandir sus dominios, por un lado, y para rejuvenecer el peronismo, por el otro.
El tiempo demostró que si bien la exagrupación juvenil conquistó territorios municipales y mejoró (en sentido amplio) la situación individual de varios de sus dirigentes, también sufrió disputas, fugas o distanciamientos (los casos de Andrés “Cuervo Larroque y de Axel Kicillof son paradigmáticos), se ganó enemigos internos (además de los externos que ya tenía) y no sumó más referentes ni nuevos militantes juveniles.
Por el contrario, a medida que los líderes camporistas ocupaban cargos (nacionales, provinciales, municipales y en empresas públicas y privadas), envejecían y su gobierno nacional fracasaba, los nuevos electores jóvenes se distanciaban de ese espacio o lo miraban con espanto, como la referencia del lugar donde no estar y no pertenecer. Javier Milei sigue agradeciéndolo. El futuro que ellos ofrecían seguía en el espejo retrovisor en un presente que padecían todos y más aun los que no habían vivido aquel mítico pasado.
El fallido gobierno de Alberto Fernández, a quien Cristina Kirchner (y La Cámpora) llevaron a la Presidencia, terminó en la debacle electoral de 2023 y la llegada a la Presidencia de un outsider ubicado en las antípodas de la narrativa y la praxis kirchnerista, que ni siquiera contaba formalmente con un partido propio a nivel nacional y que solo dos años antes había tenido su debut absoluto en una elección.
El resultado de ese proceso, que había entrado en remisión profunda en 2013 y logró una sobrevida por el fracaso del gobierno de Mauricio Macri, es que el peronismo quedó con el menor número de gobernadores y legisladores desde 1983.
Después de un año en el desierto y en ese escenario desafiante en el que el Gobierno antagónico mantiene altas cuotas de popularidad, aunque se demoren los éxitos, Cristina vuelve a ofrecerse como la redentora de una fuerza confundida, en la que no han emergido nuevos liderazgos.
La expresidenta asoma como la referencia, desde su aún alto piso de fieles (la mayoría de las encuestas le da más de 35 puntos de imagen positiva) pero bajo techo de adherentes (casi 60% de rechazo) fuera de su grey. También refuerza su condición de tapón para una renovación. Ni ella cede espacio, ni otros se animan a lanzarse a ocuparlo sin que les habiliten el acceso.
La gran pregunta es por qué se lanza ahora para presidir el PJ, más allá de la necesidad formal de renovar una conducción partidaria, todavía en manos de Alberto Fernández, el exiliado de Puerto Madero. Toda una expresión del estado del que fue el partido hegemónico.
Las elucubraciones y las hipótesis son muchas. Más allá de los fundamentos expresados por la propia Cristina Kirchner, de “enderezar lo que se torció”, y relanzar el peronismo (que no es lo mismo que renovar). Razones personales y políticas asoman entre los argumentos y las justificaciones que se esgrimen en el peronismo.
“Cristina vio que la encuestas empiezan a mostrar una caída de Milei y del apoyo al Gobierno, y consideró que era el momento para salir a ocupar la escena y, como nadie logró instalarse y encarnarlo, lo hace ella”, dicen en sus cercanías.
A eso se agrega el temor a una mayor disgregación del peronismo, cada vez más cerca de parecerse a esa confederación de partidos provinciales, de intereses divergentes, en que se convirtió la UCR tras la salida anticipada del poder de Fernando de la Rúa, en 2001.
En ese plano se inscribe la dura acusación de “transfuguismo político” que le dedicó ayer a los diputados que avalaron el veto a la ley de financiamiento universitario y, por ende, a los gobernadores Osvaldo Jaldo, de Tucumán, y Raúl Jalil, de Catamarca, a los que responden esos legisladores. Nadie podría acusarla de haber perdido los reflejos políticos, aunque se le pueda cuestionar si las respuestas que sigue ofreciendo satisfacen las nuevas demandas.
El sentido de la oportunidad, sin embargo, es puesto en cuestión por un consultor al que el peronismo suele escuchar: “Me parece que se apuró viendo las encuestas que muestran que Milei viene cayendo y Axel [Kicillof] creciendo. Pero, como decía Napoleón, si su enemigo se viene equivocando, ¿para qué interrumpir la equivocación?”.
KICILLOF, EL JUBILADOR
La mención al gobernador Kicillof no es casual y allí aparece otra de las respuestas. “Hace ocho años, ella privilegió a Axel como hijo político para evitar que su hijo biológico la jubilara. Ahora, cuando Axel enfrenta a Máximo y a La Cámpora, y empieza ampliar alianzas, dentro y fuera del peronismo, lo sale a taponar para evitar que le tramite la jubilación, porque ese sería el destino ineludible. A su sombra nadie puede superar sus límites. Y mientras nadie se anime a tratar de romper esos límites ella no le va a dar ninguna escalera a nadie”, explica un peronista bonaerense que conoce como pocos el impermeable mundo kirchnerista.
El silencio de Kicillof y su círculo de confianza, que poco se ha expandido desde que pasó de economista a político, así como la ratificación del acto del Día de la Lealtad en el que será el único orador y no esperan que vaya “la jefa”, expresan la dilemática situación en la que lo puso Cristina Kirchner.
“La larretización de Axel avanza a pasos acelerados”, ironiza un peronista que alguna vez fue kirchnerista. La maliciosa referencia al fallido intento de llegar a la presidencia de Horacio Rodríguez Larreta se sostiene en la condición de candidato ineludible por anticipado del exjefe de gobierno porteño y su falta de determinación para doblegar al líder partidario Mauricio Macri. Todas las analogías son imperfectas, pero las caricaturas resaltan semejanzas.
Desde sectores más lejanos a la expresidenta también se argumenta que para su postulación se coaligaron dos motivaciones siempre muy potentes para ella: la épica y la autopreservación. “Ser la primera mujer en presidir el PJ, como ella misma lo dice, glorifica lo que en otros tiempos hubiera sido para ella una defección. Al mismo tiempo, le da un cargo formal para blindarse frente a las malas noticias que presume recibirá de la Justicia. No es lo mismo ser la titular del Instituto Patria que presidenta del principal partido opositor. Un gran argumento para sostener que es víctima de una persecución política-judicial. Más lawfare que nunca”, explica un exfuncionario kirchnerista, hoy funcionario de Kicillof. Su condición de asimilado a ese espacio y no miembro pleno le permite decir lo que nadie en la mesa (ratona) del gobernador tiene permitido decir.
El malestar, la incomodidad y el silencioso o elíptico rechazo que la autopostulación de la expresidenta provoca en el cada vez más heterogéneo arco del peronismo no cristinista no se ha traducido, sin embargo, en la conformación de un polo dispuesto a enfrentarla.
Apenas el riojano Ricardo Quintela se animó a decir que sigue adelante con su intento de presidir el PJ y, con no poca insidia, destacó que continuará reuniéndose “cara a cara” con “todos los compañeros y compañeras”. Una forma de subrayar la distancia que impone la expresidenta. También, una forma de subirse el precio.
A su favor, “la jefa” cuenta aún con demasiados atributos que ningún aspirante a desbancarla puede mostrar. Además de su irreductible vocación de poder y su renuencia a cederlo, el vínculo emocional que construyó con una parte sustancial del electorado peronista no tiene competencia y en la historia solo lo superan Juan y Eva Perón. Los fracasos de sus gobiernos, las fallidas elecciones de candidatos y el paso del tiempo apenas si han adelgazado algo ese lazo con los fieles.
El vínculo emocional agrega a la expresidenta un handicap del que carecen cualquiera los aspirantes a sucederla: la hace inmune a las contradicciones y le da una plasticidad de la que el resto no goza sin correr el riesgo de caer en la contradicción y recibir el mote de traidor.
De esa manera, Cristina Kirchner puede pronunciarse, como lo viene haciendo desde el comienzo del actual gobierno, en favor de revisar dogmas que ella misma pudo haber consagrado antes. Desde la legislación laboral hasta las privatizaciones, pasando por las políticas educativas. Así enfrenta y ofrece una versión supuestamente superadora al clima de época. Mientras sus rivales internos terminan entonando las viejas canciones de protesta, aunque con base de trap, para disimularlo.
Para los cristinistas, no hay disonancias. Ella es la medida de todas las cosas. Lo dijo el camporista Mariano Recalde: “Cristina siempre decide en función de lo que es mejor para el conjunto”. Punto y aparte.
O como acaba de decir otro camporista conspicuo, como Eduardo de Pedro, sin sonrojarse ni hacer autocrítica: “El de Alberto Fernández no fue un gobierno peronista”. Sobre todo porque, según explicitó, el expresidente nunca atendió los cuestionamientos hechos por Cristina Kirchner para corregir el rumbo (político y personal).
El llamado a la unidad que Cristina Kirchner expuso junto con su autoproclamación no ha despertado, por ahora, ningún aluvión de entusiastas dispuestos a sumarse más allá de su feligresía. La incomodidad tanto como la desconfianza abundan. El propio documento expresa los límites y las condiciones que “la jefa” establece. Y abundan los antecedentes, en los últimos 14 años, de la escasa disposición a escuchar disidencias por parte de la expresidenta.
El temor a que su decisión de salir de las fronteras del kirchnerismo termine achicando el peronismo, en lugar de remozarlo y ampliarlo, paraliza a muchos peronistas, que tampoco encuentran mejores destinos ni destinatarios.
Cristina corre el riesgo de ir a contramano de Néstor, pero, por ahora, nadie se anima a contradecirla con suficiente decisión y probabilidad de éxito. El Gobierno tiene otro motivo para festejar, además del 3,5% de inflación de septiembre.
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Macri y Milei, una extraña pareja
Daniel Bilotta
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
11/10/024
Aunque reducido por sus discrepancias sobre la estrategia en la provincia de Buenos Aires, Karina Milei y Santiago Caputo encuentran en la necesidad de neutralizar el protagonismo del expresidente al principio aglutinador de sus coincidencias. Una idea sobre la que machacan con insistencia Martín y Eduardo “Lule” Menem, pero con la que pudo haber contribuido involuntariamente la reaparición de Cristina en el primer plano. Quizás la razón detrás del brusco viraje en la orientación de las directivas al bloque de diputados conducido por Cristian Ritondo. La libertad de conciencia autorizada para expedirse sobre el veto de Javier Milei a la ley de financiamiento universitario trocó en férrea disciplina partidaria para defenderlo en 48 horas. Aún con el misterio que lo rodea, el diálogo entre Macri y Caputo parece insuficiente para justificar semejante cambio.
Sobre todo por el potencial perjuicio que le ocasiona al Pro. La duplicación de su intención de voto que “Synopsis” registró en agosto con las críticas de Macri al gobierno, sufrió un estancamiento en septiembre, el mes en que la consultora de Lucas Romero observó un crecimiento de tres puntos en Cristina a expensas del peronismo no kirchnerista. Un dato que echaría dudas sobre la capacidad de ese espacio para restarle votos a Unión por la Patria. Es decir, a la especulación de La Libertad Avanza.
Cristina aspira a ser consagrada titular del PJ nacional el 17 de noviembre. La Cámara de Casación Federal revelará cuatro días antes su decisión sobre su condena a seis años de prisión por defraudación al Estado en la causa Vialidad. Si, como se descuenta, confirma esa sentencia, le quedaría la Corte como única instancia de apelación. La expresidente intentaría llegar a esa instancia investida de símbolos de poder que renueven el sentido de una persecución judicial en su contra. Por eso no descarta liderar la lista de diputados nacionales en la provincia de Buenos Aires. Cristina podría reivindicar como propia una victoria kirchnerista que limitaría el crédito político a los libertarios. El temor a ese escenario hipotético desequilibra al universo empresario y obliga al Pro a no desentenderse de en una iniciativa tan polémica como el veto presidencial al financiamiento universitario. Y consolidar a Macri y a Milei como una pareja extraña.
Esa tendencia está complicando los planes de Cristina. Los casi nulos pronunciamientos a favor de su candidatura en el PJ es un contratiempo inesperado para los intendentes del conurbano, sus principales promotores. Cristina es desafiada por Ricardo Quintela. Una representación de su imagen en un espejo distorsionado. Al gobernador de La Rioja le urge una plataforma para escapar de una situación embarazosa. Al frente de una provincia quebrada y que emitió cuasimoneda sin autorización de la administración central, le apremia hallar la forma de resistir el acoso de Martin y Eduardo Menem. El presidente de la Cámara de Diputados aspira a sucederlo con el auxilio de su primo, el principal asesor político de Karina Milei. La precaria posición de Quintela vuelve llamativo el respaldo de Jorge Ferraresi, cuya fama de buen administrador trasciende la disputa política que mantiene con el kirchnerismo.
El gobernador fue recibido anteayer por el intendente en Avellaneda. Junto al de Ensenada, Mario Secco, y al de La Plata, Julio Alak, organizadores del acto por el 17 de octubre en Berisso donde Kicillof será el único orador. Y al que no está previsto invitar a Cristina y a Máximo Kirchner. La Cámpora aguarda que el gobernador adhiera a la candidatura de Cristina ese día. Los intendentes del conurbano no están tan seguros de que eso ocurra en medio de un ambiente de exasperación, acicateado por la Boleta Única de Papel (BUP). Una modificación al sistema electoral que sacudió a la interna para renovar autoridades en la UCR bonaerense. La BUP obliga a desdoblar las elecciones nacionales de las provinciales. Lo que implica una virtual fractura del orden vertical en los partidos políticos. No solo faculta a las delegaciones provinciales a legitimar sus listas en la Justicia electoral. También les permite sellar alianzas sin el aval de las autoridades nacionales.
La lista “Futuro radical” impugnó en la Justicia el resultado provisorio de la Junta Electoral que reconoció la victoria de “Unidad radical”, por casi cuatro mil votos. Promovida por Martin Lousteau, Emiliano Yacobitti y Facundo Manes, “Futuro radical” tiene a Pablo Domenechini de candidato a presidente. El diputado provincial es socio político de Fernando Pérez, concejal en Quilmes y apoderado de la lista de Domenichini.
Pérez apareció ayer en un audio intentando negociar que Francisco “Pupi” Bléfari altere el resultado de las elecciones en Tigre. Bléfari es aliado de Maximiliano Abad. El senador nacional promueve la lista “Unidad radical” que tiene a Miguel Fernández de candidato a presidente. La conmoción producida por este tipo de revelaciones opaca detalles que bajo otras circunstancias serían trascendentes. Como saber la forma en que se obtuvo la grabación de ese diálogo cuya difusión remite a las prácticas del primer kirchnerismo. Un antecedente que merecería no ser perdido de vista. Sobre todo por las similitudes de algunos procedimientos en La Libertad Avanza. La Justicia electoral bonaerense no se pronunció por un hecho que aprovechan las dos listas para cruzar acusaciones. Pero sin perder su denodada vocación por el anonimato.
“Unidad radical” le atribuye a Lousteau, Yacobitti y Manes promover una alianza con el kirchnerismo. “Futuro radical” asegura que Abad persigue otra con La Libertad Avanza. Disminuido en su poder de decisión tras el acto de Parque Lezama, el ala política del gobierno avala la versión de “Futuro radical.” Tal vez por el buen diálogo que Abad mantiene con Macri cuando observan en riesgo el plan alternativo que ofrecen a un acuerdo con el Pro. Otro individual con algunos de sus dirigentes.
Ese sector desliza que a Caputo no le disgustaría una alianza con el senador radical. Karina, en cambio, rechazaría cualquier forma de entendimiento con la UCR. Lo mismo que el cese de las hostilidades de los libertarios en La Legislatura porteña contra el gobierno de Jorge Macri. ¿Tocaron ese tema el asesor más importante de Milei y el ex presidente? Divagaciones. Karina estará esta tarde en el acto organizado en La Plata por Sebastián Pareja, el rostro más reconocible del ala política.
¿Será la hermana del presidente candidata a diputada nacional para garantizar que el apellido Milei quede al tope de la boleta? En apariencias, garantiza un mejor resultado que José Luis Espert. Lo que desplazaría todavía más hacia abajo a Sandra Pettovello. A la ministra de Capital Humano le urgirían los fueros que aceptaría con elegancia Cristina. Tan poco es el espacio que dejaría librado la BUP a la creatividad política que se insinúa que Máximo Kirchner sería el primer candidato a diputado provincial en la Tercera Sección.
Una forma de limitar el empoderamiento de los intendentes que podría poner en discusión las posiciones que ocupan en la Legislatura bonaerense. Sobre todo la presidencia de la Cámara de Diputados que ocupa Alejandro “El galán” Dichiara como parte de los acuerdos entre La Cámpora y Martin Insaurralde. A los intendentes que le responden les resultó sugestivo que el juez federal N°3 de La Plata, Ernesto Kreplak, lo intime a justificar su situación patrimonial en un plazo de diez días.
Kreplak adoptó esa resolución casi en simultáneo con el pedido de indagatoria a Insaurralde que le efectuó el fiscal federal Sergio Mola que lo investiga por enriquecimiento ilícito. Kreplak es hermano de Nicolás, ministro de Salud bonaerense. Los dos mantendrían vínculo, y diálogo, con Cristina y Máximo Kirchner. La Libertad Avanza de Pareja tendría una seria dificultad para conseguir candidatos en las ocho secciones electorales bonaerenses que arrastren votos por sí mismos.
El esmero de Pareja por recuperar terreno no lo exime de tropiezos. Julio Zamora le exigió que corrija el posteo de X con el que difundió la reunión que el intendente de Tigre mantuvo con él y el vicejefe del Gabinete, Lisandro Catalán. Pareja insinuó por anticipado una posibilidad que Zamora todavía ni siquiera habría evaluado. Sumarse a la Libertad Avanza. Zamora defendió en el encuentro el cobro de la tasa por ABL en la factura de luz.
Catalán le adelantó una nueva resolución del gobierno para impedirle a las empresas que incluyan ese pago. Igual que el de Pilar, Federico Achával, Zamora obtuvo una medida cautelar de la Justicia para seguir haciéndolo. La falta de incentivos es una de las dificultades que tiene Pareja para sumar nuevos aliados que robustezcan su posición. La BUP establecería ventajas a favor del Pro y la UCR. Tal vez la concesión más importante de Milei a lo que denomina “la casta” para formalizar alianzas.
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Adoctrinados
Luis Bruschtein
Página/12
12 de octubre de 2024
El gobierno que acusó a las universidades de actuar como centros de adoctrinamiento, es responsable del repentino brote de politización y radicalización estudiantil que hace recordar a los años ‘70. El veto a la ley de financiamiento universitario, su aprobación y la ofensiva oficial para destruir a la universidad pública tuvieron el mismo efecto que patear a un león dormido. Javier Milei acusó de adoctrinamiento cuando menos participación política había en las universidades. Fue una gran mentira y ahora deberá confrontar con un movimiento estudiantil fortalecido y reactivado.
La toma de facultades en todo el país no refleja la acción de pequeños grupos politizados, sino que tiene consenso de la mayoría estudiantil que hasta hace poco era reacia a la acción política. Las tomas fueron decididas en asambleas, junto a docentes y no docentes.
En Psicología de la UBA, la conducción del centro de estudiantes no estaba de acuerdo con las tomas, pero la mayoría decidió en asamblea tomar la facultad. En La Matanza, las que se opusieron fueron las autoridades, que resultaron sobrepasadas por los estudiantes y se vieron obligadas a abrir los portones.
Las tomas fueron masivas en la universidad cordobesa y en provincias como Salta y Tucumán, en Rosario y en la universidad cuyana. En La Matanza se declaró persona no grata y se planteó la expulsión del profesor Alejandro Finocchiaro, ex ministro de Educación de Mauricio Macri y uno de los diputados que respaldó el desfinanciamiento de las universidades que impulsa el gobierno. Este profesor universitario argumentó su voto contra las universidades porque “antes de votar con el kirchnerismo me corto un brazo”.
El radicalismo de Franja Morada hegemonizó el movimiento estudiantil desde el gobierno de Raúl Alfonsín. Al revés de lo que dijo el gobierno, desde la salida de la dictadura se produjo un proceso gradual de despolitización del movimiento estudiantil, cada vez más volcado a la actividad puramente gremial.
También al contrario de lo que dijo Milei, ese proceso fue más pronunciado en las nuevas universidades del conurbano, las que no mostraban paredes pintadas o grandes carteles de las agrupaciones politizadas.
El brutal ajuste que está aplicando el gobierno en las universidades anuló la perspectiva de futuro de miles de estudiantes. La inseguridad y la incertidumbre se han extendido en las aulas, el debate político surgió como una necesidad, incluso entre los que votaron a Milei. Docentes y no docentes coinciden en que se hizo masiva la participación estudiantil. El movimiento tiene antecedentes como catalizador de las luchas populares. Y es el forjador de las futuras generaciones de profesionales y dirigentes.
No es casual que casi al mismo tiempo que se anunció el conflicto, aparecieron supuestos ranking internacionales que aseguran que tal o cual universidad privada ocupa los primeros puestos entre las universidades del mundo o de la región.
Pero el plantel docente y el nivel académico de ninguna universidad privada pudo superar al de las universidades públicas. Allí están los premiados reconocidos en ciencias duras y en humanidades. Igual que los hospitales, habrá que mejorarlos, pero destruir la educación y la salud pública, como plantea este gobierno, es un crimen de lesa humanidad porque atenta contra derechos básicos de los argentinos.
El desfinanciamiento de los hospitales que dependen del gobierno nacional y el anuncio extraoficial de que sería cerrado el Hospital Laura Bonaparte, especializado en Salud Mental y Adicciones, también provocó la reacción de profesionales, pacientes y vecinos de los sanatorios. El gobierno tuvo que reabrir la guardia y los consultorios externos del Bonaparte cuyo cierre había ordenado, y de la misma manera tuvo que asegurar que el hospital no será cerrado.
En plena crisis económica que atormenta a millones de argentinos con la posibilidad de no poder alimentar a sus familias o cuando se da una batalla mundial contra el narco, cerrar el único hospital especializado en salud mental y adicciones se presenta como la decisión de un orate.
El ajuste brutal contra los jubilados, la educación y la salud pública se justificó con el argumento de que no hay plata. Es lo que han hecho circular en las redes aduciendo que la plata se gastó en la “fiesta populista”. La persona que lee ese argumento está asociada a una prepaga cuyo precio “populista” ahora se convirtió en una cifra inalcanzable. O estudia en la universidad pública y gratuita o se atiende en un hospital de alta tecnología como el del Cruce. O cobra una jubilación gracias al “populismo”, a la que ahora le sablearon el 30 por ciento de su capacidad adquisitiva.
Y es capaz de creer que no hay plata. Pero está mal informada. Con sólo retirar las exenciones impositivas que benefician a las grandes empresas, se podría financiar el aumento de las jubilaciones y un nivel digno para la salud y la educación pública. Todo el discurso contra el populismo es un engañapichanga para que los argentinos cedan mansamente derechos y calidad de vida para favorecer a los ricos y poderosos.
Para los libertarios, la “fiesta del populismo” fue construir 1800 escuelas y fundar 17 nuevas universidades, como hizo el gobierno de Cristina Kirchner. Como son antipopulistas tienen que destruir escuelas, universidades y hospitales que construyó el populismo. Aparecen con claridad dos proyectos diferentes de país.
Pero aún, en el marco de esta crisis y con el gobierno de Milei poniendo todo tipo de obstáculos, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, con un presupuesto recortado, finalizó las obras que abandonó el gobierno nacional en las 17 universidades nacionales que están en la provincia, creó 66 centros de extensión universitaria en los pueblos más alejados, donde se dictarán 155 carreras. Aún en plena crisis se despliegan dos modelos de país antagónicos.
La decisión de Cristina Kirchner de aceptar su postulación para encabezar el PJ nacional empieza a reordenar la fuerza política que por ahora es capaz de ofrecer una alternativa, pese al antecedente del gobierno deslucido de Alberto Fernández.
Cristina Kirchner y Axel Kicillof son las figuras que gravitan en el segmento opuesto a Javier Milei. El futuro del peronismo y del kirchnerismo dependerá si se genera una dinámica de complementación o de confrontación.
Los libertarios buscan la división del peronismo. En parte con la ilusión de revivir los restos arqueológicos del menemismo y en parte alimentando divisiones en el plano gremial y entre gobernadores e intendentes. Aunque no se puede subestimar, el margen de lo que está dispuesto a ofrecer para extorsionar es tan poco que lo más probable es que sólo convoque a los más desahuciados.
Kicillof y Cristina Kirchner comparten el modelo de país, no hay diferencias de tipo ideológico, al igual que en la mayoría del peronismo. El resultado de ese debate aparece en este momento como la posibilidad más concreta para frenar al extremismo libertario.