Por Hernán Andrés Kruse.-

El fallecimiento de Jorge Lanata sacudió a la opinión pública. Porque dejó este mundo un periodista que marcó una época, para bien o para mal. Sin embargo, hay un hecho que a mi criterio pasó inadvertido y que es de una enorme importancia. Me refiero a la agonía inhumana que sufrió durante seis extenuantes e interminables meses. A lo largo de 180 días Lanata fue sometido a una gran cantidad de intervenciones quirúrgicas, fue trasladado varias veces de un nosocomio a otro, fue intubado y se le practicó la traqueotomía por su incapacidad para respirar por su cuenta, y, de acuerdo a las informaciones que brindaban los médicos del Italiano, presentaba un severo deterioro cognitivo. Resultaba harto evidente que la suerte del destacado periodista estaba echada, que su estado era irreversible, que el desenlace final era inevitable.

Cabe, pues, formular la siguiente y polémica pregunta: ¿qué sentido tuvo prolongar semejante agonía? Si Lanata inexorablemente se iba a morir ¿para qué prolongar su sufrimiento inútilmente? Me parece que lo más sensato, en realidad, lo más humano, hubiera sido evitar semejante agonía. Y aquí entramos de lleno en la delicada cuestión de la eutanasia. ¿Qué debe hacer un médico ante una situación límite como la de Lanata? ¿Debe hacer todo lo que esté a su alcance para mantenerlo con vida pero obligando al paciente (y a sus seres queridos) a sufrir lo indecible? Si los familiares de Lanata les hubieran pedido a los médicos que practicaran la eutanasia ¿deberían haber actuado en sintonía con ese ruego? ¿O, por el contrario, deberían haberse negado enarbolando el juramento hipocrático? Una disyuntiva feroz, realmente.

A continuación paso a transcribir parte de un extenso ensayo de María Florencia Pinto titulado “La procedencia de la legalización de la eutanasia en la legislación argentina” (Revista Pensamiento Penal, 2022). Invito al lector a que analice su contenido. Luego de leerlo más me convenzo de la imperiosa necesidad de legalizar la eutanasia.

LA EUTANASIA

DEFINICIÓN

“La Real Academia Española define a la eutanasia con dos cortas oraciones: “Intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura” y “muerte sin sufrimiento físico”. De lo referido se inducen ciertos elementos fundamentales a la hora de desmenuzar el concepto en estudio: en principio se hace referencia a una “intervención” u “acción deliberada” es decir que se debe contar con el conocimiento y consentimiento para que la misma se perfeccione. Asimismo se agregan dos inferencias más; al hablarse de “paciente” se asume que sólo estará comprendida dentro de la eutanasia si la práctica se realiza sobre una persona que se encuentre atravesando una enfermedad y asimismo se aclara que esta no debe poseer perspectiva alguna de cura”.

REQUISITOS DE PROCEDENCIA DE LA EUTANASIA

“Robert Young, en su libro “Medically Assited death”, postuló algunos requisitos fundamentales para que la idea de “Eutanasia” resulte procedente “per se”: a) Que el paciente sufra de una enfermedad terminal. b) Que no pueda beneficiarse de algún tratamiento médico vigente o nuevo. c) Estar padeciendo, producto de su enfermedad, dolores inhumanos, o que su existencia dependa de manera extrema de otras personas u elementos tecnológicos. d) Haber manifestado en ocasión de haber estado consiente su voluntad de morir. e) No poder producir su muerte sin asistencia de terceros”.

OTROS CONCEPTOS DE INTERÉS

ENFERMEDAD TERMINAL

“Considero reviste suprema importancia intentar definir en forma clara este concepto, toda vez que en la actualidad sólo resultaría viable en la mayoría de las legislaciones practicar la eutanasia cuando el enfermo en cuestión reviste este estadio. Paciente terminal: Es aquel que padece una enfermedad de naturaleza conocida, de evolución irreversible, sin medidas terapéuticas curativas efectivas y con inminencia de muerte previsible, en días semanas o meses. Los objetivos terapéuticos más apropiados para este grupo de pacientes son los cuidados paliativos. Ingresarlo en una Unidad de Cuidados Intensivos significa arbitrar medidas para intentar prolongar el proceso de morir.

Ahora bien, existen diferentes categorizaciones en lo que respecta a los pacientes “con riesgo de muerte”. Esta clasificación se basa en su situación evolutiva, prescindiendo del tiempo de aparición de su enfermedad (agudo o crónico) y de la etiología de la misma. Con esta pauta deben distinguirse cuatro estados: a) Paciente en estado crítico: Se define por la existencia actual o probable de una alteración en la función de uno o varios órganos o sistemas, situación que compromete su supervivencia de no tomar medidas activas sobre sus funciones vitales. Este estado crítico supone, además de la amenaza de muerte dos circunstancias esenciales a tener en cuenta: la posibilidad de reversibilidad si se aplican ciertas acciones terapéuticas efectivas, rápidas y que su presencia es un momento evolutivo probablemente transitorio. b) Paciente sin esperanzas: Se refiere al portador de una enfermedad de larga evolución (años), pero finalmente letal, que en su evolución sufre varios episodios agudos que, no tratados, conducen a la muerte, pero que en el mejor de los casos, una vez superados dejan al paciente cada vez más cerca del final de su vida. Estos episodios son “potencialmente terminales” y el paradigma de esta situación son las enfermedades neurológicas degenerativas. c) Paciente terminal o muriente: Se refiere al que sufre una enfermedad letal. Este término debiera aplicarse sólo a aquellos enfermos en quienes la experiencia indica que debieran morir en un plazo relativamente corto de tiempo, medido en días o semanas más que en meses o años. d) Paciente moribundo o agonizante: Implica considerar muy cercana la presencia probable de la muerte. Ciertas condiciones clínicas indican deterioro severo de los sistemas orgánicos por lo que la muerte podría esperarse en el transcurso de horas”.

TIPOS DE EUTANASIA

“Existen múltiples clasificaciones para diferenciar los tipos de eutanasia a saber, basándonos en distintos criterios de distinción según las perspectivas de quienes fueran sus autores.

EUTANASIA DIRECTA

Se denomina “eutanasia directa” al hecho de adelantar la hora de la muerte en caso de una enfermedad incurable, esta a su vez posee dos variables: a) Activa: Según el doctrinario Tomás Agustín Céspedes “la eutanasia activa consistiría en una acción: provocar de modo directo la muerte de la persona enferma (v.gr., administrar una droga letal al enfermo)”. b) Pasiva: Procede cuando se deja de tratar una complicación, por ejemplo una bronconeumonía, o de alimentar por vía parenteral u otra al enfermo, con lo cual se precipita el término de la vida; es una muerte por omisión.

De acuerdo con Pérez Varela “la eutanasia pasiva puede revestir dos formas: la abstención terapéutica y la suspensión terapéutica. En el primer caso no se inicia el tratamiento y en el segundo se suspende el ya iniciado ya que se considera que más que prolongar el vivir, prolonga el morir”. Debe resaltarse que en este tipo de eutanasia no se abandona en ningún momento al enfermo. Judith Jarvis Thompson en su libro “Phisician-assited suicide, two moral arguments, Ethics”, ha distinguido la Eutanasia Pasiva de los “casos de no conexión”: en la Eutanasia pasiva se interrumpe un tratamiento ya comenzado mientras que en los “casos de no conexión dichas medidas fueron rechazadas desde el inicio por voluntad del paciente.

EUTANASIA INDIRECTA

Se trata de aquella práctica que consiste en que la muerte se obtiene indirectamente, mediante la utilización de un analgésico que tenga efectos colaterales y comprometa alguna función vital. Este es el caso, por ejemplo, del cáncer en que la utilización de la morfina produce como efecto colateral la disminución de conciencia y casi siempre una abreviación de la vida, sin embargo, la intención al utilizarla es calmar el dolor.

SUICIDIO ASISTIDO

Hablamos de suicidio asistido cuando la maniobra se concreta al proporcionar en forma intencional y con total conocimiento a un enfermo de los medios o procedimientos o ambos para poder concretar su deceso, incluidos el asesoramiento sobre dosis letales de medicamentos, la prescripción de dichos medicamentos letales o su suministro. Se plantea como deseo de extinción de muerte inminente, porque la condición terminal se ha tornado de un dolor insostenible. Cabe destacar, que en éste caso es el paciente el que voluntaria y activamente termina con su vida, de allí el concepto de suicidio. Esta práctica se encuentra actualmente habilitada en cuatro países de Europa occidental: Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y Suiza, dos países de América del Norte; Canadá y Estados Unidos, en el estado de Oregón, Washington, Montana, Vermont y California; y Colombia, único representante de América del Sur,

EUTANASIA VOLUNTARIO E INVOLUNTARIA

El Dr. Tomas Agustín Céspedes distingue a la eutanasia voluntaria de la involuntaria al referir que: “Mientras en la voluntaria la acción u omisión que produce la muerte del enfermo se realiza por el requerimiento de este último, en la eutanasia involuntaria se procura la muerte de un ser humano que en razón de su situación ha perdido la competencia para decidir sobre su vida y muerte, como sucede con los casos de los enfermos con pérdida irreversible de la conciencia”.

CACOTONASIA O EUTANASIA INVOLUNTARIA

En el griego antiguo Κακός [kakós], ‘malo’ o ‘malvado’20. El término alude a la “mala muerte”, es que en este caso la eutanasia se impone al afectado sin que este preste su consentimiento al respecto. Es un tercero quien “apiadándose” de su situación toma la decisión en su nombre.

ORTOTANASIA

Por «ortotanasia» o -lo que es lo mismo- «muerte digna», se entiende la exigencia ética -que atiende a la forma de morir- y el derecho con el que cuenta todo ser humano para elegir o exigir, para sí o para otra persona a su cargo, una «muerte a su tiempo», es decir, sin abreviaciones tajantes (eutanasia) ni prolongaciones irrazonables (distanasia) o cruelmente obstinadas (encarnizamiento médico) del proceso de morir, concretándose esa muerte «correcta» -atendiendo al tipo de patología y a su grado de evolución- mediante la abstención, supresión o limitación de todo tratamiento fútil, extraordinario o desproporcionado, ante la inminencia de la muerte del paciente, muerte a la que no se la busca (pues lo que se pretende es humanizar el proceso de morir, sin prolongarlo abusivamente) ni se la provoca (ya que resultará de la propia enfermedad que el sujeto padece), debiendo siempre prestarse al paciente muriente los cuidados ordinarios y tratamientos paliativos de los que requiera, así como también -en su caso- acompañamiento y/o tratamiento psicoterapéutico y/o tanatológico, comprensivo de los anteriores. En palabras de Gómez Román Maciá; “una muerte digna” es el hecho y el derecho a finalizar la vida voluntariamente sin sufrimiento, propio o ajeno, cuando la ciencia médica nada puede hacer para la curación de una enfermedad mortal”.

DISTANASIA

Se trata de la prolongación excesiva del proceso de morir de un paciente, resultante del ilimitado empleo de medios terapéuticos extraordinarios o desproporcionados», que linda con el «ensañamiento», «encarnizamiento» o «furor terapéutico», esto es, la situación generada por una obsesiva obstinación médica que excede al deber del galeno de preservar la vida, traducida en un proceder irracional e inmoral y aun antijurídica, concretado en retardar inútilmente la muerte en casos desesperados, recurriendo a tratamientos absolutamente fútiles, carentes de sentido y de justificación, médica y ética, en pacientes que están más allá de toda posible curación, cuando su irrecuperabilidad se encuentra bien definida, prolongando así la agonía de pacientes murientes -de ordinario, ritualmente internados en Unidades de Terapia Intensiva y sometidos a procedimientos dolorosos y fútiles, en soledad, alejados de sus seres queridos, sin poder hablar, intubados o traqueotomizados, con su sueño interrumpido y su privacidad violentada, tan sólo para morir, en esta forma cruel, poco tiempo después-, fenómeno sociocultural complejo y pluricausado acerca de cuya denominación ya «tradicional», se ha observado que constituye una fórmula vacía, dado que «la realidad de un tratamiento se mide por la esperanza de curación o alivio, y sólo bajo la visión deformada de los médicos puede parecer un gesto terapéutico”.

OTRAS VARIABLES DE CLASIFICACIÓN

La famosa jurista Doris Silva Alarcón amplía las variables clasificativas de la eutanasia y entre otros patrones cataloga la eutanasia también según la motivación del autor: a) Piadosa: en este caso la finalidad de su autor es evitar el sufrimiento del enfermo terminal. b) Eugenésica: aquella que se dirige al “mejoramiento de la raza humana”. Este fue el argumento a través del cual el NSDAP planteó en 1939 la puesta a punto de un sistema para eliminar por eutanasia a los ciudadanos que presentaban rasgos de debilidad, es decir las personas con incapacidades mentales y físicas. Con este programa se pasó, ya no sólo de señalar y marginar, sino de eliminar, a determinados grupos poblacionales que presentaban los esos rasgos en el marco del III Reich Alemán. Fue así que entre 1939 y 1941 se eliminaron personas esquizofrénicas, epilépticas, con encefalitis, deficiencia mental, parálisis, enfermedad de Huntington, demencia senil y en estados finales neurológicos. A la vez, también se incluyeron residentes de asilos (por más de 5 años), incapacitados mentales, criminales y personas que no poseyeran la ciudadanía Alemana (incluyéndose a los no poseedores de sangre alemana). c) Económica: es aquella destinada a “eliminar” a aquellas personas cuyas vidas se consideren inútiles, exentas de valor vital y de costoso mantenimiento”.

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