Por Carlos Tórtora.-

Cristina Kirchner reforzó en las últimas semanas su posicionamiento en el peronismo gracias a dos hechos. Primero, consiguió la presidencia del Consejo Nacional del PJ, eludiendo una interna con Ricardo Quintela, que la habría desgastado. Y el broche de oro fue el Pacto con Javier Milei, que le permite convertirse en la figura con mayor poder político después del presidente.

Con estas cartas del triunfo en la mano, la expresidenta empieza ahora una maniobra de presión para doblegar a Axel Kicillof, hoy por hoy su único obstáculo para ejercer el control total sobre el peronismo.

El gobernador está en una instancia crítica. Su proyecto presidencial para el 2027 depende en buena medida de poder mostrarse con vuelo propio y sin depender del cristinismo. Quedar ahora bajo el ala de Cristina sería, en términos de opinión pública, el colapso de su proyecto presidencial.

En el actual intento de abrazo del oso, el cristinismo echó a rodar la versión de que se pondría en marcha una mesa política integrada por Cristina, Kicillof, Sergio Massa y Máximo Kirchner. Como es obvio, en este armado el gobernador empezaría a quedar subordinado a la estrategia de la jefa.

Ahora todo pasa por un tema

De cara al 2025, la pulseada entre Cristina y Kicillof pasa por una sola cuestión. La jefa y su escolta de La Cámpora quieren repetir la maniobra que tan bien les salió en años anteriores. Esto es, monopolizar la confección de las listas de candidatos a legisladores nacionales y provinciales para consolidar así su poder.

Y el gobernador sabe que si el año que viene no cuenta con bloques de legisladores propios su proyecto presidencial no tendrá sustento. Así es que hace un mes lanzó las mesas distritales «Es con Axel», un armado territorial paralelo al PJ, lo que irritó y mucho a Máximo. Nadie se engaña, las mesas distritales de Kicillof apuntan a armar listas de candidatos propios, o sea, la ruptura formal de UxP. ¿Se animará Kicillof a dividir el peronismo bonaerense? Una solución obvia al conflicto sería que Cristina ceda y ambos compartan las listas, pero la voracidad del cristinismo hace que todo sea muy complicado.

Esta lucha a brazo partido por el control de la lapicera se da en un contexto revuelto. Kicillof debe decidir por estos días si desdobla las elecciones provinciales. Si lo hace, su margen de independencia con relación a Cristina aumentaría. Pero choca con tremendos problemas de organización: la provincia nunca organizó una elección separada de la nacional.

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