Por Carlos Tórtora.-

Curiosamente, el show de optimismo montado por el gobierno para festejar el préstamo del FMI y la seudo salida del cepo tuvo una repercusión disímil en el mundo político y el económico. La mayor parte de los economistas, empezando por Carlos Melconian, plantean serias dudas acerca de la sustentabilidad del nuevo esquema económico y unos cuantos alertan sobre el desborde de la inflación y la profundización de la recesión. En cambio desde la política, Cristina Kirchner fue una excepción, porque arrojó sus dardos; pero la inmensa mayoría de la dirigencia opositora prácticamente no se pronunció sobre los cambios.

Explicaciones sobre esta situación puede haber varias. Para empezar, muchas figuras de la oposición no quieren malquistarse con el FMI ni con la administración Trump, que esta semana envió a Buenos Aires al Secretario del Tesoro Scott Bessent.

Pero habría más razones. Por ejemplo, que serían muchos los que tendrían dudas acerca de si Milei podrá controlar la situación y por las dudas no se tiran frontalmente en contra. En síntesis, el gobierno se anotó un triunfo político al impresionar con el doble apoyo del FMI y de Trump.

La otra cara

Pero ésta es la realidad del mundo del poder, no de la calle. El rebrote inflacionario se hace sentir en el humor social, que no se rige por los vaivenes de la macroeconomía sino por las carencias cotidianas.

El gobierno desciende suave pero firmemente en las encuestas y todo indica que va en camino de no ganar casi en ninguna provincia.

Mostrándose eufórico, Milei salió estos días a proclamar la gran alianza con el PRO para vencer al kirchnerismo. Pero los hechos son otros. Muchos dirigentes macristas ya trabajan para el gobierno, pero hay otros que se resisten a subirse a un carro que puede volcar. Ahora se abre una etapa de indefiniciones hasta el cierre de alianzas para la elección del 7 de septiembre en Buenos Aires. Pero antes, las urnas dirán en Capital si La Libertad Avanza consiguió superar al PRO.

Share