Por Italo Pallotti.-
Esta Argentina nuestra tiene necesariamente que ser sometida a una radiografía del cuerpo social y luego intentar de modo rápido un diagnóstico. Lo primero para comprender, el inconmensurable daño causado por décadas de populismo y demagogia; y lo segundo, para poder diseñar, en base a los resultados expuestos por éste, un remedio que nos lleve a la conclusión de lo que es más útil para su curación. Somos el producto de siete décadas, al menos, de decadencia. Hubo en ese período una filosofía del abandono, del dejar hacer, del dejar pasar; y entre tanto, políticas públicas del mismo estilo. De un formato que encontró en la población el semillero de ingenuidad, ignorancia y despreocupación por el servicio colectivo; acentuado en la medida que se destruyeron las bases fundamentales para el progreso de la nación, como es la cultura del trabajo y del ahorro. Cuando se destruye de capacidad del trabajo individual y la sensata utilización de los recursos que el mismo produce, nada es viable para cualquier persona. Una acción de “facilitadores seriales” y el prebendismo, por largo tiempo, ha ido socavando la voluntad del progreso general. La miseria, consecuentemente, fue minando sus expectativas de vida. Su deseo de prosperidad de un modo honesto se fue envileciendo a tal punto que nos encontramos con millones de personas que llevados de la mano de inescrupulosos dirigentes han sido abandonados a un estado de estrechez terminal.
No obstante lo descripto, hay otros millones que no han bajado los brazos en ese mismo espacio de tiempo; pero han ido retrocediendo, también, en su calidad de vida, en su esperanza de un futuro mejor y su estado de ánimo ya no le permite, siquiera, avizorar ese futuro que tanto tribunero mal intencionado le prometió desde el Estado. Lo triste es que una realidad patética nos dice que somos lo que hemos sembrado. Y es de temer que si no sabemos leer bien los resultados apuntados al principio (radiografía y diagnóstico) seguiremos chapoteando en un barro de incertidumbre. Las personas de bien aspiran a curarse de ese mal endémico. Limpiarnos, finalmente, de esa basura fantasmal de la deshonra a la que fuimos arrastrados sistemáticamente.
Todo esto tiene nombres y apellidos. Son los mismos que, disfrazados con el sello de un peronismo cambiante y vetusto, devenido en un kirchnerismo trepador, más otros socios del mismo estilo -políticos, periodistas y una camarilla de enriquecidos- despreciables e irresponsables, no les tiembla el pulso hoy para boicotear, con aire golpista, todo lo que un pueblo y gobierno, ya harto de tanta liviandad, desorden y corrupción dirigencial intenta ver en el horizonte una digna esperanza de algo distinto. Dicho esto, hay un nuevo escenario; nuevos actores se han subido, vía el voto, a este escenario donde la sensatez y cordura; aunque en esto último, justo es reconocerlo, no siempre el gesto y la palabra acompañan el deseo de una mayoría. La moderación es clave. Las formas, más aún. El lenguaje y el vocabulario, ni hablar. La política debe ponerse de pie y arrancar con nuevos códigos, dejando en el camino tanto lastre acumulado. Para la sanación a décadas de arbitrariedad y desquicio no se puede aportar otra actitud que no sea firmeza en el accionar, la honestidad en el manejo de la cosa pública y una justicia que eleve la vara, de una vez por todas; sobre todo para aquellos que infectaron de calamidad a un pueblo manso, tolerante al extremo y ávido del resurgimiento de una nación que estuvo en manos de esos que han tirado fatalmente, como se expresa en el título, “La Vergüenza…al olvido”.
20/04/2025 a las 1:33 PM
PARA UN PERONISTA NO HAY NADA MEJOR QUE
OTRO PERONISTA LADRÓN.
21/04/2025 a las 8:27 AM
Si de ladrones se trata, los liberales dan cátedra. Antes de los peronistas ladrones estaban los liberales, que al latrocinio sumaban el servilismo al poder de turno, antaño Inglaterra, hogaño EE. UU. Se delitan en su servilismo.