Por Hernán Andrés Kruse.-
Ya se trata de una relación adictiva. Ya no cabe duda alguna que la Argentina depende económicamente del FMI, necesita de él para poder sobrevivir. Pese a los continuos fracasos de todos y cada uno de los acuerdos que los gobiernos que supimos conseguir a partir de 1956 celebraron con el máximo prestamista internacional de última instancia, el país no puede dejar de tomar la droga fondomonetarista. Somos un país “fondodependiente”, así como una persona es un drogadependiente.
El miércoles 19 de marzo quedó una vez más reflejada esa relación adictiva. Mientras en las adyacencias del congreso estaban desplegadas fuerzas de seguridad en un número inédito, propio de épocas en las que imperaba el poder militar, en el recinto de la Cámara Baja 129 diputados decidían extenderle un cheque en blanco al gobierno para garantizar el acuerdo con el FMI. El oficialismo logró cantar victoria gracias al respaldo de sus aliados macristas, la Coalición Cívica, los bloques provinciales y el sector de la UCR capitaneado por Rodrigo De Loredo. En la vereda de enfrente, la izquierda y Unión por la Patria votaron en contra, argumentando que el acuerdo es violatorio de la Ley de Fortalecimiento de la Deuda Pública, cuyo artículo segundo estipula que “todo programa de financiamiento u operación de crédito público realizados con el FMI requerirá de una ley del Honorable Congreso de la Nación que lo apruebe expresamente”. Además, destacaron el artículo 75, inciso 7 de la Constitución Nacional, que faculta al Congreso a “arreglar el pago de la deuda interior y exterior de la Nación” (fuente: Página/12, 20/3/025).
En esta oportunidad, como en tantísimas otras, el oficialismo hizo prevalecer el interés político sobre el respeto a la constitución. Milei necesitaba sí o sí la aprobación del DNU para celebrar un acuerdo con el FMI cuyo contenido es desconocido. Resulta por demás evidente que el gobierno nacional está ávido de dólares. Y ello por una simple y dramática razón: se trata de una cuestión de supervivencia. Milei se asemeja a aquella persona que fue rescatada por los bomberos de un voraz incendio y que, a raíz de ello, necesita imperiosamente oxígeno para sobrevivir.
La historia vuelve a repetirse. Por enésima vez el gobierno de turno decide entablar negociaciones con el FMI. Por enésima vez el gobierno de turno nos dice que este acuerdo, a diferencia de los anteriores, será beneficioso para nosotros. Por enésima vez, el gobierno de turno nos miente en la cara.
Seguimos desatendiendo la máxima del filósofo George Santayana “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Buceando en Google me encontré con un ensayo de Pablo Nemiña (Dr. en Ciencias Sociales por la UBA e investigador del CONICET) titulado “El FMI y la política económica argentina”. Por razones de espacio transcribiré únicamente la parte referida al período comprendido entre la asunción de Carlos Menem en 1989 y la decisión de Néstor Kirchner de cancelar la deuda con el FMI en 2005.
LA ETAPA NEOLIBERAL
“Durante los años noventa, el FMI apoyó enérgicamente la implementación de políticas económicas de liberalización inspiradas en el Consenso de Washington, a través de la suscripción prácticamente ininterrumpida de acuerdos desde 1989 y, en coyunturas de crisis externas, el otorgamiento de financiamiento multilateral. En 1991 se sancionó la ley de convertibilidad, que estableció un tipo de cambio fijo subvaluado de un peso por un dólar, obligó a respaldar la base monetaria con divisas, impidió emitir moneda sin respaldo y prohibió cubrir el déficit fiscal a través de la emisión, condicionando la política monetaria al ciclo de entrada y salida de capitales. La estabilización produjo una atracción masiva de fondos externos -similar a la burbuja de 1977/80- esta vez debida a la combinación de la búsqueda de financiamiento para participar del proceso de privatizaciones, del boom de consumo, de los altos rendimientos financieros y de la fuerte valorización de los activos. Al no tener el techo de la competencia externa y ver aumentada su demanda rápidamente, los productos no transables incrementaron sus precios en mayor medida que los transables, lo cual determinó una fuerte transferencia de ingresos y rentabilidad del sector industrial al sector de servicios y de bienes transables protegidos (por ejemplo, la industria automotriz).
La implementación de la convertibilidad logró consolidar técnica y políticamente el programa económico del Gobierno en la medida que concilió las demandas e intereses de las nuevas fracciones dominantes: los grandes conglomerados locales, las empresas transnacionales y los acreedores externos. Sin embargo, es necesario separar analíticamente la convertibilidad con tipo de cambio fijo del resto de las reformas estructurales, ya que, desde un punto de vista estrictamente técnico, se podría haber aplicado el mismo esquema cambiario-monetario sin realizar las demás transformaciones regresivas en forma de “shock”. Esta idea se ve reforzada por dos motivos. En primer lugar, la convertibilidad contradecía directamente la recomendación de implementar un tipo de cambio flexible y alto para promover las exportaciones, incluida en el Consenso de Washington. De hecho, al momento de su lanzamiento enfrentó la resistencia del Gobierno de EE.UU. y el FMI. En segundo lugar, la convertibilidad fue cobrando mayor importancia para la estrategia económica del Gobierno a medida que se consolidó como elemento articulador de consenso político”.
A su vez, esta transformación se reflejó en los textos de los sucesivos acuerdos suscriptos con el FMI durante la década del noventa. Así, el acuerdo de 1991 concebía a la convertibilidad como un “instrumento” -entre otros- del programa de estabilización, orientado a disminuir la inflación a corto plazo. Posteriormente en la extensión del acuerdo en 1995, con la economía sufriendo los efectos de la crisis mexicana, aparecía junto al mantenimiento del equilibrio fiscal y financiero como uno de los dos “principios rectores” del programa, por consiguiente, un objetivo a conseguir per se. Finalmente, en el acuerdo de 1998 se consolidó la centralidad de la convertibilidad como eje del plan económico al “fagocitar” simbólicamente al programa de reformas estructurales bajo el rótulo de “Plan de Convertibilidad”. En este marco, los acuerdos del Fondo otorgaban un sello de confianza que promovían el ingreso de inversión extranjera directa o de portafolio, que en un contexto de déficit comercial y creciente endeudamiento externo, era clave para sostener el régimen de convertibilidad con tipo de cambio bajo.
El Gobierno se comprometía a cumplir una serie de condicionalidades cuantitativas y estructurales que procuraban garantizar el repago de los compromisos financieros asumidos. Dado que los acuerdos no inmunizaban a los países de los efectos de turbulencias en el sistema financiero internacional, en esos casos el Fondo ejercía la función de prestamista de última instancia, posibilitando evitar una cesación de pagos. En este sentido, a pesar de haber estado bajo acuerdo durante toda la década de 1990, los préstamos del Fondo a Argentina no fueron significativos en términos cuantitativos a excepción de tres momentos puntuales: la instrumentación del Plan Brady para la titularización de la deuda externa en 1931, el impacto de la crisis mexicana en 1995 y la crisis de la convertibilidad en 2001.
Merced a los créditos del Fondo y la implementación de un fuerte ajuste fiscal, el régimen convertible sorteó la crisis mexicana de 1995. En los años siguientes retomó la senda del crecimiento económico, hasta que a mediados de 1997 estalló la crisis del Sudeste Asiático. Con el apoyo del G7, el FMI otorgó importantes paquetes de financiamiento a todos los países afectados con excepción de Malasia, quien no aceptó la exigencia de no imponer controles cambiarios para detener la fuga de capitales. Los créditos incluyeron una extensa cantidad de condicionalidades, orientadas a garantizar la implementación de un riguroso programa de estabilización para detener la devaluación de las monedas nacionales y evitar la cesación de pagos. De este modo, los inversores extranjeros evitaron pérdidas mediante la socialización de los costos de la crisis.
El impacto social de la política de resolución de la crisis planteada por el FMI en países que eran destacados como ejemplos de las bondades de las reformas de mercado, junto al ejemplo de Malasia, que sin ayuda financiera del Fondo parecía sortear la crisis con menor impacto social y económico, intensificaron las críticas a las políticas neoliberales promovidas por el organismo. Buscando reposicionarse en el campo internacional, el Fondo proclamó a la Argentina como un ejemplo exitoso de los beneficios de la implementación de las reformas estructurales neoliberales. La existencia de este contraejemplo en tanto país comprometido con las reformas de mercado, permitía al organismo presentar un caso en el cual sus políticas no habían derivado en una crisis. Esto, a su vez, reforzaba el argumento que descargaba en los países de Asia la responsabilidad de la crisis.
Las motivaciones políticas que orientaron esta calificación por parte del Fondo quedan en evidencia, además, cuando consideramos que la Argentina no había sido precisamente un alumno “ejemplar” en lo que a cumplimiento de las condicionalidades se refería. En efecto, entre 1998 y 2001 el Gobierno cumplió sólo el 51% de las condicionalidades cuantitativas. El creciente peso del servicio de la deuda sobre el presupuesto aumentó la desconfianza de los inversores sobre la capacidad de repago del país a finales de la década, lo cual dificultó el acceso a créditos privados y ubicó al Fondo como la única fuente de financiamiento. La devaluación de Brasil no hizo más que aumentar las dificultades externas. En el medio de una recesión frente a un contexto financiero internacional desfavorable, la ponderación que el FMI hacía de la Argentina servía también al propio país, en tanto operaba como un catalizador de capitales imprescindibles para sostener el régimen convertible.
El recambio presidencial a finales de 1999 no trajo novedades en el frente económico. De la Rúa planteó como objetivo central reestablecer el crecimiento en el marco de las posibilidades que permitiera el régimen de convertibilidad. Argumentaba que la profundización de la política económica ortodoxa aumentaría la confianza de los mercados en el país, lo cual alentaría un incremento del flujo de capitales y una caída de la tasa de interés. Esto, a su vez, generaría la reactivación de la economía y un aumento de la recaudación impositiva, que permitirían afrontar con mayor holgura los servicios de la deuda y por ende mejorar la percepción de solvencia de la economía. Este diagnóstico era compartido por los sectores financieros internacionales y locales, quienes promovían la reducción del gasto primario para garantizar el cobro de sus acreencias, y también por los países industrializados, interesados en evitar el agravamiento de las condiciones financieras globales.
La decisión del Gobierno de la Alianza de sostener la convertibilidad obligó a aceptar las sucesivas demandas del organismo para entregar sus créditos. Entre ellas se destaca la exigencia de flexibilizar las leyes laborales. Como una manera de reducir los costos de producción y aumentar la competitividad en el marco de las restricciones que imponía la convertibilidad, el Fondo promovió la flexibilización del mercado laboral. Ésta incluía la extensión del período de prueba a seis meses, la reducción de los aportes patronales para los nuevos trabajadores, la descentralización de la negociación de los convenios colectivos de trabajo y la eliminación de la ultra-actividad. En un primer momento parecía que el proyecto no sería aprobado debido a que la Alianza contaba con minoría en ambas Cámaras, pero el supuesto otorgamiento de sobornos a senadores de la oposición contribuyeron a que el Ejecutivo lograra la aprobación de la reforma. El supuesto cohecho para aprobar una ley que reducía los derechos laborales de los trabajadores por parte de un Gobierno que había resaltado a la transparencia como uno de los valores de su gestión, puede entenderse por el interés de este último en reducir la confrontación con uno de los pocos actores internacionales de los que por entonces recibía apoyo político y financiero.
Pero a pesar de los esfuerzos que hacía el Gobierno Nacional, cada ajuste del gasto era seguido de una caída similar de la recaudación que sólo agravaba la situación económica y social. Así, los sucesivos paquetes de salvataje recibidos por nuestro país durante 2001 no sólo no contribuyeron a restablecer la confianza y el crecimiento sino que proporcionaron los recursos para financiar una intensa fuga de capitales que, sólo en ese año y excluyendo el déficit comercial, ascendió a 46.347 millones de dólares (Comisión Especial de la Cámara de Diputados, 2005). Finalmente, el estallido de una crisis económica y social sin precedentes marcó el límite político a la capacidad de profundizar el ajuste, determinando la caída de la convertibilidad y la declaración del default sobre el 65% del total de la deuda pública, unos 94.300 millones de dólares en títulos públicos y créditos con organismos oficiales”.
21/03/2025 a las 9:13 AM
A decir verdad la relación adictiva es de nuestros liberales con el FMI. Conviene recordar que fueron nuestros liberales libertadores, que tras el derrocamiento de la segunda tiranía, ingresaron alegremente y a tambor batiente al FMI. Este maridaje – liberales+FMI- dió una fecunda prole, destacando Martinez de Hoz, el innombrable de Anillaco, el ingenieri y ultimamente un autopercibido felino de incierto linaje.
21/03/2025 a las 12:13 PM
El peronismo fue el que más acuerdos hizo con el FMI, creo que fueron nueve. Infórmese mejor antes de acusar a los liberales.
21/03/2025 a las 4:16 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Volvió el fantasma recurrente del dólar de la mano de Ricardo Arriazu
Roberto García
Fuente: Perfil
(*) Notiar.com.ar
20/3/025
Volvió una noche. Como un fantasma del viejo pasado. En el tango están siempre las respuestas. No es la ajada mujer de la letra, es el dólar ese fantasma recurrente que asuela a los argentinos, aparece en los titulares y circula de boca en boca; que en una semana inició un peligroso deslizamiento y en apariencia, luego del dictamen ayer en Diputados para el futuro acuerdo con el FMI, quedará atrapado en el desaguadero, inmóvil o retrocediendo. Se supone.
Al menos el oficialismo. Un oficialismo que descubrió no sólo la batalla cultural contra el kirchnerismo y la izquierda, sino también la necesidad de modificar una medrosa conducta nacional con relación al activo externo que engolosina a los argentinos, histórico y perenne huevo de la serpiente, transferido de padres a hijos. Ante la menor volatilidad.
Volvió este fenómeno de refugio y escapatoria en este mes, sin duda provocado por la intoxicación de los mercados internacionales por la desconfianza que Donald Trump provocó en los mercados: basta ver como ejemplo el súbito salto del oro, cuando parecía caro a 2.500 y ahora nadie se atreve a vender a 3.000. Esa movida internacional complicó a los argentinos que alegremente compraban dólares y se desprendían de pesos como interesante negocio. Ahora el carry trade ya no seduce.
Para colmo, episodios de la Administración local —del escándalo de Libra al estrépito político con amenazas de juicios al Presidente— se agregaron para intensificar las dudas sobre el proceso económico. Con el dólar como emblema. Al respecto, interesa una exposición del economista Salvador Di Stefano, apreciado por su confianza en el Gobierno, quien recordó que durante todo el año pasado le advirtió a sus clientes del campo, que acumulaban billetes verdes o soja en lugar de pesos.
“Si me hubieran hecho caso con el consejo, hoy podrían comprarse una Amarok, y apenas tienen para un Saveiro”, bromeó. Lo aplaudieron resignados. Hoy les repito lo mismo —continuó— para este año no habrá devaluación pero sé que no van a abandonar la divisa por tradición, como si el apego al dólar fuese un componente del ADN argentino. Si acierta con el pronóstico este visitante de Javier Milei podrá ser considerado por la cátedra en las grandes ligas. Si se equivoca, muchos se preguntarán: ¿Cómo le hicimos caso a este personaje que usa un sombrero ridículo en sus exposiciones?
Otro a quien Milei le presta atención y respeto como eventual interlocutor en Olivos, fue sin embargo quien empujó a muchos en lo que se denominó corrida cambiaria. Ocurre que la semana pasada Ricardo Arriazu, con alto prestigio en el mercado, justo cuando estaba frágil la ventana para que se fueran los dólares, sin querer abrió una puerta superior: como si fuera un periodista, reveló que le dicen que entre el Presidente, Economía y el Banco Central, hay una discusión sobre mantener en el futuro un tipo de cambio fijo o encapsularlo entre bandas.
En su boca, pareció para muchos una infidencia devaluatoria —justo lo que menos desea Arriazu—, y a esas palabras se aferraron empresas y fondos para desarmar operaciones en pesos, quedarse expectantes o pasarse a dólares. La que volvió una noche, como en el tango, no se calmó siquiera con la voz posterior de Luis Caputo, quien embarró aún más la cancha con una entrevista en la faltaron precisiones y, sin duda, vació de una explicación contundente por la crisis.
Nadie lo va a elogiar como hábil declarante: debiera saber que, cuando se habla de plata, no hay fe ni convicción religiosa. Más o menos como le paso a Juan Carlos Pugliese en la crisis de Raúl Alfonsín: “Les hablé con el corazón, me contestaron con el bolsillo”. Raro en un ministro que ya sufrió el furioso aguacero cambiario cuando estuvo con Mauricio Macri y había logrado la hazaña de colocar títulos a cien años. Ayer, ya con la aprobación de Diputados del acuerdo con el FMI, igual se mantuvo la tensión con el tipo de cambio: debió vender reservas el Banco Central y, más serio, atenerse a mantener precios y contratos de dólares hacia adelante. Puede ser inquietante saber que uno vende barato lo que mañana puede estar caro.
La noria del dólar se reitera en los gobiernos y exactamente Arriazu tuvo su protagonismo en el proceso militar de los 70. Se lo considera el autor de “la tablita” (aunque el titular del Banco Central era Adolfo Diz), instrumento que facilitó el “deme dos” de los viajeros argentinos a Miami, experiencia de desacreditado final.
Al revés de los tiempos actuales de Milei, hay muchas diferencias. Una, clave: entonces mandaban los militares y no permitían la baja del gasto publico ni el equilibrio de las cuentas, compraban todo tipo de armas y apuraban obras públicas gigantescas que habrían de inmortalizarlos. Enorme distinción entre aquel momento de José Alfredo Martínez de Hoz en Economía y la actual Administración, unos por gastar más de lo que ingresaba, los de hoy ahorrando hasta convertir en cosas a los seres humanos. Groseramente hablando, claro.
Se condenaba al régimen castrense por la apreciación exagerada del tipo de cambio, y un reconocido periodista de la época me recordaba que ante el crítico desfasaje, ya en el trámite final de Martínez de Hoz, hubo una reunión al respecto: junto al ministro y otros funcionarios, habló Arriazu con un pizarrón y persistió en demostrar su teoría para evitar cualquier tipo de devaluación. Por lo menos dos protagonistas del equipo no estaban de acuerdo con ese criterio, creían necesario cambiar: Juan Alemann y Alejandro Estrada. Luego de esa reunión, el entonces Secretario de Hacienda le confesó al periodista: tanto Alejandro como yo seguimos pensando que es necesario modificar la política cambiaria, pero fuimos incapaces de enfrentar la capacidad técnica expuesta por Arriazu.
Otros factores se encuentran hoy en la mesa, más favorables a Milei. Inciertos, sin embargo. Se agregará, como antes, la libre importación y un abandono lento, por pedazos, del cepo. Quizás sean instrumentos para validar a un Arriazu que se niega a devaluar más que Milei, 50 años de vida lo confirman. Brillante en el pizarrón, con reservas en la cancha.
21/03/2025 a las 4:24 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Ritondo, Santilli y Milei: una boda color de rosa
Daniel Bilotta
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
21/3/025
El capital político acumulado por el gobierno con el control de la inflación y el superávit fiscal es amenazado por su dificultad para establecer acuerdos con las fuerzas representadas en el Parlamento. El aval de los Diputados al DNU que lo habilita a un acuerdo con el FMI fue respaldado por la mínima expresión de la mayoría simple necesaria: 129 votos a favor sobre un total de 257. Un resultado que volvió a desnudar las carencias de Martín Menem para conducir ese cuerpo.
El titular de la Cámara de Diputados y su primo Eduardo asesoran a Karina Milei, máxima responsable de la estrategia electoral de La Libertad Avanza. Pese a eso, la sesión arrojó un balance positivo para el oficialismo en una semana donde el Banco Central vendió casi mil millones de dólares para aquietar el mercado cambiario. Crispado, curiosamente, por el intento del ministro de Economía, Luis Caputo, de despejar dudas sobre el acuerdo con el Fondo.
Inmersa en esa paradoja desde el criptogate, ninguno de los atributos que la sociedad todavía reconoce en la administración libertaria le presta el mismo inestimable auxilio que el descreimiento en el resto del arco político. En aquel espacio, sin embargo, comienzan a expresarse los primeros síntomas de fatiga. El 31% de los encuestados en marzo por Equipo Mide aseguró no haber escuchado el discurso de Javier Milei en la apertura de la Asamblea Legislativa.
El 34% se expresó en desacuerdo con lo que dijo el Presidente y el 35 coincidió, según el estudio realizado por la consultora de Manuel Terrádez. Ese cambio significativo sobre la atención que concentra el discurso oficial es acompañado por otro. Tal vez más relevante porque involucra el estado de la oposición. Quienes creían que nadie la lideraba pasaron del 50 al 46% en los dos últimos meses. Para el 27%, Cristina estaría en condiciones de hacerlo. En enero, ese grupo orillaba los 20 puntos.
Este conjunto de urgencias configuró el escenario de la visita que Cristian Ritondo y Diego Santilli efectuaron el lunes a la Casa Rosada para reunirse con Karina Milei y los Menem. A 48 horas del cierre para inscribir alianzas electorales en la ciudad, esa foto debilitó la posición de Mauricio Macri para llegar a un acuerdo con el Presidente. Ritondo preside el Pro bonaerense.
El expresidente llegó a esa negociación sin la provincia de Buenos Aires. El lugar donde Cristina tiene su bastión electoral y podría derrotar a Milei. La reunión con la UCR bonaerense a la que convocó dos veces sin éxito Néstor Grindetti, les sirvió a Ritondo y a Santilli de excusa para sentirse desairados por Jorge Macri, a quien atribuyen el intento de seguir controlando el Pro bonaerense.
Grindetti viene de protagonizar lo que podría ser visto como una comedia de enredos si no se tratase de un dirigente experimentado. Amagó sumarse al gobierno nacional pero se arrepintió y continuó en el de la Ciudad. La UCR mantiene una aceitada relación con el exintendente de Lanús desde la campaña electoral. Su presidente, Miguel Fernández, fue su candidato a vicegobernador en Juntos.
El acercamiento del radicalismo a Jorge Macri a través de Grindetti no es producto de la casualidad. Cerca de Ritondo y Santilli le atribuyen al jefe del Gobierno porteño haber saboteado las negociaciones de su primo con La Libertad Avanza. La UCR desearía arribar a un acuerdo con Pro pero sin los libertarios. Tal vez sea una exageración. Pero lo cierto es que un acuerdo con La Libertad Avanza habría significado un fracaso por anticipado de la hipótesis en la que se sostiene su estrategia de campaña: adelantar las elecciones por la inviabilidad de entenderse con Karina Milei.
Quienes sostienen esta teoría, imaginan que solo una victoria de Pro en la Capital le impediría a Mauricio Macri profundizar la intervención que ya ejecuta en el gobierno. Su primo apela a recursos asombrosos para resistirla. La designación de Maximiliano Piñeiro en la Secretaría de Seguridad es uno de ellos. Piñeiro fue, ¿o es?, alguien de vínculos estrechos con Marcelo D’Alessandro, exministro de Seguridad de Horacio Rodríguez Larreta y parte de la tripulación de un controvertido viaje aéreo a Lago Escondido.
El actual, Horacio Giménez, fue elegido por Mauricio Macri. Y en contra de la sugerencia de Gabino Tapia. El ministro de Justicia propuso a su segundo, Francisco Quintana, que ocupa ese lugar por decisión del expresidente. Tapia es el riñón judicial del jefe del Gobierno porteño, donde llama la atención que Giménez mantenga en su cargo a Natalia Calviño. La titular de Recursos Humanos es la responsable administrativa de pases y ascensos en la Policía Metropolitana y llegó a ese cargo con D’Alessandro.
Las divergencias en el Estado sobre la Seguridad aparecen cuando se esboza una inquietante penetración del conurbano en la Ciudad. Patricia Bullrich se encargó de desmentir personalmente que el éxito del último operativo en el Congreso se deba a que fue organizado por la Policía Federal. Una patraña detrás de la que estarían Diego Kravetz y Santiago Caputo. Y que, en su versión completa, indicaría que el número dos de la SIDE y el asesor presidencial intervinieron para que sea supervisado por los uniformados.
El deseo de Kravetz de sustituir a Bullrich en el Ministerio de Seguridad goza de la publicidad suficiente para sembrar dudas sobre sus competencias para custodiar secretos. Tal vez se trate de un apego excesivo al consejo de sus asesores: salir de las sombras, un ámbito que lo alejaría de ser candidato a intendente en Lanús. Si fuese así, podría darle alivio a Sergio Neiffert, su superior. E, incluso, a Santiago Caputo. El mentor de Neiffert. En apariencias, ligados por lealtades inquebrantables que forjaron por un pasado común en Malvinas Argentinas. Seguramente una murmuración maliciosa, inspirada en lo poco que se sabe y por todo lo que se ignora de ese Lejano Oeste del conurbano.
Tal vez tenga el mismo origen la versión que coloca a Bullrich al tope de la lista de legisladores locales en la Ciudad por La Libertad Avanza. Buenos Aires Primero, la alianza con la que competirá Pro, tiene al MID entre sus integrantes. Ramiro Marra milita en la fuerza que preside Oscar Zago, el diputado que tiene a Marcela Pagano de aliada en la Cámara de Diputados. Pagano aguarda que Martin Menem la confirme al frente de la comisión bicameral de Juicio Político. ¿Macri piensa en Marra como candidato?
Como sea, los aliados de Ritondo y Santilli comparan el 18 de mayo con su batalla de Caseros para emanciparse de los Macri. Una comparación desventajosa para ellos en cualquier terreno. Esa confrontación sería proseguida de una integración de los presuntos rebeldes con los libertarios. “Una boda color de rosa” como bromeó uno de ellos, por el resultado que le asignó a la fusión del amarillo y el violeta que los identifica y que, paradójicamente, se neutralizan entre sí.
Los bloques de diputados de ambas fuerzas en la Legislatura bonaerense estuvieron en el recinto para la sesión pedida por La Libertad Avanza para suspender las PASO, que fracasó por falta de quórum. Carlos Bianco urgió a Alexis Guerrera la semana pasada para que resuelva el pedido de sesionar efectuado por Agustín Romo. Una singular coincidencia entre la izquierda y la derecha bonaerense.
Al ministro de Gobierno lo inquieta la posibilidad de que Axel Kicillof quede entrampado por las decisiones que está tomando para desdoblar las elecciones. El gobernador convocó a las PASO para el 13 de julio con el argumento de que no puede hacer otra cosa si la Legislatura no resuelve suspenderlas. La oposición podría acompañarlo. Pero le exige que difunda el calendario electoral completo.
Romo preside la bancada libertaria y no está dispuesto a que Kicillof les arrebate la agenda de reformas políticas. Guerra preside la Cámara por Unión por la Patria. Pero es La Cámpora quien controla sus bloques legislativos. No se toman resoluciones en la Legislatura sin su consentimiento. Si no se suspenden, las listas de las PASO deberán presentarse el 13 de mayo.
La organización de Máximo Kirchner inscribirá la alianza “Cristina conducción.” Un desafío abierto a Kicillof. Si la Legislatura no sesiona en abril, el gobernador no contaría con plazos para desdoblar. Es lo que pretende La Cámpora. Encerrarlo en su propio laberinto. Sergio Massa sabría obtener ventaja del status quo que proyecta al resto de la administración la parálisis de la disputa kirchnerista.
El líder del Frente Renovador tendría peso decisivo en el Tribunal de Casación bonaerense. El tribunal más importante después de la Corte, donde los desacuerdos legislativos mantienen sin cubrir cuatro vacantes sobre un total de siete miembros. La falta de acuerdo entre los tres vocales obliga a convocar a cuatro conjueces del Tribunal de Casación para que los fallos de la Corte sean avalados por mayoría.
Juristas avezados creen observar la repetición de una mecánica en los fallos de la Corte. Por lo general, Sergio Torres votaría en disidencia con los otros dos vocales: Hilda Kogan y Daniel Soria. Lo que obliga a convocar a la presidente de Casación, Maria Florencia Budiño, a su vice, Mario Kohan, y a otros dos jueces por sorteo. Roberto Maidana, Daniel Carral y Víctor Violini resultan generalmente los más elegidos por el incorruptible software del bolillero electrónico.
Budiño suele votar con Kogan y Soria. El resto de los jueces de Casación lo hacen con Torres. A través de Ezequiel Corteletti, Torres le habría sugerido a Sebastián Pareja “apurar” el trámite jubilatorio que ya tienen iniciados Kogan y Torres. La Corte está facultada para regular el ritmo de ese proceso.
Corteletti es relator de Torres en la Corte, adonde llegó por pedido de Horacio Rodríguez Larreta a Cristian Ritondo. Dos muy buenos amigos de Massa. Igual que Pareja, según fuentes de Pro vinculadas a Ritondo. Por decisión de Karina Milei, Pareja es el responsable de La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires.
Soria dejará en abril la presidencia de la Corte a Kogan. Nadie espera que Kogan impulse una auditoría que revise y sistematice los fallos en los que participó el Tribunal de Casación. Podría tratarse de un prejuicio trivial: los almuerzos que Kogan compartiría con Karina Fernanda Diéguez, al menos una vez a la semana. Diéguez es la esposa de Torres.
21/03/2025 a las 4:33 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La CGT convocó el tercer paro nacional contra las políticas de hambre de Milei
Felipe Yapur
Página/12
21 de marzo de 2025
El tercer paro nacional de 24 horas que realizará la CGT el próximo 10 de abril contra el la administración de Javier Milei estará acompañado de una serie de acciones sindicales que comienzan este próximo lunes. La intención de la central obrera es darle el mayor volumen político posible a la medida de fuerza contra el ajuste, los ataques a los trabajadores, jubilados, la represión de este gobierno y por la necesidad de liberar las negociaciones paritarias. Para lograr este objetivo participarán activamente de la marcha del lunes 24 de marzo, el día de la Memoria junto a los organismos de derechos humanos. Además, los gremios reforzarán su presencia en las movilizaciones de los jubilados de los siguientes miércoles para desembocar con una presencia masiva el 9 de abril, en la previa al paro. La última actividad acordada fue realizar una movilización el próximo 1º de mayo, el día del trabajador. Ayer, en la larga reunión del consejo directivo de la CGT el consenso fue general y se comprometieron a resistir los llamados de la Casa Rosada que busca bajar la medida de fuerza.
El paro ya se venía debatiendo de manera interna entre los dirigentes de la central obrera. Hubo hechos que sentían que los estaban encaminando a la medida de acción directa. La gota que rebalsó el vaso fue la feroz represión del gobierno a la multitudinaria marcha de los jubilados del 12 de marzo. Solo faltaba el paso «burocrático» de reunir al consejo directivo para que todos aprueben la fecha y las actividades conexas que se planificaban.
Fueron tres horas de diálogo, donde cada uno de los dirigentes fueron bajando el análisis que tiene cada gremio de las políticas gubernamentales que los afecta. Así, la aprobación del paro general se volvió prácticamente en un simple trámite. Solo los gremios que responden a Luis Barrionuevo, buscaron redoblar la apuesta y propusieron un paro de 36 horas. No tuvo consenso.
Una de las quejas más repetidas fue la negativa de la Secretaría de Trabajo a liberar las paritarias. Lo reconoció el propio Daer en la conferencia de prensa que brindó una vez que finalizó el encuentro.
“Exigimos la libertad para negociar paritarias libres. Pedimos un aumento para los jubilados. Planteamos nuestro apoyo a la discusión que se va a dar en el Congreso por el bono de 760.000 pesos para los jubilados y repudiamos la represión policial que ocurrió la semana pasada», dijo en el pequeño salón para la prensa que tiene en la planta baja el edificio cegetista.
Ante los periodistas el dirigente sindical de la sanidad afirmó también que reclaman «volver a discutir las asignaciones familiares y los problemas del sector productivo e industrial de la Argentina». En ese sentido dijo que se hace imprescindible que «se reabra la obra pública porque hay muchas que están realizadas en un 90 por ciento y es muy grande la pérdida al no terminarlas».
LAS ACCIONES SINDICALES
La preparación del paro del 10 de abril comenzará este mismo viernes cuando en las más de 70 regionales de la CGT llegue un mail con las firmas de Abel Furlan, el titular de la UOM, y de Horacio Otero, el responsable de las normalizaciones que lleva adelante la Secretaría de Interior de la central obrera que conduce Furlán. En el mail estará la convocatoria a participar de un plenario de regionales para el jueves próximo que se realizará en el salón Felipe Vallese de la CGT. La intención es fortalecer las acciones de abril.
Este viernes por la mañana se producirán dos activiades en la sede cegetista. Un encuentro con el papá del fotógrafo Pablo Grillo, herido durante la represión del 12 de marzo, y también con organismos de derechos humanos para terminar de organizar la participación de la CGT de la marcha del lunes 24 de marzo. La reunión con Fabián Grillo será a las 10.30 y habrá una conferencia de prensa media hora después.
Esta será la segunda vez que la central sindical participará de manera ofical e institucional de la marcha del 24 por el Día de la Memoria. La primera fue el año pasado. En los años anteriores solo hubo presencias personales de dirigentes gremiales de la CGT.
El próximo miércoles 26 los gremios irán a la tradicional protesta de los jubilados. Lo seguirán haciendo hasta el 9 de abril cuando ya será toda la CGT la que se movilizará hacia el Congreso. Será el comienzo de lo que Daer denominó con «acciones sindicales» de 36 horas.
A las cero del 10 de abril comenzará el paro que, al menos por ahora, cuenta con el compromiso de los estratégicos gremios del transporte público, UTA y ferroviarios, de parar y no mover una unidad o formación. «La UTA apoya lo que propuso la CGT para el paro general porque no se sostiene más la falacia oficial con respecto a una inflación que no existe», aseguró a la agencia Noticias Argentinas, el secretario gremial de UTA, Gabriel Gusso.
El plan de lucha tiene como hito final el 1º de mayo cuando nuevamente la CGT realizará una movilización.
EL FIN DE LA TREGUA
La reactivación de la CGT, reclamada desde diferentes sectores de la sociedad, se produce casi un año después de la última actividad callejera y multitudinaria. Luego de aquela movilización del 1º de mayo de 2024 la central obrera cambió el eje y retomó la vía del diálogo con el gobierno nacional.
Fueron los gremios grandes, Gordos e Independientes, los que decidieron volver a la mesa de negociación y abandonar el plan de lucha. Una decisión que provocó la salida del camionero Pablo Moyano del triunvirato. Lo reemplazó Osvaldo Argüello por decisión de Hugo Moyano.
Sin embargo, los meses pasaron y los salarios continuaron su degradación permanente fruto de que la Secretaría de Trabajo se dedicó a pisar cualquier acuerdo paritario por arriba del 1 por ciento mensual. En el ámbito de los trabajadores estatales nacionales, en cambio, no sólo se congeló el salario sino que además hubo una avalancha de despidos que, según prometen los funcionarios, no se detendrá.
Ahora, ante un escenario donde parece incrementarse la conflictividad social, la central sindical considera que se dan las condiciones para retomar la senda de los primeros meses del gobierno de Milei. En todo caso, los dirigentes gremiales continúan reclamando que la política, esto es el peronismo, dejen de lado la disputa interna y comiencen a trabajar en la formación de una alternativa política.
21/03/2025 a las 5:26 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
De turbulencias externas e internas
Vicente Massot
Prensa Republicana
19/3/025
Semanas atrás fue el propio gobierno el que hizo referencia a la posibilidad de que aparecieran en el horizonte determinadas turbulencias, sin especificar su naturaleza ni envergadura. Basta echar un vistazo a los sucesivos cambios que han ocurrido a partir del momento en que Donald Trump sentó sus reales en la Casa Blanca para tomar conciencia de la dimensión de los problemas que podría enfrentar nuestro país —también el resto de las naciones— si la política arancelaria de la administración republicana desatara —como piensan no pocos economistas— una guerra comercial a escala planetaria.
De momento, nadie sabe a ciencia cierta cuál será el camino que habrán de tomar las autoridades de Washington. Ello, en razón de los amagues y retrocesos a los que es afecto su presidente. En menos de treinta días ha anunciado dos veces decisiones en materia arancelaria respecto de las naciones con las cuales linda —Canadá y México— que acto seguido ha postergado sin más. Si las idas y venidas de Trump lo son para negociar desde una mejor posición o si se prepara para lanzar una ofensiva en toda la línea a expensas de sus vecinos, de la Unión Europea y de China, al mismo tiempo, es por ahora la pregunta del millón que no tiene respuesta.
Las turbulencias, sin embargo, ya dieron comienzo: basta anoticiarse de la deriva que han tenido las principales bolsas del mundo desde hace diez días, poco más o menos. De más está decir que, así como Metternich alguna vez expresó que “cuando estornuda Francia, se resfría Europa”, así también cabria sostener sin temor a errar que, al momento en que Estados Unidos mueve estratégicamente sus piezas en el tablero del ajedrez internacional, el resto de los estados sufre las consecuencias, para bien o para mal.
Por supuesto que los errores autoinfligidos del gobierno libertario en los últimos meses también podrían calificarse como turbulencias, a condición de no exagerar el análisis y distinguir un ciclón de una lluvia fuerte. Dicho con arreglo a hechos que todos conocemos: las consecuencias de una guerra tarifaria como la antes mencionada no son —ni por asomo— parecidas a los efectos negativos del criptogate, por ejemplo. Son cosas diametralmente diferentes, que conviene no confundir a la hora del análisis. Exagera a propósito el dirigente de los trabajadores estatales, Rodolfo Aguiar, al expresar con énfasis apocalíptico que la Argentina está “cerca del caos social”. Pero no resulta un invento de los opositores acérrimos de Milei que la imagen del presidente haya bajado diez puntos y que algunas encuestas puntualicen que el kirchnerismo está arriba en la intención de voto en la provincia de Buenos Aires.
Era enteramente lógico suponer que en determinado momento de su derrotero el oficialismo sufriría tropiezos, que la adhesión de la ciudadanía en su favor descendería, y que el dólar comenzaría a moverse. Es lo que le sucede a todas y cada una de las autoridades exitosas en cualquier parte del mundo, prescindiendo de considerar sus observancias ideológicas. La suba del dólar blue y del riesgo país no delata tanto una desconfianza generalizada en punto al plan económico puesto en marcha por los libertarios como una cierta incertidumbre respecto de la índole del acuerdo al que se ha llegado con el FMI. No obstante, es del caso señalar que no hay señal ninguna de que nos hallemos cerca de una crisis o cosa por el estilo. La administración libertaria luce sólida en virtud de tres razones fundamentales: 1) ha controlado la inflación, 2) ha logrado consolidar el superávit fiscal, y 3) enfrente suyo no tiene adversarios o enemigos de fuste. Mientras el curso que lleva Milei siga por este camino, difícilmente pueda sufrir un descalabro. Su robustez radica en el hecho de que dio un principio de solución a una economía desquiciada —que heredó del kirchnerismo— y en el espanto que produce mirar al banco de suplentes —para decirlo en términos tribuneros. ¿Alguien imagina a dónde iríamos a parar si a mitad del partido entrasen a la cancha Cristina Fernández, Sergio Massa y Axel Kicillof, en reemplazo de Javier Milei, Luis Caputo y Adolfo Sturzenegger?
El oficialismo tendrá esta semana que sortear con éxito dos obstáculos importantes: uno en la calle y otro en el Congreso de la Nación. Después de lo que sucedió la semana pasada en la manifestación de los jubilados, a la cual se sumaron —con inequívoca intención subversiva— barrabravas de distintos clubes de futbol de la capital federal y del ámbito bonaerense, la ministro Patricia Bullrich deberá ajustar algunas tuercas en el dispositivo de seguridad que conduce. Si se compara —y cómo no hacerlo— cuanto le pasó a Mauricio Macri en su momento y lo que acaba de ocurrir en las calles porteñas, es muy fácil percibir las diferencias: hace seis años triunfaron los piqueteros —por llamarles de alguna manera— mientras que ahora no lograron nada; en 2019, el gobierno retrocedió espantado ante la sola idea de reprimir en tiempo y forma la violencia ilegítima de miles de militantes, en tanto que en 2025 a Milei y a la titular de la cartera a cargo de la cuestión no les tembló la voz ni el pulso al momento de reponer el orden con arreglo al uso de la violencia legitima del Estado.
Los desmanes que buena parte de la sociedad siguió por la televisión, no le sumaron nada al kirchnerismo. Menos aun cuando tomó conciencia de lo que significó el respaldo que desde España —donde reside— hizo Mario Firmenich al ejercicio de los energúmenos. El que tanto Cristina Fernández como Axel Kicillof hayan decidido tomar distancias de la marcha frente al Congreso habla por sí solo. Era clara la intención de los manifestantes: que el gobierno cargase con un muerto, cometido que estuvieron a un tris de lograr. Entre el riesgo de excederse en la represión o adoptar una actitud propia de timoratos o blandos, los responsables del Poder Ejecutivo han decidido seguir el primero de los caminos señalados. Son conscientes de que si en algún momento demuestran tibieza, sus enemigos olerán sangre y actuarán en consecuencia. Por eso es que Milei reivindicó, sin cortapisas, a “los Azules” y le dio un singular espaldarazo a la Bullrich.
El otro obstáculo se recorta en las dos cámaras del parlamento: la de diputados y la de senadores. En aquélla, en paralelo con la nueva marcha de los jubilados, hoy se pondrá a discusión el decreto de necesidad y urgencia respecto de la negociación con el Fondo Monetario Internacional. Si pasa el examen, quedará firme, porque sólo se necesita aprobación de una de las cámaras. El oficialismo no puede perder la pulseada y todo hace suponer que —con el apoyo del Pro, parte del radicalismo y de algunos gobernadores peronistas— conseguirá blindar un DNU de tanta trascendencia. Por otro lado, a partir de mañana o del jueves 27 —según cómo evolucione la ronda de conversaciones que han iniciado Santiago Caputo y Victoria Villarruel, por cuerdas separadas, con los senadores afines y distintos mandatarios provinciales— en la cámara alta subirá a escena el proyecto de Ficha Limpia y deberá darse tratamiento a los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García Mansilla.
A siete meses de unos comicios de carácter legislativo que pondrán a prueba los puntos que calza el oficialismo y los que —a su vez— acreditan las diferentes facciones del arco opositor, el meridiano de la política no pasa por el Congreso, la calle ni las alianzas partidarias, sino por la situación de la economía. El bolsillo sigue mandando.