Por Luis Alejandro Rizzi.-
Valen las tres acepciones de la palabra “encrucijada” que nos da la RAE para describir la situación cambiaria del momento argentino.
La primera acepción: “lugar en donde se cruzan dos o más caminos”. El euro se depreció 6,25% desde enero y crece la convicción de que el dólar debe depreciarse para permitir la reindustrialización de EEUU. Leía que las previsiones sobre la relación euro-dólar se han diluido, al tiempo que se cree que Trump desea que el dólar deje de ser moneda de reserva mundial. También se devaluaron las monedas asiáticas. En Argentina ocurre al revés: el peso se aprecia y el gobierno insiste en que no habrá devaluación. El mercado libre no le cree y la brecha supera el 20%. Suena a paradoja hablar de “mercados libres” porque la libertad hace a su esencia, pero nosotros tenemos mercados libres y regulados.
La segunda acepción: “ocasión que se aprovecha para hacer daño a alguien, emboscada o asechanza”. El “mercado” se siente acechado y por tanto se incentiva la especulación, ya que cada uno husmea y presume que, en la negociación con el FMI, de modo explícito o implícito, se pactará alguna forma de devaluación, sin mencionar esa palabra.
El acertijo consiste en adivinar en qué porcentaje se despreciaría nuestra moneda. 10, 20, 30 o 35,3 pero cierto es que no tenemos elementos para “pronosticar”, por la insistencia en seguir diciendo que no se “devaluará”.
La tercera acepción: “situación difícil en que no se sabe qué conducta seguir”. Si bien esta acepción se enlaza con la anterior, la cosa es que el propio gobierno no tiene hoja de ruta y luce desorientado y además duramente golpeado en la sesión del Senado del pasado 3 de abril y la frustrada foto con Trump, también del pasado día 3 de abril.
Fueron 48 horas negras para Milei, Caputo, Kputo y Karina. Nada de lo que siga diciendo hasta que se acuerde con el FMI será creíble, con el agravante de que hasta el silencio potenciará incertidumbre.
Explicaba Daniel Artana, en el diario La Nación (6.4.25) que un incremento de las exportaciones ayudaría, pero al mismo tiempo nos dice que “en el período 2004-2024 las exportaciones de la Argentina aumentaron 131%, comparado con 196% para Colombia, 225% para Chile, 249% de Uruguay y 254% de Brasil. En ese mismo período, el tipo de cambio real de la Argentina se apreció 40% mientras que el de Perú se mantuvo y los de Colombia, Brasil y Chile se depreciaron. Pero antes de concluir que el tema cambiario explica todo, hay que reparar en que en Uruguay la apreciación fue similar a la Argentina (de hecho, tomando como base 2004, el tipo de cambio real de Uruguay estuvo casi siempre más apreciado que el argentino)”.
Y luego agrega: “Por ejemplo, las exportaciones del complejo cerealero y de oleaginosas argentino que aumentaron 254% en ese período, aumentaron casi tres veces más en Brasil y Uruguay. En la carne, 232% comparado con 344% de Brasil, en la leche 104% versus 304% de Uruguay, en la pesca 141% es menos de la mitad del aumento de Chile o Perú y en combustibles la diferencia con el resto de exportadores de la región es abismal.”
El problema es llegar a un tipo de cambio más real, pero el «ajuste cambiario» también será doloroso.
La pregunta es si la población tiene resto para seguir soportando este nivel de sacrificio.
Justo el viernes, en una reunión casual, un allegado a un político del PRO me preguntaba: “¿Creés que es negocio ir en las próximas elecciones con la boleta de LLA?”
La clave del futuro la explicaría Ignacio Zuleta en Clarín, que obviamente aún no había leído, y voy a estos dos párrafos tomados de sus discursos del 3 de abril:
Juan Carlos Romero: “Las leyes y la Constitución fueron creadas en una época de partidos fuertes y diálogo político, en el liderazgo de esos dos partidos que significó una reforma de la Constitución aceptada, la única reforma que tuvo consenso del principio hasta el final; porque reconozcamos que ni siquiera la del 53, que tanto valoramos, tuvo la aceptación de la provincia de Buenos Aires hasta el 60, donde impusieron sus reglas (…). Que concluya esta sesión y nos tomemos, a partir de esta sesión, el tiempo necesario para comprender y que haya un diálogo para salir de esto, que es gobernar por decretos”.
Replicó José Mayans: “Aspiramos, nunca es tarde. Hagamos el diálogo. Yo estoy de acuerdo. Siéntense el jefe de Gabinete, la vicepresidenta de la Nación, los presidentes de bloque y hablemos de qué vamos a hacer con la Justicia argentina en la que, más del 90 por ciento de los argentinos, no creen.”
Está claro.
Iremos a un gobierno de tercios. La gran cuestión es quién representará al gobierno (LLA). En esta nueva tríada, podría haber sorpresas.
Dos tercios ya tienen nombre y apellido.
Si el gobierno no aceptara esta posibilidad, quedará con su 29%, insuficiente para gobernar.
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