Por Hernán Andrés Kruse.-
El presidente de la nación, una vez más, faltó a la verdad. En más de una oportunidad exclamó “no hay plata”, para justificar el feroz ajuste que impone a la sociedad desde que asumió el 10 de diciembre. Pero que hay plata, la hay. El gobierno acaba de decidir la ampliación de la partida en 100.000 millones de pesos (los fondos reservados) para refundar la tristemente célebre Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), cuyo emblema fue el tenebroso Jaime Stiuso. La SIDE estará a cargo de Sergio Darío Neiffert y junto con la Dirección de Inteligencia Criminal, que depende de la ministra de Seguridad, y la Dirección de Inteligencia Estratégica Militar, que depende del ministro de Defensa, constituyen el sistema de inteligencia nacional.
Para Paula Litvachky, directora ejecutiva del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), la refundación de la SIDE “se inscribe en el paradigma de que el aparato de seguridad e inteligencia, para ser eficaz, sólo puede funcionar bajo el fondo del secreto y los fondos reservados-ya sea que se usen legal o ilegalmente-”. “El punto más cuestionable es que entiende que alrededor del 75% de los gastos tiene que ser reservado. Esto quiere decir que no se sabe en qué se gasta y que tiene controles diferentes a los gastos normales de cualquier otra dependencia pública. Si están pensando en ese nivel de discrecionalidad y arbitrariedad en el uso de los fondos, es posible deducir que están pensando en actividades encubiertas o que no implican dar necesariamente explicaciones”.
Por su parte, Valeria Carreras, abogada de familiares de los submarinistas del ARA San Juan que fueron espiados durante el gobierno de Macri, sostiene que “los fondos reservados serán destinados a operaciones de inteligencia contra quien no piensen igual, contra los enemigos imaginarios del gobierno”. “Permitirán que las prácticas nefastas del macrismo se reiteren con viejos personajes y con recursos para destinar a actividades prohibidas por la ley de inteligencia nacional, todo lo cual es grave y constituye un retroceso en materia de derechos” (Fuente: Luciana Bertoia: “Plata sí hay: volvió la SIDE y consiguió 100 mil millones de fondos reservados”, Página/12, 24/7/024).
El tema es de una extrema gravedad. Los servicios de inteligencia son esenciales para garantizar la supervivencia de la democracia liberal. Pero también es vital que estén debidamente controlados para evitar que se transformen en aquellos “sótanos de la democracia” que tanto daño hicieron en el pasado. Buceando en Google me encontré con un ensayo de José Manuel Ugarte (UBA) titulado “Servicios de Inteligencia y democracia” (publicado en el libro “Función Militar y control democrático”, Bernardo Arévalo de León (compilador), Amanuense Editorial, Guatemala, 2001). El autor explica didácticamente cómo deben funcionar los servicios de inteligencia en una democracia liberal.
LA SUPERACIÓN DE UN ANTAGONISMO APARENTE. ¿EXISTER ANTAGONISMO ENTRE LA ACTIVIDAD DE INTELIGENCIA Y LA DEMOCRACIA?
“Se trata de un interrogante reiterado y cuya respuesta ha constituido materia de muchas publicaciones y trabajos académicos. Este trabajo procurará presentar un aporte más, desde nuestra perspectiva. Aquí trataremos de señalar, en primer lugar, que la cuestión podría tal vez ser mejor planteada refiriéndonos a Sistemas de Inteligencia y democracia. Hay sistemas de inteligencia manifiestamente incompatibles con la vigencia y fortalecimiento del sistema democrático. Otros, en cambio, no presentan tal característica. No existe un antagonismo fatal entre la inteligencia y la democracia.
En tal sentido, podemos destacar que entre los países que cuentan con un sistema democrático fuertemente arraigado se encuentran también buena parte de los que poseen sistemas de inteligencia más avanzados y eficaces. Baste mencionar los casos de Estados Unidos de América, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, República Federal de Alemania, República Francesa, Canadá, República Italiana, para corroborar lo afirmado. En particular, los cuatro primeros han dejado historia y hasta leyenda en materia de inteligencia; se encuentran, sin duda, entre quienes han alcanzado mayor prestigio en la actividad.
Como sostiene Jeffrey T. Richelson en el párrafo final de su libro-balance A Century of Spies, «Puede sostenerse que la inteligencia del siglo XX desempeñó un rol crucial ayudando a detener a Hitler, cumplió un rol significativo en evitar que la Guerra Fría se transformara en una guerra nuclear, y evitó que la carrera armamentística de las grandes potencias quedara totalmente fuera de control. El impacto que tendrá la inteligencia en el nuevo siglo no puede ser determinado ahora. La inteligencia en las manos de aquellos que prefieren evitar la guerra o que tienen una necesidad legítima de defenderse a sí mismos puede ayudar a prevenir guerras o al menos incrementar la probabilidad de que los agresores sean derrotados. En las manos de aquellos interesados en la coerción y la conquista, es otra eficaz arma de guerra…» Es decir, que si bien podría afirmarse que un eficaz sistema de inteligencia favorece la vigencia y fortalecimiento del sistema democrático, también podría formularse, con cierta dosis de verdad, la afirmación exactamente opuesta. Baste recordar los casos de la antigua Unión Soviética, la República Popular China, el Tercer Reich alemán, los gobiernos militares latinoamericanos, para comprobar que tanto sistemas de inteligencia indudablemente eficaces como sistemas de inteligencia de dudosa eficacia pueden constituir una muy adecuada base para la dictadura.
La actividad de inteligencia no favorece, en sí, la democracia. Es una antigua verdad que el conocimiento es poder. Podemos así recordar con Harry Howe Ranson que «el conocimiento puede traer consigo poder político. Plausiblemente, entonces, una agencia de gobierno a la que es encomendado colectar información secreta en el extranjero y suministrar conocimiento a quienes adoptan las decisiones será introducida dentro de la política. Como la política es acerca del poder, la política y la inteligencia aparecen como predestinados para una interrelación…la inteligencia es sujeto, objeto e instrumento de la política de poder…».
Pero lo expuesto no implica, ciertamente, que sea necesario ni conveniente para un Estado renunciar al conocimiento. En realidad, simplemente, le es imprescindible. En el análisis de la relación entre inteligencia y democracia, es necesario reconocer que las características intrínsecas de la actividad de inteligencia no son favorables a la democracia. La actividad de inteligencia se caracteriza por el secreto. El secreto que rodea fuentes, métodos e identidades, el carácter subrepticio de muchas de sus manifestaciones – características que se encuentran entre las más señaladas de esta actividad- contradicen manifiestamente aspectos esenciales del sistema democrático, como la publicidad de los actos de gobierno, el debate amplio, el público escrutinio de las políticas.
El secreto, el sigilo, el misterio, constituyen los típicos modos de acción de las dictaduras. Dicho secreto se extiende en buena medida a los fondos que utiliza esta actividad. Aunque en todos los países se procura instaurar controles de mayor o menor eficacia en este aspecto, resulta ineludible que tales controles no poseen la amplitud y eficacia que caracteriza a los fondos estatales correspondientes a actividades públicas. La reserva y el secreto, imprescindibles para la actividad de inteligencia, traen consigo también dificultades para el control de estos fondos. Esta actividad, por otra parte, es esencialmente costosa. Así, ha sostenido Morton H. Halperin que «Los requerimientos de las agencias de inteligencia y las normas de una sociedad abierta plantean el más agudo de los aparentes dilemas para un gobierno democrático. Las agencias de inteligencia, por su naturaleza, funcionan en secreto sin estar sujetas a las reglas normales del Estado. Una sociedad abierta, por otra parte, aborrece el secreto e insiste que todas las agencias gubernamentales deben cumplir plenamente con la Ley…».
Se ha escrito por otra parte en Estados Unidos de América, uno de los países que posee mejores y más avanzados controles de la actividad de inteligencia –país pionero en materia de control parlamentario específico de esta actividad- «…existe en nuestra Nación hoy un poderoso y peligroso culto secreto -el culto de la inteligencia. Sus santos son los profesionales clandestinos de la Agencia Central de Inteligencia…El propósito de este culto es el de ejecutar las políticas externas del gobierno de los Estados Unidos por encubiertos y usualmente ilegales medios…» «…La C.I.A. es el centro y el instrumento primario del culto de la inteligencia. Ella se empeña en espionaje y contraespionaje, en propaganda y desinformación…en guerra psicológica y actividades paramilitares. Manipula instituciones privadas…recluta agentes y mercenarios…Hace lo que sea necesario para alcanzar sus fines, sin consideración a la ética involucrada o las consecuencias morales de sus actos…».
Podríamos entonces afirmar que los países democráticos que poseen avanzados y eficaces sistemas de inteligencia, no han logrado el fortalecimiento y la plenitud del sistema democrático gracias a sus sistemas de inteligencia. Tales países han logrado, y deben en buena medida su poder político, económico y militar, a tales sistemas; pero no parecen adeudarles la fortaleza de su sistema democrático. La supervivencia y crecimiento de tal sistema en estos países no fue obtenido merced a las virtudes de sus sistemas de inteligencia, sino, en muchos aspectos y en buena medida, a pesar de ellos. Pero tampoco tal afirmación sería totalmente exacta. Sólo podría ser formulada en un mundo ideal, en el que sólo existieran países con sólidos y desarrollados sistemas democráticos y en el que encontráramos países con sistemas dictatoriales que no buscaran penetrar en sus sociedades y dominarlos desde adentro, utilizando para ello las libertades democráticas vigentes en el país agredido.
Puede en cambio afirmarse que en diversos momentos de su historia, los países democráticos no han podido prescindir de la actividad de inteligencia ni siquiera para mantener en vigencia su sistema democrático. Países con una sólida tradición democrática a menudo han debido afrontar el ataque planteado por totalitarismos armados de fuertes sistemas de inteligencia, que procuraban debilitarlos, promover el accionar de los enemigos de la democracia y destruirlos desde el interior; o bien derrotarlos militarmente en una guerra, para destruirlos o imponerles su sistema. Gran Bretaña y Francia sufrieron los embates del Tercer Reich, y la última, inicialmente, sucumbió. Estados Unidos enfrentó al Tercer Reich en Europa y a Japón en el Pacífico, pero debió también defenderse del accionar de espías y saboteadores en su territorio. Todos los nombrados debieron hacer frente, en algunos casos incluso con anterioridad a la Segunda Guerra Mundial, a la Unión Soviética, y particularmente al legendario Comité para la Seguridad del Estado, más conocido por las siglas K.G.B., y al Servicio de Inteligencia del Estado Mayor General, más conocido por las siglas G.R.U., de la Unión Soviética, y ese enfrentamiento aún continúa, especialmente en el caso estadounidense, con sus organizaciones sucesoras de la Federación Rusa. De haber carecido de eficaces organismos de seguridad y contrainteligencia, hubieran enfrentado riesgos aún mayores de los que soportaron, y podemos válidamente conjeturar que hubieran sucumbido.
Nos encontramos, entonces, frente a una paradoja: la actividad de inteligencia ocasiona inocultables peligros al sistema democrático, pero los países democráticos para subsistir y aún el propio sistema democrático a menudo necesita de la actividad de inteligencia en sentido amplio para defenderse de acechanzas, aún internas, que pretenden destruirlo. En ciertos casos, la actividad de inteligencia atenta contra el sistema democrático. Pero en otros, bien puede afirmarse que esta actividad lo ha salvado o, cuando menos, que ha contribuido decisivamente para su preservación. En definitiva, preciso es reconocer que la actividad de inteligencia constituye un auxiliar fundamental para la conducción de todo Estado, democrático o no. Es necesario, consiguientemente, reconocer tanto la importancia de la actividad de inteligencia en un Estado democrático, como el riesgo objetivo que esta actividad supone para tal Estado. «Esto significa aceptar la necesidad de una comunidad de inteligencia y eficaz y reconocer la legitimidad de la preocupación relativa a que no sea permitido funcionar a esa comunidad de inteligencia en formas que impliquen socavar las libertades civiles», ha escrito Morton H. Halperin”.
EL CONTROL DE LA ACTIVIDAD DE INTELIGENCIA EN EL ESTADO DEMOCRÁTICO
“Una diferencia fundamental que separa a la actividad de inteligencia en el Estado democrático, de idéntica actividad en un Estado totalitario, es la existencia de eficaces controles de esta actividad, destinados a asegurar que la misma se realice tanto con legitimidad, como con eficacia.
Existen generalmente tres tipos de controles sobre este aspecto. En primer lugar, un control político no partidista realizado desde el órgano ejecutivo, que asegure que los objetivos a alcanzar, como las políticas a implementar, como los planes a formular y las acciones a realizar, respondan adecuadamente a las necesidades de la sociedad en su conjunto. En segundo término, el control parlamentario, realizado con seriedad y profundidad, debe tener en miras verificar la legitimidad y la eficacia en la actividad de inteligencia; requiere de manera imprescindible una visión que trascienda los partidos políticos, pero no, ciertamente, la política; es necesario superar los intereses partidarios y poner por sobre todo los de la sociedad en su conjunto. Finalmente, un control judicial sobre aquellas acciones de los organismos de inteligencia que afectan la privacidad, destinado a verificar que tales acciones tengan por exclusiva finalidad aquellas invocadas para disponer su realización, y que la intrusión en la esfera de la privacidad quede reducida al mínimo posible.
El control de la actividad de inteligencia tiene dos aspectos fundamentales. Por una parte, la verificación de su legitimidad, es decir, la necesidad de su sujeción estricta al orden jurídico, y de resguardar adecuadamente los derechos y garantías individuales de sus habitantes. Por otra parte, su eficacia, concebida desde el punto de vista del logro de una adecuada relación entre los medios puestos a disposición de los órganos que desempeñan la actividad -los fondos públicos- y el producto obtenido: la inteligencia. O, para decirlo más simplemente, y como se expresara en el informe del Secretario de Defensa al Congreso correspondiente al presupuesto del año fiscal 1977 en los Estados Unidos de América, de asegurar «…la eficiencia de la Inteligencia del Departamento, en términos del valor retornado por dólar invertido, atendiendo a toda duplicación innecesaria y al posible mejoramiento de los arreglos en materia de administración…».
Cuando nos referimos a la verificación de la eficacia y la eficiencia en la actividad de inteligencia, podemos recordar lo expresado por Carlos Al Isoard y Jiménez de Sandi”…Verificar la eficacia y la eficiencia consiste en expresar cuantitativamente el progreso hacia la consecución de las mutaciones deseadas en las estructuras y en la coyuntura; y en precisar el aprovechamiento de los recursos con que se lograron los cambios. Es decir, valuar la eficacia es determinar el grado en que se hayan conseguido los objetivos; valuar la eficiencia es juzgar hasta qué punto se emplearon racionalmente los medios –monetarios y no monetarios- para lograr resultados óptimos; es cerciorarse de que las actividades se ejecuten siguiendo la combinación de recursos, acciones y fines que ofrece más ventajas…”. También de esto es de lo que se trata, cuando hablamos de controlar la inteligencia”.
29/07/2024 a las 12:38 PM
Claudio Jacquelin
Un desenlace con impacto directo en la Argentina
29 de julio de 2024
LA NACION
La proclamación del triunfo electoral por parte del gobierno venezolano y la consecuente reelección por segunda vez de Nicolás Maduro como presidente significa bastante más que la continuidad de un régimen autocrático en unas elecciones sospechadas y cuyo resultado la oposición desconoce.
Se abre ahora la puerta hacia un escenario aún más complejo e incierto que todo lo conocido, tanto en el plano interno de ese país, como en el internacional. Un panorama que tendrá implicancias, especialmente, en la región. Nada ha terminado. Todo vuelve a empezar.
Lo ocurrido en Venezuela anoche no es ni será indiferente para la Argentina, no solo por una cuestión de principios o de valores, sino también por consecuencias prácticas. Los casi 200.000 venezolanos radicados en el país, muchos de los cuales ayer se hicieron oír y ver en las calles porteñas, son la encarnación de esa cercanía y de su influencia en la vida cotidiana argentina. Pero también más que eso.
El confuso y tardío desenlace electoral reinstala al gobierno argentino como uno de los adversarios notorios del régimen chavista y, al mismo tiempo, repone una polarización en la política nacional que la llegada de Javier Milei a la Presidencia había reconfigurado o licuado, y parecía condenada a ser pasado.
La elección venezolana vuelve a instalar la antinomia kirchnerismo-antikirchnerismo, que dividió y ordenó la escena política argentina durante dos décadas, como si no hubieran pasado demasiadas cosas en la Argentina en los últimos diez meses, cuando el establishment político fue castigado en las urnas.
Por sus vínculos pasados y también por los que todavía mantiene, de un lado queda nuevamente el kirchnerismo puro y duro, alineado con el régimen de Nicolás Maduro, y que, con algunos representantes en Venezuela como veedores, convalida el resultado que instaló el régimen y que muchos observadores, no solo los dirigentes opositores, cuestionan o rechazan de plano.
Del otro lado, más allá de la postura más radicalizada del Gobierno y de muchos matices internos, queda el espacio recreado del antikirchnerismo en el que conviven los libertarios de Javier Milei junto a lo que fue Juntos por el Cambio, incluidos los que no se han sumado ni quieren sumarse al oficialismo y tienen aún muchos cuestionamientos a sus políticas domésticas y externas. También, sectores del peronismo que no quiere volver a quedar bajo la mano kirchnerista y ahora podrían encontrar un nuevo motivo (o excusa) para marcar su distancia.
Tiene lógica esa reposición de la vieja grieta, que convierte al caso venezolano en un presente perpetuo de la realidad local. Hace ya un cuarto de siglo que Venezuela está dominada por el mismo signo político devenido en un régimen autocrático liso y llano, al que casi todo el mundo le ha solado la mano o se ha distanciado, incluidos los gobiernos progresistas de Colombia y Brasil, cuyos presidentes, en especial el brasileño Lula da Silva, habían sido hasta hace muy poco aliados y que en los momentos más críticos actuaban una neutralidad funcional al régimen chavista.
Las excepciones son y seguirán siendo los apoyos estratégicos del chavismo (China, Rusia, Irán y Cuba), que no se caracterizan por tener gobiernos democráticos. También sus aliados políticos de varios países democráticos, incluida la Argentina, sea por convicción y/o por beneficios, enrolados en la izquierda populista internacional, en la cual tiene un lugar destacado el núcleo duro kirchnerista.
El chavismo lleva demasiados años administrando a su arbitrio símbolos, como la condición de resistentes al “imperialismo yanki”, e ingentes recursos con los que ha alimentado ese soporte internacional. A pesar de las evidencias y pruebas concretas de la falta de libertades, de corrupción, de negocios espurios y de las violaciones de derechos humanos básicos por parte del régimen, sus aliados internacionales se mantienen firmes.
En esta divisoria de aguas y en consonancia con su inserción internacional, alineado con los Estados Unidos, el gobierno nacional mostró claramente su apoyo absoluto a la oposición encabezada por Corina Machado y su candidato Edmundo González Urrutia, así como un enfrentamiento abierto con el gobierno de Venezuela, que Milei alimentó desde su llegada a la Presidencia.
Declaraciones de guerra
La reunión de ministros del Gobierno ayer en la plaza Seeber, cercana a la embajada venezolana, junto a legisladores del Pro y de la Coalición Cívica, al lado de exiliados venezolanos que viven en la Argentina, entre los que se destacaba Elisa Trotta, exembajadora del expresidente interino de Juan Guaidó (nunca reconocido por el régimen) construyeron la inicial foto dominante de la tensa espera de los resultados.
Las fuertes declaraciones de la canciller Diana Mondino y de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich no dejaron lugar a dudas sobre la decisión de intervenir en la política interna de Venezuela. Tanto o más que lo que lo hizo entre 2015 y 2019 el gobierno de Mauricio Macri, que conformó el Grupo de Lima y reconoció al gobierno interino de Guaidó, así como a sus representantes en el país.
En ese plano sobresalió luego el durísimo tuit que Milei encabezó con un estridente: “DICTADOR MADURO, AFUERA!!!” (sic, en mayúsculas), antes de que el Consejo Electoral de Venezuela anunciara el resultado.
Así, mientras la oposición venezolana todavía prefería mostrarse prudente y cautelosa, el Presidente resolvió dar por ganador al candidato opositor y advirtió que no reconocería un triunfo del oficialismo por considerarlo un intento de fraude.
El mensaje del Presidente fue respondido virulentamente en la red X por el canciller venezolano Yvan Gil, que calificó a Milei de “nazi nauseabundo” para luego calificar el resultado electoral de “victoria aplastante” de Maduro, “señal inequívoca que nuestros pueblos derrotarán el fascismo que promueves”.
El propio Maduro, tras proclamarse ganador, apuntó contra “el club de fascistas de América Latina” e inmediatamente señaló al argentino. “Milei, no me aguantas un round. Bicho cobarde, traidor a la patria, fascista”, le espetó desde el escenario de su búnker, para cerrar: “Debe estar reventándose con su cara de monstruo porque es feo además y estúpido”. Declaraciones de guerra.
A Milei lo había precedido la ministra de Relaciones Exteriores en las redes sociales con un mensaje poco habitual en las prácticas diplomáticas en el que demandaba a Nicolás Maduro que reconociera “la derrota” y daba por hecho un rotundo triunfo de González Urrutia cuando todavía no se conocía ningún dato oficial del escrutinio y las dudas seguían instaladas.
Horas antes, durante la tensa vigilia del resultado electoral, el Presidente había retuiteado el posteo de Machado en la red X, hecho el viernes pasado, en el que expresaba su agradecimiento por el respaldo de Milei y de la cancillería argentina. El Gobierno lo consideraba una condecoración. Casi tanto como los insultos que le ha dedicado Maduro durante la campaña electoral y que Milei ha respondido con similar énfasis y temor. Enemigos perfectos, que anticipan una ruptura inevitable de relaciones. Si es que algo se puede anticipar. Y tal vez no sea eso lo peor que podría ocurrir y puede preverse en estas horas más que confusas.
El gobierno argentino no solo procura reafirmar así su ubicación sin matices en el concierto internacional. También es un intento de capitalizar (más para consumo interno que por posicionamiento externo) su apoyo a una oposición renovada y unificada que se propuso decretar el fin del chavismo, tras un cuarto de siglo.
Beneficios adicionales
Al mismo tiempo, Milei se pone en la primera fila de los detractores internacionales de un régimen que hoy asoma más ilegítimo que nunca, destinado a las bases electorales del mileísmo, que encuentran en el régimen venezolano el contradictor perfecto de su cosmovisión. Nitidez absoluta. Una identidad sin fisuras.
De la misma manera, reafirma su pertenencia al cuadrante internacional que va del centro a la derecha, con el beneficio de quedar al lado de muchos referentes que cultivan la democracia liberal y son abanderados de un republicanismo sin ambages, más consistente que el que profesa y, sobre todo, practica el gobierno libertario en la Argentina.
En el plano práctico, la autoproclamación de la victoria por parte del régimen le permite a Milei preservar su novedosa centralidad en la región y, al mismo tiempo, mantenerse, sin una competencia nueva como probable destinatario de apoyos económicos y financieros (públicos y privados) en función de su proclamado respeto a la propiedad privada y la libertad de mercado.
Si como advirtió un banco internacional y varios analistas, un triunfo de Edmundo González Urrutia podría haber derivado importantes fondos de asistencia, préstamos e inversiones para la reconstrucción de Venezuela, el resultado negativo para la oposición venezolana podría tener un costado positivo para la gestión de Milei.
En el Gobierno prefieren desconocer o relativizar esos análisis. Y no solo para que no sea visto como un acto de mezquindad. También, lo hacen para sostener la narrativa sobre el atractivo sin competencia que la argentina mileísta encarnaría para inversores y organismos multilaterales de crédito, a pesar de que aún todos ellos muestran cautela o desconfianza respecto del país.
De todas maneras, el más que opaco desenlace del proceso electoral venezolano, augura muchas otras derivaciones aún más complejas, tanto para la propia Venezuela, como para la región y para la Argentina en particular.
Si Caracas ya era una cabeza de playa en el subcontinente de países como China, Rusia e Irán, y enemigo declarado de los Estados Unidos, la posible perpetuación del régimen tendería a profundizar esas alianzas. La tensión podría alcanzar de esa manera picos inquietantes.
Será un dato crucial la posición que adopte Brasil frente a esta situación. La toma de distancia que Lula da Silva pareció haber tomado en los días previos al demandar a Maduro que aceptara el resultado de las urnas será puesta a prueba con este escenario controversial. Habrá que ver si Venezuela sirve para acercar o para alejar más a Buenos Aires de Brasilia de lo que ya están.
El protagonismo de Milei y su gobierno en el escenario internacional encuentra ahora un nuevo estímulo y un motivo para reforzar su demanda de apoyo a los países democráticos occidentales, empezando por los Estados Unidos, y de los organismos multilaterales de crédito, con el FMI a la cabeza. Pero en un contexto más complicado y más tenso.
El opaco desenlace de la elección venezolana tiene y tendrá muchas reverberaciones en la Argentina.
30/07/2024 a las 12:32 AM
TODO PODER NECESITA DEL CONOCIMIENTO DE LAS INTENCIONES DEL ADVERSARIO.
YA SEA PARA PROTEGERSE O PARA ATACARLO.
PEDIR QUE SE HAGA «INTELIGENCIA DENTRO DE LA LEY»,
ES ABSURDO EN LA MAYORIA DE LOS CASOS.
EN SI MISMA, NO ES NI BUENA NI MALA, ES UNA HERRAMIENTA NECESARIA E IMPRESCINDIBLE.
NADA TIENE QUE VER LA INTELIGENCIA COMO ACTIVIDAD, CON LA DEMOCRACIA.
CON ESTA ULTIMA, SI TIENE QUE VER, QUE SE HACE CON EL CONOCIMIENTO OBTENIDO POR LA «INTELIGENCIA».
ES EN ESE ASPECTO, DONDE PODRIA TENER VINCULACION CON LA DEMOCRACIA, NO EN EL CONOCIMIENTO EN SI.
LOS FONDOS ADJUDICADOS A LA ACTIVIDAD, CONTRARIAMENTE A LO QUE SE DICE, SI SON AUDITADOS.
SOLO QUE TIENEN UN SECRETISMO QUE, SOLO UN JUEZ Y EN CONTADOS CASOS PUEDE OBLIGAR A PUBLICAR.
INFORMATE MEJOR KRUSE, PORQUE ESCRIBIR UN LIBRO NO SIGNIFICA DECIR LA VERDAD, CUALQUIERA PUEDE HACERLO, CON UN POCO DE HABILIDAD PARA LA SANATA.