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"Juzgo imposible describir las cosas contemporáneas sin ofender a muchos". Maquiavelo

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Sociedad

Rebelión en la granja

Por Carlos E. Viana.-

«En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario», George Orwell.

La hiena, la cotorra, la zorrina y el juez vizcacha

Cualquier similitud con la realidad es pura casualidad, usted aplíquela como quiera, pero no se enoje si descubre la verdad.

Había una vez, en un planeta tan lejano, que estaba por caerse de la galaxia, una comarca con un peculiar gobierno. Desde la rebelión contra los humanos reinaba una hiena, que estaba a acostumbrada a quedarse con el pasto que les tocaba a las ovejas. Lo que implicaba una revolución genial, porque Maquiavelo aconsejaba como robarle a los ricos, pero hay que ser muy sabio para hacerlo con los pobres.

El León

Hete aquí que creían haber domesticado bien a un León, que había sobrevivido a la persecución de los acusados de melenudos oligarcas.

El León debía investigar sobre un viejo asesinato masivo de animales, cometido por los habitantes de otro reino muy lejano, llamados los asesinos, muy enojados porque no habían querido darles el conocimiento del rayo de la muerte.

La hiena que tenía una gran simpatía por los asesinos, al punto tal de regalarle dinero y pensiones, se amigó con estos otros asesinos. Hasta llegó a brindarles una sonrisa, gesto que debió fingir forzadamente, porque por lo general aullaba.

El León proclamo que denunciaría a la hiena, ante el consejo de los pavos, por haber traicionado a los animales, cosa que le preocupó a la reina hiena, pero que en realidad estaba equivocada, porque al consejo lo dominaba una subespecie que ella comandaba ultradisciplinadísimamente, la de los pavotes.

Fue entonces, que la hiena aulló en arrebato instintivo, “Cállenlo, para siempre”.

Sorpresivamente antes que hablara con los pavos, el León cayó a un hondo abismo y fue encontrado muerto.

Los animales estaban azorados y nadie les brindó consuelo.

La cotorra encargada de ver el caso se llegó al borde del abismo, que ya había sido embarrado por los lobos enviados prestamente por la hiena y que continuaron haciéndolo ante la presencia inmutable de la cotorra.

La cotorra repetía junto con los lobos “ creo que fue suicidio, quac quac quac , creo que fue suicidio, qua quac, quac”, abriendo sus ojos casi hasta su nuca, mientras le temblaba la papada.

Los animales, que aunque animales no eran idiotas, sospechaban que al León lo habían asesinado. La cotorra y algunos ratones del consejo privado de la reina, entre los que sobresalía uno por sus tupidos bigotes, atacaban la memoria del León, que en medio de esta tragicomedia había dado su vida por la Verdad.

Pero hete aquí que la cotorra debía presentar sus quejas a una Zorrina que era su superior.

La Zorrina se mostraba elegante como siempre suele hacerlo su especie. Daba la impresión que su elegante pelaje haría honor a la justicia y así parecieron ser sus primeras medidas. Pero qué difícil es hacer justicia entre los animales.

El juez vizcacha

Apareció entonces el juez vizcacha, influido por un viejo libro, no sabe como, caído en un meteorito, donde se leía:

«Hacete amigo del Juez
-No le dés de qué quejarse;-
Y cuando quiera enojarse
Vos te debés encoger,
Pues siempre es güeno tener
Palenque ande ir a rascarse».

«Nunca le llevés la contra
Porque él manda la gavilla-
Allí sentao en su silla
Ningün güey le sale bravo-
A uno le da con el clavo
y a otro con la cantramilla».

Él había tenido muy buenos resultados de estas sabias palabras, que pertenecían a un tal Hernández. Fue así que cuando recibió expresas instrucciones de la reina hiena para que aconsejara a todos sus colegas, con muchos de los cuales ella tenía problemas por ser amiguísima de lo ajeno, vizcacha siguiendo los deseos de su majestad, les aconsejo a sus colegas, “tené cuidado”, “nunca le lleves la contra porque ella manda la gavilla y allí sentada en su silla, ningún buey le sale malo”, que entra los animales significa sometimiento. Claro que los bueyes además de ser mansos, no tienen testículos. Pero Vizcacha le consiguió a vizcachita que le elevaran un pliego para algo importante. Hay que pensar en la familia, eso de la división de los poderes es viejo.

No sabemos si el juez vizcacha u otro vizcachón habló con la Zorrina, pero hubo cambios extraordinarios y contradictorios en la misma.

Todos esperaban que la Zorrina daría lugar a una averiguación seria de los hechos, dándole lugar a las quejas de la familia del León. ¿Pero en medio de la esperanza, que podría haber pasado? …La zorrina se hizo pichi… y todos saben cómo huele el pichi de zorrina, a la que también se le cayó la Z mayúscula y hasta algunos dicen que hubo de por medio un millón de razones. Recordemos que la lógica es primordial en los procedimientos judiciales y que la zorrina lo había estudiado a Kelsen. Entonces aplicó la lógica de la Teoría Pura del Derecho de este autor, deduciendo de la misma que un millón es una buena razón.

La cotorra revoloteaba alrededor de la zorrina cotorreando constantemente mientras, de acuerdo psiquiátricas a raíz de este ilustre caso, el temblor de su papada la desmentía. Los sumisos ratones, lobos amansados, chanchos y una nueva especie llamada alcahuetes, le hacían coro.

Innovaciones judiciales en el reino animal

La zorrina se puso violenta con la familia del León, los retó, pero avanzando en esta lógica judicial innovadora, decidió que intervinieran en la confirmación de los rastros encontrados al borde del precipicio, los lobos que habían embarrado el lugar y los técnicos que ocultaron evidencias. Ellos confirmarían si el León se mato o si lo mataron. Es decir para abreviar tiempos judiciales, ellos decidirían si ellos mismos habían mentido. Y hablando ontológicamnte, es cierto, nadie puede saber más que uno mismo si mintió. Esta extraordinaria y existencial innovación judicial tendría repercusión en la galaxia, porque hasta ese momento se entendía que no se podía ser juez y parte, pero para que complicar tanto las cosas, lo mejor es juzgarse a sí mismo. Algunos payadores entre historias de luz mala, cuentan que la zorrina tenía un retrato suyo en el living de su casa, pero desde entonces lo esquivó, porque como el Retrato de Dorian Grey, le mostraba su alma.

Mefistófeles y la esperanza

Si Goethe hubiera vivido dos siglos atrás en aquel lejanísimo planeta, que se está por caer de la galaxia, podríamos decir que se habría inspirado en este legendario caso para componer su Mefistófeles y lo cierto es que el rojo del infierno señorea en aquella alejada comarca, donde reina la rica hiena roja.

No sabemos cómo termino este cuento, porque la reina hiena prohibió todas las comunicaciones, pero sobrevivieron algunos hombres y tenemos la esperanza, que tal como creo Dios al ser humano, a su imagen y semejanza, es decir con la capacidad de decidir libremente, ya algunas luces han comenzado a destellar en el borde la galaxia. La rebelión del León fue una de ellas.

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Prof. Dr. Carlos E. Viana

Politólogo Doctor en Política y Gobierno Profesor Universitario de Introducción a la Ciencia Política y de Teoría Política I Analista político y periodista

3 comentarios en «Rebelión en la granja»

  • CARLOS VIANA

    Lo suyo no sólo es muy bueno.

    Es el «ELOGIO DE LA CORDURA».

    Un escrito digno de Erasmo de Rotterdam.

    Claro que aquí es digno de Carlos Viana.

    Felicitaciones.

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