Por Luis Alejandro Rizzi.-

Si fuera cierto que la guerra es la continuación de la política por otros medios, no nos quedaría duda que la esencia de la política es la agonalidad.

Una de las acepciones de la palabra “política” que nos ofrece la RAE es “arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado”.

Más bien, diría “traza”, suprimirá la palabra “arte” porque éste tiene un fin estético y me animaría a decir moral.

El delito perfecto, según la acepción de la RAE, sería fruto de un “arte”.

El concepto de la palabra “política” tiene que ver con el “poder”, que es necesario para alcanzar un fin. Sin poder es imposible. En ese sentido, política y agonalidad serían dos palabras integradas en una sola, una suerte de oxímoron al revés.

El actual enfriamiento, que no se sabe bien si es entre China y EEUU o China y Trump, quizás mejor tendríamos que decir entre Trump y China, es en esencia un conflicto político personal, que aún no llegó al nivel de “guerra comercial” aunque lo parezca bastante.

En esta etapa inicial, China y EEUU o Trump, están recurriendo al maniqueísmo, uno u otro, como dilema. Uno es el bien y el otro es el mal, lo que es muy relativo. Por ejemplo, nuestro país necesita de los dos. Prueba de ello es que renovó el “swap” con China, a pesar de la advertencia pública de Scott Bessent. Los dos serian “buenos”. “China no pide”, declaró Milei con sorprendente sinceridad.

Ahora Argentina, que necesita de los dos, quedó a la defensiva, y habrá que ver qué cede para quedar bien con uno y con el otro.

Es diferente el caso de los países que pueden negociar en bloque, como la Unión Europea, que lo hacen en pie de igualdad, sin llegar ni a la guerra ni al conflicto insoluble.

El Mercosur está dividido, con Uruguay y Brasil, que integra el bloque de los BRICS junto a China, India, Rusia y Sudáfrica. Visto de otro modo, China estaría en los dos lados del mostrador, incluso en Argentina.

Lo que uno advierte como simple espectador es que China tiene una política y Trump -EEUU- sólo pulsiones, que no pasan de ser impulsos vegetativos y por tanto irracionales, que nacen en el inconsciente de la persona.

Trump se ve como un “super Trump”, que a su vez lo condiciona y lo “pulsiona” en cualquier dirección, sin rumbo, me animaría a decir que a Trump lo guía el futuro, como pesadilla.

Su pensamiento es centrípeto. El exterior es más que su enemigo; es lo desconocido, lo incierto es su amenaza. En fin, es víctima de su paranoia junto con parte del mundo.

Por el contrario, China, como todo imperio, ejerce un poder centrífugo. La ruta de la seda materializa objetivos políticos.

Por ahora avanza a pesar de los aranceles de Trump, que no son más que su propia trampa.

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