Historia de un conflicto infinito: El despertar de la conciencia nacional palestina
Por Hernán Andrés Kruse.-
Luego de la tregua entre Israel y Hamás, la guerra comenzó a imponer nuevamente sus condiciones. El ejército israelí reportó el domingo 3 de diciembre una cadena de cohetes lanzados por la organización guerrillera islamista contra su territorio. Por su parte, el gobierno de Gaza, en poder de Hamás, y Wafa (la agencia oficial palestina) señalaron que la entrada de un hospital situado en la zona norte del territorio, Kamal Adwan, fue blanco de un ataque israelí. Según Wafa el ataque provocó un número indeterminado de víctimas mientras la organización terrorista islámica acusó al estado israelí de haber violado el derecho humanitario. Desde que se inició el conflicto con Hamás el gobierno del premier Netanyahu no se ha cansado de acusar a Hamás de utilizar hospitales y otras infraestructuras civiles con fines bélicos. Hamás, obviamente, niega semejante acusación.
Daniel Hagari, portavoz del ejército israelí, declaró que las tropas israelíes “continúan expandiendo su operación terrestre contra los principales frentes de Hamás en la Franja de Gaza”. “Donde haya un bastión, allí operan las FDI”. Por su parte, el ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamás, afirmó que desde el inicio del conflicto-sábado 7 de octubre-el número de víctimas fatales supera las 15.000. Semejante número lejos está de ser una fantasía ya que, tal como lo acaban de reconocer las FDI, desde esa fatídica fecha hasta hoy lanzaron unos 10.000 bombardeos aéreos sobre Gaza. Mientras tanto, Estados Unidos tomó la decisión de intensificar los llamados a proteger a los civiles en Gaza. Kamala Harris, vicepresidente de la megapotencia, afirmó que “demasiados palestinos inocentes han muerto”. A modo de réplica, Eylon Levy, portavoz de Netanyahu, culpó de la matanza a Hamás. Entre temores de una regionalización del conflicto, un destructor de la república imperial derribó varios drones sobre el mar Rojo mientras brindaba ayuda a buques comerciales que habían sufrido ataques de parte de Yemen, un aliado incondicional de Hamás (fuente: Infobae, 4/12/023).
El lunes 4 de diciembre tuvo lugar una reunión en la ONU donde testigos relataron detalles macabros del ataque de Hamás contra civiles israelíes el sábado 7 de octubre. Simcha Greinman es un voluntario que ayudó a recoger los restos de las víctimas del asalto de Hamás. “Vi cosas horribles con mis propios ojos y sentí con mis propias manos”, afirmó. Shari Mendes, miembro de una unidad militar israelí encargada de preparar el entierro de las soldados caídas, dijo que el 7 de octubre vio varios cadáveres con “disparos en la entrepierna, en las partes íntimas, en la vagina y en el pecho”. Otras víctimas tenían sus rostros mutilados o varios disparos en el cráneo. Meni Binyamin es jefe de la Unidad de Investigación de Delitos Internacionales de la policía israelí. En una entrevista afirmó que existen documentos que prueban “incidentes violentos de violación, los abusos sexuales más extremos que jamás hayamos visto” contra mujeres y algunos hombres el 7 de octubre pasado. “Hablo de docenas”, agregó. Los funcionarios israelíes aseguraron que los forenses, abrumados por el dantesco escenario, debieron concentrarse al principio en la identificación de los cadáveres, en lugar de hallar pruebas perecederas de delitos de violación. Las víctimas o los testigos presenciales que lograron sobrevivir son pocos y ninguno ha hablado en público. Para confirmar la existencia de hechos aberrantes cometidos por Hamás contra los civiles israelíes, Yael Richert, superintendente de la policía israelí, presentó un video de entrevistas a testigos. Uno de ellos es un paramédico. Afirmó que “los disparos iban dirigidos a los órganos sexuales, lo vimos mucho” (fuente: informe de Katherine Rosman Lisa Lerer, Infobae, 6/12/023).
En las últimas horas el ejército israelí atacó un número indeterminado de objetivos de las milicias palestinas en Gaza, mientras continúa con sus operaciones militares en otros sitios de la Franja, como el campo de refugiados de Yabalia. Un portavoz militar israelí declaró que “en sus operaciones en Jan Yunis, las tropas mataron a terroristas de Hamás y atacaron docenas de objetivos terroristas”. Las fuerzas militares israelíes “se enfrentaron a una célula terrorista que salió de un túnel, matando a dos terroristas en combate y destrozando el acceso a la red subterránea”, agregó. Durante sus acciones militares en Yabalia “las tropas llevaron a cabo una incursión selectiva en un complejo militar perteneciente al Batallón Central de Hamás, donde varios terroristas murieron”. Además, “las fuerzas localizaron una red de túneles subterráneos que salen del complejo, así como un área de entrenamiento y una instalación de almacenamiento de armas”. Mientras tanto, “las fuerzas navales israelíes atacaron instalaciones e infraestructuras militares de Hamás, utilizando municiones precisas y proyectiles”, destacó.
Desde que se inició la guerra el sábado 7 de octubre los desplazados internos en Gaza abarcan casi el 80% de su población. Estamos hablando de casi dos millones de palestinos. Según la agencia oficial de noticias palestinas Wafa, los permanentes ataques aéreos israelíes sobre diferentes puntos en la Franja ha provocado un sinnúmero de muertos, muchos de ellos niños y mujeres. Los ataques estuvieron dirigidos contra numerosos edificios, apartamentos residenciales, propiedades públicas y privadas, y decenas de casas, que, según Israel, Hamás los ha utilizado como fachadas civiles para su infraestructura militar. Se calcula en 16.200 las personas fallecidas por los ataques de Israel en la Franja desde que Hamás invadió su territorio el sábado 7 de octubre, mientras que el número de personas que están bajo los escombros de edificios derribados asciende a 7.000 (fuente: Infobae, 7/12/023).
A continuación paso a transcribir la parte del ensayo de Luciana Manfredi, Maximiliano Uller y Pamela Bezchinsky (“El conflicto árabe-israelí: historia y perspectivas de resolución”, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Bs. As., 2007) que trata el despertar la conciencia nacional palestina y la política israelí a partir de la guerra de 1967.
LA POLÍTICA ISRAELÍ DESDE 1967. EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA NACIONAL PALESTINA
“Sin lugar a duda, la política de Israel a partir de la ocupación militar adoptó un carácter neocolonialista, desoyendo el reclamo de la comunidad internacional de respetar el derecho de autodeterminación del pueblo palestino. En los Territorios Ocupados (que violan la llamada Línea verde, establecida por Naciones Unidas en referencia a las fronteras anteriores a 1967) se crearon administraciones castrenses que en muchos casos aplicaban la justicia militar sobre los palestinos que allí vivían. En efecto, Israel incorporó bajo la órbita de su Estado más de 1,5 millones de palestinos que aún detentan la categoría de refugiados, un concepto muy vago que no permite discernir claramente cuáles son sus alcances. Al margen de la razones de seguridad que mencionamos en el apartado anterior (que llevaron a Israel a extender sus fronteras más allá de la línea verde), lo cierto es que parte de la estrategia que predominó a partir de estos hechos se relacionó con la política de revertir la tendencia demográfica: si se asume que las tasas de crecimiento vegetativo de los árabes eran sustancialmente más importantes que la de los israelíes, el riesgo de que la minoría árabe se transforme en mayoría pondría en peligro la concepción fundamental del Estado, que es su condición de Estado judío.
Tanto la izquierda moderada –principalmente el Laborismo- como la extrema derecha –simbolizada a partir de 1973 por el Likud- comenzaron a soslayar sus divergencias con el fin de endurecer la defensa del país, convirtiendo a los disidentes políticos en objeto de persecución ideológica. La política demográfica se plasmó a través de la creación de asentamientos de colonos judíos en los territorios ocupados. Se llegaron incluso a construir barrios linderos dentro de las ciudades palestinas. De este modo, en el hipotético caso de que hubiera negociaciones de paz con los árabes, estos hechos aparecerían como irreversibles y obstaculizarían los reclamos para la devolución de los territorios. Esta estrategia cobró especial énfasis en Jerusalén oriental, donde la política de aislamiento respecto de Cisjordania, llevada a cabo por el alcalde Teddy Kollek a partir de 1967, con la construcción de asentamientos y de carreteras, dificultaba las comunicaciones entre los palestinos. Finalmente, el 30 de julio de 1980 la Knesset (el parlamento israelí) declaró Jerusalén como capital entera y reunificada del Estado, anexándola definitivamente.
La militarización de los territorios ocupados llevó a un severo cuestionamiento de la propia legitimidad del Estado de Israel, no en cuanto a su derecho de existencia, sino respecto al contenido de su política. Esta era rechazada inclusive por gran parte de la sociedad israelí, que reclamaba la rápida evacuación de las tropas y reconocía la ilegalidad que significaba la construcción de asentamientos. Esta política de ocupación resultaba inconsistente con la ética pionera del sionismo y su lucha contra el colonialismo británico, manifestada además a partir de un trato diferenciado respecto de las minorías –sobre todo los árabes- y su progresiva proletarización. Las condiciones de vida de cientos de miles de palestinos dentro de los territorios ocupados se agravaron a partir de 1967, debido a las características de la ocupación: fuerzas militares que imparten justicia militar, ausencia de derechos civiles y políticos, prohibición para asociarse política y sindicalmente, dificultad para acceder a empleos, requisas permanentes, etc. Asimismo, aquellos árabes que habían decidido permanecer en Israel luego de 1948 y aceptaron su ciudadanía, si bien en líneas generales no tenían las mismas oportunidades que los ciudadanos judíos (en cuanto a educación, salud pública, empleo, etc), obtenían privilegios mayores que los que se encontraban en condición de refugiados.
De acuerdo a lo que nos explica Brieger, la profunda transformación que sufrió el pueblo palestino desde 1948 (apreciable en sus niveles de fragmentación) determinó la existencia de cuatro categorías de palestinos. En primer lugar, aquellos que son ciudadanos israelíes, en segundo lugar, aquellos que viven bajo la ocupación militar en Gaza y Cisjordania y alientan una permanente concientización política que los lleva a replantear su lucha, pero se ven amenazados permanentemente por la opresión israelí. En tercer lugar, aquellos que viven en los países árabes, ya sea en condición de refugiados o asimilados a sus estados (Jordania, Líbano, Egipto, etc) y, por último, los que viven el exilio en el resto del mundo (excluidos los países árabes). Esto determinó que la construcción de la identidad de los palestinos, como pueblo, resultara sumamente compleja, amenazando con diluir su sentido de pertenencia a una cultura y a una nación, que a esta altura de los hechos aparecía como una exigencia impostergable. En pleno proceso de descolonización, los palestinos aparecían como víctimas de una dura política de colonización, ante la indiferencia de buena parte del mundo –incluido el mundo árabe y la impotencia de otros, que los forzaba a llevar a cabo una resistencia que tomaría características violentas”.
LA OLP: LA LUCHA POR AFIANZARSE COMO PUEBLO Y NACIÓN
“Algunos párrafos más arriba explicábamos que el término refugiado, con el que se designaba a los palestinos que vivían en los Territorios Ocupados por Israel según la Resolución 181 y 242, era un concepto vago y vaciado de contenido. En otras palabras, no contenía las verdaderas diferencias cualitativas respecto al mosaico de situaciones que vivían los distintos palestinos en el mundo. Por otra parte, las esperanzas depositadas en los líderes nacionalistas (que utilizaban el problema palestino como instrumento de legitimación frente a sus gobernados) comenzaron a desvanecerse producto de su incapacidad para obtener una victoria en el campo militar frente a Israel que posibilitara el retorno a sus territorios. Las derrotas de 1956 y 1967 (la última, particularmente humillante, fue rebautizada como Nakba –desgracia- por los árabes; término que alguna vez se utilizó para referirse al nacimiento de Israel) demostraron que los países árabes eran impotentes para liberar a los palestinos del yugo israelí y que esto sólo sería posible a través de su propia lucha. A diferencia del resto de los árabes, la dispersión de los palestinos en el mundo posibilitó que se formara una importante intelectualidad y cuadros políticos muy comprometidos, sobre todo en aquellos lugares donde sufrían el exilio. Esto permitió transmitir la ideología de lucha y liberación hacia aquellos que más sufrían la imposibilidad de unirse en una misma nación, fundamentalmente los que vivían en los territorios ocupados.
En 1964, el Consejo Nacional Palestino reunido en Jerusalén decidía crear la Organización Para la Liberación de Palestina (OLP) como único representante de su pueblo bajo la presidencia de Ahmad Shukairy: una organización suprapartidaria, aglutinante de movimientos políticos militantes (llamados «organizaciones de la resistencia palestina»), asociaciones populares (sindicales, educativas, etc) y entidades y personas independientes; organización que se planteaba objetivos «maximalistas», es decir, no contemplaba etapas intermedias. El objetivo central era el combate contra el sionismo y la lucha armada era el instrumento para lograr la recuperación de lo que ellos solían denominar la «Palestina histórica» y la tan ansiada independencia. El objetivo: fundar un Estado. Dentro de los movimientos u organizaciones militantes, existía una miríada de grupos que reivindicaban la liberación de Palestina desde distintas percepciones ideológicas. Así, se podían encontrar organizaciones como Al Fatah, fundado por Yasser Arafat, partido de tendencia socialdemócrata y fuertemente nacionalista, el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), creado por George Habash, de raíz marxista-leninista y pro-soviético y el Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP), escindido del anterior y cercano al maoísmo.
El hecho de que en la OLP predominara una ideología nacionalista y laica, producto de que los palestinos aún se encontraban luchando por su independencia y con una potencia ocupante sobre su territorio, divergía respecto de estos que habían encabezado las revueltas de 1935 y 1936, cuya base ideológica era fundamentalmente islámica y clánica. En consecuencia, el surgimiento de la OLP bajo el liderazgo de Yasser Arafat significó un nuevo punto de inflexión para la dinámica del conflicto y el futuro del pueblo palestino, cuyo gran mérito es haberle devuelto su identidad. Es interesante señalar que la construcción del sujeto pueblo resultó particularmente compleja para los palestinos. Los estados árabes ya consolidados habían tomado bajo su tutela la lucha de aquellos, pero sin éxito y, en algunos casos, comenzaban a desentenderse; además, la clasificación de refugiados que había determinado la ONU dejaba de lado toda consideración al respecto y parecía diluir la condición de pueblo por ellos reivindicada”.