Institucionalizando impotencia
Por Claudio Valdez.-
Curiosamente sucede que: “Las amistades que se adquieren mediante un precio y no por grandeza y nobleza de alma se compran pero no se poseen y en la necesidad, no se pueden emplear. Y los hombres tienen menos dificultad en ofender a quien se hace amar que a quien se hace temer”. Por ello el político puede llegar a ser temido pero siempre evitando ser odiado, y “…por sobre todo, abstenerse del patrimonio ajeno; porque los hombres olvidan más presto la muerte de su propio padre que la pérdida de sus bienes” (El príncipe, Nicolás Maquiavelo).
En La Argentina actual los “ruidos mediáticos judiciales” acerca de delitos contra el Estado, e incluso particulares, por parte de dirigentes, funcionarios y consecuentes cómplices se perciben amortiguados debido a las múltiples instancias y a los tiempos transcurridos. Un lamentado sentimiento de pérdida se evidencia en la incredulidad y decepción ciudadana, que a pesar de la desesperanza intenta compensar mediante conveniente oportunismo.
En una anécdota evangélica acerca de la aplicación de “la ley” (de Moisés para el caso) Jesús respondió: “El que esté sin pecado, arroje primero la piedra”. Habiéndose quedado solo con la adúltera, le dijo: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban?, ¿ninguno te ha condenado?” (San Juan VIII. 10). Así como aquellos escribas y fariseos amonestados optaron por retirarse, pareciera ser también la “prudente vocación” de no pocos de los actuales magistrados en “nuestros pagos”.
Es de advertirse que la ineficiencia para rectificar prontamente las inconveniencias socioculturales reproduce las anomalías comunitarias padecidas. A modo de ejemplo: “Es evidente que en una ciudad donde veas mendigos, andarán ocultos ladrones, rateros, saqueadores de templos y delincuentes de toda especie” (…) “¿Y no afirmaremos, acaso, que la falta de educación, la mala crianza y la mala organización política han hecho nacer allí esta clase de individuos?” (República. Platón 427-347a.C).
Realidad que no pareciera extraña desde hace décadas en nuestro país. No obstante, todos los dirigentes y candidatos en tiempos electorales la denuncian, declaman y apelan por superarla, pero con gran disposición para aprovecharla en interés propio. Su sola reiterada mención esboza “confesión de parte” de los políticos profesionales, quienes son responsables de haber continuado “institucionalizando impotencia” en la nación por más de 40 años: miseria moral y material es la inevitable consecuencia.
Hay que darle Viagra a los órganos de contralor del Estado.