Informador Público

"Juzgo imposible describir las cosas contemporáneas sin ofender a muchos". Maquiavelo

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"Juzgo imposible describir las cosas contemporáneas sin ofender a muchos". Maquiavelo

Opinión

Entre el grito y la razón

Por Italo Pallotti.-

Determinados momentos de nuestra historia se vivieron con cierto orgullo porque los principios que traía la educación, en todos los niveles, se iban capitalizando de forma tal que la sociedad pudo sentir la satisfacción de los resultados que ese proceder aportaba. Pero, como lo bueno parece durar poco, vino un tiempo donde la decadencia moral de modo silencioso, subrepticiamente, se fue inoculando en el cuerpo social; casi de una manera enfermiza; contando, eso hay que admitirlo, con la tolerancia de una mayoría que en el andar cotidiano fue virando hacia lo opuesto de lo aconsejado, hasta caer víctima de los mayores estropicios. Como si esto, porque casi siempre le tocaba al otro, nos permitía escapar sin, en apariencia, sufrir mayores consecuencias. La indiferencia, unas veces, la resignación en otras, fue quirúrgicamente lacerando el cuerpo y el alma del ciudadano común. Todo hoy se enmarca en un escenario, en muchos aspectos, ni siquiera comparable a lo que en otros momentos de la historia, llevaron a los militares (y civiles, es justo decirlo) a interrumpir los procesos democráticos. La basura, el deterioro y el desastre que quedó como residual del gobierno anterior es de dimensiones pocas veces vista. Hay una multiplicidad de factores a resolver que sin duda requerirá de una mano fuerte, de una templanza formidable y de una lucidez y sensatez, no muy común en la dirigencia nacional, lamentablemente.

No hay duda que entre los desafíos a los que debemos enfrentarnos, en el corto plazo, es de recobrar la memoria y la serenidad. Admitir que debemos dar vuelta, ya, la página de esta historia que nos está atravesando de un modo brutal. ¿Hasta cuándo permitiremos que nos ataquen grupos ideológicamente preparados con discursos vetustos, apolillados? Nada será posible si no se intenta cambiar y recobrar el clima de paz necesario para reinsertarnos civilizadamente a la vida social de la nación. Hay un sector infectado por el dolor de haber perdido y preso de la añoranza de un tiempo que promete quedar sepultado. Porque otra salida, con la vieja retórica costumbrista del atraso y la decadencia, volverían a golpear la puerta del relato y el engaño. No por simple deducción, sino porque los actores con su mensaje disruptivo, solo prometen más desasosiego y acciones que en nada hacen entrever algo distinto; todo lo contrario. Siempre conservan un lenguaje patotero, rústico, torpe, para quien lo necesite. Es su esencia.

La República, a raíz del conflicto con las Universidades (silenciado, seguramente por poco tiempo, el de los jubilados) está hoy de nuevo en una especie de intemperie, sin nada que la cubra, donde el grito y la razón se enfrentan en una lucha frontal. Donde la intemperancia, el desenfreno verbal, el insulto y la agresión física parecen ser el formato donde la inconexión presagia momentos de mucha desdicha; para un ambiente tan proclive a las disidencias y las ideas refractarias a la opinión ajena. Nada que no sea la insensatez se moldea, por ahora, en ese marco. No es cuestión del que manda u obedece. La coincidencia, aunque con matices, deberá allanar el camino. Hoy, lleno de malezas, donde sólo el sentido común y el más lúcido criterio, libre de fanatismos, deberá aportar la solución. Hay muchos convidados de piedra en esa lucha. ¿Alguien está pensando en ellos? En la mezcla de farsa y tragedia los que más sufren son los inocentes. Es de esperar que estos no pierdan el coraje, y sobre todo, la paciencia.

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