Por Hernán Andrés Kruse.-

Políticos, empresarios, líderes sociales y de la comunidad judía, periodistas y artistas fueron invitados por la embajada israelí en Buenos Aires para ver un video que registra las atrocidades cometidas por los terroristas de Hamás contra los israelíes en la dantesca mañana del 7 de octubre. Eyal Sela, embajador de Israel en Buenos Aires, y el coronel Amit Guy, Agregado de Defensa israelí, se encargaron de hacer la presentación de rigor. Todas las imágenes, crudas y sin editar, fueron autorizadas por los familiares de las víctimas. En el video-realizado por los propios terroristas islámicos- se observan secuestros, decapitaciones, ultrajes a cuerpos sin vida, fusilamientos a plena luz del día e incendio de viviendas. Fue una feroz demostración de un sadismo sin límites. Al mismo tiempo, fue repartida a los presentes la carta fundacional de Hamás del 18 de agosto de 1988, en la que se lee lo siguiente: “El día del Juicio no llegará hasta que los musulmanes no luchen contra los judíos y les den muerte. Entonces, los judíos se esconderán detrás de las rocas y de los árboles y éstos últimos gritarán: “¡Oh, musulmán!, un judío se esconde detrás de mí, ven a matarlo” (artículo 7). Al concluir la grabación el embajador Sela lanzó las siguientes frases: “La idea de mostrar esto es para que se sepa que existió, que entraron en las casas”; “lo que más duele es ver cómo festejan los asesinatos”; “es la peor masacre contra judíos desde la Segunda Guerra Mundial, desde el Holocausto”; “cada uno que no condena esto, premia a Hamás”; “no hay información de los secuestrados”; “el primer objetivo de Israel es liberar a los rehenes” (fuente: Laureano Pérez Izquierdo, “43 minutos imposibles de borrar: Israel proyectó imágnes inéditas de la masacre terrorista de Hamás”, Infobae, 16/11/023).

En las primeras horas del miércoles 15 de noviembre las Fuerzas de Defensa de Israel ingresaron al Hospital Al Shifa de Gaza. Lo hicieron con el convencimiento de que ese centro público de salud funciona o ha funcionado hasta hace muy poco como cuartel general de Hamás. Luego de horas de una búsqueda incesante el Teniente Coronel Jonathan Conricus mostró lo que fue encontrado en un video: “Algunas de las cosas más interesantes que hemos encontrado confirman totalmente, sin ninguna duda, que Hamás utiliza sistemáticamente los hospitales en sus operaciones militares, violando el derecho internacional”. “Hay un AK-47, cartuchos y municiones. Hay granadas aquí. Por supuesto, uniformes y todo esto estaba escondido muy convenientemente, en secreto, detrás de la máquina de resonancia magnética. En el otro lado, encontramos una mochila con lo que parece ser inteligencia muy importante, incluyendo una laptop”, explica el militar. A su vez, advierte que, desmintiendo a Hamás, no hay escasez de médicos. Por último, expresa lo siguiente en relación con el hallazgo de una computadora portátil: “La encontramos en la sala de resonancia magnética. Este es el aspecto del portátil. No sé a quién pertenecía, pero ahora está siendo analizada por nuestra gente de información. Radio táctica, comunicaciones que analizaremos, muchos discos que serán analizados. Y el ordenador que a primera vista ya aporta muchas pruebas contundentes” (fuente: Infobae, 16/11/023).

Al día siguiente el ejército de Israel logró el control del puerto de Gaza. “En la incursión combinada de las fuerzas navales, blindadas y de ingenieros junto con la fuerza aérea se destruyeron unos diez pozos de túneles y cuatro edificios que constituyen infraestructura terrorista”, se lee en el informe. A su vez, las tropas judías aseguraron haber eliminado 10 terroristas y desalojado todos los edificios de la zona del fondeadero. Según Israel la organización terrorista islámica utilizaba el puerto como lugar de entrenamiento para efectuar ataques en el mar: “Bajo la apariencia de un fondadero naval civil, Hamás aprovechó el lugar para entrenarse y llevar a cabo actos terroristas, utilizando buques civiles y la Policía Marítima de Gaza” (fuente: Infobae, 16/11/023).

Yehudit Weiss, de 65 años, había sido tomada prisionera por Hamás el 7 de octubre. En las últimas horas su cadáver fue recuperado por el ejército israelí en las inmediaciones del hospital Al Shifa, en la Franja de Gaza. Daniel Hagari, portavoz del ejército, dijo: “Yehudit Weiss fue asesinada por terroristas en la Franja de Gaza y no logramos localizarla a tiempo”. La señora Weiss trabajaba en el jardín de infantes y en el comedor del kibutz Be`eri el 7 de octubre, y en el momento de su secuestro estaba recibiendo tratamiento de radiación por un cáncer de mama (fuente: Minerva Peri, Infobae, 16/11/023).

Noa Marciano tenía 19 años. Era miembro de la unidad 414 del Cuerpo de Inteligencia de Combate. Fue secuestrada el 7 de octubre por Hamás. En ese momento estaba destinada en la base de Nahal Oz. El viernes 17 las Fuerzas de Defensa de Israel recuperaron su cuerpo. Se encontraba en una estructura adyacente al hospital Al Shifa de Gaza. En un comunicado el ejército israelí señaló: “El cuerpo de la soldado Noa Marciano, que fue secuestrada por la organización terrorista Hamás, fue recuperado por las tropas del Ejército de una estructura adyacente al hospital Al Shifa de Gaza y trasladado a territorio israelí”. “Tras un proceso de identificación realizado por personal médico militar y del rabinato, representantes de las FDI informaron ayer a su familia que su cuerpo fue extraído y devuelto a territorio israelí” (fuente: Infobae, 17/11/023).

El viernes 17 de noviembre el ejército israelí atacó por aire un campo de refugiados en Cisjordania, donde se encontraba, según informaron las Fuerzas de Defensa de Israel, un escondite que servía para la planificación de atentatos terroristas inminentes contra blancos civiles y militares israelíes. Uno de los terroristas abatidos es Muhammed Zahed quien participó en atentados contra la zona de Nablús. En un comunicado el ejército israelí dijo que “durante la actividad, los terroristas dispararon contra los efectivos, que respondieron con fuego real. No se registraron heridos entre las FDI”. Por su parte, Hidai Zilberman, portavoz de las FDI, advirtió que Israel no tolerará ningún intento de dañar a sus ciudadanos y soldados y continuará actuando con determinación contra el terrorismo”.

En las últimas horas las Fuerzas de Defensa de Israel aseguraron haber detenido un ataque terrorista procedente desde Líbano, inmediatamente después de haber informado que las alarmas habían comenzado a sonar en el norte del país. En su cuenta de la red social X el ejército israelí manifestó que “tras la alerta en el norte del país, nuestros cazas de defensa aérea han interceptado con éxito un misil aire-tierra lanzado desde territorio libanés contra un avión tripulado remotamente de las FDI”. “Mientras las tropas de las FDI están operando contra Hamás en Gaza, las sirenas han estado sonando en el norte de Israel todos los días durante más de dos semanas” (fuente: Infobae, 18/11/023).

El domingo 19 de noviembre una noticia trajo cierto alivio para quienes habitan la Franja de Gaza. Israel, Estados Unidos y Hamás están cerca de sellar un acuerdo que garantice la liberación de decenas de mujeres y niños retenidos como rehenes en Gaza luego de la invasión de Hamás a Israel. Las partes en conflicto se comprometerían a deponer las armas durante al menos cinco días mientras se produce la liberación de los rehenes. La vigilancia aérea tendría a su cargo el monitoreo del movimiento en el suelo para controlar el cese del fuego. La planificación del acuerdo tuvo lugar en Doha, Qatar. Israel, Estados Unidos y Hamás fueron representados por mediadores de ese país árabe y de otros países, según fuentes diplomáticas árabes.

La suerte de los cautivos y el elevado número de civiles palestinos muertos por los bombardeos no hicieron más que incrementar la presión sobre Benjamín Netanyahu. Ya son más de un centenar los países que exigen un alto el fuego de manera completa e inmediata. Se trata de una difícil decisión para el premier israelí porque, por un lado, hay una fuerte presión dentro de Israel para garantizar el regreso de los rehenes a Israel, pero, por otro lado, también hay otra fuerte presión interna para que no negocie con una organización terrorista como Hamás. El viernes 17 Tzachi Haegbi, jefe del Consejo de Seguridad Nacional de Israel, aseguró a los periodistas que el gabinete de guerra tomó la decisión de acordar un cese del fuego pero por tiempo muy limitado, siempre que con anterioridad haya tenido lugar una liberación masiva de los rehenes. Al día siguiente el propio Netanyahu expresó que la ofensiva militar sobre Hamás continuaría pese a que al mismo tiempo defendía la decisión de autorizar las primeras transferencias de combustible a Gaza desde el inicio del conflicto bélico (fuente: Infobae, el informe de Karen De Young, 19/11/023).

El domingo 19 de noviembre Jon Finer, Vice Consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, expresó que un acuerdo que garantice la liberación de un buen número de rehenes (más de doce) aseguraría una pausa bélica prolongada y garantizaría la ayuda humanitaria en Gaza. “Lo que puedo decir en este momento es que algunas de las áreas de desacuerdo pendientes, en una negociación muy complicada y muy sensible, se han reducido”. “Creo que estamos más cerca de lo que hemos estado en mucho tiempo de cerrar este acuerdo”, manifestó el funcionario. Por su parte, Michael Herzog, embajador israelí en Estados Unidos, afirmó que su país espera de Hamás un acto de buena voluntad en los próximos días, en obvia alusión a la liberación de un número significativo de rehenes. Sin embargo, Finer aseguró que “nada está acordado hasta que todo está acordado. Negociaciones tan delicadas como ésta pueden venirse abajo en el último minuto” (fuente: Infobae, el informe de David Morgan y Jasper Ward, 19/11/023).

Finalmente Israel y Hamás lograron acordar un alto el fuego para garantizar la liberación de medio centenar de rehenes, entre mujeres y niños, del total de 240 secuestrados por Hamás el 7 de octubre. “Tenemos ante nosotros una decisión difícil esta noche, pero es una decisión correcta”, afirmó Netanyahu. La tregua será de cuatro días, lo que en la práctica significará el cese de los combates en el terreno y un límite a los bombardeos en el sur de Gaza. La televisión israelí informó que el cese temporal de las hostilidades dará comienzo el jueves 23. La organización terrorista islámica llevará los rehenes elegidos a Egipto y de allí serán trasladados a Israel. Como contrapartida, Israel deberá liberar a un centenar y medio de prisioneros palestinos, mayoritariamente mujeres y niños. Esta tregua, sin embargo, lejos está de ser el comienzo de un proceso de negocaciones tendientes a dar por terminada la guerra. El primer ministro israelí se encargó de desmentirlo: “Quiero aclarar. Estamos en guerra y seguiremos estando en guerra hasta que obtengamos todos nuestros objetivos, destruir a Hamás y devolver a todos nuestros cautivos y desaparecidos” (fuente: Infobae, el informe de EFE y Europa Press, 21/11/023).

A continuación paso a transcribir lo que Luciana Manfredi, Pamela Bezchinsky y Maximiliano Uller escribieron sobre las guerras de1956 y 1967 (la guerra de los seis días) (“El conflicto árabe-israelí: Historia y perspectivas de resolución”, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Departamento de Economía y Política Internacional, 2007).

LA GUERRA DEL SINAÍ: UNA EFÍMERA VICTORIA POLÍTICA PARA LOS ÁRABES

“Las consecuencias inmediatas de la guerra de 1948 planteaban un escenario complejo. Israel había violado la Resolución 181 (II) –a la cual paradójicamente adhería- anexando un 25% más del territorio otorgado por Naciones Unidas para sus fronteras, había ocupado ilegalmente el sector occidental de la ciudad de Jerusalén, declarándola capital en 1950 (en reemplazo de Tel Aviv) y se había negado a redactar una constitución nacional, algo que perdura hasta el día de hoy. Egipto había anexado Gaza y Abdullah unificaba Transjordania con Cisjordania, adoptando el nombre actual del Reino Hachemita de Jordania, en medio de la dramática situación de los aproximadamente 800.000 refugiados que sufrían la marginación, incluso por parte de los mismos árabes. Pronto las esperanzas comenzaron a alimentarse en los campamentos de refugiados y entre los exiliados de la diáspora palestina, quienes suponían que estos nuevos movimientos políticos que prometían el desarrollo y la recuperación de los territorios solucionarían el problema expulsando a los israelíes de Medio Oriente. Esta solía ser por lo general la retórica empleada por los líderes nacionalistas.

En 1956, Egipto decide nacionalizar el Canal de Suez, obligando la retirada de las tropas franco-británicas allí apostadas desde hacía décadas y bloqueando la salida al mar por el Golfo de Acqaba a los israelíes. La Guerra del Sinaí, nombre con el que popularmente se la conoce, fue una acción conjunta de los israelíes, británicos y franceses, estos últimos preocupados por el perjuicio que la medida podía llegar a causar a sus intereses petroleros en la región. Israel, por su parte, había desviado temporalmente el curso del río Jordán, a los efectos de realizar trabajos de irrigación en el desierto del Neguev, recibiendo un fuerte ultimatum de Siria, Egipto y Estados Unidos para suspender las actividades. Asimismo, Nasser se había inclinado definitivamente hacia el bloque socialista, tras eludir las intenciones de Estados Unidos para incluirlo en el Pacto de Bagdad y tras el fracaso de las negociaciones para la construcción de la represa de Asuán, que a priori iba a ser financiada con capitales norteamericanos. Las acciones militares en territorio egipcio, por parte del ejército israelí al mando del general Moshe Dayan (apoyadas por franceses -comprometidos en su guerra colonial en Argelia- y británicos), concluyeron con la victoria sionista y la restitución de la navegación en el canal, junto con la recuperación de la Franja de Gaza.

Sin embargo, no son los resultados militares lo que interesa destacar. La percepción de los árabes indicaba que la imagen de este ejército distaba mucho de la que tenían en 1948; entendían que, a pesar de la derrota, sus hombres habían luchado valerosamente frente al enemigo sionista y sus aliados europeos. La popularidad del régimen iba en ascenso; algunas acciones políticas, aún cuando fueran meramente retóricas, demostraban la intención de reafirmar el resurgir del orgullo árabe y consolidar este singular modelo socialista que se manifestaba a través de la cooperación entre clases, sobre todo a partir de las expropiaciones hechas a los terratenientes, el sostenido proceso de nacionalizaciones y la alianza con la burguesía. No obstante, es importante remarcar que mientras Nasser viraba definitivamente hacia la Unión Soviética, los comunistas eran ferozmente reprimidos en Egipto.

La verdadera victoria política de Nasser fue la exacerbación de su política anti-israelí y el contagio de su impronta revolucionaria. Así, tras las revoluciones iraquí y siria (ambas en 1958), el socialismo árabe experimentó una expansión inesperada que lo contraponía a los Estados monárquicos ultraconservadores liderados por Arabia Saudí. Estos permanecían alineados incondicionalmente con occidente, en el marco de lo que los historiadores han denominado comúnmente como Guerra Fría Árabe. La efímera unidad sirio-egipcia bajo la República Árabe Unida (RAU), entre 1958 y 1961, representa quizás la expresión más cabal de este fenómeno”.

LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA DEL 67: EL FRACASO DEL NACIONALISMO ÁRABE Y EL ENDURECIMIENTO DE LA POLÍTICA ISRAELÍ

“El fracaso de la RAU simbolizaba tal vez el comienzo del final del sueño panarabista pergeñado desde los círculos oficiales, frente a la creciente necesidad de canalizar las crisis internas a través de la propaganda anti-israelí y el desgaste sufrido por la guerra civil en Yemen. Las falencias estructurales de los regímenes nacionalistas que no operaban sobre los cambios sociales y políticos esperados por las masas (persistencia de las desigualdades económicas, ausencia de participación política, etc.) comenzaban a presentar fisuras que comprometían seriamente su continuidad. Como afirma Fouad Ajami, “Como el peligro de la traición y la rutina siempre se hallan presentes, la diferencia crítica estriba en saber si la revolución, antes de establecerse, logra algunos cambios radicales en los pensamientos y las costumbres de la gente, del sistema económico y de la distribución del poder”. La tragedia de la revolución árabe consistió en que no hizo ninguna de estas cosas. La permanente utilización del problema palestino, como herramienta de legitimación de un conflicto perenne con Israel, implicó no sólo la inversión de cuantiosos recursos en equipamiento militar (para afrontar los eventuales enfrentamientos), sino también la alienación de las masas tras un discurso plagado de referencias demagógicas sobre el trágico destino de «nuestros hermanos del otro lado del Sinaí», que cumplía con el doble efecto de perpetuar el conflicto y, además, ocultar las hondas contradicciones que asomaban sobre el modelo corporativista. Por otra parte, Israel continuaba con su estrategia de aumentar la tendencia demográfica (la población entre 1948 y 1967 se había cuadruplicado) a través de la inmigración y se encontraba en una etapa de esplendor económico, con importantes tasas de crecimiento.

Las tensiones aumentaron en 1967, luego del retiro de la ONU y el cierre del Estrecho de Tirán. En la madrugada del 5 de junio, la fuerza aérea israelí, apoyada en la idea de «ataque preventivo», atacó posiciones egipcias en la península del Sinaí. La rápida victoria israelí, basada sobre todo en su superioridad militar y en una mayor preparación, fue una clara muestra de los errores de percepción que tenían los árabes respecto de la supuesta intervención de Estados Unidos como mediador del conflicto. La hipótesis clásica, avalada por los árabes, de que Israel era un «agente del imperialismo» se derrumbaba. Aun cuando se comprobase la histórica vinculación entre ambos países, se afirmaba la condición de Israel de potencia de Medio Oriente, apoyada en su creciente poderío militar, económico y tecnológico. Pero lo más importante de la victoria israelí fue la expansión de sus fronteras territoriales. Como se puede observar en el mapa 5, Israel ocupó la península del Sinaí (egipcia), la Franja de Gaza y Cisjordania (administradas por Egipto y Jordania, respectivamente) y las Alturas del Golán (Siria), además de anexar el sector oriental de la ciudad de Jerusalén. De esta manera, en el mundo de 1967, donde las guerras aún se definían a través de batallas prácticamente «cuerpo a cuerpo», la existencia de fronteras tan estrechas entre Israel y sus vecinos justificaba, desde el punto de vista del Estado, una expansión que alejaba considerablemente el peligro de incursiones en su territorio.

Así, la ocupación de Cisjordania (que aumentaba considerablemente la magra distancia de quince kilómetros respecto de la frontera con Jordania) suponía alejar virtualmente el peligro de ataques con tanques o misiles sobre Israel; por otra parte, el Sinaí se convertía en una infranqueable barrera contra los avances de las tropas egipcias. Quizás el punto más importante sea la anexión de Jerusalén oriental. La violación de la resolución 181 (II), que otorgaba a la ciudad el status de «ciudad internacionalizada», implicaba no sólo la culminación de un deseo de la clase política israelí de «reconquistar» la Ciudad Vieja, sino también una manera de fijar una postura intransigente frente a futuras negociaciones con los árabes. La humillación que significó para estos la ocupación y anexión del tercer lugar sagrado del Islam, donde se encuentra la mezquita de al-Aqsa, radicalizó los antagonismos entre ambos pueblos, incorporando la dimensión religiosa a un conflicto esencialmente político, afianzando el concepto de «reunificación histórica» de la ciudad que ponía en tela de juicio el carácter secular del Estado de Israel. El 22 de noviembre de 1967, la ONU aprobó por unanimidad la Resolución 242 que intimaba a Israel a abandonar los territorios ocupados tras la Guerra de los Seis días (incluyendo Jerusalén) y afirmaba que «…se debe respetar y reconocer la soberanía, integridad territorial e independencia política de todos los Estados de la zona y de su derecho a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas y libres de amenaza o actos de fuerza» (artículo 1.2). Además señala que se debe «lograr una solución justa para el problema de los refugiados» (articulo 2b) y se debe «garantizar la inviolabilidad territorial e independencia política de todos los Estados, adoptando medidas que incluyan la creación de zonas desmilitarizadas» (artículo 2c).

Sin embargo, el contenido de fondo de la resolución continuaba con la lógica de utilizar la categoría «refugiado» para denominar a los palestinos, hecho que les provocaba profundo rechazo -principalmente a aquellos que vivían en la diáspora y en los campamentos de Cisjordania y Gaza- al no ser reconocidos como pueblo. Como se puede observar en las tablas 1 y 2, entre 1955 y 2000, la población refugiada no ha cesado de crecer, manteniéndose incluso el porcentaje de palestinos refugiados en campos. En consecuencia, la ocupación israelí de 1967 extendió sus fronteras hasta el 100% del territorio de Palestina (aunque no los incorporó formalmente al Estado) e incluso hacia zonas que pertenecían a Estados soberanos, iniciando una de las fases más agudas del conflicto que posicionaba al país como potencia regional indiscutible”.

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