Por Hernán Andrés Kruse.-

El lunes 30 de diciembre de 2024 falleció el periodista más relevante del país a partir de la década del ochenta. Luego de padecer una internación en el Hospital Italiano de seis meses, finalmente su cuerpo dijo “basta” en las horas previas al comienzo de un nuevo año. Jorge Lanata era muy inteligente, rebelde y provocador. Se destacó tanto en la prensa gráfica como en la prensa oral y en la televisiva. Fundó los diarios Página/12 y Crítica de la Argentina, además de varias revistas. En televisión fue el creador de programas por demás exitosos como Día D, Periodismo Para Todos y Lanata Sin Filtro. Escribió varios libros, entre ellos dos tomos de historia argentina, y fue líder en la radio durante más de una década. Sus investigaciones sobre la corrupción durante el menemismo y el kirchnerismo fueron épicas. Con Lanata no había grises: se lo amaba o se lo odiaba con igual intensidad (fuente: Matías Bauso, Infobae, 30/12/024).

Lanata experimentó un cambio radical durante su brillante carrera como periodista. Porque de haber tenido, mientras fue director de Página/12, como sponsor al grupo guerrillero Todos Por la Patria, que en enero de 1989 asaltó el regimiento militar de La Tablada, pasó a trabajar en el Grupo Clarín, bajo las órdenes de Héctor Magnetto. Ello explica el odio que desde ese momento le profesó el progresismo y, como contracara, el amor incondicional que le profesó a partir de su conversión el establishment.

La pregunta que debemos formular es, me parece, la siguiente: ¿fue Lanata un periodista independiente mientras trabajó en Clarín? La respuesta se cae de madura: no lo fue. Ello es así porque ejerció su noble función en relación de dependencia. Nadie discute su valioso aporte al periodismo de investigación. Pero creo que nadie puede discutir que si hubiera intentado investigar la corrupción de grupos económicos concentrados ligados estrechamente al CEO de Clarín, hubiera sido despedido sin miramientos.

La muerte de este brillante periodista pone una vez sobre el tapete la delicada cuestión del periodismo independiente. Cabe, por ende, que nos preguntemos una vez más: ¿existe en nuestro país un periodismo que sea genuinamente independiente? Buceando en Google me encontré con el texto de la conferencia, titulada “Periodismo independiente”, que pronunció Alejandro Miro Quesada G., Presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa, en las Jornadas Empresarias de Medios de Comunicación Independientes de Argentina, Buenos Aires (agosto de 1986). Su contenido es una lúcida e incuestionable respuesta al interrogante planteado. Saque el lector sus propias conclusiones.

SU ROL EN LA SOCIEDAD

“Desde los albores del periodismo, se comprendió el importante rol social que éste debía cumplir y cómo estaba llamado a desempeñar influencia decisiva en la sociedad, reflejando no sólo sus usos y costumbres, sino también definiéndolos o reformándolos. De allí que el periodismo nazca con la finalidad de realizar más que una función informativa una misión orientadora y educativa, pues como señalara Carrel: «el sentimiento público no podría concebir ni tolerar que se rebajase la misión del periodista a la condición de comerciante de opiniones y noticias».

Los hechos han demostrado que la prensa ha sido el más importante instrumento para reformar la sociedad. Ella influye no sólo en vida individual sino también en la colectiva. Como recuerda Suaree: «ningún núcleo social puede pasarse sin ella; y así, si se piensa en el tiempo que se le dedica utilizando todos los sentidos -junto con la radio y hoy la televisión- no han hecho más que contribuir a acabar de fijar su penetración en la existencia humana. Porque no es sólo el tiempo directo que nos lleva la prensa a todos; hay que considerar, asimismo, el indirecto, como igualmente debemos anotar no sólo su influencia activa sobre nuestras determinaciones, sino igualmente la pasiva. La prensa no solamente se lee, sino que se comenta; lo periodístico no solamente reforma nuestras costumbres sino que las conforma».

Cumple pues el periodismo rol fundamental en la sociedad, al ilustrarla y orientarla diariamente y salir en su defensa cuando se pretende destruir los valores esenciales que la integran. Mas no son únicamente las tradicionales funciones de informar y opinar que tiene el periodismo; a ellas hay que agregar hoy, la de entretener y la de servir. ¿Hasta qué grado los periodistas tenemos el derecho de mantener a nuestro público en una diaria preocupación y en una permanente tensión creada por las noticias que les damos las cuales por lo general, son negativas? ¿No tiene el lector a su vez, el derecho a ser entretenido, a que los ayudemos a mejor utilizar sus horas libres, guiándolos, orientándolos, cumpliendo así el periódico elevada función educadora? Es igualmente importante la cuarta función, aquella de servir a sus lectores. Servir a la comunidad. Pensemos en los miles de casos conflictivos que se producen no sólo en la localidad, sino inclusive fuera de ella, que son solucionados por el periódico sin necesidad de que los afectados tengan que acudir a la justicia.

La importancia que han adquirido los medios de comunicación en la vida es tan grande que, como señala Stephen Valors, exdirector del Instituto de Ciencias de la Prensa de la Universidad de París, «prácticamente nada es inteligible actualmente, sin la prensa, ni la política, ni las finanzas, ni la ciencia, ni las artes, ni la industria, ni el comercio, ni la paz, ni la guerra». Es que, como demuestran Peterson, Jensen y Rivers, en su libro «Medios Populares de la Comunicación»: «El esfuerzo intelectual del individuo se está volviendo innecesario puesto que los medios le están resolviendo sus problemas, pues todo lo que necesita hacer es ver y oír. Anteriormente en las tabernas o en las asambleas municipales podían comparar y analizar sus propias experiencias con los demás, pero en nuestros días, nos estamos convirtiendo en espectadores de la discusión, como si fuéramos asistentes a un espectáculo deportivo. Podemos hablar sobre ciertas cuestiones con nuestros amigos, pero en general pagamos especialistas que analicen los problemas por nosotros».

Walter Lipmann coincide con este planteamiento al manifestar que : «El Mundo Objetivo, aquel con el cual el hombre está relacionado, está fuera de nuestro alcance, de nuestra vista y de nuestra mente.. El hombre va haciéndose en su mente una imagen más o menos fiel del mundo exterior. De este modo la gente, sola o en conjunto, se comporta no por el conocimiento directo y cierto del mundo real, sino por imágenes que se han formado o se ha tomado de otros». A través de los medios de comunicación, agregaría yo. Nos hemos puesto a pensar, ¿qué pasaría en una comunidad en la cual se suprimen drásticamente los medios de comunicación?, ¿qué hacer?, ¿dónde ir?, ¿qué pasa a nuestro alrededor?, ¿qué ocurre en el mundo?, ¿dónde comprar?, ¿a qué farmacia de turno recurrir para una emergencia?, o ¿a qué espectáculo asistir? Nos sentiríamos como en una cárcel, aislados del mundo. Tendríamos la misma sensación que se tiene cuando se corta el fluido eléctrico. Uno queda a oscuras y no sabe qué hacer.

Todo ello nos demuestra, una vez más, que la vida sería imposible sin los medios de comunicación. De allí la enorme importancia de esos, y del porqué el periodismo ha sido considerado como el Cuarto Poder del Estado. Mas ello no se debe solamente al poder político que representa sino al enorme impacto que tiene en la vida de una comunidad. Pero no nos jactemos los periodistas de nuestro poder, ni abusemos de nuestros derechos, porque bien sabemos que los derechos generan a su vez deberes y que cuanto mayor es el poder mayor es la responsabilidad. Por ello, hoy más que nunca, se requiere de una prensa responsable e independiente que tenga credibilidad, pues si perdemos ésta, perderemos todo poder”.

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