Por Carlos Tórtora.-

Si alguien en la política nacional no es moderado en sus reacciones, ése es Javier Milei. Sin embargo, desde su gira por Israel, su comentario al fallo de la Corte Suprema de Justicia contra Cristina Kirchner no puede ser más escueto. Sólo dijo: «Justicia». En realidad, la reacción de toda la primera línea de La Libertad Avanza fue sumamente escueta y moderada. Sólo José Luis Espert dio la nota e insultó de modo incalificable a la expresidenta y su hija Florencia. Tampoco hubo excepcionales medidas de seguridad en las calles para prevenir manifestaciones kirchneristas y el ataque de adictos de La Cámpora a las instalaciones de TN no fue aprovechado por el gobierno para hacer publicidad contra la violencia cristinista.

Tanta prudencia en un gobierno imprudente no puede interpretarse como casual. Es cierto que el golpe dado por la Corte pegó fuerte en la estrategia electoral de Milei de polarizar con Cristina candidata, desconcertando a la Casa Rosada. No es menos cierto que hay usinas libertarias que están predicando que Mauricio Macri fue el verdadero autor intelectual del fallo. Pero más allá de todo esto, que desde ya también es verosímil, Milei estaría empezando a desplegar una nueva estrategia electoral.

En busca de la crisis

El círculo presidencial estaría ahora convencido de que exacerbar el antiperonismo en estas circunstancias tendría dos efectos negativos importantes: victimizar a Cristina convirtiéndola en una líder proscripta pero con repercusión en Latinoamérica y, en segundo término pero tal vez más importante, abroquelar al peronismo en una unidad forzada, con resabios de la resistencia de los años 60, aunque ella no resista una comparación con Juan Domingo Perón.

En cambio, Milei estaría insinuando una actitud blanda y poco confrontativa. Su objetivo sería crear condiciones para que afloren los profundos conflictos que se agitan en el PJ. Por ejemplo, que los seguidores de Axel Kicillof, entusiasmados por la prisión de Cristina, avancen decididamente para copar las candidaturas en las dos elecciones que habrá en Buenos Aires. Segundo tema, que se desate una batalla campal por la conducción del PJ si la justicia electoral decide que ella no puede legalmente continuar siendo presidenta del partido. Tercero, que con la conducción de Cristina deteriorada por su encierro, los bloques de senadores y diputados nacionales del PJ se fracturen y el gobierno pueda entonces montar bloques de peronistas violetas.

En síntesis, el gobierno parece apostar a que el justicialismo ingrese en una nuevo capítulo de guerra interna como ocurrió antes de la llegada de Carlos Menem al poder o cuando éste compitió contra Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá.

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