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"Juzgo imposible describir las cosas contemporáneas sin ofender a muchos". Maquiavelo

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Opinión

Milei y el significado de ser liberal (1)

Por Hernán Andrés Kruse.-

¿Qué significa ser liberal? La pregunta es por demás relevante ya que, por primera vez en nuestra dramática historia, el pueblo eligió en elecciones libres y cristalinas un presidente que basó su campaña enarbolando la libertad como valor fundamental. Y la libertad es, en efecto, el valor fundamental del liberalismo. Es por ello que, en “La rebelión de las masas”, Ortega y Gasset expresó que el liberalismo “es la suprema generosidad: es el derecho que la mayoría otorga a la minoría y es, por tanto, el más noble grito que ha sonado en el planeta”.

En poco tiempo su cumplirá el primer aniversario de la llegada de Javier Milei a la Casa Rosada. Tiempo suficiente que nos permite responder a esta crucial pregunta: ¿es Milei un liberal? Lamentablemente, la respuesta es negativa. Lo es porque el presidente de la nación profesa una intolerancia y un dogmatismo lesivos de la esencia del liberalismo. Ser liberal implica ser respetuoso de los demás, aunque su pensamiento no concuerde con el mío. Ser liberal implica respetar la libertad de pensamiento de las personas. Milei no soporta dicha libertad, no tolera a quien piensa de otra forma y, fundamentalmente, a quien se atreve a cuestionarlo. Milei es antiliberal, porque su ejercicio del poder es autocrático. Es un típico exponente del orden conservador, autoritario y elitista. Es un antiliberal porque es un megalómano, es alguien que se elegido por “las fuerzas del cielo” para iniciar una nueva etapa histórica en la Argentina. Es un antiliberal porque considera a los argentinos integrantes de un rebaño.

Buceando en Google me encontré con un ensayo de Carlos A. Sabino titulado “Liberalismo y Utopía” (Cedice Libertad). Explica con meridiana claridad lo que significa ser liberal.

QUÉ SIGNIFICA SER LIBERAL

“Cada una de las grandes corrientes del pensamiento político que se han desarrollado a lo largo de la historia es algo más que una pura posición racional ante los dilemas fundamentales de la vida en sociedad. Es, de algún modo, un compromiso, una toma de posición que la persona asume no sólo como un discurso intelectual sino también -y a veces ante todo- como una forma de relacionarse con el mundo en que vive. Ser liberal o autoritario, conservador o socialista, no es solamente postular como correcto un conjunto de ideas determinado, como quien está a favor de específica teoría filosófica o científica. Es también adoptar una posición frente a las muy diversas circunstancias del acontecer humano, comprometerse en debates más o menos apasionados o participar, muchas veces, en la propia lucha por el poder político. Adoptar una posición política, por eso, es siempre proponer implícitamente un modelo de ordenamiento colectivo, proyectar nuestros valores, postular lo que se considera como bueno o malo para la sociedad en que se vive.

No es frecuente, sin embargo, que se asuman con plena consciencia todas las implicaciones de la corriente que se sigue. El ciudadano común no suele reflexionar más que muy superficialmente sobre estos temas, dejándose arrastrar por las alternativas inmediatas que los demás le presentan. El político profesional, que se desempeña siempre en medio de un entorno apremiante, difícilmente puede recapacitar con serenidad frente al problema y, es más, se ve obligado muchas veces a limar las aristas más definidas de lo que piensa o siente, pues la política es tanto delimitación de posiciones y propuestas como arte de negociación donde son especialmente valiosos los compromisos, los acuerdos y la búsqueda de puntos comunes con el adversario o con la opinión pública.

Quien se encuentra más distante del fragor cotidiano de la lucha tampoco posee, por lo general, verdaderos estímulos para analizar su posición: el debate intelectual lleva con frecuencia a contestar lo que proponen los rivales, a defender o atacar acciones específicas, a comentar los hechos desde el punto de vista personal, pero, en mucha menor medida, a analizar a fondo ese propio punto de vista. De ningún modo es ocioso, sin embargo, tratar de reflexionar acerca del significado más general de lo que se asume como cierto. Explorar lo que se postula ante los otros es buscar, más allá de las propuestas específicas, los valores que se defienden y las razones últimas que pueden justificar lo que pensamos y proponemos. Este es el objetivo del presente ensayo: realizar un ejercicio subjetivo de reflexión que, más allá de sus resultados directos, pueda quizás servir como punto de partida para fomentar una discusión que considero importante. No se trata de una disertación erudita, sistemática, donde se analice la considerable bibliografía acumulada al respecto, sino de una exploración más introspectiva y personal, de un ensayo que intenta, antes que nada, poner en orden las propias ideas”.

EL VALOR DE LA LIBERTAD

“No todas las ideologías, es bien sabido, reconocen la importancia o dan un valor central a la libertad humana. El liberalismo se singulariza, frente a las demás corrientes, por colocar a esa libertad en un sitial de privilegio dentro del conjunto de valores que defiende. Esta, desde luego, es una decisión que tiene significados y consecuencias de no poca trascendencia. Quiero examinar entonces, junto con el lector, lo que para mí implica una consecuente propuesta liberal, no la de ninguna persona u organización real y concreta, sino la que podríamos tomar como un modelo ideal o abstracto de liberalismo. La revisión, que no tiene la intención de ser excluyente ni construir -de ningún modo- lo que pudiera llamarse una ortodoxia, debiera centrarse a mi juicio en los siguientes puntos”.

LIBERTAD DE PENSAMIENTO

“No es difícil aceptar que cualquier variante de liberalismo es inseparable de la libertad de pensamiento. Esta, por lo general, es concebida primeramente como una libertad política, implícita en otras libertades como la de expresión, reunión, asociación, religiosa, etc. Pero es obvio que si el auténtico liberal defiende la libertad de los demás, con mucha más razón, desde luego, tratará de mantener la propia. Porque la pasiva sumisión a lo que otros dicen o han dicho es incompatible con la búsqueda de la verdad, con la propia afirmación personal o con un espíritu auténticamente libre. Asumir el valor de la libertad implica recusar de partida la necesidad de tener un líder o una organización que nos diga lo que es correcto o incorrecto, que tome decisiones por nosotros, que se arrogue el derecho de definir lo que es bueno o lo que necesita la sociedad. Este espíritu de independencia intelectual, esa necesidad de pensar por uno mismo, distingue al liberalismo de otras ideologías que se basan ya sea en liderazgos carismáticos o en la aceptación ciega de la tradición. Se acerca, en el fondo, a la actitud del verdadero científico, que no acepta afirmaciones dogmáticas y que, dentro de ciertos límites, trata de reconstruir de algún modo el cuerpo de ideas con el que trabaja y con el que procura interpretar la realidad.

Por ello son contrarios al espíritu liberal los argumentos de autoridad y la aceptación pasiva «de los errores y prejuicios» de cada época que incluyen la carga de creencias irracionales sobre el hombre y el universo que con tanta fuerza se mantienen entre la gente. De particular interés, al respecto, es la posición liberal frente a quienes en un momento dado detentan el poder político. Tal vez por un atávico resabio de actitudes tribales, tal vez por un escondido temor o por la sacralización de que suele beneficiarse la institución estatal, lo cierto es que muchas personas tienden a otorgar una especie de infalibilidad a la palabra de los gobernantes o, más ampliamente, de todos aquellos que en un momento dado gozan de cierto poder. La aceptación irreflexiva de la autoridad política resulta particularmente peligrosa porque, cuando se aceptan sin mayor discusión las opiniones del dirigente político, se refuerza sin duda la capacidad de éste por ejercer un dominio sobre el resto de la sociedad e, implícitamente, se favorece la extensión de su poder.

Por todo esto el liberalismo genuino se rebela siempre contra la sacralización de la palabra del líder, contra la euforia de los seguidores del conductor o del caudillo, contra el dogma impuesto por el partido o la organización. El liberal, así, se caracteriza por una irrenunciable autonomía a la hora de pensar: discrepa o está de acuerdo con la opinión de los demás según sus propias convicciones, recusa la imposición de las ideas de los que tienen más poder, desconfía sanamente de las opiniones irreflexivas de la mayoría, se impone a sí mismo la tarea de analizar los hechos e interpretar la realidad. Esto último, por cierto, no siempre puede hacerse: estudiar personalmente cada tema para conocerlo a fondo tiene sin duda un costo -a veces significativo. En este caso, pensamos, es mejor suspender de algún modo el juicio, decir «no sé» francamente y no sumarse sin reflexión a las opiniones de la mayoría”.

LA LIBERTAD DE LOS OTROS

“Asumir una posición liberal, como decíamos, no es sólo defender un compromiso intelectual. Es reconocer la libertad de los otros tanto como la propia y aceptar, en definitiva, las inmensas consecuencias prácticas que tal reconocimiento puede tener. Esto, como enseguida se verá, representa un complejo desafío que supone una reflexión tanto ética como pragmática. Si la libertad es un valor sobre el cual puede construirse una armónica y civilizada convivencia humana es porque, dentro de ciertos límites, reclamamos nuestra libertad personal pero aceptamos la libertad de los demás. Es difícil sin embargo, en los hechos, equilibrar ambos postulados: todos creemos que nuestras ideas son las correctas, todos tenemos una cierta convicción con respecto a lo que pensamos debe ser la forma adecuada de hacer las cosas, todos juzgamos que nuestra opinión es la acertada y que debiera tomarse en cuenta para el bien de los demás. Si permitimos que esta tendencia, perfectamente natural, domine nuestras acciones y nuestros pensamientos, estaremos constantemente en riesgo de caer en el autoritarismo.

No es fácil sin embargo aceptar las libres decisiones de los otros y valorar desapasionadamente los juicios que las sustentan o las acciones que ejecutan. Para respetar en la práctica la libertad de los otros es preciso, en primer lugar, aceptar que son personas distintas, autónomas, con intereses y necesidades que sólo ellos mismos son capaces de conocer en profundidad. De allí se desprende la conclusión de que no tenemos derecho a imponerles opiniones y cursos de acción que pueden no tomar en cuenta su realidad subjetiva, que pueden estar equivocadas o que, sencillamente, no son aplicables o no desean ser escuchadas en un momento dado. En síntesis, que no poseemos las suficientes luces como para dirigir sus destinos ni el derecho a exigir que sigan nuestros puntos de vista, pues estos también pueden estar plagados de errores, evolucionan con el avance constante de los conocimientos o están sujetos a las indetectables influencias del ambiente circunstancial en que nos movemos.

Hay aquí, subyacente, una posición ética que yo considero sin la menor duda como la clave del sentir liberal: un escepticismo -aunque sea moderado- con respecto a las propias creencias, que nos impone el deber de cierta humildad intelectual. De esta prudente desconfianza hacia nosotros mismos deriva también una especial actitud con respecto a los demás, una relativa suspensión del juicio que se corresponde con el respeto hacia sus opiniones y proyectos. Quien examina su vida sin prejuicios y detecta, como siempre sucede, los innumerables errores cometidos, quien revisa lo que piensa y lo compara con lo que sostenía meses o años atrás, descubre enseguida sus limitaciones y sus debilidades y se siente obligado a reconocer, por lo tanto, que no tiene ni la capacidad ni el derecho para gobernar a los otros.

Hay muchas situaciones que se presentan a todo ser humano en las que mantener esta actitud, sin embargo, requiere de un esfuerzo especial de reflexión. Piénsese en la relación entre padres e hijos, profesores y estudiantes, jefes y subordinados. En todas ellas, podrá afirmarse, tenemos cierta obligación de decidir por los demás. No es un buen padre quien deja a sus hijos libertad absoluta, ni un verdadero maestro quien todo lo aprueba, ni un gerente eficiente el que permite a sus empleados hacer lo que quieran. La propia responsabilidad ante la tarea fija restricciones, entonces, al tipo de relación que podamos tener con los otros. Pero la autoridad sobre ellos debe tener también un límite, especialmente si se quiere estimular una voluntad independiente y un pensamiento autónomo, y esto sólo puede lograrse respetando, en lo posible, la libertad de elección de las personas que transitoriamente están a cargo nuestro. Porque hay muchas formas de proteger a los demás, de corregir sus errores, de estimularlos para que cumplan con determinadas metas. No es lo mismo asumir estas tareas -indispensables en la vida social- informando, dando razones, explicando y aclarando, haciendo que los otros asuman sus propias responsabilidades, que tomarlas como si tuviésemos el derecho divino a pasar sobre la voluntad de otros seres. Algo similar puede ocurrir también en situaciones extremas —cuando existe un peligro inminente, por ejemplo-pero se trata obviamente de casos poco frecuentes, que en nada pueden afectar el principio general que nos interesa destacar.

El aceptar que no podemos decidir por los demás implica, como decíamos, un ejercicio de humildad ante lo limitado de nuestras facultades y conocimientos. Pero requiere también mucho más: confianza ante la capacidad de nuestros semejantes para adoptar el curso de conducta que más les convenga, para desplegar las potencialidades que poseen, para asumir sus responsabilidades, para aportar lo nuevo que tengan que ofrecer al mundo y que nosotros no estamos en condiciones de crear. Significa apostar por su buen sentido, por sus inclinaciones positivas, por su inteligencia y su dignidad fundamental; significa por otra parte creer que, aun cuando se equivoquen, es mejor que yerren por sí mismos y no que acierten sin ser ellos mismos, confiscada su voluntad por la nuestra o por la de cualquier grupo u organización que los gobierne. Quien piense que el liberalismo tiene una imagen del ser humano como la de una máquina económica egoísta y competitiva no comprende sino una pequeña fracción de nuestro pensamiento, no percibe las bases últimas sobre la que es posible crear un sistema económico regido por la libertad”.

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Hernán Andrés Kruse

Doctor en Ciencia Política Rosario, Argentina @HernanKruse

4 comentarios en «Milei y el significado de ser liberal (1)»

  • LA ARGNTINA POLÍTICA: ENFOQUES

    El Congreso, un espejo que adelanta

    Claudio Jacquelin
    Fuente: La Nación
    (*) Notiar.com.ar
    29/11/024

    Fragmentación política, atomización partidaria, intereses particulares cruzados y realidades locales disímiles han hecho del Congreso de la Nación, durante todo 2024, un ámbito de negociación constante, de incertidumbre permanente y de sorpresas reiteradas.
    La última semana de sesiones ordinarias del primero año del mandato de Javier Milei, que acaba de finalizar, confirma este mapa de fronteras difusas, donde habitan minorías intensas con liderazgos en crisis o sin terminar de asentarse y se desarrollan (o negocian) acuerdos subterráneos. Salvo excepciones, no hay patrones de conducta estables ni enrolamientos definitivos. Caso por caso, paso a paso y según quiénes es la dinámica que se impone.
    Un horizonte similar se proyecta para los procesos, armados y resultados electorales del año próximo. No solo los comicios provinciales y municipales prometen ofrecer una enorme heterogeneidad, potenciada por las construcciones y alianzas políticas locales, por los sistemas electorales diferenciados y por el desdoblamiento o adelantamiento de elecciones en muchos estados subnacionales.
    Otro tanto ocurrirá en el plano nacional: la elección de senadores y diputados es muy factible que termine componiendo un patchwork de retazos, aun cuando al final pueda tener un color dominante, que probablemente sea violeta si la foto de hoy lograra transformarse en la película por estrenarse dentro de un año.
    Sobre ese escenario opera con herramientas diversas el oficialismo y, a juzgar por los resultados, con más éxitos que los pronosticados o esperados, aunque con bastantes menos éxitos que los deseados, apuntalado por sus logros macroeconómicos y sostenido por un mayoritario apoyo (o tolerancia) social.
    A eso se suma como soporte la asistencia invalorable de los demás espacios políticos que, atravesados por sus propias debilidades, miserias, conveniencias y estado de confusión, pueden pasar de aliados a adversarios, de opositores acérrimos a convenientes compinches (o cómplices) y de colaboradores a traicionados, según el día, el contexto, el proyecto de ley o las promesas que reciban. Pragmatismo sin límites.
    El cierre del Senado con una semana de anticipación, impulsado por el Gobierno por desconfianza y para evitar sorpresas propias y ajenas, es el ejemplo más elocuente de un manejo discrecional, en función de preservar (con la asistencia ajena) poder propio y para que a otros no se les termine de licuar el que aún retienen, de no quedar expuestos a más contingencias o de perder soportes clave para seguir. Libertarios, kirchneristas, peronistas no cristinistas, macristas, radicales y provinciales han sido partícipes de ese baile de parejas intercambiables.
    El cierre anticipado del Senado podría ser el prolegómeno de una parálisis legislativa mucho más extensa, si el Presidente decide, finalmente, no llamar a sesiones extraordinarias, sobre lo cual prefiere mantener la incógnita, hasta asegurarse que logrará lo que pretende y tener garantías de que no sufrirá contratiempos, aunque en esta circunstancia el Congreso solo podría tratar los proyectos enviados por el Poder Ejecutivo.
    “Nosotros vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que el año próximo haya muy poca actividad parlamentaria”, admitió una de las personas que más escucha Milei y suele actuar en su nombre, con su respaldo.
    El Senado tiene su réplica, con matices (como siempre) en la Cámara de Diputados, donde ayer quedó sin tratarse el proyecto de “ficha limpia”. Una iniciativa impulsada por la mayoría de la hoy implosionada la alianza cambiemita, con la que se pretendía atenuar el halo de impunidad que rodea a la dirigencia política, al impedir la postulación de un candidato con una condena confirmada en segunda instancia.
    Un acuerdo tácito (y no tanto) entre libertarios y kirchneristas terminó por hacer naufragar la iniciativa de los excambiemitas, que, de todas maneras, tampoco tuvieron la dotación completa, ya que hubo varios ausentes (con excusas endebles) que, si bien no hubieran cambiado el resultado final, sí muestran la falta de coincidencias básicas internas, hasta en cuestiones que se suponían o se pretenden presentar como de principios.
    El rechazo del kirchnerismo estaba anunciado, porque para este espacio la iniciativa tenía nombre y apellido y no es el de sus autores sino el de Cristina Kirchner, más aún después de la reciente confirmación de su condena por parte de la Cámara de Casación en la causa por corrupción conocida como Vialidad. A pesar de que algunos juristas cercanos a la expresidenta habían argumentado que no podría aplicarse en su caso. Una cosa es declararse autoproscripta y otra, bastante distinta, es correr el riesgo de ser proscripta legalmente. La victimización siempre es más rentable.
    Los libertarios quedaron expuestos a lo que su líder le gusta llamar el “principio de revelación”. La reticencia a apoyar un proyecto que parecía estar en línea con su declamada misión de depurar la dirigencia política venía siendo anunciada desde la Casa Rosada, como lo explicitó hace unos días en una entrevista el jefe de Gabinete, Guillermo Francos.
    Sin embargo, la decisión de no dar el apoyo a la iniciativa de “ficha limpia” fue finalmente anticipada en las redes por los principales comunicadores libertarios y publicitada luego (en una notable inversión de roles) por los máximos funcionarios en sus cuentas. Como suele suceder con muchas acciones del Gobierno, entre las que se incluyen despidos de altos funcionarios y anuncios de medidas políticas y económicas.
    También, como ya es costumbre, no importó que se usaran argumentos falaces, como el que decía que con “ficha limpia” Donald Trump no podría haber sido elegido presidente hace tres semanas, cuando el magnate amigo de Javier Milei no tenía condenas confirmadas.
    Más singular fue la argumentación conjetural y preventiva para no votar el proyecto bajo la hipótesis de que algún día esa ley podría ser utilizada contra su líder. Esa presunción incluiría una enorme conjura de magistrados, que los antecedentes (cronológicos y factuales) no avalan salvo para los seguidores de Cristina Kirchner, quienes defienden su inocencia y la consideran víctima del “lawfare”. Sin embargo, el propio Presidente y sus seguidores celebraron como un acto de Justicia la ratificación de la condena contra la expresidenta, a la que acaban de ayudar. Divididos y revuelto
    JAQUE KIRCHNERISTA
    Nada es lineal sino que cada situación suele avanzar por carriles paralelos, que algunas veces convergen, otros terminan en callejones sin salida y otros pasan por cabinas de peaje subterráneas. Es lo que ocurre en el largometraje de los acuerdos inconclusos para que Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla integren la Corte Suprema.
    Con maestría en el manejo de las piezas negras, el kirchnerismo avanzó un casillero importante en ese ajedrez y le cantó jaque a la estrategia presidencial para que se apruebe a los dos postulantes o a ninguno, al darle el voto que le faltaba en la Comisión de Acuerdos el archicuestionado juez federal, pero sigue dejando lejos al catedrático conservador, al que resiste por declamadas cuestiones de principios (ideológicos, en este caso).
    Ni siquiera terminan de desanudar del todo esa madeja los buenos y muy activos oficios de los (ex)socios de la consultora Move (el supergurú Santiago Caputo, el funcionario de YPF Guillermo Garat y el estratega Rodrigo Lugones, hijo del ministro de Salud), que tienen poderosos vínculos en tres de las cuatro principales fuerzas políticas nacionales, a las que asesoraron en la última campaña presidencial.
    El perokirchnerismo tiene varios posdoctorados en negociaciones políticas, como para entregarse sin garantías y beneficios concretos a una fuerza bisoña, que se ha caracterizado hasta ahora más por su plasticidad que por la consistencia y el cumplimiento de acuerdos. De eso se jactan y lo disfrutan los allegados a “la jefa”. Como lo hizo el titular de la bancada de senadores, José Mayans (el tiburón del Pilcomayo), al entregarle a Francos la carta de rechazo al intento de designar por decreto a Lijo y García-Mansilla. La institucionalidad, primero. Faltaba más.
    A su vez, el fracaso del proyecto de “ficha limpia” volvió a abrir otra grieta entre el oficialismo y la cooperativa de dadores voluntarios de gobernabilidad, conocida como Pro, espacio que, al mismo tiempo, sufre por la falta de gratitud que muestra el oficialismo con el proyecto de presupuesto 2025. Un asunto en el que hasta ahora Milei sigue sin atender los reclamos de los gobernadores amarillos y no les da siquiera señales de atenderlos. A pesar de que el tiempo apremia y el presidente de esa organización, Mauricio Macri, ya da muestras de perder la paciencia por no encontrar la salida del laberinto en el que se encuentra (o en el que hizo mucho para que Milei lo metiera).
    Ambos hechos propician fuertes discusiones internas en el macrismo, donde conviven cada vez más dificultosamente pragmáticos y principistas, cuyos vínculos han entrado en estado de ebullición. El jefe del bloque de diputados de Pro, Cristian Ritondo, líder de los hiperrealistas, hace equilibrios simultáneos para que no se le rompa la bancada, para mantener la relación privilegiada que ató con Caputo (el asesor) y contener la ansiedad de Macri.
    El malestar que había ayer en el bloque, tanto por la “traición” mileísta como por las ausencias propias, hacía irrespirable el espacio. Solo el miedo concreto a un desastre mayor frenó las presiones para expulsar a los diputados ausentes. Operó el terror al inicio (muy probable) de una sangría en la que se fuera un tercio de los actuales miembros de la bancada. Mientras tanto, algunos diputados más comprometidos con los principios, aunque no por ello menos pragmáticos (como Silvia Lospennato, reclutadora profesional de voluntades legislativas) trataban de procesar el fracaso en el recinto, así como de comprender la muy poco exitosa estrategia de relacionamiento del macrismo con el mileísmo. Si es que existe, de lo cual ya muchos (no solo ellos) dudan.
    Uno de los últimos capítulos de ese complicado vínculo tuvo su momento crítico, según diversas fuentes, en el bastión macrista porteño, donde el primísimo Jorge Macri tuvo una áspera discusión con la legisladora karinista Pilar Ramírez, en presencia de la hermanísima, quien finalmente se avino a encauzar la reunión. Pero no sin antes dejarle una nueva marca en el orgullo al Jefe de Gobierno. La ríspida convivencia en la Legislatura, donde los libertarios tienen a maltraer a los macristas, es sólo la emergencia de una cuestión más de fondo, que es la aspiración mileísta de desbancar al macrismo después de 17 años de manejar la ciudad.
    Como ocurre en el plano nacional, el escenario legislativo es un espejo que adelanta el complicado armado electoral de 2025. Nadie tiene nada asegurado. Y nadie confía en nadie.

    Respuesta
  • LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES

    La semana de mamporros y agravios de Milei contra los industriales

    Roberto García
    Fuente; Perfil
    (*) Notiar.com.ar
    29/11/024

    Como todos los años, hubo conferencia anual de la Unión Industrial Argentina, instituto que ha envejecido más que la gomina o el teléfono negro. Comparte declive con la loable teoría de la sustitución de importaciones que le dio origen y el brazo político que encarnaron Rogelio Frigerio y Arturo Frondizi: el desarrollismo. No queda nada de ese proyecto, salvo el moho y los que se aprovecharon de la protección que, ahora —dicen en su defensa— será igual a la que habrá de practicar Donald Trump en los Estados Unidos. Un sinónimo de modernidad, sostienen; justo ellos que eran kennedyanos. No es lo que entiende Javier Milei, quien faltó a la celebración con el ministro Luis Caputo por enojos personales, mientras objeta el jugo que históricamente los empresarios del sector le sacaron al Estado con aranceles privilegiados y beneficios de todo tipo, quiere fulminarlos con la apertura económica, aunque mantiene todavía intocables a sectores como el automotriz, Tierra del Fuego o laboratorios. Tocó justamente una alarma Cristina de Kirchner hace pocos días en ese sentido, suponiendo que en su ciclo de poder ella limitó a ese poderoso sector. Por el contrario, le obsequió lucros. Una graciosa declarante: jura que no se arrepiente de nada. Tampoco de lo que no hizo.
    La decadencia de la UIA se advirtió en la opacidad mediática: antes, en esa jornada traumática para la economía, era un acontecimiento la celebración, tapas y titulares, importaban las presencias, el discurso sostén del Presidente, también el mensaje contemplativo del instituto, previamente conversado y revisado. Tiempos del kirchnerismo, dirigismo al tuétano. Pero se cobraba el favor. Algunos por lo menos. Ahora solo sirvió el encuentro para exhibir a Martín Rapallini, ceramista de la provincia de Buenos Aires, futuro reemplazante de Daniel Funes de Rioja por un acuerdo interno con el grupo Techint. Como los dos mandatos de Funes de Rioja. Ambigua situación de la mayor multinacional argentina: por un lado se lamenta en la UIA y, en otro, la energía, se siente confortable, próspera, acompaña a las decisiones del gobierno.
    La ausencia de Milei a la ceremonia completó lo que él mismo ya había planteado como acusación hace un mes: la industria, con la UIA como representación, le ha robado al agro, han sido promotores de inflación, “durante cien años —afirmó— la política nos vendió el cuento de que para tener una economía pujante de desarrollo industrial debía darse pisoteando a los sectores dinámicos y exportadores, en especial al campo”. Renovó Milei, como en otros estamentos, la grieta eterna entre el agro y la industria, aunque ambos núcleos coincidan en reclamar lo mismo: un mejor tipo de cambio, una devaluación, opciones niveladoras con la alta presión impositiva. Para los empresarios, no tal vez para los trabajadores. Parte del disgusto presidencial con los industriales proviene de haber elegido, en su momento, como integrante de su consejo de asesores, a Teddy Karagozian, poderoso empresario textil —entre otros rubros— un emblema de la UIA para preservar protección importadora y comercial al tiempo que aplicaba notable habilidad de lobby en los gobiernos (léase Daniel Scioli, por ejemplo). Y hasta con los liberales libertarios que lo hicieron oficialista por un rato. Afectado por ciertas críticas de los dirigentes, además de faltar a la cita, Milei empezó a desparramar mamporros y agravios, mientras en la cumbre de la organización prepararon una respuesta. Casi hilarante: Funes de Rioja pidió que respeten la institución, la industria.
    Se alega que el tirabuzón de la UIA obedece al final del segundo mandato de Funes, lo que en política se denomina el “pato rengo”, al que le rasgan las vestiduras antes de la partida. Sin embargo, la misma organización nunca se interesó por formar legisladores o medios que defiendan la industria nacional —Ignacio de Mendiguren se hizo por su cuenta—, apeló al ejercicio de relaciones, a la promiscuidad de los contactos con santos y muchos más pecadores, en pos de un sistema prebendario. No hubo creyentes, han sido parte de la casta, diría el Presidente. Tuvieron, eso sí, la fortuna o talento de no bajar los precios propios al asociarse con los importadores o transformándose cuando en el pasado se abrieron las importaciones: de un día para el otro pasaron de productores a vendedores de fábricas ajenas, simplemente para no bajar los precios, igualándolo al extranjero con lo nacional. Víctima: el consumidor. Nunca les faltó imaginación. Una amenaza que parece sortear el actual gobierno por el fenómeno testigo de importar en origen, a través de compañías como Amazon o Mercado Libre, que les cuestionará ese ejercicio de Intermediación.
    No piensa del mismo modo, sobre la venta puerta a puerta, un cable maestro a tierra, Juan Carlos de Pablo, quien disfruta de escuchar ópera con Milei semanalmente. Ha advertido por medio de varios artículos (y, se supone, en privado también) que la política aperturista irrestricta implica daños complejos en un sector agobiado por altos impuestos nacionales y, ahora más, absurdamente, por sobrecargas de las intendencias. “Hay empresas que se funden por ineptitud del dueño, pero otras pueden tener el mismo destino por una carga tributaria gigantesca”. Propone, en todo caso, alivios para los costos de producción. Debe temer también un impacto negativo en compañías de alto valor intensivo que generen más desocupación. Dice lo que no dice la UIA o por lo menos no ha sabido expresar. Aunque, condescendiente, un enviado de Milei a la conferencia, Juan Pazo, más influyente de lo que trasciende en el equipo económico, confíe en reparar con una ley ciertos agujeros de la administración gubernamental con la actividad industrial. Una asistencia para el epílogo de la conducción de Funes de Rioja. Aire fresco.

    Respuesta
  • LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES

    Milei-Cristina: acuerdo imaginario, interés real

    Ignacio Miri
    Fuente: Clarín
    (*) Notiar.com.ar
    29/11/024

    Los abogados encontraron una forma de decirlo cuando se estableció que los homicidios pueden ser dolosos o culposos. El homicidio existe, y el muerto no revive, pero la ley contempla, básicamente, dos escenarios con diferencias claves: algunos homicidios son dolosos y otros son culposos. En los primeros, quien comete el asesinato tiene la intención de hacerlo. En el segundo caso, el homicidio ocurre, pero quien lo provoca -por una acción directa o por omitir el cuidado de esa persona- no tiene la intención de que suceda.
    Esa distinción puede servir para pensar lo que pasó este jueves en la Cámara de Diputados con el proyecto de ley de Ficha Limpia, que impide ser candidatos a quienes tengan una condena confirmada en primera y segunda instancia. Ese proyecto no se trató, para dejar más clara la analogía podría decirse que fue asesinado, pero -aunque la frase suene ingenua- es difícil encontrar las pruebas de que el Gobierno tuvo la intención expresa de matarlo para honrar un acuerdo con Cristina Kirchner, la principal perjudicada por una prohibición como la que prevé el proyecto.
    Está claro que La Libertad Avanza y el kirchnerismo comparten un deseo: que Cristina Kirchner llegue al 2025 en condiciones de ser candidata. En la Casa Rosada nadie disimula que el presidente Javier Milei la eligió como su rival preferida y la ex presidenta aceptó encantada ese desafío: nada mejor que enfrentar a un político con contraste fácil. Esa conjunción de objetivos es, podría decirse, inocultable. Pero de allí a un acuerdo explícito entre ellos, un acuerdo doloso, podría decirse, hay una distancia grande.
    Si es que existen, esa clase de acuerdos entre políticos opuestos sirven mientras se mantienen ocultos. Cuando se ve la hilacha, el pacto deja de tener sentido. Mauricio Macri ya había elegido como rival al kirchnerismo, y el kirchnerismo aceptó en su momento confrontar con el PRO primero y con Cambiemos después, porque consideró que polarizar y dejar afuera a terceras opciones era lo más conveniente. Pero no hubo un acuerdo entre Macri y Cristina ayer y tampoco hay evidencia de que haya un pacto entre Milei y Cristina hoy.
    Ese esquema le sirvió a Macri para aglutinar una fuerza anti kirchnerista con socios como la Coalición Cívica y la UCR que, según admite hoy el propio fundador, tenían poco que ver con algunas de sus ideas principales. Luego, una vez que ganó la elección presidencial, la polarización con Cristina le sirvió para ganar su primera elección legislativa. El argumento “si no nos votan a nosotros vuelven ellos”, le sirvió a Cambiemos en ese año, 2017. Sin embargo, esa misma frase se convirtió en su condena cuando a Macri las cosas empezaron a salirle mal, con el corte del financiamiento internacional y la crisis económica que le siguió.
    En aquel momento, cuando quedó claro que el kirchnerismo podía volver, la profecía se volvió realidad y los inversores agudizaron la crisis.
    Milei, ya se ha dicho en las páginas de este diario, está ensayando la misma estrategia de Macri. Quiere confrontar con Cristina porque esa jugada le trae réditos políticos fáciles. En el Gobierno creen, sin embargo, que Milei está aislado del riesgo que afectó a Macri, porque el Presidente sí hizo el ajuste que le permitirá seguir siendo creíble ante los mercados en el futuro. Es un experimento en marcha.

    Respuesta
  • LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES

    Un día de furia en la UIA, titanes en el ring kirchnerista y los cálculos de Milei

    Marcelo Bonelli
    Fuente: Clarín
    (*) Notiar.com.ar
    29/11/024

    Federico Sturzenegger llamó a Daniel Funes de Rioja. El “Coloso” afirmó: “Daniel, qué lástima que no me invitaron a la Conferencia”.
    Funes se sorprendió. “Sturze” le pidió: “Quiero que me escuchen porque la desregulación es pro industria.”
    Ocurrió 48 horas antes de la Conferencia Industrial. El “Coloso”, entusiasta, continuó: “Quiero hablar frente a todos los industriales”.
    Funes –el empresario argentino más diplomático – le dio la bienvenida, pero le contó que el programa estaba ajustado. Y que iba Toto Caputo.
    Pero se comprometió a hacerle un “hueco” para que pudiera hablar.
    Martín Rapallini lo llamó después para incorporarlo al programa oficial. Ya era tarde: los ministros habían recibido la orden de vaciar la Conferencia de la UIA.
    El “Coloso” dijo que ahora tenía su agenda completa. Unas horas más tarde “Toto” anunció un viaje a Mendoza y Guillermo Francos debía preparar su discurso en el Senado.
    Así se confirmó el anticipo de Clarín: Javo no fue a la Conferencia Industrial. La decisión fue una respuesta a una declaración de la UIA. El comunicado decía que la cancha esta inclinada contra la industria.
    Milei descodificó y tradujo ese moderado reclamo fabril: insiste que en realidad la UIA cuestiona el atraso cambiario y pide una devaluación.
    Karina no respondió a la UIA. Envió a un funcionario de ceremonial para avisar que el Presidente no iría.
    Caputo mandó un chat personal a “Isidorito”- así le dicen a Funes- anunciando el inesperado viaje a Mendoza. Su súbito cambio impactó. Toto mantuvo relación profesional con varios capos de la UIA.
    El ministro tuvo una transformación con Milei. Se ha distanciado de viejas relaciones desde que es ministro. Hasta ahora mantiene su relación de amistad con Horacio Rodríguez Larreta, al que Milei lo llama “siniestro”.
    Milei no quiere a la UIA. Ya los trató de “ladrones”. Javo y Toto comparten otras broncas. Acusan a los industriales de no apoyar el plan, dicen que no invierten y que enciman no bajan los precios.
    Milei sueña con un modelo esencialmente agro-exportador. Ahí la industria tiene un papel secundario.
    Lo blanquea sin pudor cuando idealiza la Generación del ‘80: un modelo exportador de materias primas e importador de manufacturas.
    Ocurrió hace 150 años. El mundo ha cambiado. Mucho y varias veces. Argentina también.
    Donald Trump alienta el proteccionismo y Georgia Meloni acuerda con la Cofindustria.
    Martín Rapallini respondió a los ataques: “Queremos que nos respeten.”
    Y concluyó: “No es contra nosotros, es con nosotros.”
    José Luis Espert salió a cruzarlo: “Caraduras. Váyanse a cagar.”
    En la Conferencia hubo críticas contra Espert. Un famoso empresario se desbocó y lo calificó de “Piojo resucitado.”
    Funes trató de recomponer. Chateó a Espert y lo desafió: “Vení a hablar ahora a la Conferencia”. Espert la pateó a la tribuna. Dijo que tenía sesión en el Congreso y evitó enfrentar a un millar de industriales que lo esperaban.
    Fue un día de furia. Toto –al final– intentó bajar la tensión: el martes recibirá al comité de la UIA.
    Los “popes” insistirán con un documento: “La cancha esta inclinada contra la industria nacional.”
    Toto viene de tener un éxito en el Congreso: evitó que le volteen el decreto que permite sin autorización del Legislativo negociar la deuda.
    Los “lobos” de Wall Street miran de cerca: el año próximo Caputo debe abonar una friolera de US$ 27.000 millones. También monitorean la caliente interna por la Corte Suprema.
    Existen negociaciones entre el Gobierno y Cristina. Se comunican a través de sigilosos emisarios.
    Santiago Caputo – secundado por Guillermo Garat – mantienen un dialogo fluido con Wado de Pedro. También participan Juan Olmos y Juan Mena, en representación de Cristina.
    Wado –el último martes- entregó una propuesta a “El Pibe.” El pacto consistía en lo siguiente: aprobar el pliego de Ariel Lijo, reemplazar a Manuel García-Mansilla por María de los Ángeles Sacnum, y que Milei nombre al procurador.
    El candidato consensuado: Sebastián Amerio, el actual vice de Justicia.
    La negociación no prosperó. Hubo cruces e intercambios. Milei quiere defender a García-Mansilla y volvió a amenazar con un “decretazo.”
    Pero en la madrugada del jueves se volvió a conversar. Varios negociadores insisten en que el acuerdo es bueno para el Gobierno.
    La sesión por la “ficha limpia” no prosperó y se consolidó la impresión de que hubo una coincidencia con el kirchnerismo.
    Javo así se aseguró tener a Cristina como su oponente. “Peacky Blander” Caputo insiste que polarizar con la ex presidenta confirmará la victoria.
    La pelea en el kirchnerismo es frontal. Como los finales de “Titanes en el Ring”: todos contra todos.
    Máximo ataca a Kicillof y lo insulta en privado. Encima alienta a los ministros de La Cámpora a desautorizarlo.
    Cristina está resentida con Axel: “No me hablen de Judas”.
    Kicillof soporta el embate. En privado repite convencido que “con Cristina se pierde la elección bonaerense”.
    Cristina tiene buenos números en el Conurbano. Pero Milei también.
    Santiago Caputo tiene una estrategia electoral armada, que complica la supervivencia del PRO. Mauricio Macri lo advirtió en una reunión : “Así podemos perder la Ciudad.”
    El plan electoral del “Pibe” es ir por todo. Quedarse con CABA y desplazar al PRO del liderazgo en la Ciudad.
    Para eso se hacen sondeos con Patricia Bullrich. La ministra mide y encima le tiene un odio visceral a Mauricio: le encantaría enterrarlo políticamente.
    Santiago también quiere que un “libertario” lidere la lista en Buenos Aires. Busca competir en toda la cancha y adueñarse de los votantes del PRO.
    El problema es que no existe una figura clara. Karina mide bien, pero no querría jugar. Después está Diego Santilli, ahora más cerca de Milei que del propio Mauricio.
    La “troika” que maneja la Casa Rosada está eufórica y confían que se van a llevar a todos puestos. Hasta ahora Milei hizo lo que quiso con los políticos en el Congreso. Ahora tiene presión para salir del cepo.
    “Toto” recibió a banqueros y “multis” que reclaman tener libertad para usar sus dólares.
    La “exigua” brecha alienta las ilusiones. Pero el ministro gambetea las definiciones.
    Santiago Bausili, el presidente del Banco Central tuvo también reuniones secretas con banqueros.
    En la última, los miró fijo y soltó una certeza: “Mientras haya reservas negativas no vamos a salir del cepo”, aseguró.

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