Por Hernán Andrés Kruse.-

LA MEDIATIZACIÓN DE LA POLÍTICA COMO AMENAZA AL SISTEMA DEMOCRÁTICO

“Si bien, como propone Verón, “la articulación entre la comunicación y el sistema político es uno de los fundamentos del sistema democrático”, el fenómeno de mediatización de la política ha dado lugar a ciertas dinámicas que llevan esa articulación a un punto sin precedentes históricos. Desde una postura normativa – es decir, evaluativa–, estas pueden ser tanto positivas como negativas: respecto a las primeras, es claro que gracias a la mediatización, la participación de los ciudadanos en cuestiones políticas se vuelve más simple, accesible e inmediata, o que pueden surgir nuevos colectivos que quizá no podrían hacerlo sin las redes sociales digitales, entre otras.

Sin embargo, también hay una serie de efectos del fenómeno que, como se argumenta en esta sección, son nocivos para el sistema democrático y que, como tales, deben ser debidamente identificados. En su texto de 1999, al discutir si la intervención de los medios masivos en la cosa política suponía una amenaza a la democracia, Mazzoleni y Schulz afirmaban que, en ese entonces, se vivía una mediatización inofensiva del campo político en el que este mantenía su autonomía. Sin embargo, con el cambio de milenio, la configuración del sistema mediático se transformó sustantivamente, en particular a partir de la emergencia y popularización de redes sociales digitales como Twitter, Facebook e Instagram. Esto ha conducido a que, como señala Slimovich, actualmente haya quienes creen que “estamos atravesando un proceso de mutaciones en la forma de la democracia”. Según esta concepción, dicho sistema político se habría vuelto uno mucho más inmediato, esto es, uno en el que ya no es necesaria la mediación de actores como los medios periodísticos entre el actor político y el electorado.

Una de las consecuencias más evidentes de la mediatización de lo político en la época contemporánea tiene que ver con la sustitución del largo por el corto plazo, una sustitución que resulta no solo de la implementación de la lógica del marketing, sino, además, de una adaptación de la política a la lógica de los medios de prensa, como el ciclo de noticias, en que el valor dominante es el de lo novedoso. A partir de la intervención de los medios masivos de comunicación en la cosa política, Giovanna Cosenza identifica una peligrosa tendencia a la simplificación ya que, “como los partidos y sus líderes se dirigen a un público muy vasto y heterogéneo, sus mensajes […] son siempre más genéricos y vagos, reducidos a eslóganes que no solamente son fáciles de recordar […], sino que además son pasibles de múltiples interpretaciones, a veces incluso contrastantes y hasta contradictorias”.

Para Blumler, esta simplificación puede ser entendida como consecuencia de la normalización del uso de estereotipos y frames que son monolíticos, lo que, según el autor, “puede limitar, en ocasiones de manera drástica, la consciencia que los ciudadanos tienen de las opciones disponibles para lidiar con temas importantes, así como su habilidad para tomar decisiones informadas al actuar políticamente”. También sobre la simplificación, Teresa Velázquez García-Talavera cree que el discurso político contemporáneo es uno que “no profundiza en los aspectos sólidos de las propuestas y políticas que los políticos deben hacer llegar a sus electores”, sino que son “simulacros de diálogos, conversaciones con efecto de cercanía, resueltos en pocas líneas, en interacción y con sensación de inmediatez, de acceso directo y que se transforman en sentencias, casi eslóganes, sin contenido profundo”. Esto sería una consecuencia de la mediatización porque, como señala Averbeck-Lietz, “la infraestructura de Twitter conduce a la simplificación, la opinión puntual, la comunicación asimétrica”.

En otras palabras, la lógica de un medio o plataforma (en este caso Twitter) es interiorizada por los actores como el código dominante del campo discursivo en cuestión, reflejando así la premisa básica del proceso de mediatización, según la cual un cambio en el plano tecnológico influye en el plano de las prácticas sociales. La simplificación de la política sería entonces una primera consecuencia de la mediatización, que sin lugar a dudas tiene efectos nocivos para la democracia, un sistema político que implica que los electores estén informados y sean capaces de sopesar de manera normativa y crítica las opciones y proyectos disponibles en su toma de decisiones en cuanto que electorado. Parece claro que si un voto popular –por ejemplo, en un referéndum a favor o en contra de una medida estatal– está más influenciado por la propaganda política –cortoplacista, marketinera, simplista– que por el contenido de lo que se está votando, el sistema político democrático parecería no estar funcionando como se esperaría que funcionase.

También de la mano con la invasión de la lógica del target y del corto plazo, ya a fines de la década de 1990, cuando Mazzoleni y Schulz quitaban dramatismo a la mediatización de la política, Verón identificaba un problema: en palabras del semiotista, “si el discurso político es un discurso en el que uno de los ejes es la construcción argumentativa de un proyecto, se trata pues de un discurso cualitativamente diferente del discurso unidimensional orientado a un blanco determinado, pues nunca es puramente persuasivo”. Para Verón, el problema es que “no pueden construirse colectivos identitarios de largo plazo únicamente con imágenes ni únicamente con el orden indicial de la mirada característico de la televisión”. La referencia a la televisión es fundamental, ya que parecería ser en ese medio que comenzaron a gestarse ciertos fenómenos de espectacularización y parodización de la cosa política que, actualmente, parece ser moneda corriente en las redes sociales digitales, como se puede apreciar con los cientos de memes –artificios semióticos en los que la imagen desempeña un papel central– que en ellas circulan.

Sobre la parodización, por mencionar un ejemplo ilustrativo, durante la década del 2000 la imitación humorística de actores políticos se volvió moneda corriente en Argentina gracias al programa televisivo VideoMatch –luego renombrado ShowMatch–, conducido por el empresario Marcelo Tinelli, cuyo equipo de imitadores parodiaba a figuras políticas locales. Así, se comenzó a hablar de una ‘tinellización’ de la política. Estamos entonces ante un segundo aspecto problemático de la mediatización de la política: la primacía de la imagen por sobre la palabra. Este es un aspecto que Giovanni Sartori señalaba ya en 1998 y al que denominaba ‘video-política”. En su libro Homo Videns, Sartori presenta los riesgos de la profusión de la televisión como medio dominante. En su argumento, el autor habla de una ‘primacía de la imagen’, esto es, “la preponderancia de lo visible sobre lo inteligible, lo cual nos lleva a un ver sin un entender” y que, como resultado, lleva a que las representaciones visuales cuenten y pesen más que el discurso verbal. El problema está en que, para Sartori, “toda nuestra capacidad de administrar la realidad política, social y económica en la que vivimos […] se fundamenta exclusivamente en un pensamiento conceptual que representa –para el ojo desnudo– entidades invisibles e inexistentes”.

En las sociedades con predominio de medios audiovisuales, el problema radica en que “el poder de la imagen se coloca en el centro de todos los procesos de la política contemporánea”, lo que atenta contra esa importancia de lo conceptual que el autor (Sartori) identifica como propia de la gestión de la realidad sociopolítica. Así, como afirmaba Verón, “la construcción de una nueva legitimidad de lo político plantea el problema de una revalorización del componente lingüístico en el contexto de la televisión”. En una línea argumental similar, Friedrich Krotz señala como consecuencia de la mediatización ciertos cambios en la capacidad de reflexión individual: concretamente, el autor cree que se produce un cambio en la capacidad de pensar sobre las experiencias vividas, una capacidad a la que concibe como una actividad humana básica, “diseñada para adecuar las experiencias al mundo e integrarlas en el sistema individual de conocimiento aceptado”. Como producto de la primacía de la imagen, Verón señalaba el problema de la importancia de la gestión del cuerpo del actor político en la televisión, para lo que utilizaba el concepto de ‘cuerpos significantes’: en sus palabras, “la enunciación política pasa ahora por la elaboración del cuerpo político”. Sin embargo, vale señalar que Verón creía que “denunciar la “puesta en escena” (es decir, la puesta en imágenes) de la política, es tener una concepción puramente verbalista y escritural de la democracia”.

Un tercer aspecto problemático de la mediatización, vinculado con la sustitución de la palabra por la imagen, tiene que ver con la calidad y coherencia de los intercambios discursivos que se producen en el seno de la esfera pública. Como señala Velázquez García-Talavera, en el discurso político contemporáneo se detectan cada vez más incoherencias, desajustes o imprecisiones entre afirmaciones que los actores políticos realizan en distintos soportes, lo que conduce a una situación en la que se pierde la coherencia discursiva que, como señalan Fabbri y Marcarino, es condición de todo discurso. Por lo tanto, con la mediatización cambia la forma del discurso: este se vuelve breve, rápido, conciso, esquemático y de fácil impacto. Como propone Velázquez García-Talavera, “se confunde la fugacidad de una frase ocurrente, sobre todo encaminada a desacreditar al contrario, con la brillantez de un argumento sólidamente construido”. Para la autora, mientras que la argumentación política debería ser “empleada para convencer al destinatario de este discurso con una estructura bien construida, soportada por referencias y datos comprobables y defendida con convicción, de manera que el sentido y la referencia de lo dicho respondan con exactitud a lo expuesto”, en la fase mediatizada de la política democrática, en muchas ocasiones “el debate político lleva a situaciones contradictorias y llenas de inexactitudes e imprecisiones”.

Un cuarto aspecto problemático –identificado por Blumler– es que, dada la fuerte mediación de los medios masivos y las redes sociales digitales en la relación entre electorado y actores políticos, se desdibuja la cadena de responsabilidades que se supone que opera en toda democracia. Verón enfatizaba la centralidad del rol del representante en el sistema político democrático como aquel que es capaz de identificar y velar por los intereses de sus electores, al mismo tiempo que es capaz de prometer y mantener su palabra una vez elegido. Para Verón, la confianza es una aspecto central de las relaciones políticas, ya que “el actor cree, piensa, supone, que el candidato realizará después lo que ha prometido ahora”. A través de la ilusión de un contacto casi directo entre elector y actor político, la hipermediatización en redes sociales digitales genera la constitución de una suerte de “pueblo de la web”, en el que no habría necesidad de mediación de otras instituciones sociales como los medios masivos. En este contexto, la idea de un “populismo mediatizado” presentada por Mazzoleni cobra especial relevancia, ya que parecería ser que los actores políticos se rigen por un nuevo régimen de veridicción en el que, como argumenta Juan Alonso Aldama, se pasa de un mentir que es avergonzado a uno que es descarado y desinhibido.

Finalmente, un quinto aspecto de la mediatización que es perjudicial para la esfera pública democrática tiene que ver con la emergencia de la polarización política, esto es, una actitud que enfatiza las diferencias entre el Ellos y el Nosotros. Como propone Cosenza, actualmente la diferencia entre colectivos que es constitutiva del campo político se vive como “una contraposición respecto a la que se invita a electores, ciudadanos y […] “la gente” a llevar a cabo una clara elección de pertenencia”. Esto es el caso porque, a pesar de la colonización de lo político por la lógica del target asociada a los medios, su esencia en cuanto que campo discursivo específico no desaparece: las identidades colectivas seguirán siendo las unidades de sentido básicas para la construcción de la esfera pública. En la fase actual de mediatización de lo político, las plataformas digitales ofrecen nuevos espacios y dinámicas para que ese proceso intersubjetivo de construcción identitaria tome forma. Así, la construcción de identidades colectivas en el campo político ya no parecería regirse principalmente por un apego voluntario y pensado a ciertas ideas o valores, sino que muchas veces es el resultado de efectos mediáticos atravesados no ya por la razón y la crítica, sino por la emoción y una identificación cargada de pasiones, lo que potencia la lógica de Amigo vs. Enemigo identificada por Schmitt”.

(*) Sebastián Moreno Barreneche (Facultad de Administración y Ciencias Sociales-Universidad ORT-Uruguay): “La mediatización de la política como amenaza al sistema democrático: una aproximación crítica basada en el estado actual de la investigación” (2021).

Share