Por Hernán Andrés Kruse.-

La guerra en Medio Oriente se agrava con el correr de las horas. Ebrahim Raisi, líder de Irán, amenazó a Israel vía X (ex Twitter) y desde hace unos días el comandante de la fuerza expedicionaria iraní Quds del cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, Ismail Ghaani, se encuentra en El Líbano con el objetivo de coordinar un eventual enfrentamiento con las tropas israelíes. Mientras tanto, la organización terrorista Hezbollah lanzó desde la frontera libanesa una lluvia de misiles contra Israel. En la vereda de enfrente el gabinete de guerra israelí centra su atención en la ofensiva contra Hamás en Gaza pero, al mismo tiempo, decidió reforzar los sistemas de defensa antiaérea y desplegar cientos de soldados en la frontera con El Líbano. En las últimas horas un ataque aéreo israelí acabó con la vida de Nasim Abu Ajina, comandante del Batallón Beit Lahia de la Brigada Norte de Hamás y conductor de los comandos de Hamás que arrasaron con los kibutz israelíes. La avanzada del ejército israelí ha logrado controlar diversos barrios que rodean a Gaza. El objetivo de los israelíes es la destrucción del cuartel general de Hamás, protegido por cientos de terroristas y miles de cohetes, misiles y granadas antitanques provistos por Irán, Corea del Norte y Siria. Sin embargo, a las tropas de Israel les espera lo peor. No hay que olvidar que la organización terrorista ejerce el control de los túneles de la ciudad, lo que inhibe la voluntad del gabinete de guerra israelí de atacar de manera frontal. Hacerlo implicaría una tragedia humana de impredecibles consecuencias (fuente: el informe de Román Lejtman desde el escenario bélico, Infobae, 31/10/023).

Israel posee los Arrow 3, misiles de última generación capaces de volar más allá de la atmósfera, rastrear los misiles enemigos y pulverizarlos, sin importar su carga nuclear, biológica o química. En las últimas horas las Fuerzas de Defensa de Israel lo activaron por primera vez logrando interceptar un misil tierra-aire lanzado por los Hutíes desde Yemen, cuyo objetivo era la ciudad de Eliat, situada sobre el Mar Rojo. También lanzaron drones y nuevos misiles sobre esa ciudad. Abdelaziz bin Habtur es el primer ministro de Yemen. Hace unas horas reconoció la responsabilidad de su país en el ataque contra Israel: “Estos drones y misiles pertenecen a la República de Yemen. Su excelencia el presidente Mahdi al Mashat ha dado una orden clara para nuestro ataque directo para resistir esta agresión opresiva en la que nuestro pueblo, familias, mujeres, niños y ancianos, están siendo asesinados en la tierra de Palestina”. “Somos parte de un eje de resistencia que se extiende desde Teherán a Bagdad, Damasco, Beirut, Palestina y Saná (Yemen). Es un eje que tiene coordinación, una sala de operaciones conjuntas y un liderazgo conjunto para todas estas operaciones” (fuente: el informe de Román Lejtman desde el escenario bélico, Infobae, 1/11/023).

A pesar de los pedidos del gobierno de Biden y las principales potencias de Europa, y los reclamos árabes, Israel de ninguna manera aceptará un cese del fuego en la guerra que libra contra Hamás. En las últimas horas se incrementó geométricamente el número de tanques, misiles, cohetes, granadas anti-tanques y soldados con el objetivo de atacar los túneles ocupados por Hamás en la ciudad de Gaza. Asesoradas por expertos enviados por el Pentágono las tropas israelíes atacarán los túneles de manera gradual, por etapas. La improvisación, pues, no existe para las fuerzas armadas israelíes. Prueba de ello lo constituye la construcción en el desierto de Negev de una réplica de una aldea palestina que les permite a los soldados entrenar en el combate en estrechas calles contra terroristas armados y en los túneles edificados por Hamás. Los túneles son verdaderas trampas mortales. De un metro ochenta de altura y 90 centímetros de ancho, los terroristas islámicos tienen instaladas numerosas bombas caza-bobos que se activan a distancia y que son letales para el enemigo. Por si ello no resulta suficiente, los terroristas están en condiciones de atacar y retroceder hacia otra salida desconocida por los israelíes. Ello significa que los túneles son un espacio ideal para emboscar a los israelíes y aniquilarlos. Sin embargo, Israel cuenta con una unidad especializada en combates de esta índole, denominada Samur. Qué duda cabe que el ejército israelí está preparado para avanzar sobre los túneles, de cuyo control depende la aniquilación de Hamás. De lograrlo, puede provocar un problema geopolítico en Medio Oriente de impredecibles consecuencias (fuente: el informe de Román Lejtman desde el escenario bélico, Infobae, 2/11/023).

A continuación paso a transcribir lo que escribieron Luciana Manfredi, Pamela Bezchinsky y Maximiliano Uller sobre las contradicciones de la creación del estado de Israel (“El conflicto árabe-israelí: Historia y perspectivas de resolución”, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Departamento de Economía y Política Internacional, 2007).

“Si bien la creación del Estado de Israel, basado en la ética pionera de sus fundadores, asumía un carácter esencialmente laico, democrático y obrero, no pocas contradicciones encerraba la realidad con la que emergió. Ya desde la declaración de la Independencia se pudieron observar estas contradicciones, a partir de una retórica que mezclaba reivindicaciones políticas históricas con singulares afirmaciones de índole religiosa, lo que alimentó peligrosamente la idea de un Estado devenido teocrático antes que democrático. En varios pasajes se pueden percibir estas inconsistencias: “El Eretz Israel fue la cuna del pueblo judío (…) Allí obtuvo por primera vez su nacionalidad (…) después de haberse visto desterrado por la fuerza de su territorio, el pueblo judío se mantuvo fiel a él durante toda su dispersión y nunca dejó de orar”. Resulta evidente que, por un lado, se acentúa el aspecto político (reivindicación nacional), al hablar de la cuna del pueblo judío, pero, por otro lado, da una idea de sustento religioso, al destacar que el pueblo «nunca dejó de orar» (reivindicación religiosa). Más adelante, luego de ratificar un derecho reconocido a partir de la Declaración Balfour y reafirmado en el Mandato, señala que “La catástrofe que agobió recientemente al pueblo judío –la masacre de millones de judíos en Europa- fue otra demostración inequívoca de la urgente necesidad de solucionar el problema de su falta de territorio restableciendo en Eretz Israel el Estado judío, que les abriría de par en par las puertas de la patria a todos los judíos y le concedería al pueblo judío el status de miembro con plenos privilegios de la comunidad de las naciones (…) El Estado de Israel estará abierto a la inmigración judía de todos los países (…) basado en las enseñanzas de los profetas hebreos, mantendrá una completa igualdad social y política de derechos para todos sus ciudadanos sin distinción de credo, raza o sexo y salvaguardará los lugares santos de todas las religiones”. En consecuencia, esta declaración avala el carácter de Estado judío por sobre cualquier otra condición, desechando cualquier posibilidad de configurar un espacio común entre árabes y judíos como, por ejemplo, la creación de un Estado binacional. Esto significa que, mientras es discutible asignar el atributo de «ser judío» a la condición de «nación» (habida cuenta de que la vasta mayoría de los judíos del mundo no emigraron hacia Israel sino que mantuvieron sus respectivas nacionalidades) por la sencilla razón de que la noción de judío remite más a una entidad religiosa, sí es válido hacerlo cuando se habla de «hebreo», ya que esta denominación sugiere una concepción de etnicidad mucho más compatible con una reafirmación nacional por su identidad cultural y un destino político común.

Para afianzar más claramente la idea, resulta indispensable recurrir a Uri Avnery, quien señala que: “Hay solidaridad, hay afinidad, pero el judaísmo mundial no constituye una nación y sí los hebreos israelíes. El sionismo creó algo que nunca intentó hacer conscientemente, una nueva nación. Y en el momento de su triunfo, se ha vuelto obsoleto; al obtener sus fines, sentó las bases de su propia negación”. Posteriormente afirma que “La Declaración de la Independencia proclama que Israel es un Estado judío y esto está encajado en su estructura legal. La ley de retorno da a todos los judíos del mundo el derecho automático a venir y establecerse en Israel. Sin embargo, ¿qué es ser judío?, ¿quién es judío? No existe una clara definición legal (…) Las cortes de Israel decidieron que una persona deja de ser judía si adopta otra religión, lo que muestra que ser judío es básicamente una cuestión religiosa. Si es así, ¿cómo puede haber separación entre Estado y sinagoga? (…) Solamente el repudio de esta idea del nacionalismo israelí, puede eventualmente convertir a Israel en un Estado secular”. Por lo tanto, el proceso de conformación del Estado de Israel presentó un carácter dual. El pueblo judío era esencialmente obrero pero los sectores dominantes y los que ejercían el poder político -principalmente el Laborismo- eran básicamente pequeño burgueses ligados a la social democracia europea y pertenecientes a la mayoría ashkenazi. Así, la evolución histórica y las condiciones objetivas de la población judía en Palestina determinaron que Israel se conformara como un Estado situado entre una democracia liberal occidental y una república popular, aunque ostensiblemente inclinado hacia el primero de ambos órdenes, como uno de los ejes de este nuevo mundo bipolar.

Luego de la guerra de 1948, Israel dio el paso decisivo hacia su alianza con el mundo capitalista, particularmente con Estados Unidos, alejando las perspectivas de revolución socialista en el país: no solamente anexó de manera ilegal territorios otorgados a los árabes, sino que, a nivel interno, el gobierno de Ben Gurion disolvió el Palmaj (vanguardia de las fuerzas populares), aplicó una política de división dentro de los kibutzim -sector avanzado dentro de la economía socialista-, reprimió a los movimientos de izquierda dentro de éstos y convirtió a la Histadrut en un movimiento cada vez más burocrático y mercantilizado. Se sancionaron leyes tendientes a favorecer la propiedad privada, se estimuló la entrada de capitales –principalmente norteamericanos y la división ejercida en los kibutz obligó a la mayoría de ellos a convertirse en empresas capitalistas. Por otra parte, la secularización del Estado nunca sería completa y, de hecho, aparece como un objetivo que probablemente obstaculizó la consolidación del proyecto nacionalista, como sugería Avnery en el párrafo anterior.

El final de la guerra, en 1949, no significó de ninguna manera el comienzo de un proceso de paz. Este debió esperar más de cuarenta años para iniciarse y la idea de una resolución inmediata para el conflicto era virtualmente imposible, ya que una de las consecuencias más nefastas de la contienda fue precisamente la destrucción de miles de hogares palestinos; los sobrevivientes emigraron a Gaza y Cisjordania, luego anexadas por Egipto y Jordania, convirtiéndose en refugiados. En conclusión, los cinco problemas fundamentales que debía enfrentar Israel de aquí en adelante fueron:

1) EL PROBLEMA DE LA INMIGRACIÓN

Después de la firma del armisticio de 1949, se produce un fenomenal caudal inmigratorio favorecido por la sanción de la «Ley de Retorno» de 1950. Este fue muy heterogéneo y triplicó en pocos años la población del país, favorecido por la sanción de la «Ley de Retorno» de 1950. La absorción de semejante ola inmigratoria contó con la ayuda financiera de Estados Unidos, lo que implicó la adhesión definitiva del gobierno de Ben Gurion al bloque capitalista. Así, se configuró en Israel una estructura social particular, con judíos procedentes de sitios y culturas muy diferentes entre sí. Insertos en un modo de producción capitalista, se intensificaron sus antagonismos, evidenciando las contradicciones típicas de una sociedad de clases. Muchos de los sionistas que habían luchado contra el imperialismo británico y el nazismo, se apoderaron del Estado y devinieron en clase dominante.

2) EL PROBLEMA DE LA ECONOMÍA

Antes de la creación del Estado, la estructura económica de Israel funcionaba, fundamentalmente, bajo la forma de kibutz en el sector agrícola (régimen de producción colectivo y planificado) y en el sector industrial con algunas empresas coordinadas por la central sindical Histadrut y la Agencia Judía, que estimulaban el desarrollo y la tecnología a través del Instituto de Investigaciones Rejovot y las Universidades de Haifa y Jerusalén. Luego de la fundación del Estado, la inmigración masiva contribuyó a resolver el problema de la escasez de mano de obra y se descubrieron y explotaron riquezas naturales en el desierto del Neguev. Obviamente, como parte de la lógica de las clases dominantes y dada la aguda necesidad de dinero para su desarrollo, fue casi íntegramente financiado por capitales extranjeros.

3) EL PROBLEMA DE LAS FRONTERAS

A partir de la ocupación y anexión de parte de los territorios asignados a los árabes, éstas se hicieron cada vez más extensas. Como consecuencia, se profundizó cada vez más la necesidad de Israel de alimentar un ejército numeroso, a menudo justificada por razones de seguridad e integridad de sus habitantes. Esto obedecía no sólo a los potenciales conflictos bélicos sino también a las incursiones permanentes de los militares árabes.

4) EL PROBLEMA DE LOS REFUGIADOS EN LOS PAÍSES ÁRABES

De los 650000 árabes que vivían en Palestina antes del armisticio, sólo 150000 permanecieron en sus hogares, mientras que el resto emigró hacia campos de refugiados cerca de las fronteras, estrictamente vigiladas por fuerzas militares. Esta situación derivó en una mutua comprensión entre los refugiados y sus vecinos, quienes eran reprimidos ante esta situación de cuasi-abandono que sufrían.

5) EL PROBLEMA DE LAS MINORÍAS

Entre los no judíos que aceptaron la ciudadanía israelí había rusos, armenios, caucásicos, árabes cristianos y musulmanes, entre los cuales se contaban unos quince mil nómadas. Sin embargo, la adopción por parte de los árabes de su nueva ciudadanía complicaría severamente la democracia israelí: comenzaron a militarizarse los barrios donde estos vivían y se produjo una suerte de criminalización de las minorías, algo que se agravaría con el correr de los años”.

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