Por Hernán Andrés Kruse.-

En su edición del 24/9, La Nación publicó un artículo de Joaquín Morales Solá titulado “Temor frente a la violencia verbal de Milei”. Se trata de una de las críticas más furibundas vertidas por un periodista del establishment contra el libertario. Lo acusa directamente de ser un intolerante, un fanático, un autoritario. Despotrica contra la casta pero no titubeó al momento de decidir la alianza con un emblema de la casta sindical, Luis Barrionuevo. Su menosprecio por la libertad de prensa quedó en evidencia cuando, por ejemplo, le exigió a la Gaceta de Tucumán que no le hiciera preguntas sobre la portación de armas y la venta de órganos. De ahí que le asista toda la razón a Eduardo Eurnekian quien afirmó que la Argentina no necesitaba otro dictador.

¿Por qué semejante embestida de Morales Solá contra el libertario? Porque nada dijo el reconocido columnista político de La Nación, por ejemplo, sobre el pasado montonero de la candidata presidencial de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich. Hay una foto donde se la ve junto a la cúpula montonera, responsable principal del baño de sangre que enlutó al país en la década del setenta. Si Milei es un fanático y un intolerante ¿entonces qué es Patricia Bullrich? Nadie niega los hechos que señala Morales Solá en su escrito sobre los altercados del libertario con la prensa. Pero de ahí a considerarlo un peligro para la democracia hay un trecho muy largo. Resulta por demás evidente que Morales Solá está jugando a favor de Bullrich. Ello explica su esfuerzo por demoler la candidatura de Milei. Pero don Joaquín lejos está de ser el único, periodista del establishment que protagoniza esta cruzada antilibertaria. Lo acompañan un buen número de periodistas de La Nación+ y de Clarín, lo que demuestra que se tomó una decisión al más alto nivel de ubicar a Bullrich en el ballottage en reemplazo de Milei.

Luego de afirmar que Milei se proclama liberal pero en la práctica es un autoritario, Morales Solá centra su atención en el liberalismo argentino. “Vale la pena detenerse”, afirma, “en el análisis del liberalismo y los cambios que se observan frente al líder libertario. Durante décadas, el liberalismo argentino limitó sus propuestas a los aspectos netamente económicos de ese ideario mucho más amplio y humanista, que promueve, por ejemplo, la libertad de las personas, su igualdad política y jurídica y el progreso económico. Imposibilitados de acceder al poder por el voto de la sociedad, sus dirigentes optaron en el pasado por apoyar a los gobiernos de facto para aplicar sus recetas económicas. El proyecto liberal encontró una salida electoral con Álvaro Alsogaray en los años ochenta, quien luego enhebró una sólida alianza de poder con Carlos Menem. Por lo que se ve ahora, el liberalismo local no está dispuesto a respaldar programas económicos afines “a cualquier precio” político e institucional. Se trata de un enorme avance político del país, con el que Milei nunca esperó tropezar. El liberalismo económico debe caminar de la mano del liberalismo político, de la urbanidad y de las buenas maneras. La democracia liberal es también una ceremonia y sus creyentes deben observar fielmente sus ritos y liturgias. Ese es un discurso ahora frecuente entre personas que cultivan las ideas liberales”.

Tiene razón Morales Solá al sostener que el liberalismo no se limita a la esfera económica. El liberalismo es una filosofía de vida que engloba no solo a la esfera económica sino también a las esferas política y jurídica. El columnista de La Nación recuerda el pacto de Alsogaray con Menem. Esa alianza le hizo un daño inconmensurable al liberalismo como filosofía de vida ya que a partir de entonces el liberalismo pasó a ser sinónimo de menemismo. También acierta cuando afirma que los berrinches de Milei con la prensa dañan la imagen liberal. Pero ya que es tan exigente con Milei, sería bueno que también lo fuera, por ejemplo, con Bullrich. Si Milei no es liberal ¿entonces lo es Bullrich? Ahora bien, ¿cabe considerar liberal a una dirigente que fue montonera, menemista, delarruista, lilita y macrista?

Lo más relevante del artículo de Morales Solá es que nos hace recordar el verdadero significado del liberalismo. ¿Qué es, entonces, el liberalismo? Mucho se ha escrito sobre el tema. Buceando en Google encontré un ensayo de David Boaz titulado “Las raíces del liberalismo” (Cato Institute, 1000 Massachusetts Ave. NW, Washington, DC). A continuación paso a transcribir parte del mismo.

RESULTADOS DEL LIBERALISMO

“La liberación de la creatividad humana produjo asombrosos progresos científicos y materiales. Como expresaba la revista The Nation (publicación auténticamente liberal) en un artículo publicado en 1900: «Liberados de la irritante intromisión de los gobiernos, los hombres se dedicaron a realizar sus funciones naturales, a mejorar su propia condición, y he aquí los resultados maravillosos que encontramos a nuestro alrededor». Los avances tecnológicos del liberal siglo XIX fueron innumerables. La máquina de vapor, el ferrocarril, el telégrafo, el teléfono, la electricidad, el motor de combustión interna… Gracias a la acumulación de capital y al «milagro del interés compuesto», las masas comenzaron en Europa y en América a liberarse de las pesadas tareas asociadas a la condición natural de la humanidad desde tiempos inmemorables. Descendió la tasa de mortalidad infantil y la esperanza de vida experimentó un incremento sin precedentes. Si en 1800 se vuelve la vista atrás, se aprecia un mundo que apenas ha experimentado cambios durante miles de años. En 1900, sin embargo, el mundo estaba irreconocible. El pensamiento liberal continuó evolucionando durante el siglo XIX. Jeremy Bentham propuso la teoría del utilitarismo, la idea de que el gobierno debería promover «la mayor felicidad posible para el mayor número posible». Aunque sus premisas filosóficas diferían bastante de las premisas de los derechos naturales, coincidía en muchas de sus conclusiones con las ideas del gobierno limitado y el mercado libre.

Alexis de Tocqueville fue a América para ver cómo funcionaba una sociedad libre y publicó, entre 1834 y 1840, sus brillantes observaciones en su obra “La democracia en América”. En 1859 John Stuart Mill publicó su ensayo “Sobre la libertad”, una potente defensa de la libertad individual. En 1851 Herbert Spencer, escritor sobresaliente cuyo trabajo ha sido injustamente ignorado y a menudo malinterpretado, publicó “Estática social”, obra en la que establece su «ley de igual libertad», que supone un testimonio precursor y explícito del credo liberal moderno. El principio de Spencer puede expresarse así: «todo hombre posee derecho a reclamar el mayor grado de libertad para ejercer sus facultades, siempre que esto no impida disfrutar de la misma libertad a todos los demás hombres». Como señalaba Spencer, «la ley de igual libertad se aplica abiertamente a toda la raza, tanto a hombres como a mujeres». Spencer amplió además la postura liberal clásica sobre la guerra, para diferenciar entre dos clases de sociedades: la sociedad industrial, donde la gente produce y comercia pacíficamente en asociaciones voluntarias, y la sociedad militante, en la que prevalece la guerra y el gobierno controla las vidas de los gobernados para alcanzar sus propios fines. En su edad dorada, Alemania produjo grandes escritores como Goethe y Schiller, ambos liberales, a la vez que filósofos e intelectuales de la talla de Emmanuel Kant y Wilhelm von Humboldt contribuían a desarrollar el pensamiento liberal. Kant destacó la autonomía del individuo e intentó basar los derechos y las libertades individuales en los dictados de la propia razón. Propuso una «Constitución jurídica para garantizar a cada individuo su libertad en el marco de la ley, de forma que cada uno pudiera continuar siendo libre para buscar su felicidad de la forma más beneficiosa, siempre y cuando no se violaran la libertad ni los derechos legítimos de sus semejantes».

La obra clásica de Humboldt “Los límites de la acción del Estado” cuya influencia es más que evidente en la obra “Sobre la libertad” de John Stuart Mill, sostiene que el desarrollo pleno del individuo descansa «no sólo en la libertad, sino también en una multitud de situaciones». Humboldt se refiere aquí a que los hombres deberían disponer de una amplia variedad de circunstancias y formas de vida (el término moderno sería «formas alternativas de vida») para poder probar y escoger en todo momento. En Francia, Benjamin Constant fue el liberal más conocido del Viejo Continente en la primera parte del siglo. Como afirmaba un contemporáneo suyo, Constant «amaba la libertad como otros hombres aman el poder». Igual que Humboldt, concibió la libertad como un sistema en el que las personas pueden descubrir y desarrollar mejor sus propias personalidades y sus intereses individuales. En un importante ensayo, Constant contrasta el significado de libertad en las antiguas repúblicas (igual participación en la vida pública) con el concepto moderno de libertad (la libertad individual de hablar, escribir, poseer bienes, comerciar y perseguir los intereses personales). De igual modo, madame de Staël, novelista amiga de Constant, es recordada por la siguiente declaración: «La libertad es vieja, es el despotismo el que es nuevo», que hace referencia a las intenciones de los defensores del absolutismo de llevarse las duramente reivindicadas libertades de la Edad Media.

Otro de los liberales franceses, Frédéric Bastiat, prestó sus servicios en el Parlamento, donde manifestó su pasión por el comercio libre, y escribió numerosos ensayos impactantes y humorísticos en contra del Estado y de todas sus acciones. Su último ensayo, “Lo que se ve y lo que no se ve”, ofrece una aclaración importante que afirma que cualquier actuación del gobierno, ya sea la construcción de un puente, la asignación de ayudas a las artes o el pago de pensiones, tiene efectos simples y obvios. El dinero circula, se crean empleos y se piensa entonces que el gobierno ha impulsado el crecimiento económico. La tarea del economista consiste en ver lo que no es obvio (las casas que no se han construido, la ropa que no se ha comprado, los empleos que no se han creado) porque el dinero se ha conseguido a través de los impuestos aplicados a aquellos individuos que lo habrían gastado en su propio beneficio. En su obra “La ley”, Bastiat condenó el concepto de «saqueo legal» mediante el cual el juez utiliza al gobierno para apropiarse de lo que otros han producido. Y en “La petición de los fabricantes de velas” se burla de los industriales franceses que pedían medidas proteccionistas al gobierno contra la competencia, e intentaban hacer creer que hablaban en nombre de los fabricantes de velas cuando solicitaban al Parlamento eliminar la competencia del sol, que era el culpable de que no se necesitaran velas durante el día. Esta era una anticipación del rechazo a las leyes antimonopolio.

En los Estados Unidos los liberales dirigieron el movimiento abolicionista. Los principales abolicionistas equiparaban la esclavitud con el «robo de seres humanos», porque la esclavitud negaba la propiedad que cada hombre tiene de sí mismo y usurpaba la misma esencia del ser humano. Sus argumentos guardaban fuerte relación con los de John Locke y los Levellers. William Lloyd Garrison escribió que su propósito no se limitaba solamente a la abolición de la esclavitud, «sino a la emancipación de toda nuestra raza del dominio del hombre, del avasallamiento de nuestro ser y de la fuerza bruta del gobierno». Otro abolicionista, Lysander Spooner, partió del argumento de los derechos naturales contra la esclavitud y llegó a la conclusión de que ningún ser humano podía ser detenido para renunciar a sus derechos naturales en virtud de ninguna forma de contrato, incluida la Constitución, que no hubiera suscrito personalmente. De igual modo, Frederick Douglass basó sus argumentos contra la esclavitud en el liberalismo clásico: la autopropiedad y los derechos naturales”.

LOS ECONOMISTAS AUSTRÍACOS

“Mientras tanto, en los momentos más duros del liberalismo, continuaban apareciendo grandes pensadores dedicados a perfeccionar las ideas liberales. Uno de los más notables fue Ludwig von Mises, economista austríaco que huyó de los nazis, primero a Suiza en 1934, y luego a los Estados Unidos en 1940. El libro demoledor de Mises titulado “El socialismo: análisis económico y sociológico”, demostraba la inviabilidad de esta ideología debido a que la propiedad privada y el sistema de precios eran elementos indispensables a la hora de determinar qué producir y cómo. Su discípulo Friedrich Hayek nos dejó el siguiente testimonio sobre el impacto que el libro de Mises causó en una buena parte de los más altos representantes de la juventud intelectual de entonces: “El nacimiento, en 1922, de El socialismo provocó un fuerte impacto. Consiguió cambiar poco a poco, aunque con fuerza, la visión que tenían muchos jóvenes idealistas que regresaban a las universidades después de la Primera Guerra Mundial. Lo sé porque fui uno de ellos […] El socialismo prometía cumplir nuestras esperanzas de un mundo más racional y justo. Entonces apareció este libro, y nuestras ilusiones se desvanecieron”.

Wilhem Roepke fue otro de los jóvenes intelectuales cuyas esperanzas se vinieron abajo por efecto del libro de Mises. Tras la Segunda Guerra Mundial, Wilhem Roepke continuó siendo el asesor principal de Ludwig Erhard, el ministro alemán de economía, el arquitecto del «milagro económico alemán» de los cincuenta y los sesenta. Otros tardaron más tiempo en aprender. Como afirmaba el economista y escritor americano de gran éxito Robert Heilbroner, en la década de los 30, cuando era estudiante de economía, el argumento de Mises sobre la inviabilidad de la planificación socialista «no le había parecido una razón lo suficientemente convincente para descartar el socialismo». Cincuenta años más tarde Heilbroner escribía en la revista New Yorker: «Por supuesto, el tiempo demostró que Mises tenía razón». Más vale tarde que nunca. El legado más importante de Mises fue “La acción humana”, un completo tratado de ciencia económica. Desarrolló en él una exhaustiva ciencia económica, a la que definía como el estudio de todos los actos deliberados del hombre. Defensor incondicional del mercado libre, proclamó a diestro y siniestro que toda intervención del gobierno en el mercado tendía a reducir la riqueza y el nivel de vida de la mayoría.

Su discípulo, Friedrich von Hayek, no sólo se convirtió en un economista brillante (ganó el premio Nobel de Economía en 1974) sino que también podría ser considerado el pensador social más importante del siglo XX. Sus libros “El orden sensorial”, “La contrarrevolución de la ciencia”, “La Constitución de la libertad”, y “Ley, legislación y libertad”, exploran temas que van desde la psicología y el error de aplicar los métodos de las ciencias físicas al estudio de las ciencias sociales, hasta las leyes y las teorías políticas. En su obra más difundida, “Camino de servidumbre”, publicada en 1944, advierte a las naciones que se encuentran inmersas en la lucha contra el totalitarismo de que la planificación económica no desembocará en la igualdad sino en un nuevo sistema de clases y estatus; no traerá la prosperidad sino la pobreza, y no alcanzará la libertad sino la servidumbre. El libro fue criticado fervientemente por muchos socialistas e intelectuales de izquierda en Inglaterra y en los Estados Unidos, pero fue un éxito de ventas, y quizá fuera éste uno de los principales motivos por los que se ganó el rechazo de los escritores académicos. Indujo, además, a una nueva generación de jóvenes intelectuales a explorar las ideas liberales. El último libro de Hayek, “La fatal arrogancia”, publicado en 1988 cuando el autor estaba a punto de cumplir los 90 años, supone una vuelta a la inquietud que había ocupado la mayor parte de su búsqueda intelectual: el orden espontáneo, producto de «la acción humana pero no del diseño humano». “La fatal arrogancia de los intelectuales”, escribió Hayek, “es creer que un grupo de hombres inteligentes pueden diseñar una economía o una sociedad mejor de lo que lo harían las aparentemente caóticas interacciones de millones de individuos. Esos intelectuales no se dan cuenta de cuántas cosas ignoran, ni tampoco conocen la manera en que el mercado utiliza todo el conocimiento que cada individuo posee”.

LOS ÚLTIMOS LIBERALES CLÁSICOS

“Existió también un grupo de escritores y analistas políticos que contribuyó a mantener vivo el pensamiento liberal. H. L. Mencken es recordado primordialmente por su labor de periodista y crítico literario, pero la política también ocupó una parte muy importante de su reflexión. Su ideal era «un gobierno apenas más visible que la falta total de gobierno». Albert J. Nock (autor de “Nuestro enemigo, el Estado”), Garet Garrett, John T. Flynn, Felix Morley y Frank Chodorov concentraron sus inquietudes en las expectativas de un gobierno constitucional limitado, en plena aplicación del New Deal, y en la que parecía una clara marcha hacia la guerra asumida por los Estados Unidos durante el siglo XX. Henry Hazlitt, periodista económico, fue el contacto entre estas líneas de pensamiento. Hazlitt escribía en publicaciones como The Nation, New York Times y Newsweek. Publicó, además, una serie de elogios dedicados a la obra maestra de Mises, “La acción humana”, y popularizó la economía del libre mercado en un pequeño libro llamado “Economía en una lección”, inspirado en el ensayo “Lo que se ve y lo que no se ve” de Frédéric Bastiat. De éste, Mencken decía: «Fue uno de los pocos economistas en la historia de la humanidad que realmente sabía escribir». En el lúgubre 1943, en plena Segunda Guerra Mundial y en medio del Holocausto, en el momento en que el gobierno más poderoso de la historia de los Estados Unidos se había aliado con un poder totalitario para derrotar a otro, tres admirables mujeres publicaron libros que contribuyeron decisivamente a la gestación del movimiento liberal moderno. Rose Wilder Lane, hija de Laura Ingalls Wilder, la autora de “La casa de la pradera” y otras novelas de individualismo exaltado, publicó un apasionado ensayo histórico titulado “The Discovery of Freedom” (El descubrimiento de la libertad). Isabel Paterson, novelista y crítica literaria, produjo “El dios de la máquina”, texto que defiende el individualismo como semilla del progreso en el mundo. Y Ayn Rand publicó “El manantial”.

EL LIBERALISMO EN LA ACTUALIDAD

“En ocasiones, se acusa al pensamiento liberal de rigidez y dogmatismo, pero conviene recordar que el liberalismo es simplemente un marco estructural básico para las sociedades en las que los individuos libres pueden convivir en paz y armonía mientras persiguen lo que Jefferson denominó «la propia búsqueda de su ocupación y de su perfeccionamiento». La sociedad enmarcada en una estructura liberal es la más dinámica e innovadora de la historia de la humanidad, y así lo demuestran los avances sin precedentes que han tenido lugar desde la revolución liberal de finales del siglo XVIII en la ciencia, la tecnología y en los niveles de vida. En una sociedad liberal, la caridad es una costumbre generalizada derivada de la benevolencia personal, no de la coerción del Estado. El liberalismo constituye además un marco creativo y dinámico para la actividad intelectual. Hoy en día, son las ideas estatistas las que dan la impresión de haber perdido la fuerza y la actualidad, a la vez que se observa una explosión de ideas liberales en campos como la economía, el derecho, la historia, la filosofía, la psicología, el feminismo, el desarrollo económico, los derechos civiles, la enseñanza, el medio ambiente, la sociología, la bioética, la política exterior, la tecnología y la era de la información, entre otros. El liberalismo ha creado un terreno adecuado para el desarrollo intelectual y la solución de problemas, pero aún debemos perfeccionar nuestra comprensión de la dinámica de las sociedades libres y de las que no lo son. En la actualidad, continuamos presenciando la evolución intelectual de las ideas liberales. El impacto más fuerte de esas ideas es producto de la creciente red de publicaciones y grupos de investigación de inspiración liberal, del renacer de la tradicional hostilidad americana hacia el gobierno centralizado y, lo que es más importante, de la continua cadena de promesas incumplidas por parte de los gobiernos grandes”.

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