Por Luis Américo Illuminati.-

Una especie extinguida en estado salvaje desde hace más de 40 años logró poner huevos tras su liberación en el atolón Palmyra, un santuario ecológico libre de depredadores. Se trata del martín pescador de Guam (Todiramphus cinnamominus), una pequeña ave del Pacífico cuya población colapsó en las décadas de 1970 y 1980 debido a la introducción accidental de una especie invasora. El anuncio fue realizado por la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL), en colaboración con The Nature Conservancy, tras constatar la puesta de huevos por parte de individuos liberados en el atolón Palmyra, una isla remota al sur de Hawái (cfme Canal 26).

Extrapolando esta noticia ornitológica a la realidad de la zoociedad argentina es como una esperanza o una metáfora del «homo bonus» extinguido. El homo bonus o bonus vir (el hombre de bien u hombre virtuoso) es la contracara del «homo sapiens» -y sus derivados: el «homo oeconomicus», el hombre light, nihilista y hedonista, el «homo festivus» de Muray, el hombre posmoderno, un ser depravado que convirtió el mundo en una suerte de loquero o réplica del Infierno. En la Argentina, florecerá la aurora de una raza no depredadora, no egoísta y abusadora el día que la casta haga una verdadera «metanoia» (mea culpa), como hizo Nejludov, el personaje arrepentido de «Resurrección», la gran obra de León Tolstoi.

Tal estado de extinción del hombre bueno y su reemplazo por el hombre malo lo puso de manifiesto Clive Staples Lewis (C.S. Lewis) en su obra «La abolición del hombre» (1943), donde hace una crítica casi profética sobre cómo la negación de los valores objetivos conduce a la erosión de la humanidad misma. C.S. Lewis nos advertía en su obra sobre los peligros de descartar cualquier forma de moral objetiva. Esta inquietud de Lewis -escribe en la Revista «Forja» Rafael Funes Torres- encuentra eco en los movimientos contemporáneos, como aquellos derivados de la ideología woke, que tienden a abandonar los valores más fundamentales y, al hacerlo, socavan la libertad, sometiendo a quienes se adhieren a dichos principios a un condicionamiento ideológico. A través de un profundo análisis filosófico y pedagógico, Lewis sostiene que el rechazo de los valores objetivos y universales conduce a la destrucción misma de la humanidad, aunque no alude a una extinción física, sino a una degradación ética: la abolición ocurre cuando el hombre, al descartar los valores objetivos, se reduce a un mero objeto que es manipulado por el poder.

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