Por Jorge Augusto Cardoso.-
La vida en democracia tiene sus símbolos, sus oficiantes y su ritual público, que exige cortesía y buenos modales, más aún entre los que tienen el deber de dar el ejemplo. Eso no parecería que esté ocurriendo en nuestra patria; estamos asistiendo a una variación cualitativa de las relaciones personales, en donde la grosería y el destrato son “el deber ser” del Ejecutivo. Las explicaciones, por fuera del protocolo establecido, que ha dado el Presidente, respecto a la conducta de la Vicepresidente, afirmando que habían hablado con su secretaria y entonces que ella ya sabía…; que la Casa Militar la había mandado la información, etc., etc., no hace más que evidenciar que no se cumplió con el ritual establecido y debido, en tiempo y forma; el Escribano de Gobierno llevó tarde a la firma de Villarruel la notificación correspondiente, y así lo afirman los constitucionalistas. ¿Pero saben qué debió realmente haber pasado entre personas educadas, que además llegaron al poder juntas?
Milei, y nadie más, debió haber llamado a Victoria para anticiparle cuándo y dónde se iría, aunque luego el protocolo fuera diferido; además, debió haberle expresado lo que él deseaba que ocurriese en el senado. Ciertamente, la caballerosidad y la gentileza estuvieron, como otras veces, lamentablemente ausentes.
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